domingo, julio 19, 2020

Textos / «Juan Marsé, el narrador salvajemente feliz» por Nadal Suau

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Juan Marsé. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de julio de 2020. (RanchoNEWS).- Empecemos hablando de desaparición y vigencia, un binomio paradójico: la muerte de Juan Marsé me ha sorprendido, se lo prometo, hablando sobre la obra de Juan Marsé en una terraza de mi ciudad, entre amigos. Esta vez, el motivo de la conversación no era el placer de la narrativa (como en otras ocasiones), sino sus posibilidades como forma de acceso a la textura real de un período histórico. Al hilo de un reciente artículo del constitucionalista Josu de Miguel sobre el término «estado español», comentábamos las diferencias que el franquismo albergaba en su seno, y de ahí a la Transición, y de ahí a… El caso es, en definitiva, que nuestro tema eran las escisiones, grietas, ambivalencias y zonas de claroscuro que tiene cualquier época, incluso la que permite establecer juicios de culpa nítidos e incuestionables: piensen en los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial que Sebald se atrevió a rememorar, la monstruosa ambigüedad del Vietnam de Coppola… O, he recordado yo, la Barcelona de Últimas tardes con Teresa, con esos estudiantes progresistas como sepulcros blanqueados o ese Pijoaparte que sueña con aprender catalán para pertenecer a la clase dirigente. Todo esto, dicho sin sombra de revisionismo, solo como muestra de la casi siempre insatisfactoria y desarraigada experiencia humana. La historia es un relato y es necesaria; la realidad es un magma. El caso es que esta aproximación nunca me la había proporcionado un libro de texto cuando, con diecisiete o dieciocho años, por recomendación de mi padre, leí por primera vez la gran novela de Marsé, y el mundo pareció amplificarse ante mí. La narrativa, pensé entonces, no iba a ofrecerme consuelo ni reglas de vida; solo iba a darme verdad, en el mejor de los casos.

Y así gastábamos un domingo post o pre confinamiento, ya veremos, cuando de pronto nos han informado de que Marsé ha muerto con ochenta y siete años. «No era tan mayor», ha exclamado alguien con sorpresa; y ese comentario, que podría sonar cómico, revelaba de golpe que el escritor mantuvo su energía intacta hasta el final, en su escritura y en su posición pública. Pero sí, ochenta y siete años sí son muchos, claro.

El texto de Nadal Suau lo publica El Cultural

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