martes, mayo 21, 2013

Música / Alemania: El bicentenario de Wagner

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La escultura del compositor germano, obra Stephan Balkenhol. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- El culto a Richard Wagner se repartirá mañana entre Leipzig, donde nació hace 200 años, y Bayreuth, la ciudad bávara donde mandó construir un teatro a su medida y máxima expresión de la devoción al genio alemán, informa la agencia EFE desde Berlín.


Leipzig, la llamada «ciudad de los músicos», inaugurará el monumento a su talento más universal y polémico en el bicentenario del nacimiento de Wagner, el 22 de mayo de 1813.

La figura creada por el escultor Stephan Balkenhol quedará así perpetuada en la ciudad sajona en la que también dejaron huella Johann Sebastian Bach, Felix Mendelssohn Baltholdy y Robert y Clara Schumann.

En Leipzig estará presente Katharina Wagner, bisnieta del compositor y codirectora, con su hermanastra Eva, del Festival de Ópera Richard Wagner de Bayreuth, máximo exponente de la devoción a un genio que sigue desatando amores y rechazos en dosis parejas.

La ciudad sajona se rendirá, en distintos festejos ciudadanos, a un hijo ilustre que ha «redescubierto» en el bicentenario, mientras que Bayreuth representa el culto en exclusiva a Wagner desde hace siglo y medio.

Fue un 22 de mayo también, en 1872 y coincidiendo con su 59 cumpleaños, cuando Wagner se «regaló» solemnemente ese teatro, con la colocación de su piedra fundacional y tras una larga búsqueda del lugar idóneo para la grandeza de sus óperas.

En ese mismo lugar tomará la batuta este miércoles Christian Thielemann, director actualmente predilecto de Bayreuth y de las bisnietas Wagner, que ofrecerá una especie de selección de «grandes éxitos», entre ellas fragmentos de La walkiria.

Tal vez el concierto en sí no sea histórico, puesto que no habrá estreno de grandes escenografías –la gran ocasión será el nuevo Anillo del Nibelungo, de Frank Castorf, el 26 de julio.

Pero es de por sí excepcional que se abra el teatro fuera de la temporada estricta del Festival, de la última semana de julio a final de agosto, y desde su fundación reservado exclusivamente a un ciclo de óperas, dentro de la producción de Wagner.

La última ocasión en que abrió fuera de temporada fue en 2010, para el duelo a Wolfgang Wagner, director durante más de medio siglo del festival, desde su refundación tras su etapa de entrega al nazismo y hasta que pasó al dúo de bisnietas.

La incorporación de la gala ha supuesto un gran despliegue logístico, explicaba Katharina Wagner recientemente a la televisión internacional alemana Deutsche Welle, ya que complica la fase final de ensayos hasta el estreno del esperado Anillo.

Pero Bayreuth no podía quedar al margen del bicentenario, ya que ninguna otra parte del mundo se escucha a Wagner como ahí, afirmaba la directora.

La especial construcción del teatro y el foso de la orquesta hace que la música surja «de debajo de las butacas» y envuelva al público, de acuerdo a los designios de Wagner, que además de compositor era director de orquesta, poeta, ensayista y teórico musical, y revolucionó la ópera con su idea de «obra de arte total».

La búsqueda de Bayreuth fue larga y contrarió al gran mecenas de Wagner, Luis II de Baviera, el Rey Loco, que hubiera querido levantarlo en Múnich.

El compositor impuso la verde colina de Bayreuth, ahí colocó su piedra fundacional en 1872, ahí inauguró su primer festival, el 13 de agosto de 1876, con El Oro del Rin, y ahí se sigue escuchando en exclusiva a Wagner.

Nada ha roto esos deseos desde entonces. Las bisnietas han intercalado alguna innovación –como el ciclo Wagner para niños o la trasmisión de una gala sobre una explanada ciudadana, a modo de gran picnic, primero, o en salas de cine, después–.

Fuera de esas variaciones, se sigue el «Diktat» del compositor, incluida la selección de su ciclo de óperas a representar.

Queda pendiente, admitía Katharina, la investigación de la etapa de sumisión a Adolf Hitler, nacida del antisemitismo confeso de Wagner en vida y acrecentado por la veneración que Winifred Wagner, nuera del compositor, sintió por el «Führer».

Que la verdad de esa veneración –al parecer, hasta hormonal– llegue a salir a la luz depende de las voluntades de todos los herederos de una saga, famosa por los culebrones y guerras sucesorias.

El enigma nutre el «Mito Wagner», donde juega también su papel la fascinación por un genio que, en lo personal, aglutinó más defectos que virtudes, lo que a su vez se traduce en la «fascinación por lo malo», como titulaba estos días el rotativo alemán Süddeutsche Zeitung.

La polémica

El 22 de mayo se conmemora el bicentenario del nacimiento de Richard Wagner, desde que inició 2013 ha sido festejado en todo el mundo. Según la página especializada operabase.com el músico alemán es el cuarto compositor más programado en todo el mundo, por debajo de Verdi, Puccini y Mozart, y sólo en el mes de mayo habrá alrededor de 90 producciones, algunas contemplan hasta siete funciones, escribe Alida Piñón para El Universal de la Ciudad de México.

Entre la vasta programación en su honor, una ha dibujado, nuevamente, la sombra alrededor del compositor alemán: el montaje de Tannhäuser, en la Ópera del Rin de Düsseldorf, porque la propuesta del director de escena, Burkhard Kosminski, trasladó al caballero y trovador de los campos del castillo de Wartburg a los de concentración del régimen nazi.

La audacia del director puso sobre la mesa los negros tópicos de Wagner: que en vida fue un recalcitrante antisemita, que el Tercer Reich hizo de sus óperas un apéndice de su propaganda y que Hitler señoreó por Bayreuth del brazo de Winnifred Wagner, la nuera inglesa del compositor, más devota del Führer que cualquier nazi alemán.

