El escritor
J. A. MASOLIVER RÓDENAS
B arcelona, España. 28/12/2005 (LA VANGUARDIA. Autor del libro de relatos Risas enlatadas y de la novela El dios reflectante, con Los ríos perdidos de Londres Javier Calvo (Barcelona, 1973) se afirma como uno de los narradores que de forma más rotunda ha añadido una nueva dimensión a nuestra narrativa. Cuatro relatos que por su sólido entramado de relaciones se transforman ante nuestros ojos en una novela de una singular energía gracias a la imaginación, la inteligencia, la amenidad, la originalidad, la reflexión en torno a la historia, a la magia y sobre todo a la realidad, los laberintos, los vasos comunicantes, el subsuelo que atraviesa lo metafórico para convertirse en reflexión y en visión, la magia, la integración de lo cultural en la dinámica narrativa y la visible identificación (me niego a hablar de influencias) con escritores como Borges en su percepción de lo universal y una fluidez musical, un swing, que nada tiene que ver con la melodía, muy cercana a Cortázar (pienso sobre todo en El perseguidor).
Ésta es una escritura no exenta de riesgos. A más de un lector le puede resultar excesivamente conceptual y le pueden desconcertar los saltos temporales y los desplazamientos espaciales. Y, sin embargo, es parte esencial de su visión del mundo y explica que los cuatro textos tengan registros muy distintos, por lo que pueden considerarse como relatos independientes, y al mismo tiempo se fundan en una novela. Por otro lado, a lo largo del libro son frecuentes las observaciones sobre la escritura que, de nuevo, nunca se salen de lo que dicta la imaginación, porque es precisamente la imaginación la que crea la ambigüedad y una apariencia de desorden. Imaginación, si se quiere, literaria, cinematográfica o musical, pero que penetra siempre en los niveles insólitos de la realidad, allá donde desaparece toda lógica o, mejor dicho, donde se encuentra una lógica distinta, un nuevo orden del mundo o un borgesiano mapa del universo al penetrar en los laberintos, los sótanos, el subsuelo o las cloacas. En una belleza rusa,relato cuya extrañeza nos acerca a Djuna Barnes, se alimenta de la serie Buffy Cazavampiros. La joven de veintitrés años nunca deja de tener ocho. Nos desplazamos de Rusia, que en realidad es El sueño de Rusia,a Londres o a la Costa Brava, vemos un Mercedes rojo y al mismo tiempo un dirigible, un mundo interior y un mundo exterior, nos instalamos en una jardín hecho de tiempo y asistimos a una serie de transformaciones, de la misma forma que nos desplazamos de una época lejana a la Nueva Era.
En Crystal Palace, frente a la novela realista representada por Fortunata y Jacinta de Galdós, está la serie televisiva Doctor Who, y es a través de ella que se va transformando la realidad. Los personajes son aquí muy distintos a los del primer relato. Son siempre niños o prepubescentes. El más pequeño tiene que visitar a un psicopedagogo infantil que, descubriremos, es el amante de la madre. El mayor, de doce años, es un pésimo estudiante pero bueno en natación y muy dotado para el inglés. Inglaterra (una Inglaterra que en todo el libro hay que leer en clave victoriana) es aquí una utopía, frente a la realidad de Barcelona. Utopía de un mundo desaparecido, representado por el palacio de cristal que devoró un incendio. Como en otros relatos, el protagonista, que vive el mundo literaria o cinematográficamente, es un escritor en ciernes. Si aquí hay elementos que podrían proceder de una visión distorsionada del realismo, en Rosemayconocemosya la otra realidad, la extinción de una forma de ver y entender el mundo y una defensa de lo oscuro y lo subterráneo, de lo totalmente desconocido y lo que no se entiende. Una visión alimentada por Lovecraft, The Cure y muy especialmente su Desintegration tour y La semilla del diablo de Polanski. Es así como penetramos en el oscuro y revelador universo del último relato y el más ambicioso Mary Poppins: los ríos perdidos,donde a través de un personaje literario encontramos todas las claves del libro, la razón de su deslumbradora oscuridad y de su unidad como novela.
