lunes, julio 20, 2020

Textos / «Últimas tardes con Marsé» por J.J. Armas Marcelo

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Juan Marsé (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de julio de 2020. (RanchoNEWS).-Su humanidad y su literatura no caben en una simple semblanza a la hora de su muerte. De modo que me remito a la memoria del amigo para despedirlo por escrito y recordarlo para siempre leyendo sus espléndidas novelas literarias. Lector empedernido de novelas policíacas (como Arlt, como Onetti, como Vázquez Montalbán), entró en la literatura con el cuidado de un orfebre, un relojero de la estructura novelesca y de sus procedimientos. Su cumbre literaria: Si te dicen que caí, título que le regaló Jaime Gil de Biedma, aunque antes su orfebrería verbal había impregnado literariamente todas sus novelas. Era un escritor de pasión vocacional. Varias veces, a lo largo de nuestra amistad, me dijo en medio del camino que no iba a escribir más. El rumor se extendió por Barcelona, los despachos editoriales y las tertulias de escritores. Si fue cansancio, lo fue temporal, porque después siguió escribiendo hasta el final, y quién sabe -se verá, como dijo el maestro Zen- si ha dejado algunos inéditos, alguna novela de las suyas, relatos del Pijoaparte o nuevas geografías del Ginardó o de otros barrios de Barcelona.

Pasé un mes, una vez en el verano, en Calafell, en una casa al borde de la playa que me prestó Ricardo Muñoz Suay, amigo de los dos, irónico más allá del sarcasmo y personaje muy divertido. Entonces tuve ocasión de beber todas las tardes de aquel inmenso y fantástico verano con Marsé, Joaquina, Barral, Ivonne y otros parroquianos de Calafell, y en L´Espineta, en la orilla del mar, supe lo que eran los tragos catalanes, los matambres y las conversaciones de aquellos escritores de los que me hice amigo en los primeros años 70 del siglo pasado. Ya había leído todo Marsé, el de hasta entonces, y me había dado cuenta como lector que el novelista era de los grandes y que su vida estaba encerrada desde el principio con un solo juguete: esta cara de la luna que fue para él la escritura y la lectura de novelas. ¿Hizo escuela? Los que vinieron detrás, generaciones más jóvenes, lo respetaron siempre, pero, que yo sepa, sólo Cercas se le acerca en los territorios urbanos de la novela. Como escribía en español, los nuevos escritores catalanes, aún con su respeto, no lo siguieron, y Marsé se sonreía sin rencor ni resabio: «Ya son otra cosa». Volamos juntos a Cuba, anduvimos por Ramblas hasta altas horas de la madrugada barcelonesa, caminamos los barrios Gótico, el Raval y el barrio chino catalán. Muchas noches las pasamos entre tragos viendo los espectáculos del Bagdad y asistiendo al salón Bohemia, donde las sabias mujeres de la calle bailaban y cantaban los boleros de sus fracasos con un candor y una vitalidad que asombraba. En aquella época éramos muy jóvenes, yo más que él, y aguantábamos el tirón de los alcoholes, los licores y el humo de la noche como soldados de combate en las trincheras del Vietnam.

El texto de J.J. Armas Marcelo lo publica El Cultural

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