viernes, abril 11, 2014

Literatura / Entrevista a Jung Chang

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La autora de Cisnes salvajes presenta en Barcelona su última obra, Cixí, la emperatriz (Taurus), calificada por The New York Times como uno de los mejores libros de 2013 (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 11 de abril de 2014. (RanchoNEWS).- Hace mucho tiempo, a esta escritora china nacida en 1952 la llamaban Er Hong (el segundo cisne salvaje), el apelativo que llevaron su abuela y su madre. Pero en los años 60, en pleno régimen maoísta, entre los jóvenes se extendió la costumbre de cambiarse el nombre de modo que la «cisne salvaje» decidió llamarse Jung Chang, que significa «asuntos de guerra». Llegaron después tiempos convulsos para la familia, hasta entonces acomodada, que cristalizaron en la oposición de su padre al régimen primero, y en su asesinato y la persecución de su madre después. La joven Jung trabajó en el campo como campesina, luego se hizo «médica descalza» (suministradora de medicamentos para la población rural china) y después se fue a Londres a estudiar Lingüística, y ahí sigue residiendo hoy en día. Una entrevista de Vis Molina para El Cultural:

Poco queda de esa jovencita que luchaba por los ideales de Mao en esta mujer de aspecto sofisticado que luce con orgullo una manicura impecable en unas manos cargadas de anillos y un cuidado maquillaje en su rostro de rasgos asiáticos. Una melena larga, oscura y sorprendentemente joven enmarca una mirada penetrante y vivaz, que ríe sin parar durante la entrevista.

¿Escritora o historiadora?

Una combinación de ambas profesiones. Mi objetivo es ser muy precisa, muy detallista y muy minuciosa con las fuentes y los documentos históricos. Y además escribir muy bien y resultar muy entretenida para el lector.

Cisnes salvajes, la historia de tres generaciones de su familia a través de la que cuenta la situación política y social del país, la catapultó a la fama. ¿Cómo se le ocurrió escribirla?

En 1988 mi madre se vino a pasar una temporada a Londres. Estuvo seis meses en mi casa y durante ese tiempo nuestra relación se hizo más estrecha que nunca. Cada día charlábamos durante horas en las que ella me relataba historias y relaciones familiares que yo iba grabando. Cuando se marchó me dí cuenta de que tenía un material muy valioso y de ahí salió ese libro.

Luego se embarcó en la biografía de Mao, que escribió a cuatro manos con su marido, el historiador irlandés John Halliday. ¿Cómo fue esa experiencia?

Apasionante y muy intensa. Pensaba que me llevaría dos años, y se convirtieron en doce. Nuestros amigos nos decían que con lo difícil que es la convivencia nos estábamos poniendo a prueba metiéndonos en ese proyecto común, pero para nosotros fue una experiencia muy bonita. Cada uno tiene su propio despacho en casa, así es que trabajábamos por separado y a la hora de comer nos encontrábamos en la cocina y cada uno le contaba al otro sus descubrimientos. Nos dividimos las tareas, yo me ocupaba de las fuentes y los documentos chinos y mi marido, que habla muchos idiomas, entre ellos el ruso, pudo acceder a la reserva documental de Stalin, lo que fue decisivo para nuestra investigación. Hicimos muchísimas entrevistas, a Bush padre, a Kissinger, al Dalai Lama... Queríamos desentrañar por qué los libros de historia seguían ignorando los más de setenta millones de muertos que hubo durante el mandato de Mao, y por qué su retrato presidía la plaza de Tiananmen. Cada dato nos aproximaba más y más a la caída del mito.

¿Cuál es la fórmula para que una biografía se convierta en best-seller? 

No hay secretos. Ha de ser una buena historia, bien documentada y bien escrita, con un ritmo que atrape. A todos nos gusta dejarnos absorber por un libro apasionante y los escritores debemos colmar el sueño de los lectores.

Y ahora nos sorprende con la historia de Cixí.

La idea la tuvieron unos buenos amigos que me sugirieron este nombre después de escribir la biografía de Mao. Mao fue una mala persona y un mal gobernante, pero para un escritor-biógrafo resulta un tema excepcional. Y yo buscaba algo semejante y me encontré con un personaje de una categoría muy superior, y encima era mujer. Jamás había oído hablar de ella pero cuando empecé a bucear en la documentación caí seducida por completo ante semejante personalidad. Los dos, Mao y Cixí, tuvieron largas e intensas vidas repletas de logros, lo que los convierte en verdaderos tesoros a los ojos de un historiador.

