martes, enero 20, 2009

Teatro / México: El teatro mata u otra vez chupando faros

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Salvador Barcio (Der.) y Osvaldo Esparza. (Foto: JMV / RanchoNEWS)

C iudad Juárez, Chihuahua. Jueves 13 de noviembre de 2008. (Rubén Moreno Valenzuela / RanchoNEWS).- El actor Osvaldo Esparza, por de esas cosas raras de la vida, ha sido obsequiado, tal vez, con el papel de su vida al interpretar el Pensamiento en la obra «El teatro mata» de Edeberto Galindo Noriega (Ciudad Juárez, 1957), comedia presentada dentro de la XXIX Muestra Nacional, en el gran espacio escénico Rascón Banda del Centro Cultural Paso del Norte.

La comedia, dirigida por el mismo autor y con el Taller de Teatro 1939, tiene el siguiente argumento, según el programa de mano, «Diego (Salvador Barcio) es un actor de carácter, ya entrado en años. Ha incursionado en dramaturgia y dirección de teatro. Ocasionalmente ha impartido clases en escuelas privadas para subsistir. Llega al parque (Borunda) para esperar a un amigo de juventud (Salvador Hernández) con la esperanza de venderle un par de libros suyos que le han publicado y, al menos, un par de boletos para el estreno de una obra de teatro que estrenará el próximo fin de semana. Durante la espera, la larga espera de casi cuatro horas, conoce a una joven violinista (Adria del Valle García) que toca en este parque. Entre ambos surge cierta rivalidad y no terminan en ningún momento».

Como complemento, y para esclarecer, diremos que Diego es seguido por su Pensamiento (Osvaldo Esparza) y que en el parque también se encuentra a los siguientes personajes: Vagabundo, Nicky, Franelero, Vendedor y Policía (todos bien interpretados salvo este último por Aarón Alonso) y la Vagabunda, Mamá y Criada muy talentosamente interpretadas por Brisa Frías, quien hizo una amplia demostración de su capacidad como actriz. Diego finalmente (y melodramáticamente) morirá.

La obra falla por la dramaturgia. La pieza está muy bien escrita salvo, a nuestro juicio, por dos detalles: el primero, el más grave, Galindo Noriega después de establecer un muy buen contacto con el público con la interactuación de Diego y su Pensamiento, dentro de una comedia, llega un episodio «serio» y hace del objeto cómico que es Diego, un Jesucristo del Teatro que empieza a exclamar «El pensamiento siempre aquí», mientras con el índice se señala la cabeza y con ello destroza –de manera muy tonta– el ritmo de la muy buena comicidad que había logrado.

El segundo detalle es, como ya decíamos, el final tan melodramático. No obstante, esta comedia de Galindo Noriega es muy afortunada en el manejo de guiños humorísticos relativos al medio teatral juarense, y es una buena noticia para la dramaturgia oscura y angustiada que le caracteriza.

El montaje, no obstante la pobreza de escenografía –exceso de humo denso sin sentido, pobreza de imaginación en los recursos (la representación del parque es risible de por sí), muy mala iluminación– es sobresaliente por la estupenda actuación de Osvaldo Esparza, como decíamos en el párrafo inicial, quien nos recuerda que el buen teatro siempre es el producto de un trabajo colectivo (y un poco de buena suerte).

Como dice el Pensamiento a Diego: Otra vez chupando Faros.


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