lunes, diciembre 01, 2008

Teatro / Ciudad Juárez: Bernarda de Alba o de la católica represión

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Escena de la representación en el Teatro Experimental. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela / RanchoNEWS)

C iudad Juárez, Chihuahua. Sábado 8 de noviembre de 2008. (Rubén Moreno Valenzuela / RanchoNEWS).- «El teatro necesita que los personajes que aparezcan en escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre», dijo el célebre dramaturgo español Federico García Lorca (1898-1936), poco antes de su muerte y tras componer «La casa de Bernarda de Alba» (1936).

El montaje de la Compañía de Teatro del Espacio Cultural Metropolitano de Tampico, Tamaulipas; dirigido por Sandra Muñoz y con la estupenda escenografía de Víctor Zavala ha conseguido precisamente tal portento: una interpretación vestida de poesía y a la vez desnuda hasta los huesos y la sangre. Obra presentada hoy en el Teatro Experimental del Centro Cultural Paso del Norte dentro la XXIX Muestra Nacional de Teatro.


Recordemos el argumento: Tras la muerte de su segundo marido, Bernarda de Alba decide recluirse y guardar rigurosísimo luto, tanto ella como sus hijas todas vírgenes: Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela. El luto es roto por la llegada de Pepe el Romano (un joven apuesto de 25 años de edad) que pretende a Angustias, la hija mayor de 40 años de edad, procreada en el primer matrimonio de la matriarca y heredera de una gran fortuna. Sin embargo, Pepe el Romano corteja y seduce a Adela de 20 años ante los celos de las demás. Una noche que había avisado que no acudiría a visitar a Angustias, Pepe el Romano acude con Adela, que se rebela ante la autoridad de su madre, quien toma una escopeta y le dispara al joven sin herirlo. Miente a su hija menor diciéndole que el joven ha muerto, ella se suicida. Bernarda pide reprimir lágrimas y proclamar que Adela ha muerto virgen.

La vigencia de esta obra de Federico García Lorca reside en la severa crítica que hace del maternalismo –español y por ende hispanoamericano– fincado en la ideología de la iglesia católica, maternalismo cuyo signo de hierro es tanto la represión como la auto represión. Los personajes garcíalorquianos trascienden su tiempo y se antojan arquetípicos. «La casa de Bernarda de Alba» sigue siendo necesaria para sociedades como la mexicana tan afectadas –históricamente– por la iglesia católica.

El carácter esperpéntico y óseo de esta representación ha sido conseguido en gran medida por la inclusión de actores en papeles femeninos, comenzando por la propia Bernarda de Alba, interpretada por Víctor Zavala Vargas y sus compañeros Sergio Aguirre (María Josefa), Luis René Ramos (Angustias), Isaac Martínez (Amelia), Orlando Villanueva (Martirio) y Ángel Zapata (Criada), quienes consiguieron la difícil tarea de actuar como mujeres y no como hombres afeminados.

Las actrices también contribuyeron con una buena labor, especialmente Carolina Bringas Pernas (Adela), pero además sus compañeras Luz Daniela Ortiz (Magdalena), Adriana Sandia Vázquez (Poncia) y Eugenia Díaz Durán (Prudencia).

Otro elemento sobresaliente del montaje fue la escenografía estupendamente resuelta por Víctor Zavala Vargas, la cual fue concebida para teatro de cámara con un alargado escenario rectangular flanqueado por dos filas de sillas de diversos tamaños, una de 8 y otra de 9 sillas; que además de su función propia de asientos, se convertían en paredes, ventanas e incluso una mesa. El piso estaba adornado por rombos en blanco y negro. A los extremos del escenario dos grandes mantas blancas que proyectaban sombras, que ocasiones tendían a distraer la atención de la acción principal, único defecto que percibimos en el montaje.

Un momento muy afortunado fue lo que denomino el baile de la represión, un cuadro de tristeza y añoranza, que manifiesta la influencia de Jerzy Grotowsky y Pablo Barba en la directora, cuya trabajo –junto al de la compañía– aplaudimos otra vez desde aquí.

Concluyo con este diálogo de la obra:
–Es que son malas.
–No, son mujeres sin hombres.

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