jueves, septiembre 01, 2016

Literatura / Entrevista Amos Oz

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Amos Oz: «El problema hoy no es la guerra, es la agresión». (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de julio de 2016. (RanchoNEWS).- El escritor israelí charla con El Cultural justo cuando se reedita Tocar el agua, tocar el viento (Siruela), una de sus primeras novelas, la entrevista es de Alberto Gordo.

Cuenta Amos Oz (Jerusalén, 1939) desde su casa de Tel Aviv, a donde se mudó hace un par de años después de tres décadas viviendo en Arad, que aún mantiene la rutina de sus tiempos a orillas del desierto del Néguev. «Mis días empiezan muy pronto, a las cuatro de la mañana», dice. Amos Oz habla muy despacio, en un perfecto inglés casi desprovisto de acento. «Tomo una taza de café, doy mi largo paseo matinal y a continuación, antes de las cinco en punto de la mañana, antes del amanecer, me siento en mi escritorio. Estoy ahí tres o cuatro horas y es como si mi día estuviera hecho ya. Aunque algunas veces regreso a mi estudio por la tarde para revisar lo escrito por la mañana». Oz atiende a El Cultural aprovechando la publicación en España, con nueva traducción de Raquel García Lozano, de una de sus primeras novelas, Tocar el agua, tocar el viento (Siruela). Es la historia de un judío polaco que en 1939 escapa de los nazis y, tras un onírico periplo por la convulsa Europa, llega a Israel, la tierra prometida.

Quizá sea usted el escritor israelí más conocido fuera de su país. Pero sus temas a menudo son locales. También lo era uno de sus libros más celebrados: Una historia de amor y oscuridad, su historia familiar. ¿Cómo explica esto?

Es algo que no tiene nada que ver conmigo, sino con la literatura en sí. Toda la buena literatura es local. Tolstoi es local, García Márquez es local, Cervantes es local, Balzac es local. Creo que a menudo, cuanto más provinciana es una literatura, más universal puede llegar a convertirse. El ser humano es curioso y quiere saber y leer acerca de cómo vive la gente que está lejos de él. Y al mismo tiempo, quiere encontrar similitudes entre los distintos.

¿Qué tipo de lector imagina para sus libros?

Mi lector ideal es un lector lento. Creo que la literatura tiene que ser consumida lentamente, en pequeños y lentos sorbos. El mundo no puede ser descubierto en una lectura rápida. Mi lector ideal es aquel que lee dos páginas, o una, o un párrafo o un diálogo y después se para, y piensa, y cierra los ojos, y entonces lee otra vez el mismo pasaje y vuelve a pensarlo bien. Todas las cosas buenas de la vida están hechas, por otro lado, para ser tomadas lentamente.

Tocar el agua, tocar el viento es una de sus primeras novelas. Muchos de los temas en los que ha profundizado después, como la creación de Israel o las consecuencias del Holocausto, están ahí.

Le contaré un secreto: no he leído este libro desde hace más de cuarenta años; es decir, desde que se publicó por primera vez. Casi nunca leo mis propios libros. No lo hago por dos razones: a veces leo algo mío antiguo y me digo a mí mismo que hoy podría escribirlo mejor, y eso es muy frustrante. Y otras veces, al releer, me gusta tanto lo que leo que me digo: bien, nunca más podré volver escribir así, lo cual es igualmente frustrante. Así que prefiero leer libros de otros escritores. Escribí Tocar el agua, tocar el viento a principios de los setenta, pero recuerdo precisamente eso a lo que usted hace referencia: el trasfondo del Holocausto, los primeros días de Israel, los kibutz. Y recuerdo bien al protagonista.

¿Y no recuerda cuáles eran sus influencias literarias entonces?

Es difícil verlo ahora, porque ha pasado mucho tiempo. Pero muchas de mis influencias son viejas influencias, así que supongo que ya estaban en aquel libro. Para escribir Tocar el agua, tocar el viento me debí inspirar en ciertas historias fantásticas de la tradición judía, en las que no hay una línea clara entre el sueño y la vigilia, entre la fantasía y la experiencia cotidiana.

Ya entonces reflexionaba sobre la identidad judía. Según usted, no existen los genes judíos: existen las palabras.

Sí, es así. La identidad judía no tiene nada que ver con los genes ni con la raza. Si usted pasa una sola hora en Israel verá judíos de todo tipo, rubios, morenos, con los ojos azules, más o menos rasgados. No existe la raza judía, existe solamente una identidad basada en los libros, en las palabras y en la discusión.

Hay muchos libros sobre el Holocausto, y se continúan publicando. Pero la mayoría de ellos se centran en los nazis, es decir, en los asesinos, y hay muchos menos sobre las víctimas. ¿A qué se debe?

Tiene razón, pero creo que eso es cierto sobre todo en Europa. Aquí en Israel las víctimas han inspirado muchos libros y películas en los que se cuentan sus historias; también en otras partes del mundo. Pero es cierto que existe todavía hoy una suerte de fascinación por los nazis en Europa. Mucha gente está fascinada por la violencia, y lo estará eternamente. Dicho esto el Holocausto es parte de la historia europea, no solo parte de la historia judía. Es quizás el mayor genocidio sistemático en la historia de la humanidad, el mayor crimen a sangre fría de la historia de la humanidad. Y ocurrió en Europa.

Hoy en Europa se vive una realidad bien conocida en Israel: la de los atentados perpetrados por «lobos solitarios». Hay que dice que acabaremos como Israel: viviendo en sociedades perfectamente democráticas, pero blindadas. ¿Usted qué cree?

Yo lo que creo es que el fanatismo contemporáneo, el terrorismo y la violencia contemporáneos, es una nueva encarnación de un fenómeno muy antiguo. Yo nunca he creído la teoría del enfrentamiento entre oriente y occidente o entre musulmanes y cristianos. No. Esto es un enfrentamiento entre fanáticos y el resto de nosotros. Los fanatismos existen en diferentes civilizaciones, en diferentes culturas y tradiciones y religiones.

Usted, reconocido pacifista, ha criticado a menudo el pacifismo europeo.

Sí. Es que si yo voy caminando por la calle y veo a alguien que ataca a otra persona, o que intenta matar a otra persona, y yo puedo intervenir con la fuerza, créame que no tardaré ni un segundo en intervenir. Cierto pacifismo europea se equivoca al decir que el mal último es la guerra. El problema hoy en el mundo no es la guerra, es la agresión. Y la agresión, en efecto, hay veces que solo puede ser frenada por la fuerza, no hay otro camino. Es algo que nos ha ensañado la historia.

¿Cree que Europa y los gobiernos europeos están preparados para enfrentarse a una agresión fuerte?

No quiero generalizar porque no todos los gobiernos europeos son iguales. Creo que el tipo de agresión al que se enfrenta hoy Europa viene de fanáticos, como el ISIS, Al Qaeda, los neonazis; muchos tipos de fanáticos. Y creo que muchos gobiernos no saben aún como afrontar este tipo de violencia, que viene de tantos sitios.


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