domingo, noviembre 09, 2008

Música / México: «Falsa introducción al mundo del Salmón», una reseña del concierto de Andrés Calamaro por Zerk Montecristo

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Un momento del concierto. (Foto: Z Montecristo / RanchoNEWS)

C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de octubre de 2008. (RanchoNEWS).- Ayer lunes 13 de octubre se llevó a cabo el concierto de Andrés Calamaro, mítico músico de rock argentino, en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México, a donde acudió –en calidad de enviado especial por el Rancho y por su alma– el señor Zerk Montecristo, quien ha escrito esta «falsa» crónica para nosotros:

A pesar de haberse descrito a su llegada a México como un «ilustre desconocido», la presencia en los escenarios aztecas del músico argentino Andrés Calamaro puede definirse sólo de una manera: Vino, vio y venció o mejor dicho besó.


Visiblemente asombrado por la presencia de miles de seguidores de su trayectoria que tuvieron que esperar más de 20 años por escucharlo en vivo, Andrés Calamaro dio inicio al recital minutos antes de las 9 de la noche ante un Auditorio Nacional lleno a su máxima capacidad.

En esta gira el artista promueve su más reciente grabación discográfica «La Lengua Popular» y como ha ocurrido en otras de las plazas donde se ha presentado, dio inicio a su actuación con «El Salmón», tema que además de ser uno de los mejores de su producción, se ha colocado como la canción que lo identifica ante las masas.

Sin mayor diálogo que la propia música, «Los Chicos», «Tuyo siempre» y «Mi Gin tonic», sirvieron de aperitivo para convencer a los pocos que quedaban culiatornillados para formar parte de la fiesta y saltar fuera de sus asientos…

El Salmón

Estuve tentado a continuar el relato así, de manera cuadrada, anticuada, estúpidamente complaciente a los cánones periodísticos para narrar la experiencia de haber vivido a cuatro asientos del escenario la experiencia salmónica de escuchar en directo a Andrés Calamaro.

Ante la absurda situación de verme mimético decidí por continuar esta falsa crónica al estilo preferido del Salmón, a contracorriente.

La noticia de que Andrés venía a México me llegó en uno de los momentos más cruciales de mi existencia.

En una ciudad donde la violencia se está viviendo de manera inusitada, bajo la desesperación de mantener el trabajo para poder sostener a la familia, con el corazón derrotado y vuelto a remendar.

Autorretrato. (Foto: Z Montecristo / RanchoNEWS)

Así, con los ojos heridos de tanta ignorancia, apareció ante mí, entre las miles de letras malas, la posibilidad de que el Cantante visitaría el país.

Me encontraba en el Rancho Las Voces terminando un libro de esos que nunca resultan premiados en los amañados concursos nacionales, cuando emocionado, recurrí a los pocos seguidores que habitan en esta tierra, Sunny y mi sobrino el Negro para comunicarles la buena nueva.

Al tener conocimiento que la venta de boletos daría inicio el 8 de mayo, de inmediato vendimos nuestra alma al diablo llamado banquero para ahorcarnos un poco los bolsillos y dejar al tope la tarjeta con tal de tener seguro un lugar en el concierto.

La jodidez de la economía mundial y el aumento de la turbosina estuvieron a punto de jugarnos una treta días antes de partir al concierto, ya que los boletos de avión se elevaron al triple de precio.

Afortunadamente logramos solventar la situación y nos trasladamos de contrabando dentro de una caja de zapatos a la gran ciudad del esmog y la codicia, el Distrito Federal.

Durante el viaje, en el que me hice acompañar de mi sobrino el Negro, por extraño que parezca casi no hubo pláticas previas o demostraciones de emoción a lo que sería el encuentro.

Me sentí un poco como las horas previas al nacimiento de mis hijos: Miedo, incertidumbre, energía contenida, ganas de llorar y salir corriendo.

La llegada a México se dio sin contratiempos cerca de las 3 de la tarde el mismo día del evento, por lo que nos dio oportunidad de ir a una de las más importantes catedrales del mundo salmónico: El estadio Azteca.

El primo Luis me dio una de las mejores noticias de la jornada, su papá le había conseguido dos boletos para la cuarta fila y uno de ellos, era para mí, por lo que debía ceder mi asiento a su hermana Melissa, que aunque hasta ese momento no lo admitía, terminó por declarar su admiración al Salmón.

Andrés Calamaro ante el público mexicano. (Foto: Z Montecristo / RanchoNEWS)

Después de hacer las acostumbradas fotografías de turista apendejado, nos regresamos a la casa de los familiares que nos recibieron de manera excelente y comimos un pozole acompañado de su respectiva caguama.

