miércoles, junio 13, 2007

Noticias / México: Los 100 años de Frida Kahlo

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A trasluz, los primeros afortunados de la prensa mexicana y extranjera en recorrer ayer la magna exposición dedicada a Frida Kahlo, que este miércoles se inaugura en el museo del máximo recinto cultural del país. (Foto: Marco Peláez)


M éxico, 13 de junio, 2007. (Mónica Mateos-Vega/ La Jornada).-La Frida que todo mundo cree conocer, pero también, todo lo que Frida Kahlo no es, puede descubrirse en la magna exposición que en su honor se inaugura hoy en el Palacio de Bellas Artes para celebrar que hace un siglo llegó al mundo esta mujer que «supo utilizar sus neuronas».

Así lo explicó Roxana Velásquez, directora del Museo del Palacio de Bellas Artes, durante el recorrido que ofreció ayer a la prensa de México y el mundo por las ocho salas del recinto, todas dedicadas a Kahlo, su vida, su obra, su mundo, sus delirios, sus debilidades, sus tesoros, su fuerza.

Se trata de la primera vez que se reúne en el país una colección de piezas que muestran «a la Frida total, completa, integral, con aspectos que no han sido vistos», agregó la funcionaria ante decenas de reporteros de diversas nacionalidades que se arremolinaban frente a cada cuadro.

Entre imágenes harto conocidas, el espectador tendrá encuentros excepcionales: Frida sin sus trajes de tehuana, Frida sin sus trenzas, Frida sin dolor, Frida chiflando en un paseo en trajinera, Frida surrealista, Frida conservadora, Frida con el cabello suelto como si apenas ayer la hubieran retratado.

Retratos, naturalezas muertas




La célebre artista Frida Kahlo figura como protagonista de la amplia muestra con la que se le rinde un homenaje nacional por su centenario. (Foto:Marco Peláez)

El recorrido para conocer las 354 piezas que conforman la muestra Frida Kahlo, 1907-2007. Homenaje nacional se inicia en la sala dedicada a sus autorretratos. La bienvenida corresponde al cuadro Las dos Fridas, el de mayor formato de todos en los que la pintora plasmó su rostro.

Y de ahí en adelante, todo es conocer y reconocer escenas que se han visto en catálogos y documentales. Algunas pinturas nunca han sido exhibidas en museos, pues pertenecen a colecciones privadas, como Pensando en mi muerte.

Otras deleitan al mostrar así, en vivo y a todo color, sus detalles: la piel pelona de un perro xoloescuintle, las plumas de un pollito esponjado, el bordado de un huipil, la filigrana de un collar, el negro intenso de la mirada siempre profunda de la pintora, sus labios cerrados, «porque tenía muy mala dentadura y no le gustaba sonreír», asegura Velásquez.

La directora del museo va relatando: «Frida no es naif, no es común... acérquense con cuidado... aquí, en estas florecitas, se aprecia su gusto por El Bosco... ella aprendió a retocar fotografías con su padre... también hizo grabado... aquí está el retrato que pintó cuando se casó por primera vez con Diego y en él se ve que la diferencia entre los dos eran 20 años, 20 centímetros y 20 kilos".


Aspecto de la exposición. (Foto:Marco Peláez)

Luego añade que la pintora «se disfrazó de mexicana, es decir, de tehuana, por Diego, porque antes ella era decimonónica, católica, conservadora». Alrededor, los periodistas enviados de Alemania o Japón buscan el mejor lugar para grabar los comentarios, ya sea junto al cuadro Mi nana y yo, donde un bebé con cara de Frida chupa un seno ramificado, o frente al bello Abrazo de amor del universo. Mi tierra (México), Diego, yo y el señor Xolotl, un cuadro de 1949 donde ahora el niño de brazos es Rivera, acurrucado en su madre Frida.

En la sala Naturalezas muertas se descubre a una artista con tintes surrealistas; sigue el espacio dedicado a los retratos que Kahlo realizó de sus amigos cercanos: Eduardo Morillo, Alberto Misrachi; su médico Leo Eloesser; su «primer amor», Alejandro Gómez Arias, cuadro que, por cierto, fue «descubierto» arrumbado en el fondo de un clóset, en 1994.

Luego, los visitantes se detienen, entre sorprendidos y horrorizados, y llueven los clicks de las cámaras fotográficas: dos cuadros pintados con sangre, la de Frida por supuesto. Se trata de Unos cuantos piquetitos y El suicidio de Dorothy Hale, este último dentro de una caja de acrílico, pues así lo exigió el Museo de Arte de Phoenix, que los prestó.

En esta sala también está el retrato La niña Virginia, que tiene en la parte de atrás el boceto de un autorretrato. A continuación se muestran las fotografías: Frida como modelo de su hermano Antonio, de su papá Guillermo, de Leo Matiz, Julián Levy, Manuel y Lola Alvarez Bravo, Berhard Silberstein, Nickolas Muray, Giséle Freund, Esther Borm, Berenice Koldo, entre otros.

