lunes, enero 27, 2020

Textos / «La inclasificable genialidad de Frank Zappa» por Gustavo Ogarrio

.
Portada de Semanal. (Foto: La Jornada)

C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de enero de 2020. (RanchoNEWS).-Frank Zappa (1940-1993) se narra como un niño casi atómico, hijo de un meteorólogo que trabajaba en la base militar de Edgewood y en donde se fabricaba gas venenoso durante la segunda guerra mundial: «Por lo que supongo que su labor consistiría en saber en qué dirección soplaría el viento cuando iban a soltar el gas.» Esto lo cuenta en sus memorias, La verdadera historia de Frank Zappa (Malpaso, 2014), en las que también describe sin ternura que sus primeros juegos infantiles eran con materiales de laboratorio en una habitación impregnada de esa «mugre» de mercurio. De padres sicilianos, Zappa pone énfasis en la anomalía permanente con la que padecía la excepcionalidad de ser un hijo de italianos en Estados Unidos: al quejarse de un dolor de oídos, los padres le ponían, en el cuenco de la oreja, aceite de oliva caliente para curarlo. Lo que más bien producía eso era un dolor permanente y el ridículo; el infante Zappa se paseaba con sus bolas de algodón amarillas en las orejas sin poder curarse. También padecía asma y sinusitis. Sufrió con médicos delirantes que le metían radio en las fosas nasales con un extenso alambre. La vida química de Zappa en sus primeros años fue un fracaso, hasta que llegó la sulfamida, la cual apareció de una manera dramática: su hermano se quemó el cuerpo al prendérsele el pijama cuando se acercó a la estufa de carbón para calentarse. La sulfamida le curó la herida y lo dejó sin marca alguna.

Después vendría el traslado del enfermizo niño y la familia Zappa de Maryland a California, con una breve estancia en Florida; con ello aparecería también la imagen del old garage en Pacific Grove: un amigo lo sacó de sus juegos todavía infantiles de muñecos, maquetas de aviones y explosivos caseros para internarse juntos en el viejo garaje de un vecino en el que encontraron balas de metralleta, de las que extrajeron la pólvora sin humo. Frank quiso fabricar una pequeña bomba que le estalló entre las piernas, dejando un gran hueco en el piso y que lo arrojó varios metros atrás. El último gran experimento fue el de una «bomba fétida» en el colegio: pólvora con azufre. Fue expulsado de la escuela y puesto bajo vigilancia policíaca, con lo que terminó su «carrera científica». Sin embargo, en Frank Zappa ya estaban girando, en su propia estela de asociaciones químicas y estéticas, la imagen del garage, la irreverencia explosiva contra las instituciones y el gobierno estadunidense, la complicidad de los amigos frikis.

El texto de Gustavo Ogarrio lo publica el suplemento Semanal de La Jornada

El texto