jueves, abril 01, 2010

Textos / Judith Solís Téllez: Carlos Montemayor y su dignidad

.
(Foto: RanchoNEWS / Jaime Moreno Valenzuela)

C iudad Juárez, Chihuahua. 1 de marzo 2010. (RanchoNEWS).- Reproducuimos el texto de Judith Solís Téllez publicado en La Jornada Guerrero:

¡Queremos tanto a Carlos Montemayor! Nos duele su partida, cuando necesitamos su voz crítica, su capacidad de análisis en este desierto, en esta realidad compleja y distorsionada.

Lejos del escritor de mafias literarias, tuvo la capacidad de ir más allá. Se convirtió en un modelo a seguir con la valoración que hizo de las literaturas indígenas y de sus lenguas, las mismas que muchos jóvenes indígenas no han aprendido por razones de discriminación, eligiendo la desindianización de la que trata Bonfil Batalla en México profundo.

Es el escritor y teórico más reconocido en cuanto a los movimientos guerrilleros en México y ha dejado, al respecto, una obra luminosa.

En la Universidad Autónoma de Guerrero no era ajeno a nuestro quehacer académico cotidiano. Fue padrino de una generación de la Maestría del Centro de Investigación y Posgrado en Estudios Socioterritoriales (CIPES). En filosofía y letras, Fernando Pineda Ochoa tenía amistad con él y planeaba solicitarle el prólogo para sus memorias. Claudia Rangel pudo pedirle, personalmente, la introducción para el libro sobre la guerra sucia que próximamente publicará su cuerpo académico. Yo misma, por medio de su secretaria, le había solicitado una presentación de mi libro. Álvaro López Miramontes, a fines del año pasado, escuchó su conferencia en el Museo del Desierto en Saltillo, Coahuila sobre cómo aprendió a ver la realidad desde diversas perspectivas. Le quedó muy bien grabado el consejo de un tío ganadero: «Carlitos, mira las vacas cuéntalas son 82 o 78, fíjate bien las vacas no son las que dices te faltan dos que no has contado, si subes al cerrito ya no son las mismas, hay una vaca que está echada junto a otra y se confunden, no ves a los animales que oculta el brillo del sol y tú no puedes distinguir a una vaca blanca de una oscura porque parecen ser la misma o porque hay una peña que te oculta el manchón de la vaca, todas las cosas debes de verlas desde diversos puntos de vista». Acerca de las enseñanzas de su tío, Montemayor concluía que si el objeto de nuestro estudio se mueve se debe de tener una visión del conjunto, pero también los detalles permiten observar el conjunto, aunque jamás se sabrá exactamente lo que pasó. Álvaro mostró las fotografías que le tomó y nos hizo notar que Carlos Montemayor tenía un perfil griego. Sin duda era un hombre bonito, muy varonil, elegante y de una gran estatura moral.

Una alumna de literatura Hispanoamericana hizo su tesis sobre Guerra en El Paraíso, y pensamos invitarlo a dar una conferencia y a su examen profesional.

A Montemayor, como expresó en una de sus últimas apariciones en la televisión, le preocupaba lo que ocurría con los jóvenes a quienes se les dificulta continuar con sus estudios y opinó de la privatización de la educación como un retroceso.

Conozco a una persona que no puede terminar de leer Guerra en El Paraíso, porque reconoce a los personajes reales de la novela. Yo también, por su obra, conocí mejor a Prisciliano Téllez, un tío valiente que murió el 18 de mayo de 1967.

En Atoyac, Carlos Montemayor estuvo presente cuando se llevó la urna con las cenizas de Lucio Cabañas a su obelisco en el zócalo, el 2 de diciembre de 2002, pronunció un hermoso discurso sobre la actitud conciliadora y digna de Lucio Cabañas, de quien dijo: «su lucha, su pensamiento, cordialidad, honestidad, su trato familiar amistoso, no solamente como comandante, no sólo como combatiente, nos hizo dignificarnos a todos. A partir de la dignidad de Lucio Cabañas nuestro país es más grande, más puro, más orgullosamente vivo. Esta dignidad no desaparece como la sangre que se derrama, no desaparece como la corrupción que se oculta, no desaparece como los desaparecidos, perseguidos y reprimidos que los policías y ejércitos de nuestro país y de todo el mundo desaparecen. Esta dignidad se acrecienta cada día. Desaparece la memoria de aquellos gobernantes y de aquellos asesinos que lo quisieron llamar gavillero, ladrón, delincuente, asesino» (Montemayor citado por Misael Habana y Jesús Saavedra en Rinden nuevo homenaje a Lucio Cabañas en La Jornada, martes 3 de diciembre de 2002)

Nos quedamos sin su guía, sin la fuerza mayor de su presencia luminosa. Seguir la ruta de alguno de sus caminos (¿Quién tendría la capacidad de andarlos todos?) es una tarea con la que podemos conservar su memoria y seguir en contacto con sus ideas. En sus palabras: «La dignidad en la vida es lo que embellece a los pueblos y a las horas que nos mantienen respirando, pensando, recordando. La dignidad no sólo engrandece la vida de las personas, sino engrandece la vida de los pueblos». Y usted, maestro, con su dignidad nos dignificó a todos.



REGRESAR A LA REVISTA