miércoles, mayo 17, 2006

Lois Pereiro, el clásico por descubrir

XOSÉ MANUEL PEREIRO


B arcelona, España. 17/05/2006 (La Vanguardia).- Estos días Lois Pereiro habría estrenado los 48 años y sería uno de los poetas de referencia en un país donde precisamente no escasean. De hecho lo sigue siendo, a pesar de que dentro de una semana se cumplirá el décimo aniversario de su muerte. Apenas dos poemarios en una pequeña editorial especializada le bastaron para ser a un tiempo la voz más innovadora de la lírica gallega de finales del siglo XX y un clásico todavía por descubrir.

En la década de los setenta, la poesía en Galicia era en cierta forma -no en la peyorativa- un koljós. Un campo común trabajado individualmente, en el que se mezclaban las referencias rurales, propias o en homenaje al mundo que había preservado el idioma, con la reivindicación social y nacional. Los jóvenes creadores formaban colectivos de agitación lírica y blandían manifiestos. Lois Pereiro (Monforte de Lemos, 1958) tenía, como casi todo el mundo entonces, orígenes campesinos. Y creció en una ciudad de veinte mil habitantes herida de muerte por la supresión de raíz de más de mil puestos de trabajo. Pero escogió un camino diferente. Fue fiel a esas raíces, pero sin atarse a ellas. "Tengo libertad de acción para exiliar mi espíritu en el Ártico, en Asia o en Nepal, y tengo permiso para que nada humano me sea ajeno. Por eso puedo decidir militar en mi propia lengua", aseguró en su ensayo Modesta proposición para renunciar a hacer girar la rueda hidráulica de una cíclica historia universal de la infamia (Ed. Espiral Maior, 1997). Tampoco usó la poesía como refugio. "Cuanto peores sean los tiempos que vivamos, más falsa será la ingenuidad, menos inocente la indiferencia, y más cómplice no comprometerse", reclamaba en el mismo texto.

Monforte era el nudo ferroviario donde se unían los trenes procedentes de toda Galicia antes de atravesar en la meseta hacia destinos tan exóticos como Bilbao-Hendaya y Barcelona-Sants. Posiblemente la eterna niebla que lo cubre en invierno, el óxido colonizando los raíles y la hierba sepultando las traviesas de madera noruega fue lo que unió a Pereiro desde el principio y para siempre a lo que llamaba "la helada estética centroeuropea" y a los movimientos de vanguardia. "Lois iba siempre por delante. Daba la sensación que manejaba una radiofonía secreta y que las cosas que valían la pena en el mundo lo habían elegido a él como primer depositario. No había que preocuparse por las modas. Lo que había que hacer era seguir los pasos de Lois", recordaba Manuel Rivas de la época en que, estudiantes en Madrid, inventaron Loia, una revista hecha en una fotocopiadora que duró cuatro números y ahora es materia en los estudios de literatura gallega.

Había estudiado para traductor y se manejaba en inglés, francés y alemán. Contrariamente a lo que dice la publicidad de las academias de idiomas, ese conocimiento no le aseguró una vida laboral (se mantenía del doblaje, series televisivas si era época de vacas gordas y películas porno si venían flacas), pero sí le servía para sumergirse en sus amados Peter Handke, Thomas Bernhard o Alfred Jarry. En los años ochenta participó en dos libros colectivos, De amor e desamor (I y II) (Edicións do Castro, 1984 y 1985). Un punk alto y desgarbado en medio de quienes ahora son el núcleo duro de la creación poética gallega. Eran sus amigos, pero siempre prefirió frecuentar los laberintos de la vida a los círculos literarios.

Fue una de las voces incluidas por Julia Barella en su antología Después de la modernidad. Poesía española en sus distintas lenguas literarias (Anthropos, 1987). Pero hasta 1992 no publicó su primer libro, Poemas 1981/ 1991 (Edicións Positivas). Cuarenta y dos poemas "mezcla de video-clip, haiku, destello, plegaria y cantiga de escarnio", escribió Manuel Rivas en el suplemento Babelia, "que lo convierten en el clásico que tiene la literatura gallega sin saberlo".

Probablemente intuía que su vida iba a ser breve. "O futuro é por forza alleo a min", era uno de sus versos más conocidos. En 1993 estuvo a borde de la muerte y tradujo el esfuerzo y el amor que lo retuvieron de este lado en un libro intenso y apasionado, probablemente el más duro y descarnado de la literatura gallega, ya desde el título: Poesía última de amor e enfermidade 1992-1995 (Positivas, 1995). Murió pocos meses después, el mismo día en que se hizo pública la sentencia del caso de la colza, el veneno que lastró su vida. El último poema era su propuesta de epitafio: "Escupidme encima cando paséis/ delante del lugar donde repose/ enviándome un húmedo mensaje/ de vida y de furia necesaria".