martes, mayo 12, 2015

Arquitectura / China: Shenzhen «El gran hormiguero»

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Shenzhen, la ciudad que más rápidamente ha crecido en la historia, parece a veces un monstruo fuera de control. Pero eso no significa que no sea fascinante. (Foto: Johaness Mann)

C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de mayo de 2015. (RanchoNEWS).-Cualquier europeo que pase una noche en Shenzhen, se asoma al ático del hotel, mira las luces de los rascacielos y los peatones como hormigas en las calles y piensa en Blade runner. ¿Cuál era la ciudad de Blade Runner? ¿No era Los Ángeles pero filmada de manera que pareciera Tokio? ¿O era al revés? Vaya broma, ¿no? Ridley Scott no había oído hablar de Shenzhen, ¿verdad? Reporta desde Shenzhen Luis Alemany para El Mundo.

Nadie sabía nada de Shenzhen en 1982, el año de Blade runner, porque en Shenzhen había unos pocos pueblos insignificantes de pescadores. No es difícil encontrar fotografías de esa época: unas casas humildísimas, calles polvorientas, una estación de tren sin techo... Al otro lado estaba Hong Kong, que ya era la ciudad que todos tenemos en la cabeza: 4,6 millones de habitantes, aires cosmopolitas, bosques, un banco de Foster...

Cuatro años antes, en 1978, Deng Xiapoing había visitado Singapur. Le encantó lo que vio: una dictadura tan severa como la suya pero próspera. Y ahí se le ocurrió la idea de crear la zona económica especial, una jurisdicción con economía de mercado. El plan era sencillo: parasitar la fortuna de Hong Kong y crear un nuevo motor económico.

37 años después, Hong Kong es pero no es China. Shenzhen tiene más de 15 millones de habitantes (no hay un dato más preciso) y es la quinta ciudad más densa del mundo. La región tiene la renta per cápita más alta de la República Popular y la edad media de la población es 30,8 años. No hay manera de entrar en Google ni en Twitter... Y, sobre todo, el horizonte de la ciudad deja al escenario de Blade Runner en una nadería. Hay 72 edificios de más de 150 metros de altura y 63 más están en proyecto. El Pingang Finance Center, ya muy avanzado, tendrá 600 metros de estatura.

«Shenzhen es la versión de finales del siglo XX de un campamento minero. Donde hay trabajo y dinero acude la gente. Y allí hay que vivir. Para vivir se construye de manera caótica, utilitaria, apresurada y especulativa. Shenzhen es una visión descarnada de la construcción con una porción ínfima de arquitectura. Rem Koolhaas encontró en ese fenómeno un paradigma de futuro y lo iconizó en un libro, SMLXL. Es también un emblema de la mutación del planeta en una sociedad urbana con la pérdida de la mayoría de los valores individuales. Para explicar cuáles son los valores de la arquitectura bastaría comparar una ciudad europea cargada de historia y significados con Shenzhen. Ciudad menos arquitectura igual a Shenzhen». Enrique Domínguez Uceta, crítico de arquitectura de ELMUNDO, estuvo en Shenzhen hace años. Se quedó helado. «También está la fascinación del hormiguero: los individuos parecen hormigas, son piezas sin valor individual dentro de un sistema. El caos aparente del hormiguero favorece la productividad, pero no responde a un concepto de libertad. Un día, el hormiguero de Shenzhen podría quedar vacío y reproducirse en otro lugar».

Si el viajero llega a Shenzhen desde Hong Kong, el perfil de la ciudad se ve por primera vez 15 minutos antes de llegar a la frontera, envuelta en bruma. Si antes, en casa, ha buscado alguna imagen de la ciudad en internet, ya conocerá esa postal de rascacielos. ¿Y si ha preguntado al buscador por «Shenzhen streets»? La información, entonces, no es tan clara. En el hotel, el recepcionista pone cara de desconcierto si le preguntan dónde ir a dar una vuelta y cenar algo.

Pero las calles de Shenzhen están; en realidad no se acaban nunca. Huaqiang Road, por ejemplo, es una especie de Avenida de Mayo de nueve carriles que conecta nudos de rascacielos.Caminar por ella no es sencillo: demasiada gente por todas partes, olor a diesel, rejas que impiden cruzar al otro lado si no es a través de un paso elevado. Más allá, el paisaje es más parecido al de un polígono de viviendas mezclado con un zoco asiático. Se parece a muchas cosas y, a la vez, no hay nada igual.

Herrumbre y polvo

Por esas calles paseaban hace unos días Daniel Ariza y Diego García, dos estudiantes de Arquitectura de Zaragoza que la semana pasada ganaron el Global Schindler Award, un concurso del fabricante de ascensores para alumnos de todo el mundo. El tema era sencillo: se trataba de poner al día un distrito especialmente cochambroso de Shenzhen llamado Sungang Qingshuihe, un lugar en el que antes desembarcaban los camiones con mercancía y que hoy ya está viejo y herrumbroso.

¿Viejo? ¿Cómo es posible eso en una ciudad con una historia tan corta y veloz? En realidad, muchas cosas parecen ruinosas en Shenzhen. Sobre todo las viviendas. «La calidad con la que construyen es muy mala», cuenta Daniel García. Los edificios recuerdan a los patronatos de casas baratas del franquismo: más grandes, más masificados y peor conservados. Las calles son estrechísimas y oscuras, huelen a la mercancía de las pescaderías. Los críos juegan y los adultos se dedican al dolce far niente.  «El destino de estos barrios es que el Estado compre las casas una a una, porque aquí los propietarios son particulares, tire los edificios y construya nuevas torres», explica Daniel Ariza con una pizca de melancolía. ¿No recuerda todo un poco a Gangs of New York, a ese tipo de historias sobre el Lower East Side de hace un siglo y pico? Con la diferencia de que, en China, no es fácil meterse en líos.

Shenzhen, de hecho, tiene buena fama en China, incluso entre los europeos que viven allí.Todo depende de con qué la comparemos. Nacho Ruiz, guitarrista de la banda Nine Stories, estuvo de gira por China en 2014 junto a la cantante Alondra Bentley. Recuerda Shenzhen como el lugar más propicio: hace calor, hay parques, se nota un poco más de riqueza y, por tanto, no faltan los chicos que se defienden en inglés y anhelan la vida de una clase media educada. Otro español, Joaquín Campos, escribió el año pasado Faltan moscas para tanta mierda, una novela bárbara sobre la vida de expatriado en China. Shenzhen, comparado con Shanghai y Pekín no le parece mal. «Se vive mejor que en el resto de China y está a tiro de piedra de Hong Kong».

Al final, Hong Kong es el nombre que define a Shenzhen por oposición. En la antigua colonia británica, el consumismo, el lujo y la arquitectura tienen el aire de naturalidad de quien lleva siendo rico de siempre. En China, en cambio, todo parece brutal.Pero eso no significa que no sea asombroso.


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