lunes, marzo 10, 2014

Literatura / Entrevista a Natalia Toledo

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La escritora oaxaqueña. (Foto: Mónica González)

C iudad Juárez, Chihuahua. 9 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- Ella es Natalia Toledo, la niña-mujer que busca para sus poemas «las palabras que tienen aroma». Su primer día despuntó en Juchitán, Oaxaca, en una casa de puras mujeres y niños. «Los hombres solo venían de vez en cuando. En ese entonces mi papá (Francisco Toledo) se movía de un lado a otro, creo que vivía en París. Mis recuerdos de él son fotografías pegadas en una cartulina y sus visitas se volvían todo un acontecimiento. Mi papá siempre fue una novedad en mi vida, en todos los sentidos. Mi mamá, en ese tiempo, la recuerdo tiñendo hilos, cosiendo colores de madejas de hilos de algodón; a mi abuela haciendo tortillas de horno y los niños de la casa jugando siempre. Desde chiquita me volví comerciante, salía a vender las cosas que traía mi mamá de sus viajes y los dulces que preparaba mi abuela». Una entrevista de Verónica Ortiz Lawrenz para Milenio:

«Cuando me fui de Juchitán pensé que ahí siempre había sido muy feliz, no porque mi vida fuera la mejor sino porque eso era yo: sol, comida de mar, miles de formas de tortillas de maíz de horno, dulces deliciosos, poca ropa, carcajadas, pleitos, lodo, vendedoras, en fin, Juchitán es como su sol, quema y absorbe».

La imagen y las palabras

Hecha de voces fuertes y sensuales, Natalia vivió rodeada de historias y libros. «Mi mamá me contaba cuentos, mi papá me mandaba mi leche y ropa, en la misma caja había libros de todas formas, incluso en otros idiomas. Mi papá, como buen artista, aprecia muchísimo la imagen por encima de todo lenguaje, para él con eso basta. Y sí, con eso bastó.» Natalia escogió las palabras:

Hay una babel enroscada sobre mi espalda

pero ya no hablo con nadie

dejé de hablar la lengua de los silentes.

He revelado mi signo

ya no tengo rostro

Mi retrato es un soliloquio con todo lo que dejó de tener vida

el viento desarticuló mis semillas

mi raíz hizo crac y me fui caminando sin volver la vista.

(Poema inédito)

Escribes en zapoteco y traduces al español. ¿Cómo construyes los puentes entre una lengua y otra? ¿Cuáles son las diferencias más marcadas para ti, entre el zapoteco y el castellano?

Soy bilingüe, por supuesto que en zapoteco comencé a nombrar mi mundo porque nací en ese idioma, después aprendí español en la escuela. La diferencia mayor que tiene el zapoteco frente al español es que éste no tiene los registros musicales o eufonía que hay en la lengua zapoteca, que es una lengua tonal. También el zapoteco tiene una belleza para nombrar las cosas que ¡uf!, se te enchina la piel; claro, supongo que es porque en este idioma vi el mundo por primera vez. El español por otra parte, tiene miles de maneras para nombrar una palabra y esa riqueza es increíble y angustiante porque hay que decidirse por la palabra que vas a usar. Soy una privilegiada al hablar dos lenguas que se hablan en un solo territorio.

Tus palabras tienen el sonido del zapoteco y tú la sensualidad de la etnia juchiteca.

Los sonidos son muchos, hay variaciones de un barrio a otro, de un callejón a otro, incluso de una generación a otra. Lo sensual viene porque somos muy dados al placer, nos gusta platicar, cantar, comer bien y variado, beber desde un agua de coco, hasta un Búpu, bebida hecha de flores, cacao y atole de maíz; casi no conozco en Juchitán gente que haga dieta, por ejemplo.

¿Qué sentiste al dejar Juchitán para viajar a la Ciudad de México?

Cavó hondo… Al principio fue una verdadera tristeza, porque me vine sola. Vivía en la casa de mi abuela paterna, Florencia. Ella y mi tía Graciela procuraron enseñarme cosas de las que nunca había sabido ni visto. Me educaron, como quien dice, porque yo era una niña muy feliz pero salvajona (se ríe a carcajadas). Si no me crees pregúntale a algunos niños del Colegio Madrid, los madreaba literalmente con puño y patada.

¿En que ha cambiado esa niña?

Soy menos salvaje (vuelve su risa abierta y franca). Supongo que soy menos impulsiva, me sigo riendo de todo o casi todo, me sigo enojando por las mismas cosas, y me sigue gustando escribir poesía y cuentitos. También sigo vendiendo cosas, realizo diseños de joyería y huipiles, vendo comida cada que puedo. En esencia soy la niña que veía su cara en el vientre de la jícara cuando tomaba agua.

En 2004 recibiste el premio Nezahualcóyotl, único de Literatura indígena contemporánea en México, ¿Qué pasó después de este reconocimiento?

Pues te pelan un ratito y luego lo olvidas. Los premios son azarosos no deben significar mucho porque como toda alegría, son efímeros. Pobre de aquel que piense que de ahí pal real. Yo no, aunque sea la única mujer que lo haya ganado hasta ahorita. El mayor premio es cuando alguien te lee y te lo dice.

¿Cuáles son tus temas y actividades actuales?

En la escritura terminé un librito con onomatopeyas del siglo XVI que encontré en el vocabulario de Fray Juan de Córdova; estoy traduciendo a Esopo junto con un equipo, conformado por escritores de las diferentes variantes del zapoteco, y también terminé un libro de poemas que se llamará, tal vez: El dorso del cangrejo.

Tu vida es un viaje constante entre tus raíces indígenas y este México actual violento y policromático. ¿Cómo lo vives?

¡Uy!, el país está re feo. Mucha violencia, mucha gente descabezada. La inseguridad con la que tienes que salir a la calle es horrenda. Pero se entiende de alguna manera, sin justificarla, claro, porque hay gente, la mayoría, que no tiene oportunidades, y no hablo del programa asistencialista de Peña Nieto, sino de que muchos jóvenes se queman las pestañas estudiando y al final son taxistas. Sin mencionar a los que no estudian y al final están sentados en una especie de aparador para que pasen por ellos y se los lleven a alguna parte a matar y secuestrar gente por unos cuantos pesos. Eso es triste, yo tuve una residencia en Melbourne, Australia, y me la pasaba en un camión a las 11, 12 de la noche solita, aquí olvídalo.

¿Háblanos de tus sueños?

Seguir escribiendo poemas, tener tiempo para leer; si se puede, seguir viajando y sobretodo ver a mi familia con buena salud. En el futuro me veo en una casa donde no pase ni frió ni calor, sembrar lo que coma, y chance tener una escuela en donde enseñar zapoteco.

Te digo una cosa

de aquella inocente que acariciaba el venado

bajo la púrpura del almendro,

sólo queda un escorpión que atenta contra sus propias venas.

(Poema inédito)


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