Embeleso del espectador

No falta quien se embelesa al verla con el torso desnudo, captada por Héctor García, o luciendo el pelo suelto, vestida con «un traje chino» negro, en 1950, «si parece que fue ayer», opinan los visitantes.

Siguen las fotografías relacionadas con su origen y entorno: el Coyoacán de los años 30, con su feria, la pulquería La Rosita, sus iglesias y una imagen, de 1899, de sus padres, Guillermo y Matilde Calderón (quien es idéntica a Frida), sus hermanos, sus sobrinos, su gente.

Otro aspecto del recorrido por los periodistas. (Foto: Marco Peláez)

Por allá, Frida y Diego observando un eclipse, por acá, en Estados Unidos, o pintando murales, o enfrente de una locomotora, o en Pátzcuaro con André Breton y su mujer. El recorrido termina en este espacio con fotos de Frida muerta, tendida en su cama, en la Casa Azul.

En la sala titulada Caligrafía penden del techo una micas que protegen varios documentos, cartas dedicadas al «niño de sus ojos» o al «doctorcito», con letra muy clarita y apretada.

No podía faltar en esta muestra un rincón dedicado a la militancia política de Frida, y ahí aparece ella con su corsé pintado con la hoz y el martillo, emblema de los comunistas. Junto están las invitaciones que le enviaba tanto el Partido Comunista Mexicano como la embajada de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y algunos recortes de periódicos.

Las piezas que conforman esta exposición fueron elegidas por un comité curatorial integrado por Juan Coronel Rivera, Salomón Grimberg, Cristina Kahlo, Américo Sánchez y Roxana Velásquez. Hay 26 obras del Museo Dolores Olmedo; 11 de la colección Jacques y Natasha Gelman; seis del Museo de Arte de Tlaxcala, y más de una docena que provienen de coleccionistas particulares y de museos de San Francisco, Los Angeles, Detroit, Miami y Japón.

La directora del Museo del Palacio de Bellas Artes estima que en dos meses asistirán, «mínimo», unas 300 mil personas. No habrá prórroga en la fecha de clausura de la muestra, que concluirá el 19 de agosto, «ni aunque las multitudes superen las expectativas de número de visitantes», pues «los americanos y Monterrey ya tienen organizados sus homenajes, y varias piezas capitales de aquí deben viajar. No la exposición completa, eso es imposible, pero sí 30 o 40 óleos formarán parte de exposiciones en otras ciudades. El mundo entero le está rindiendo homenaje a Frida», informó Velásquez.

Por tal motivo no habrá descanso para el Palacio de Bellas Artes. Mientras Frida habite en el recinto, se abrirá diario, de lunes a domingo, de nueve de la mañana a 10 de la noche. El costo de entrada será el mismo de siempre, 35 pesos; estudiantes, profesores y personas de la tercera edad no pagan, y los domingos el acceso es gratuito.
La prensa internacional documenta el evento. (Foto :Marco Peláez)

Se impartirán talleres, habrá espacios lúdicos para niños y conferencias casi todos los martes. Además, con la participación de los especialistas Raquel Tibol, Salomón Grimberg y Helga Prignitz-Poda, comenzará mañana jueves el seminario Jornadas Fridianas.

También se atenderá a grupos con capacidades especiales, por ejemplo, hay guías en Braille para invidentes, además de otros materiales. Se recomienda que el recorrido se realice en, mínimo, una hora con 40 minutos. A partir de hoy, tenemos Frida para rato.



Todas las caras de Frida


Autorretrato de Frida Kahlo. (Foto:archivo)

M éxico, 13 de junio, 2007. (Sara Brito/ El País).- ¿Cien años? En 1981, un equipo de la televisión federal alemana llegó a México para hacer un documental de media hora sobre la artista mexicana, esposa de Diego Rivera. En busca de novedades que le dieran sal a su reportaje, Gislind Nabakowsky y Peter Nicolai entrevistaron a Isabel Campos, amiga y compañera de escuela. Nacida en 1906, Campos comentó que Frida era un año menor que ella, contradiciendo el dato de su nacimiento que se había manejado hasta entonces. Los periodistas, extrañados, buscaron su acta de nacimiento y en efecto: Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón había nacido el 7 de julio de 1907.

Si hubiéramos hecho caso a Frida Kahlo, nadie hablaría hoy de su centenario. No habría magnas exposiciones en México y EE UU, ni, desde luego, se estarían destapando con tanta premura sus archivos privados de la Casa Azul. Habría que esperar tres años más. Pero Kahlo nunca se cansó de decir que nació con la revolución mexicana, en 1910. «Frida ornamentaba la verdad, la inventaba, la extraía, pero jamás la tergiversó», recuerda Raquel Tibol en su libro Frida Kahlo en su luz más íntima (Lumen). La artista siempre quiso ser la niña nacida de un México nuevo, marxista y revolucionario.