miércoles, diciembre 28, 2005
martes, diciembre 27, 2005
Phil K. Dick, replicante
Paul Hochman of the Today Show interviews the Philip K. Dick Android (June 23, 2005)
The crew of Discovery Channel's Mythbusters spends some time with PKD. (June 23, 2005)
ÀLEX BARNET
B arcelona, España. 21/12/2005 (LA VANGUARDIA) "Mis escritos tratan de mundos alucinados, drogas intoxicantes y psicosis. Pero mis escritos actúan como un antídoto." Detrás de estas palabras está el pensamiento, la voz y la apariencia humana del escritor Phil K. Dick, fallecido hace veintitrés años, pero quien las pronuncia ahora es un androide creado a su imagen y semejanza y que plantea, más allá del aspecto tecnológico, un brillante epílogo a su obra. El creador de los replicantes, esos robots infinitamente humanos que buscaban su identidad en el filme BladeRunner, cuenta ahora con una réplica artificial que, hasta donde la tecnología actual lo permite, imita a su modelo humano y es una avanzadilla de futuros seres artificiales.
Phil K. Dick (1928-1982) dejó un legado de una cincuentena de novelas y más de cien relatos cortos, que le avalan como uno de los grandes creadores de la ciencia ficción, género al que aportó una visión muy personal y moderna, en la que la tecnología y la difusa frontera entre realidad e irrealidad contaminan y cuestionan lo humano. Éste es el mensaje que hay en sus obras más conocidas, que han inspirado películas como Paycheck, Desafío total y Minority report. Y especialmente en el relato ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, llevada a cine con el título de Blade Runner. Dick fue un creador genial, pero desordenado y en buena medida atrapado por sus propios fantasmas. Consumía anfetaminas de forma voraz y vivió sus últimos años entregado a la escritura compulsiva y convencido, entre otras cosas, de que podía ser abducido por los extraterrestres. Hay elementos para pensar que ahora aprobaría la aventura que han emprendido sus herederos y varias instituciones norteamericanas para crear este androide, que para expresarse utiliza una gran base de datos con sus ideas y opiniones.
El PKD Project cuenta con la participación de Hanson Robotics, que aporta el robot físico, dotado con un sistema avanzado de gesticulación facial realizado en un material sintético que imita la textura de la piel humana. El FedEX Institute of Technology, vinculado a la Universidad de Memphis, proporciona los sistemas de inteligencia artificial y de lenguaje natural. Y el Automation on Robotic Research Institute (Texas) ha dotado al robot con sistemas de visión que le permiten reconocer algunas figuras - familiares, amigos, etcétera- entre la multitud.
"Este robot con forma humana es un retrato biográfico de Phil K. Dick. Con él queremos destacar temas de su obra y que han preocupado a la humanidad durante siglos, como qué nos hace humanos o qué significa real", explica a Cultura/ s Eric Mathews, director asociado del FedEx Institute of Technology.
El PKD Trust, que administra el legado del autor y que está dirigido por sus hijas Isa y Laura, también apoya la iniciativa. "Este proyecto", señalan, "se alinea con temas que preocupaban profundamente a nuestro padre y que a menudo exploraba en sus escritos: el concepto de humano definido por la compasión y la empatía y también el potencial uso inhumano de la tecnología." El androide ha debutado en un festival organizado por la revista norteamericana Wired y ha sido entrevistado sentado en un sofá -ya que de momento no tiene movilidad- por varias televisiones, entre ellas Discovery Channel. En una de estas entrevistas se le ha escuchado responder con malicia: "A través de los años parece que una sutil, pero real, degradación ha hecho que el mundo se parezca a mis novelas. Algunos frikis incluso me acusan de traer el mundo moderno con mis escritos".