Ajustados en tiempo, una de las tías se ofreció de buena gana para llevarnos al Auditorio, pero a unos cuantos metros del lugar, fue tanta la desesperación, que Luis, el Negro y yo decidimos bajarnos y correr para entrar lo antes posible al recinto.

La incontenible sed provocada en parte por el nerviosismo, en parte por haber consumido caguamones, nos obligó a hacer una escala antes de entrar al establecimiento y tomarnos una cerveza Corona de un solo trago y salir disparados al recinto, donde una misteriosa voz anunciaba la tercera llamada.

Al entrar al concierto, todo fue desconcierto: Gritos, alaridos, obscuridad total y un lento avance acompañados de una de las acomodadoras que hacía las veces de Caronte en ese extraño y dulce infierno.

Y heme ahí, exactamente frente al escenario, por la fila central en busca de mi asiento, cuando se escucha la primer estrofa de «El Salmón»: Quiero arreglar todo lo que hice mal/ Todo lo que escondí hasta de mí, /Debo contar lo que yo sólo sé, /Uh perdón, Víctor Sueiro también. //Quiero arreglar todo lo que hice mal /Todo lo que escondí hasta de mí, /Debo contar lo que sólo yo sé, /Uh perdón, Pancho Villa también.

Acto seguido, apareció ante mí, la imagen de Andrés, a menos de dos metros de distancia, entero, curado de cualquier mal que en años anteriores lo había alejado de los escenarios.

Y me veo ahí, saltando y cantando y bailando como idiota, como un idiota feliz que por vez primera se reconoce alegre en un concierto, sin tanta intoxicación de por medio, disfrutando cada uno de los acordes, de las ganas, de los recuerdos que en cada canción del argentino se han ido entretejiendo con mi propia existencia.

Si continúo en el ritmo que voy, el hablar de la experiencia de tener al cantante frente a mí puede sonar a una melosa carta de maricón, pero sólo aquel que ha tenido la oportunidad, corrijo, que se ha dado la oportunidad de desdoblarse entre canciones, puede entender la magnitud de este encuentro.

El Salmón y su grupo. (Foto: Z Montecristo / RanchoNEWS)

Como prueba de su amor y lealtad a los que le siguen, en un acto de humildad, Calamaro besó el suelo del escenario y contagiado de la emoción agradeció a todos los que se encontraban en el Auditorio.

Por un par de horas, dejé atrás el miedo que me dan las calles, el terror que me provoca no ser un buen padre y seguir siendo un pésimo marido, la muerte de mis seres queridos, la falta de oportunidades para los que aún están vivos.

Dejé atrás a mi propia histeria provocada por los aludes de letras hoy contenidos, por las horas de desvelo entre libros y bosquejos, de las noches de ronda y desencanto entre las nalgas del destino y el infierno.

Volví a ser yo, a recuperar el yo que había dejado muerto y enterrado en el corazón, a responderme y replicarme por ser un jodido cobarde de mierda en los momentos de verdadero valor.

Volví de mi entierro, resucitado en tan sólo dos horas, entre tangos, Bob Marley y Rodríguez, volví nuevo en el rock and roll de Andrelo a reconocer las calles y los idiomas de los míos y los no tan míos.

La despedida. (Foto: Z Montecristo / RanchoNEWS)

Calamaro tocó cerca de dos horas y media, un recital en el que quedó a deberme más de 100 canciones, 800 lágrimas y 400 fantasmas, pero confío en que cumpla su promesa de volver por lo menos, dos veces por semana para recuperar el tiempo perdido.

Así salí yo del concierto, alegre, a contracorriente, a recuperar los momentos, las emociones y los años en los que, por el ritmo de vida, fui dejando atrás la sonrisa y la entrega para defender lo más valioso que aún me queda en mi propia incoherencia: La palabra escrita.

Dejó aquí pues el listado de canciones entregadas esa noche y la promesa firme de que, en algún lugar, Andrés, nos volveremos a ver.

El Salmón
Los Chicos
Tuyo siempre
Mi Gin tonic
A los ojos
Carnaval de Brasil
Todavía (una canción de amor)
Chicas
5 Minutos Más
La espuma de las orillas
Elvis está vivo (Candy's way)
Soy tuyo (con cierre de Contigo)
El día de la Mujer Mundial
Los aviones
Jugar con fuego + Los mareados
Estadio azteca
Te quiero igual + No Woman No Cry (hizo bastante de No Woman... no sólo el «Everything. .." que nos tenía acostumbrado)
Loco + Corte de huracán + Loco
Crímenes perfectos
Alta suciedad
Flaca
Sin documentos
Canal 69
Paloma


El agradecimiento. (Foto: Z Montecristo / RanchoNEWS)

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