El peso que la política tuvo en la vida de Frida –aunque no se manifestara directamente en sus cuadros, salvo en algunos tempranos como El camión o Autorretrato en la frontera de EE UU y México– es precisamente uno de los ejes de la enorme exposición que por su centenario ha preparado el Museo de Bellas Artes de Ciudad de México desde hoy hasta el 19 de agosto. Incluso mayor que la antológica que hiciera la Tate Modern de Londres en 2005. Frida Kahlo, 1907-2007. Homenaje nacional es la primera lectura con aspiraciones analítica y global de la poliédrica –y mediática– figura de la mujer más cotizada del febril mundo del arte. «Es más una muestra analítica que una revisión cronológica de sus cuadros; hemos intentado ver a Frida en su contexto histórico y social», explica uno de los comisarios y nieto de Diego Rivera, Juan Coronel.

En ocho salas del Palacio de Bellas Artes (donde al visitante se le puede ir el ojo hacia los impresionantes murales de Diego Rivera o David Alfaro Siquieros), y a través de 65 óleos, 45 dibujos, 11 acuarelas y 5 grabados, más unas 50 cartas y 100 fotografías, muestra a una Frida que no sólo pintaba sobre sí misma –y que Breton quiso adscribir a los surrealistas–, sino que, como se lee en una de sus cartas, organizó una recaudación de fondos para el bando republicano de la Guerra Civil española.

No sólo fue pintora de óleos, sino escritora, amante de la caligrafía japonesa y amante –apasionada, desde luego– de Diego Rivera. «Frida tenía muchas dimensiones, y aquí se da un retrato más completo de ella y su tiempo», apunta Cristina Kahlo, sobrina-nieta de la artista y comisaria de la sección fotográfica de la muestra.

Precisamente, la fotografía emerge como una clave de la exposición. No sólo en la sala dedicada a enseñar a esa Frida retratada por grandes fotógrafos, como Manuel Álvárez Bravo o Nicholas Murray (que fue uno de sus amantes); o en esa otra que muestra a una Frida en un ambiente informal y familiar, vestida de hombre en su adolescencia; sino que hace mucho hincapié en la influencia que tuvo la fotografía en su pintura. Su padre, Guillermo Kahlo, fotógrafo para quien posó desde niña, marcó esa manera de autorretratarse y de retratar a los demás que la ha convertido en icono. Y muy rentable, aunque la polémica acompañe a cada nuevo producto que sale con la marca registrada Frida Kahlo. Cuando la heredera de la imagen y firma de la artista mexicana registró el nombre de su tía, no sabía el revuelo que iba a armar. Isolda Pinedo Kahlo ha lanzado bajo licencia unas gafas, muñecas y un corsé italiano, y en 2005 dio el paso que selló una sociedad que promete hacer oro con la imagen de la artista: la Frida Kahlo Corporation. Algo que Carlos Philips Olmedo, director de los museos Frida Kahlo, Dolores Olmedo y Anahuacalli, califica de «agresión». «¡Si van a sacar unos tenis y Frida nunca los usó!».

Poco se habla en la exposición de lo que todos han hablado hasta la saciedad: de esa Frida sufrida, maltratada por la poliomielitis, por el accidente que la rompió por la mitad y por las múltiples operaciones. Frida habla aquí desde el humor y la pasión por la vida. Además de cuadros clave, como Las dos Fridas, se exhiben por primera vez en México obras como la impactante El suicidio de Dorothy Hale, el retrato de Diego y Frida o Niña con máscara.

Pero la cosa no se acaba aquí. México ha preparado artillería pesada en un año en que también se cumplen los 50 años de la muerte de Diego Rivera. Se espera que este septiembre salgan a la luz los 56.000 documentos que se han ido sacando de cajas y armarios desde hace tres años. Entre ellos, más de 2.500 fotos, unos 53 dibujos totalmente inéditos de Kahlo, bocetos de Rivera y muchos otros documentos. El tesoro que desearía cualquier biógrafo. «Nos va a dar mucha información sobre la pareja y va a ayudar a complementar lo que ya sabemos de Frida», comenta Carlos Philips Olmedo, director de los museos de los artistas. En julio vendrá el primer bocado de este hallazgo en la exposición que prepara la Casa Azul Museo Frida Kahlo.

Y hay más. El Fórum de Monterrey prepara para agosto otra muestra de Frida en el Museo Marco con la colección completa del Museo Dolores Olmedo. Obras de teatro, reediciones de libros, pequeñas exposiciones en otros puntos de México pondrán a Frida en boca de todos hasta que Rivera le tome el turno. Otoño será la época de las grandes exposiciones del pintor, que ocupará también el Palacio de Bellas Artes con una gran antológica de sus murales.

La expectativa no hace sino aumentar el mito que esta pareja ambigua y fascinante quiso labrarse en vida. Y que se adueña así de 2007. «Ellos sabían que iban a ser esta pareja casi mitológica», dice Juan Coronel, que no duda en clasificarlos como los primeros artistas pop de la historia.

Colección de Pinturas de Frida Kahlo. Música: Lila Downs «El Relámpago»


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