El androide está ahí y sus impulsores hablan de emplearlo, básicamente, para exponer la tecnología y difundir el pensamiento de Dick, aunque el futuro genérico de estas máquinas es muy amplio. "Androides como éste se utilizarán en el marketing y en la comunicación, donde tendrán ventajas gracias a la novedad que representan. Asimismo, se utilizarán como juguetes y elementos de ocio avanzado. En diez años los robots conversacionales y sociales harán compañía a los niños en los hospitales o atenderán a la gente en los mostradores", dice Eric Mathews.
Hace años el escritor manifestó: "Soy un filósofo que hace ficción, no un novelista. Empleo mi habilidad de escritor como medio para expresar mi percepción". Sentado en el sofá, su replicante puede repetir ahora la frase, seguro de que tiene sentido y de que, en realidad, al pronunciarla, está adquiriendo uno de nuevo.
sábado, diciembre 24, 2005
miércoles, diciembre 21, 2005
Morriña con saudade
ANTONIO LACERDA / EFE
BERNARDO GUTIÉRREZ
B arcelona, España. 21/12/2005. (LA VANGUARDIA) Una Nélida calla. La otra Nélida habla riendo, cabalgando sobre las palabras.
La primera tiene una tranquilidad verde sobre la cabeza, atuendo clásico, las manos juntadas en pinceladas sutiles. La segunda viste con una informalidad elegante. La Nélida del cuadro trasmite una paz indestructible. La Nélida que estalla en carcajadas y sirve café emana una vitalidad abrumadora. Las dos se complementan con una naturalidad pasmosa. Estamos en Río de Janeiro, en el barrio chic de la Lagoa, en la casa de Nélida Piñón. La tarde se desmorona tras el cristal, entre tonos ocres y nubes. La conversación fluye sin ningún atisbo de formalismo. La escritora exhibe una espontaneidad carioca, un tropicalísimo despliegue gestual. Nélida comienza preguntando, desordenando la charla con simpatía, haciéndonos olvidar que estamos frente a la Príncipe de Asturias de las Letras 2005. "¿Cómo puede existir un lugar tan próspero, rico y culto como Catalunya?", se autopregunta Nélida, rememorando en alto los días que pasa en una casa de Carmen Balcells (su agente y amiga íntima), en los Pirineos. De golpe, medita sobre la cultura de Europa. "Tengo una admiración por las culturas milenarias. Pero yo creo que un europeo no se para a pensar lo que es. ¿Qué es España, por ejemplo? Tantos pueblos, tanta mezcla. Os parece evidente, por eso nadie se lo pregunta. En las Américas existe una incredulidad existencial, aún nos estamos construyendo", asegura con tono nostálgico. Y por inercia, sin proponérselo, llega al punto clave de su vida y obra: el doble sentido de pertenencia, sus dos patrias, Galicia y Brasil. La Nélida del cuadro nos mira como queriendo hablar: "Mi mirada es doble. De niña yo ya me daba cuenta de mi diferencia, tenía una doble cultura en mi imaginación".
Neobrasileña Nélida (Río de Janeiro, 1937) nació en el seno de una familia de inmigrantes gallegos. Sus ancestros salieron de la pequeña aldea de Cotobade (Pontevedra) cargados de sueños. "Expulsados por la miseria, con la mano en el corazón, sin pasaporte moral", como matiza Nélida. Su familia prosperó en las Américas. Y Nélida creció en libertad, devorando libros. Sus padres abrieron dos cuentas para ella. Una en una floristería para que regalase flores a quien quisiese. Otra, en una librería: barra libre de literatura. "Por eso leí de todo", asegura Nélida, "entre las sábanas, en el cuarto de baño". Y ahí, nos insinúa la Nélida del óleo con su silencio sabio, nacía una de las obras más heterogéneas, ricas e inclasificables de América Latina.
Después, Nélida se formó como periodista en la Universidad Católica de Río de Janeiro. Sus primeras crónicas fueron todo un laboratorio que anticipaba obras como Guía mapa de Gabriel Arcanjo (1961), una innovadora primera novela en la que el protagonista dialoga con su ángel de la guarda, o Fundador (1969), donde los personajes históricos conviven con los ficticios. Y aquí es donde la Nélida carcajeante nos confiesa su gran debilidad y/ o inspiración: "Soy una apasionada de los siglos. Me encanta viajar a través de la historia. Pienso que somos la suma de todo un saber institucionalizado y de un saber intuitivo. Tenemos un conocimiento que desconocemos que tenemos".
