martes, noviembre 21, 2017

Textos / «Harald Szeemann: el deslumbrar del arte constante» por Miguel Ángel Muñoz

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Harald Szeemann. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 18 de noviembre de 2017. (RanchoNEWS).- Conocí a Harald Szeemann (Berna, 1933-Cantón del Tesino, Suiza, 2005) en 1999 en Venecia, justo cuando preparaba la 49 edición de la Bienal de Venecia, ahí le hice larga entrevista (que publiqué en su momento), y desde ese instante trabamos un intercambio de correspondencia, ideas y conceptos del arte «contemporánea», el desgaste del papel del comisario, y el poder de éste en al inicio del siglo XXI. El texto de Miguel Ángel Muñoz es publicado por La Razón.

Su muerte precipitada, inesperada para sus amigos, ha dejado un gran vacío dentro del panorama del arte contemporáneo internacional. Curador atípico, narrador visceral, visionario, viajero, rebelde, incansable descubridor de talentos y piedra angular de creadores claves del arte del siglo XX como Morandi, Richard Serra, Josep Beuys o movimiento claves como el Arte Povera, son ejemplos de su actitud abierta y explosiva con las corrientes más críticas y radicales del siglo XX Fue siempre un personaje difícil, emblemático, pero comprometido siempre con su contexto histórico y social. Su primera exposición: When Attitudes Become Form (Cuando las actitudes devienen formas) fue revolucionaria, tuvo lugar en 1969 en la Kunsthalle de Berna. La muestra fue un hito expositivo de los artistas postminimal norteamericanos. Con esta muestra marco un nuevo modo de entender la exposición y el papel del comisario. Se puede decir Szeemann continuó con el legado de Alexander Dorner, director del Museo de Hannover, en el norte de Alemania (años veinte). Dorner se las arregló para definir unas funciones museísticas que todavía hoy mantienen su vigencia y que Szeemann nos enseñó de una forma magistral:

-La exposición es un estado de transformación permanente.

-La exposición como algo oscilante entre el objeto y el proceso, afirmando que «la noción de proceso ha penetrado en nuestro sistema de certidumbres».

-La exposición de identidades múltiples.

-La exposición como algo pionero, activo y que no se guarda nada.

-La exposición como verdad relativa.

-La exposición basada en una concepción dinámica de la historia del arte.

-La exposición «elástica»: presentaciones flexibles en un edificio adaptable.

-La exposición como puente entre los artistas y las diversas disciplinas científicas.

El genial Roland Barthes decía que «hay una edad en la que se enseña lo que se sabe, pero llega también otra en la que se enseña lo que no se sabe: a eso se llama investigar». Y Szeemann lo supo aplicar de forma brillante, al descubrirnos que podíamos trabajar como «comisario freelance permanente». Una lección inolvidable. Y que Hans Ulrich Obrist nos recuerda con acierto: «este concepto que se plantea en los lugares en los que trabaja como un laboratorio, implica una actitud diferente frente a la memoria: la exposición, el arte y su archivo se encuentran así entrelazados en un “estudio-archivo”, término utilizado por Szeemann para designar la factoría que creó en la localidad suiza de Tegna, donde trabajó hasta su muerte en 2005».

Sobre los rumbos y cambios del arte del siglo XX, me confesaba, después de recorrer juntos la Bienal de Venecia en 2001: «Después de muchos años de cambios, ¿puede haber una revolución? No lo sé… Los años 60 fueron un tiempo en el que, después de la II Guerra Mundial, la economía marchaba hasta entrar en una loca espiral. Hoy se debe encontrar algo nuevo, quizá en torno a toda esa gran globalización surja una respuesta. Me gustaría ver cómo se puede reaccionar ahora ante ello. En los años 60 era interesante comprobar cómo pensaban los artistas, entonces era importante el lugar que ocupaba el arte. Ahora también se nota algo de esto, pero mucho menos. Me refiero a las prestaciones generosas del arte, el arte en su contexto cotidiano…».

Szeemann nos deja un legado un sin número de exposiciones y proyectos visuales importantes para entender el arte del siglo XX. Dirigió su primera exposición en 1957, en Suiza, bajo el título Pintores poetas/ Poetas pintores, y en 1961 fue nombrado director del Kunsthalle en Berna, y donde acuño el lema «live in your head», que tiempo después olvido. Su fama se consolidó a principios de la década de los 70, cuando fue director artístico de la Documenta 5 de Kaseel, Alemania, en la que invitó a artistas a presentar no sólo cuadros y escultura, sino también performances y happenings, marcando con ello el comienzo de tendencias que dominarían durante más de una década el panorama artístico mundial. Punto de origen y final de múltiples cosas. Después, fue director durante varios años del museo de arte de Zurich, comisario de la Bienal de Lyon en 1997, y de la Bienal de Venecia en sus ediciones de 1999 y 2001, donde creó la célebre sección «Aperto», creada para artistas emergentes y renovadores. Y sobre ésta, su última Bienal de Venecia decía: «A esta última edición la he llamado Platea della umanitá. Pero no se trata de un plató de imágenes y ficción sino de un escenario de la vida. La Bienal es un receptáculo para la platea de la humanidad. No es un tema, se trata, de nuevo, de una dimensión – uno de los conceptos acuñados por Szeemann en éste de la dimensión: obra y espacio son una misma cosa y si la obra cambia de espacio se transforma también su sentido original». Su trabajo como curador le permitió desarrollar la noción de exposiciones temáticas, donde conversaban diversos momentos del arte, para crear un nivel de coherencia en conjunto.

Szeemann se centró de forma especial en el arte alemán y español. Organizó en octubre de 2003 la muestra The Real Royal Trip.. bay the Arts en el Centro de Arte Contemporáneo PS1 de Nueva York, dependiente del MOMA, donde reunió 19 artistas españoles y latinoamericanos. Comisario además las grandes retrospectivas de dos de sus artistas predilectos: Cy Tombly ( Palacio Velázquez, 1986) y Josep Beuys ( Reina Sofía, 1993), etc. Los últimos trabajos que le vi en este 2005 fueron la excelente exposición titulada La belleza del fracaso, el fracaso de la belleza, que se exhibió en la Fundación Joan Miró de Barcelona, y la otra, fue la creación de la 1 Bienal de Sevilla, que llamó La alegría de mis sueños, en la que reunió obras de 120 artistas. Sobre el papel del curador o comisario de arte me decía: «El comisario ha de ser flexible. Unas veces actúa de servidor; otras, de asistente; en ocasiones ofrece a los artistas ideas acerca de cómo presentar su obra; es coordinador en las exposiciones colectivas e inventor en las temáticas. Pero, en el comisariado, lo que de verdad importa es hacer las cosas con entusiasmo, con amor, y algo obsesivamente».

Harald será recordado como un excelente amigo y maestro, figura imprescindible del arte contemporáneo, y un creador de imágenes interminables, un visionario del fenómeno artístico, que en momentos lo hicieron un personaje discutido, generoso e irrepetible. Creo que pasaran muchos años para olvidar su trabajo como curador, pues perdurará por sus aciertos, no por sus pecados que son muchos, pues siempre dejo libre su libertad y su creatividad para bien del gran arte.


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