domingo, marzo 09, 2014

Libros / México: «Mar Mediterráneo» de Susana Glantz

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La antropóloga social escribirá ahora un libro de cuentos. (Foto: Jesús Villaseca)

C iudad Juárez, Chihuahua. 9 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- Escritura como recuerdo y nostalgia de la infancia, de un barrio que ya no es y de una ciudad que no volverá a ser. La antropóloga social Susana Glantz navega ahora en la ficción, después de una vida dedicada a la academia, con su novela autobiográfica Mar Mediterráneo, narrada a partir de las vivencias de una niña y su relación con Lottie, una mujer de edad que en su juventud fue concertista de clavecín con una historia de vida que el lector descubrirá al pasar las páginas. Una nota de Ericka Montaño Garfias para La Jornada:

Susana Glantz es hermana de la escritora Margo Glantz. «No hay más que dos Glantz en México: nosotras dos. En Estados Unidos debe haber algunos primos, pero no tenemos relación con ellos. Es un apellido alemán y no es insólito. Glantz quiere decir ‘brillo’ en alemán, entonces hay un montón de brillos».

Mar Mediterráneo, publicado por Lumen, es más que un libro acerca de la infancia: habla del fin de la infancia. Se decidió a escribirlo a partir de un hecho fortuito: «Fue una especie de accidente. Un día estaba yo, hace algunos años, revolviendo papeles, ordenando unos cajones y papeles que tenían mil años guardados ahí. Cuando uno tiene mucho espacio para guardar se vuelve un problema: guardas y guardas cosas. Escombrando encontré una libretita muy linda que me había traído mi papá, que se llamaba Autógrafos, que tienen esas cosas cursis y horrorosas que dicen ‘para mi mejor amiga’ y cosas así».

Notas de la niñez

«Me pareció que eso no tenía nada que ver conmigo, no le iba a pedir autógrafos a nadie, así que la utilicé como diario. No de esos en los que escribes ‘querido diario’, sino para anotar las cosas que me llamaban la atención, frases que oía de mis amigos, la gente con la que hablaba, jugaba, con la que interactuaba.

«Me encontré con este diario escrito con la torpe letra de una niña de 10 años y me conmoví mucho, me trajo de golpe un montón de ideas, de imágenes, y las ganas de revivir un poco todo eso. Después caminé por las calles de Tacuba, el barrio en el que crecí, y me di cuenta de algo horripilante: nosotros vivíamos frente al mercado, llegué a buscar mi casa y ya no existe, se convirtió en un puente de paso a desnivel. Toda esa zona de las vecindades en las que viví ya no existe, es otra cosa distinta, el pueblo de Tacuba ya no es pueblo, cambió completamente, por eso quise narrar lo que era antes».

Maestra en antropología social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, subraya: «No soy literata, he escrito cosas académicas, cosas de juegos de palabras que me interesan mucho, pero al encontrar ese diario, dije ‘vamos a intentar revivir algo de aquella época, lugar, gente, aquella forma de vivir tan libre que uno tenía entonces, cuando no tenías el miedo de que te fueran a raptar o robar’».

Las notas que se encuentran en ese cuaderno sirvieron para recordar muchas cosas, añade. «La base de la historia es real, es lo más apegado posible a aquella realidad, aunque para armar la novela lo vas acomodando y lo vas haciendo y lo vas formando para que te dé lo que quieres».

La situación que marca el final del libro es dramática, y lo que ocurrió con aquella niña que cuenta la historia es lo siguiente: «Esa niña salió de la casa de Lottie, pero la vida sigue. Cuando eres niña te afectan mucho esas cosas, pero de alguna manera había empezado a haber una especie de fragilidad en la relación, yo ya no creía ser alguien indispensable. Me reintegré, creo yo, a mis actividades normales».

Poco después vino el cambio de barrio, de Tacuba a La Condesa. «Creces y el mundo a tu alrededor también. Me convertí en antropóloga social, de repente decidí que quería escribir eso. No es que me haya convertido en escritora, pero es un material que me pareció muy rico, interesante para reconstruir el pedacito de esa historia. Lo que me parece interesante es que todas estas pequeñas notas en las que se habla de acontecimientos y gente muy específica me removieron una cantidad de cosas y he estado escribiendo más. Ahora pretendo escribir un libro de cuentos, seguir en la ficción».

Tanto la literatura como la antropología social reflejan lo que somos, aun cuando «la forma de aproximación es completamente distinta. Cuando escribes un texto académico te basas en tus datos, tu investigación, la información, tiene una dirección precisa y está dirigida a un público específico. Una novela tiene mucha mayor libertad para narrar las cosas».

Historia para armar

Y con esa libertad arma una historia de cambios, de ese ambiente que ya no tenemos: los juegos en la calle, la convivencia. «Ya no tenemos eso. Definitivamente todo eso está perdido y no hay forma de recuperarlo. La que viví es una época en la que hay que acordarse con toda la nostalgia que tú quieras, pero es irrecuperable.

«Las condiciones de vida actuales no tienen nada que ver con aquello, la transportación, las comunicaciones, los medios, todo ha cambiado de manera brutal y esa cosa de sentarse a platicar ya no existe: cada quien se pone con su celular a ver a quién le habla y el mundo les vale gorro. Aunque estemos en la misma mesa, ya no hay esa comunicación, ya sólo te pones a tuitear, pero ya se vuelve impersonal. Siento que el mundo se ha vuelto impersonal. Ese mundo muy cercano en el que mis cuates eran mis amigos, echábamos relajo, subíamos a los árboles, hacíamos toda clase de travesuras ya no es. Ahora veo a mis hijos y mis nietos y no tienen nada que ver con la forma en la que crecí.

«Literatura como recuerdo. Como nostalgia. Sentí mucha nostalgia, fue como una pérdida de un familiar. Recorrer las calles del que fue el pueblo de Tacuba y darme cuenta de que nada de eso existe, me dije, ‘hay que ponerlo en papel’.

«Mi incursión en la literatura fue por razones emotivas, por el recuerdo que te cimbra. Me encantaría seguir encontrando diarios, pero no creo que eso vaya a pasar».


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