Su vastísima obra -como su charlatorbellino- se desarrolló en el experimentalismo. Tebas de mi corazón (1974) marca un vital punto de inflexión. En esta novela nace una ciudad imaginaria, Santíssimo, metáfora cruda de un interior de Brasil flagelado por el analfabetismo y por las elites del poder. Mucho después, en La dulce canción de Caetana (1987), Nélida Piñón se sumergió de nuevo en un lugar imaginario, Trindade. ¿Tuvo algo que ver la conexión Macondo-Santa María-Comala? ¿El imperante realismo mágico o fantástico de la época? "Supongo. Las ciudades imaginarias a mí me sirven para concentrar la micropasión y la macropasión de la humanidad", asegura la escritora. Sin embargo, lo realmente innovador de Tebas de mi corazón, considerada por la crítica como una de sus mejores obras, no es Santíssimo, sino Assunção, una ciudad desdibujada, ubicada fuera, lejos, como sueño roto o espejismo. "Es una metáfora de aquello con lo que soñamos, de lo que nunca llega, de los que nunca llegan al ideal", matiza una Nélida con sonrisa infantil.
La república de los sueños La Nélida de la pared, verdidormitante, nos mira como diciéndonos que perdonemos a la otra, la de la charla atolondrada. Desde su calma de óleo triste, nos susurra todo lo que Nélida es, todo de lo que podría presumir. La primera mujer en ganar el premio Juan Rulfo, en 1995. La primera dama investida doctora Honoris Causa por la Universidad de Santiago de Compostela. La primera, siempre la primera, fémina del mundo que presidió una academia nacional de las letras. En 1996, en la ausencia de Antonio Houaiss, Nélida Piñón presidió la Academia Brasileña de las Letras durante unos meses. El etcétera de premios y reconocimientos nos haría perder demasiados párrafos. Además, ella le quita importancia. Bromea sin parar, como niña incorregible: "Yo no soy nada. Pero me enorgullezco de formar parte de una academia fundada por un mulato, Machado de Assis, autodidacta y pobre".
Nélida no habla de las clases de literatura que impartió en Columbia, la Sorbona o la Complutense de Madrid, entre otras universidades. Nos confiesa, eso sí, que el pasar mucho tiempo fuera forjó su carácter vital/ literario: "Cuando llegué a EE.UU., al final de los setenta, en el metro me ponía al lado de los negros y de los hispanos, para protegerme. Es como si conociese su corazón por el hecho de ser hija de la inmigración. Por eso fui fanática del Black Power". Y quizá en ese corazón mestizo, dual o duplicado resida la clave de toda la obra de Nélida Piñón. "Yo he trabajado mucho en mis libros la idea de que no existe limpieza de sangre. Sería horrible. La suciedad de sangre es una maravilla. Yo soy griega, romana, árabe, africana, celta", asegura tajante.
Su discurso de entrada en la Academia Brasileña de las Letras de 1989, titulado Soy brasileña reciente, fue toda una declaración de principios. "Traigo en la imaginación vestigios de un viaje que no hice y el gusto de la sal inherente a la travesía atlántica. Traigo conmigo las hesitaciones típicas de quien penetra en un país por primera vez". Nélida es brasileña reciente pero siente Brasil "como su mayor fuente de inspiración". Brasil como musa. Como crisol. Como síntesis. Cómo metáfora de la mezcla. Como esperanza. Como piedra de toque de su gran teoría literaria del mestizaje. Su brasilidade (intraducible palabra portuguesa) y su galleguismo se cristalizaron en su obra maestra, en la auténtica Biblia Piñón, La república de los sueños (publicada por Alfaguara en castellano). "Pensé, ¿quién me podría prestar una visión de las Américas que yo pudiese utilizar de una forma espléndida y profunda? El inmigrante", asegura una Nélida entusiasta. En La república de los sueños se mezclan definitivamente vida y obra, imaginación y pasado. En la vida, su padre Lino construye su sueño brasileño fabricando neveras. En el libro, Madruga y Venancio modelan sus anhelos en un Brasil adolescente, en un mundo por construir.
