domingo, noviembre 09, 2008

Danza / México: «Danza de los Negritos», un texto de Diana Bailleres Landeros

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La única bailarina. (Foto: Martha G. Rodríguez Benítez)

C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de agosto de 2008. (RanchoNEWS).- Diana Bailleres Landeros nos envía este texto titulado «Danza de los Negritos (Lipuntahuaca, Mpio. de Huehuetla, Pue. Octubre 2008)»:

De la experiencia de viajar a la Universidad Intercultural del Estado de Puebla me han quedado estas imágenes idílicas de la estancia que tan fraternalmente nos ofrecieron los profesores Guillermo Garrido e Ivan Deonce a quienes dedicamos esta pequeña reseña de lo que apreciamos como una ensoñación de movimiento, de sonido, de color y de forma que en conjunto cualquier estudioso diría: es arte, si un arte sincrético, ingenuo y al mismo tiempo profundamente cósmico: siete danzantes; dualidad masculina-femenina, viejos y nuevos mundos, mixtura de encarnaciones históricas e ideológicas.

Desafiando el tiempo, que allá en la Sierra nororiental del Puebla es otro, llegaron los danzantes –caporales y capitanes y la miranguilla-; esta danza de gran rítmica contrasta con sonidos de crótalos y zapateado, con la dulzura añeja de los violines y la jarana con la que se acompaña esta manifestación pura del sincretismo vivo de quienes habitan esta región del Nororiente de Puebla.
El atuendo de los seis varones es de elegante terciopelo negro el pantalón y azul rey la camisola que lleva adornos de flequillos de artisela. En el cuenco de la mano derecha reposa y produce su oriental sonido un crótalo de madera como los que se usan en la danza andaluza. Y en la mano izquierda se porta un bastón que lleva tejidos en trenza listones de colores que sueltan mágicamente un ramillete de pañuelos de seda coloridos. Es el vestigio de una varita mágica que convierte el viento en un arco iris que danza al ritmo de los pañuelos de seda que cuelgan de ella.

Pero el danzante también guarda el misterio de lo desconocido pues su rostro solo muestra la mitad, más no oculta una blanquísima sonrisa cuando nos acercamos a preguntar. Todo es tan simbólico, ellos son el simbolismo de tanto y lo desconoce; los ojos se ocultan tras un flequillo negro que pende de un yelmo cuyo frontal, porta espejos donde se refleja y retrae el mal. O donde el Otro se refleja en mí, en mi mente, en mi mismo, en mis pensamientos. El penacho de grande plumaje colorido, de ese colorido tan mexicano, de azul maya, de violetas y grana cochinilla oculta tras de si el yelmo cubierto de rosas rojas que llevan los caporales, pero sólo ellos, como en un juego de jerarquías pues los capitanes llevan insignias diferentes en lugar de rosas rojas.

El movimiento es tan armonioso como coordinado de una forma tan natural como el movimiento que harían los planetas en las galaxias si pudiéramos verlos, pues la miranguilla baila entre ellos con la humildad y dulzura de la Virgen que guarda a su hijo donde quiera que se mueve. Su indumentaria es también de terciopelo azul turquesa –color virginal– y en una pequeña cesta se dice, guarda una serpiente –serpiente del mal, serpiente de sabiduría contenida y sostenida por la Mujer. Ella es el séptimo elemento en el que se conjuga lo femenino, lo pasivo en una danza que no tiene más que movimiento pero no sonido de zapateado pues la mirada hacia abajo denota tristeza:

Se dice que esta danza llegó a la región con los africanos, no obstante, los elementos son de origen moro, semejante a la danza de moros y cristianos o las danzas de Carlomagno. La miranguilla tiene su origen en la experiencia de una mujer que habiendo sido su hija mordida por una serpiente, se integró a la danza para pedir por la restitución de la salud de la niña, cuando se realizaba en los atrios de las iglesias y se le permitió hacerlo como lo hace, entre la armonía de los movimientos que realizan los seis negritos, hasta la fecha.

Color, sonido y movimiento en armonía se encuentran presentes en esta danza sincrética que bien representaría el encuentro intercultural de diversas culturas: la mesoamericana, la europea y la norafricana o mediterránea. Consta de 33 danzas y siete los elementos que en conjunto con los músicos suman diez, número cabalístico, como si la numerología también, porque así lo pienso, tiene algo que ver con el cosmos armónico.

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