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El músico en la Fonoteca Nacional. (Foto: Guillermo Sologuren)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de abril 2012. (RanchoNEWS).- La música popular no es una influencia impostada ni casual en la obra de Arturo Márquez. Se trata de una expresión inherente a su vida y familia: sus abuelos y tíos fueron músicos de pueblo. Una nota de Ángel Vargas para La Jornada:
A lo anterior se aúna que su padre, al emigrar con el resto de la familia a Estados Unidos, alternó el trabajo de carpintero con el de mariachi, pues eran seis y luego nueve los hijos que alimentar, de los cuales el compositor es el mayor.
De ello dio testimonio el propio autor de Danzón 2 –considerado el segundo himno nacional dentro del ámbito clásico, al lado del Huapango, de José Pablo Moncayo–, durante una charla pública.
Ésta tuvo lugar anteanoche en la Fonoteca Nacional, como parte del segmento Compositores mexicanos contemporáneos, que a su vez se inscribe en el ciclo Sesiones de escucha.
La plática fue dirigida por el especialista Theo Hernández, quien a lo largo de dos horas condujo a Arturo Márquez de manera cronológica por el desarrollo de su trabajo creativo.
De tal manera, el también director de orquesta sonorense (Álamos, 1950) se remontó a los años 60 del siglo pasado, cuando se adentró en el arte sonoro por la vía de la música popular.
Mi padre comenzó a enseñarme los sones de mariachi con la idea de que siguiera el oficio familiar: mis abuelos y tíos eran músicos de pueblo. Ese antecedente es muy importante en mi caso.
Márquez rememoró que estudió violín, tuba, trombón y piano y que, como parte de su aprendizaje de composición, en los años 70 estuvo muy involucrado con la música experimental.
Entre sus maestros mencionó a Joaquín Gutiérrez Heras, Federico Ibarra, Manuel Enríquez y Héctor Quintanar. En ese entonces, afirmó, estudiar composición era hacerlo con música experimental de vanguardia. Lo que hago hoy es otra cosa. Estoy desobedeciendo lo que estudié en los años 70 y 80.
Enclave, un parteaguas
Premio Nacional en Ciencias y Artes en 2009, Arturo Márquez situó 1988 como el año en que concluyó su etapa experimental: Ahora que escucho lo que hice en esa época me doy cuenta de que mi lenguaje no era tan extremo; utilizaba muchas escalas modales y las transformaba, usaba también mucho efecto de los instrumentos y les buscaba nuevas sonoridades.
De acuerdo con el compositor, el parteaguas en su escritura ocurrió con su obra Enclave, pues en ella comenzó a valerse del ritmo y el color de la música popular para trasladarlos a la de concierto.
Ese cambio, consideró, se debió a que empezó a frecuentar salones y otros sitios de baile, como los desaparecidos Salón Colonia y Bar León, y a escuchar allí salsa y son.
Para entonces ya había estudiado en Francia y Estados Unidos y, a su regreso a México, se había relacionado con el grupo de danza contemporánea Mandinga, para el que creó música electroacústica.
Fue en ese contexto en el que escribió su primer primer danzón, aunque ignoraba que se tratara de ese género, hasta que un amigo se lo hizo ver. La pieza nació tras escuchar a un saxofonista ebrio que tocaba en un mercado. Eso ocurrió entre 1992 y 1993.
Antes había compuesto otras piezas en torno de la música popular, entre ellas Homenaje a Egberto Gismonti, que nada tiene que ver con la obra del músico brasileño, pues está apegada al son huasteco.
La conversación continuó hasta llegar a la serie de los ocho danzones, que en breve serán nueve, según adelantó Arturo Márquez, quien retomó la escritura de ese género después de nueve o 10 años y hará una pieza para piano solo.
Búsqueda de algo distinto
Del famoso Danzón 2, Márquez recordó que fue una pieza comisionada por la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (Ofunam), cuyo estreno mundial se realizó en 1994.
Cuando lo escribía, ocurrió el movimiento zapatista. En él se condensa la música de salón y mi sentir por lo que sucedía en México con el levantamiento armado en Chiapas, toda la fuerza épica de ese momento.
Reconoció que el público esperaba que sus siguientes danzones fueran del mismo estilo, pero aclaró que siempre ha buscado hacer algo distinto y fue así que escribió Danzón 3 para flauta y guitarra. Estaba yo muy triste y deprimido por todo lo que pasó en 1994.
Además de la audición de algunas de sus obras, el público que llenó el auditorio de la Fonoteca Nacional pudo conocer de Arturo Márquez, entre otros aspectos, su interés por escribir un concierto para violín, en homenaje a un tío y a la música huasteca.
De igual manera, se enteró de que en el título del último movimiento de su concierto para cello, Polca derecha-izquierda, hace sarcasmo de que Vicente Fox, cuando se encontraba en campaña presidencial, sostenía que era de ambas tendencias políticas.
Para concluir, Arturo Márquez destacó que si algo ha distinguido su quehacer en los recientes 12 años es su conciencia social y política.
Al respecto, mencionó su cantata Sueños (2006), en la que incluye discursos de Martin Luther King y Mahatma Gandhi; el ya mencionado concierto para cello, Espejos en la arena (2000), y la Leyenda de Miliano (2010), escrita para rendir homenaje luctuoso a Emiliano Zapata.
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