De Río de Janeiro a Bagdag Quizá por su pasión por los siglos -nos insinúa la Nélida del retrato- la última Príncipe de Asturias de las Letras recrea en Bagdag, en el siglo X, su última novela, Voces del desierto. En esta dulce novela que acaba de ganar el premio Jabuti (muy prestigioso en Brasil) el lector saborea una osadía al alcance de pocas plumas: el lado oculto de Las mil y una noches. Nélida recrea la vida de aquella Sherezade que desafió a la crueldad del califa con la seducción de la fabulación. "Exploro el refinado patrimonio humano de la imaginación a través del arte de narrar. Doy importancia al carácter civilizador de cualquier narrativa nacida de la fabulación", asegura una Nélida Sherezade, que conversa con seducción milenaria. Como aquella ciudad imaginaria de Assunção que se quedaba fuera, en Voces del desierto las historias que cuenta la protagonista, las que ya conocemos, se quedan fuera. Apenas vemos, según la propia autora, los sentimientos de la protagonista, "como suenan los latidos de su corazón". La autora proyecta, de algún modo, su empuje femenino o casifeminista, al dibujar a una Sherezade con valentía "que defiende el feudo de los miserables, de los mendicantes". Y claro -ahora es la Nélida del cuadro, vemos cómo mueve los labios- "gracias a sus relatos, las voces del desierto buscan una nueva ruta pavimentada de sueños y de metáforas revolucionarias".
Nos despedimos de las dos Nélidas. Confundimos sus miradas cruzadas, la realidad y la fabulación, el anticipo de morriña de la despedida con la saudade de bossa nova que cuelga de la mirada de Nélida, esa tristeza alegre que explota definitivamente en una risa limpia y natural que continuaremos oyendo más allá del punto y final.
BERNARDO GUTIÉRREZ
B arcelona, España. 21/12/2005. (LA VANGUARDIA) Una Nélida calla. La otra Nélida habla riendo, cabalgando sobre las palabras.
La primera tiene una tranquilidad verde sobre la cabeza, atuendo clásico, las manos juntadas en pinceladas sutiles. La segunda viste con una informalidad elegante. La Nélida del cuadro trasmite una paz indestructible. La Nélida que estalla en carcajadas y sirve café emana una vitalidad abrumadora. Las dos se complementan con una naturalidad pasmosa. Estamos en Río de Janeiro, en el barrio chic de la Lagoa, en la casa de Nélida Piñón. La tarde se desmorona tras el cristal, entre tonos ocres y nubes. La conversación fluye sin ningún atisbo de formalismo. La escritora exhibe una espontaneidad carioca, un tropicalísimo despliegue gestual. Nélida comienza preguntando, desordenando la charla con simpatía, haciéndonos olvidar que estamos frente a la Príncipe de Asturias de las Letras 2005. "¿Cómo puede existir un lugar tan próspero, rico y culto como Catalunya?", se autopregunta Nélida, rememorando en alto los días que pasa en una casa de Carmen Balcells (su agente y amiga íntima), en los Pirineos. De golpe, medita sobre la cultura de Europa. "Tengo una admiración por las culturas milenarias. Pero yo creo que un europeo no se para a pensar lo que es. ¿Qué es España, por ejemplo? Tantos pueblos, tanta mezcla. Os parece evidente, por eso nadie se lo pregunta. En las Américas existe una incredulidad existencial, aún nos estamos construyendo", asegura con tono nostálgico. Y por inercia, sin proponérselo, llega al punto clave de su vida y obra: el doble sentido de pertenencia, sus dos patrias, Galicia y Brasil. La Nélida del cuadro nos mira como queriendo hablar: "Mi mirada es doble. De niña yo ya me daba cuenta de mi diferencia, tenía una doble cultura en mi imaginación".