Según diversas crónicas recogidas por medios alemanes, las cámaras de gas y la escena en la que una familia es desnudada, rapada y asesinada a tiros por los nazis, provocó la ira del público, incluso, se aseguró, algunas personas tuvieron que recibir tratamiento médico.

Estas versiones contrastan con algunas opiniones manifestadas por espectadores que aseguraron asistir a la función. Por ejemplo, en el blog infobae, un usuario sostiene que fue la minoría quien reprobó la propuesta, el resto celebró «el homenaje a las víctimas del Holocausto». Ante las reacciones, el teatro decidió cancelar el montaje y la obra sólo se presentó como concierto.

El reciente episodio recuerda que Wagner sigue causando polémica. El año pasado, por ejemplo, a pocos días de la apertura de la temporada del Festival de Bayreuth, la dirección pidió la renuncia del barítono ruso Yevgueni Nikitin de la ópera El holandés errante, porque reveló que en su juventud se estampó un tatuaje nazi en el pecho.

Años atrás, en 1981, el director de orquesta Zubin Mehta anunció al público su intención de tocar como encore el preludio de Tristán e Isolda con la Filarmónica de Israel, pero muchos abandonaron la sala, incluidos algunos músicos. En una entrevista, el músico recordó así el episodio: «Un policía me paró en Tel Aviv por saltarme un semáforo. No me multó, pero me apercibió por otro motivo. Mi padre conserva un número tatuado en el brazo, me dijo, y no queremos escuchar más Wagner aquí... Aunque lamento que Wagner siga haciendo daño, le tomé la palabra».

Veinte años más tarde, en 2001, Daniel Barenboim tocó el preludio de esa misma ópera en Tel Aviv con la Staatskapelle de Berlín, el parlamento israelí reaccionó considerándolo persona non grata.

Barenboim también cuenta una anécdota sobre el concierto: «Una señora que vino a verme en Tel Aviv cuando el debate sobre Wagner estaba candente, me dijo ‘¿Cómo puede usted querer tocar eso? Yo vi cómo mi familia era conducida a las cámaras de gas al sonido de la obertura de Los maestros cantores de Núremberg . ¿Por qué debería escuchar eso?’ Sencilla respuesta: no hay ninguna razón por la que esa señora debería escuchar eso».

El pasado de Wagner

¿Por qué Richard Wagner causa esta polémica? En el libro Wagner y la filosofía, de Bryan Magee, se sostiene que el compositor era «escandalosamente antisemita», sin embargo, asegura el autor, en el siglo XIX toda la sociedad europea era abiertamente antisemita, en particular los países de habla alemana. «Vivió en una sociedad en la que el antisemitismo era endémico. En la actualidad no es posible ver este fenómeno sino a la luz del odio racial de Hitler y los nazis, y esto nos lleva a suponer que Wagner fue una suerte de fascista antes de Hitler (…). Es cierto que su antisemitismo sobrepasaba la norma pero nunca fue un prototipo de fascista».

El escritor explica en el volumen publicado en 2001 que el músico sentía aversión por los franceses con la misma intensidad que la que sentía por los judíos, pero las razones obedecían exclusivamente a cuestiones culturales. Francia, dice Magee, tenía una abrumadora influencia cultural en la Europa del siglo XIX, además a Wagner le preocupaba que los judíos pudieran «corromper» la vida intelectual alemana.

El filósofo inglés cita al propio compositor sobre el tema: «Si tuviera que volver a escribir sobre los judíos diría que no tengo nada personal en contra de ellos, sólo que llegaron a Alemania demasiado pronto, cuando nosotros no éramos lo bastante estables para absorberlos».

La frase escrita en 1878, es para el escritor una declaración sobre el deseo de Wagner de ver una Alemania unida, «no contaminada ni dominada por influencias culturales no germánicas».

Sobre el antisemitismo supuestamente impregnado en sus obras, el director de orquesta Daniel Barenboim ha dicho que si el compositor hubiera querido realmente hacer de sus óperas una expresión artística de su ideología «hubiera llamado las cosas por su nombre, y no lo hizo. En otras palabras, mientras que está absolutamente claro que ridiculizó a los judíos, no creo que eso sea una parte inherente a sus obras».

A pesar de esto, Bryan Magee asegura que no hay indicios de que Adolf Hitler hubiera tenido influencias ideológicas de Wagner y que sólo sintió por él una pasión musical que quiso fomentar entre los nazis pero no lo consiguió.

En el libro Bayreuth: la historia del Festival de Wagner, de Frederic Spotts, se narra que se invitó a los miembros del partido a la Ópera Estatal de Berlín, pero no acudieron por «irse de juerga», ante ello, Adolf Hitler ordenó que se enviaran patrullas para recogerlos y mandarlos al teatro, pero los nazis bostezaban e incluso roncaban, el Führer desistió de su intento por inculcarles el gusto por la música del alemán.

Sobre el tema, Magee insiste: «La entusiasta identificación de los nazis con las obras de Wagner, y el constante uso que hacían de ellas (algo que ahora se da por sentado en todas partes), nunca ocurrió; es pura ficción».

Ficción o no, lo que giró en torno al Festival de Bayreuth –organizado por el propio Wagner en 1878– entre 1931 y 1944, es decir, los años del Tercer Reich, fomentaron aún más la vinculación del nombre del compositor con el nazismo, pues Winifred Wagner –nuera de Richard– fue una ferviente adoradora de Hitler y recompensaba a los heridos de guerra y oficiales distinguidos por sus acciones con entradas a la ópera.

Esta vinculación, se ha dicho, pesará sobre la genialidad del compositor.

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