«Resulta que, a los dieciseis años, la joven Cixí consiguió pasar la selección a concubina del emperador entre cientos de aspirantes. Se fue entonces a vivir a la Ciudad Prohibida de Pekín, rodeada de eunucos. Su astucia y habilidad le permitieron medrar hasta convertirse en segunda consorte, tras dar a luz al hijo que tuvo con el emperador. Y, a la muerte de éste, le llegó su oportunidad. Sin temblarle la mano, y a sus tiernos veinticinco años, dio un golpe de estado y pudo tomar así el mando de China, transformándola de un reino medieval a un país moderno y lleno de oportunidades».

¿Qué es lo más fascinante de la personalidad de Cixí?

Fue una mujer atrevida y visionaria, adelantada a su tiempo. Gobernaba sentada detrás de un biombo, para proteger su identidad. Y desde ese aislamiento modernizó a su país. Creó la electricidad, el ferrocarril, el telégrafo, la industria moderna, la educación, el sistema legal, liberó a las mujeres de tradiciones horribles (como el vendado de sus pies), suprimió torturas cruentas (como la tortura de los mil cortes, que consistía en cortar en pedacitos a las víctimas), propició la educación de las mujeres y fue tan hábil que pudo sobrevivir a las intrigas palaciegas. Y, lo más importante de todo: hizo avanzar a su país sin derramamientos de sangre.

¿Hubiera conseguido más cosas si hubiera sido hombre?

No lo creo. El ser mujer la benefició en cierto modo. Cixí abrió las puertas de China al exterior, mandando a enviados suyos a viajar por el extranjero para conocer culturas y países. Cuando estos regresaban y contaban sus experiencias, Cixí se empapaba de todo ello y decidía imitar esos avances de modo que, sensibilizada con sus congéneres, las favorecía. Se enteraba de cómo vivían las mujeres en otros países, saliendo a la calle perfectamente arregladas, yendo a restaurantes, a teatros, a fiestas, viajando e incluso llegando a ser monarcas como la reina Victoria de Inglaterra. Eso fue un gran estímulo y la ayudó a tomar decisiones en pro del género femenino.

¿Qué ha aprendido estudiando la trayectoria de Cixí?

La importancia del consenso, algo que ella practicó siempre a la hora de tomar decisiones. Y lo decisivo de saber combinar con sabiduría el arrojo y la templanza. Ella supo transformar de forma drástica el país, pero lo hizo gradualmente y sin violencia.

¿Hay similitudes entre la China de Cixí y la maoísta?

Hay más diferencias que similitudes. Por ejemplo, ambos dirigentes quisieron tener una gran flota naviera e invirtieron mucho dinero en eso. Pero Cixí también invirtió en la importación de alimentos para el pueblo chino, porque durante mucho tiempo China era incapaz de de producir suficientes alimentos para abastecer a la población. Mao hizo lo contrario, frenó la importación de alimentos y empezó a exportarlos, para ganar más dinero e invertirlo en el ejército, que era lo único que le importaba. Eso provocó que en solo cuatro años (de 1958 a 1961) murieran 40 millones de chinos de inanición. Cixí protegía a su pueblo, y se preocupaba por él. Mao todo lo contrario, era un ser cruel y despiadado.

Usted es una experta en obras extensas y ambiciosas. ¿Cómo abordó este proyecto?

He tardado seis años en escribir esta biografía. Yo no conocía nada de esta mujer, y empecé estudiando los documentos que tenían algo que ver con ella y así fui acercándome al personaje. Mi gran baza es que he tenido acceso directo a más de diez millones de documentos, sobre ella y sobre la dinastía, que están guardados en La Ciudad Prohibida. Son archivos que han sido compilados y digitalizados por historiadores, lo que me ha facilitado mucho el trabajo.

¿Qué vida lleva cuándo está escribiendo?

Para mí resulta una vida muy placentera, porque lo que hago me apasiona. Me levanto cuando quiero, sin despertador. Escribo, como algo ligero, duermo una pequeña siesta y sigo escribiendo hasta las ocho de la tarde. A veces salimos a cenar fuera o a algún espectáculo. Y cuando nos quedamos en casa a esa hora me pongo a cocinar escuchando música, lo que me relaja muchísimo. Cenamos mi marido y yo frente a las noticias de las nueve de la noche y luego vemos alguna buena serie en la televisión. Yo soy adicta a Breaking Bad y a The Bridge.



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