viernes, febrero 28, 2014

Textos / Ángel Luis Sucasas: «El mundo de Oz inexplorado»

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Portada del último libro que escribió Lyman Frank Baum. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de febrero de 2014. (RanchoNEWS).- Reproducimos el texto de Ángel Luis Sucasas publicado en el blog Papeles Perdidos de El País con motivo de la 86ª edición de los Oscar.

La fama de una obra puede eclipsar una carrera. Lo curioso sucede cuando ese eclipse se da en una saga. Lyman Frank Baum (Nueva York, 1856) se hizo sombra con una novela legendaria que hizo olvidar las otras 13 que escribió en el mismo universo, el del mágico mundo de El mago de Oz, dirigida por Victor Fleming, que honra, en su versión de 1939 protagonizada por Judy Garland, la 86ª edición de los Oscar que se realizará este 2 de marzo en Los Ángeles. Habrá que ver si Hollywood recuerda que el creador de la leyenda no se quedó en un solo libro que saltó a la fama hace 75 años con la película.

Lyman Frank Baum fue un precursor del mayor vicio en la fantasía literaria: pensar en cada historia como una tesela más a un enorme mosaico que el lector tiene que recomponer por completo para conocer hasta el último rincón del universo. El de Oz (solo contando las narraciones de su creador) se compone de 16 obras: 14 novelas, una tira cómica para el periódico Philadelphia North American con 27 historias y una antología de seis relatos (El universo de los cuentos: seis cuentos clásicos). Y de estas 16, solo las cinco primeras se han publicado en España, según datos del ISBN: El maravilloso mago de Oz (1900), La maravillosa tierra de Oz (1904), Ozma de Oz (1907), Dorothy y el mago de Oz (1908) y El camino a Oz (1909).

No todos ellos cuentan con la muchacha de las praderas, que le dijo a su perrillo Totó aquello de: «Ya no estamos en Kansas», en el papel principal. La segunda gran protagonista del mundo de Oz es la princesa Ozma, legítima heredera al trono de la Ciudad Esmeralda. Las desventuras de Ozma para recobrar su regencia arrancan en la segunda novela, La maravillosa tierra de Oz. Para evitar que pueda reclamar sus derechos, la bruja Mombi transformó a Ozma en un muchacho, Tip, cuando aún era muy niña y le borró todos los recuerdos de haber sido mujer. En esa misma novela, Ozma recobra su verdadera naturaleza y comienza un reinado extremadamente benevolente y compasivo, con aires comunistas: divide la tierra y recursos de Oz en partes iguales y prohíbe el uso del dinero. En la descripción de su personaje esencial, pues en palabras de Baum «reinaría por siempre en el mundo de Oz, como inmortal», el autor neoyorquino se esmeró especialmente:

«Sus ojos resplandecían como dos diamantes, y sus labios estaban pintados como si fueran de turmalina. Por todo el largo de su espalda flotaban sus bucles de oro rojizo, con una fina diadema enjoyada ciñéndolos en la frente».

El detallismo de L. Frank Baum en sus narraciones era total. El escritor se consideraba a sí mismo, medio en broma, un «historiador de Oz», un cronista de una tierra imaginaria tan rica en su historia como si hubiera existido. La descripción de su geografía lo demuestra. Con su ilustrador preferido, John R. Neill, Baum acompañaba sus libros de un mapa: en el centro, las tierras de Oz, un territorio cuadrado dividido en cuatro naciones según el color de sus ropas: al Oeste los munchkin (azul), al Norte los gillikin (púrpura), al Este los winkie (amarillo) y al Sur los quadling (rojo). Rodeando Oz por todas sus fronteras, el Desierto Infranqueable. Y al otro lado de las arenas, un gran número de reinos vecinos a Oz —a los que Baum también dedicó novelas como Queen Zixi of Ix (1904) o The Magical Monarch of Mo (1896), la primera novela del autor— que acaban por conformar un continente que semeja la silueta de un pez, perdido en el océano Nonestic.

La cronología es otro dédalo fascinante en el que uno se puede perder. Así lo ha hecho Joe Bongiorno, miembro del Club oficial del mago de Oz, activo desde 1957, en el que se encarga de editar su revista y fundador de una web, www.timelineuniverse.net, que recorre con una minuciosidad algo enfermiza todos los hechos acontecidos en Oz, el orden de los libros y una gran línea de tiempo que define los fulcros históricos fundamentales del mundo de Oz. Esta última resulta especialmente fascinante: se estructura siguiendo la escala temporal del mundo occidental, con la fecha del nacimiento de Cristo dividiendo la historia. Así nos enteramos de que el primer hecho notable en la tierra de Oz es la venida del Dragón Original, en el arranque del Paleolítico Medio, 50.000 años a.d.C. O que en el arranque del siglo XX, en 1905, la reina Ozma, benévola emperadora de todo Oz, prohibió el uso de la magia salvo para unos pocos elegidos. La cronología llega hasta 2011, y asocia a los hechos referidos las obras de ficción que los tratan, tanto las de L. Frank Baum como las de otros autores.

Pero el verdadero mérito de Baum como escritor no es su prodigiosa imaginación, sino la calidad de su prosa, una narrativa sin aspavientos, un estilo que puede parecer banal —a veces al extremo: «Constaba de cuatro paredes, piso y techo, lo cual formaba una habitación»— pero que contiene la virtud de sugerir antes que contar, de no concretar en exceso las imágenes para que el lector pueda completar por sí mismo el lienzo, como demuestra su primera descripción de la Ciudad Esmeralda en El maravilloso mago de Oz: «Aun con los ojos protegidos por los anteojos verdes, la brillantez de la maravillosa ciudad encandiló al principio a Dorothy y sus amigos. Bordeaban las calles hermosas casas construidas de mármol verde y profusamente tachonadas con esmeraldas relucientes. El grupo de visitantes marchaba sobre un pavimento del mismo mármol verde formado por grandes bloques a los que unían hileras de aquellas mismas piedras preciosas que resplandecían a la luz del sol. Los vidrios de las ventanas eran todos del mismo color verde, y aun el cielo sobre la ciudad tenía un tinte verdoso y los mismos rayos del sol parecían saturados de ese color».

Catorce novelas no fueron suficientes. Aunque el cronista colgó su pluma en Glinda de Oz, inmediatamente surgió el reemplazo. Una lectora voraz de los cuentos de Baum, Ruth Plumly Thompson, tomó el testigo y escribió 19 novelas más. La lista se amplió a 42, en lo que se considera el canon de Oz, con las historias de Jack Snow, Rachel Cosgrove Payes y Eloise Jarvis McGraw e hija. Y son incontables las reinterpretaciones del mito, con la saga Wicked de Gregory Maguire como la más explosiva: una visión del universo idílico de Baum que supura sexo, violencia y humor abisal. Con los Oscar a la vuelta de la esquina, y su anunciada celebración del 75° aniversario del filme de Victor Fleming, habrá que ver si Hollywood recuerda que el creador de la leyenda no se quedó en un solo libro. Como buen cronista, su tarea fue contar la historia de un mundo, una historia que empezó para el autor con esta frase de El maravilloso mago de Oz: «Dorothy vivía en medio de las extensas praderas de Kansas» y terminó con esta de Glinda de Oz: «Siempre es sabio cumplir con el deber, por desagradable que este deber semeje ser».



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