Neobrasileña Nélida (Río de Janeiro, 1937) nació en el seno de una familia de inmigrantes gallegos. Sus ancestros salieron de la pequeña aldea de Cotobade (Pontevedra) cargados de sueños. "Expulsados por la miseria, con la mano en el corazón, sin pasaporte moral", como matiza Nélida. Su familia prosperó en las Américas. Y Nélida creció en libertad, devorando libros. Sus padres abrieron dos cuentas para ella. Una en una floristería para que regalase flores a quien quisiese. Otra, en una librería: barra libre de literatura. "Por eso leí de todo", asegura Nélida, "entre las sábanas, en el cuarto de baño". Y ahí, nos insinúa la Nélida del óleo con su silencio sabio, nacía una de las obras más heterogéneas, ricas e inclasificables de América Latina.
Después, Nélida se formó como periodista en la Universidad Católica de Río de Janeiro. Sus primeras crónicas fueron todo un laboratorio que anticipaba obras como Guía mapa de Gabriel Arcanjo (1961), una innovadora primera novela en la que el protagonista dialoga con su ángel de la guarda, o Fundador (1969), donde los personajes históricos conviven con los ficticios. Y aquí es donde la Nélida carcajeante nos confiesa su gran debilidad y/ o inspiración: "Soy una apasionada de los siglos. Me encanta viajar a través de la historia. Pienso que somos la suma de todo un saber institucionalizado y de un saber intuitivo. Tenemos un conocimiento que desconocemos que tenemos".
Su vastísima obra -como su charlatorbellino- se desarrolló en el experimentalismo. Tebas de mi corazón (1974) marca un vital punto de inflexión. En esta novela nace una ciudad imaginaria, Santíssimo, metáfora cruda de un interior de Brasil flagelado por el analfabetismo y por las elites del poder. Mucho después, en La dulce canción de Caetana (1987), Nélida Piñón se sumergió de nuevo en un lugar imaginario, Trindade. ¿Tuvo algo que ver la conexión Macondo-Santa María-Comala? ¿El imperante realismo mágico o fantástico de la época? "Supongo. Las ciudades imaginarias a mí me sirven para concentrar la micropasión y la macropasión de la humanidad", asegura la escritora. Sin embargo, lo realmente innovador de Tebas de mi corazón, considerada por la crítica como una de sus mejores obras, no es Santíssimo, sino Assunção, una ciudad desdibujada, ubicada fuera, lejos, como sueño roto o espejismo. "Es una metáfora de aquello con lo que soñamos, de lo que nunca llega, de los que nunca llegan al ideal", matiza una Nélida con sonrisa infantil.
La república de los sueños La Nélida de la pared, verdidormitante, nos mira como diciéndonos que perdonemos a la otra, la de la charla atolondrada. Desde su calma de óleo triste, nos susurra todo lo que Nélida es, todo de lo que podría presumir. La primera mujer en ganar el premio Juan Rulfo, en 1995. La primera dama investida doctora Honoris Causa por la Universidad de Santiago de Compostela. La primera, siempre la primera, fémina del mundo que presidió una academia nacional de las letras. En 1996, en la ausencia de Antonio Houaiss, Nélida Piñón presidió la Academia Brasileña de las Letras durante unos meses. El etcétera de premios y reconocimientos nos haría perder demasiados párrafos. Además, ella le quita importancia. Bromea sin parar, como niña incorregible: "Yo no soy nada. Pero me enorgullezco de formar parte de una academia fundada por un mulato, Machado de Assis, autodidacta y pobre".
Nélida no habla de las clases de literatura que impartió en Columbia, la Sorbona o la Complutense de Madrid, entre otras universidades. Nos confiesa, eso sí, que el pasar mucho tiempo fuera forjó su carácter vital/ literario: "Cuando llegué a EE.UU., al final de los setenta, en el metro me ponía al lado de los negros y de los hispanos, para protegerme. Es como si conociese su corazón por el hecho de ser hija de la inmigración. Por eso fui fanática del Black Power". Y quizá en ese corazón mestizo, dual o duplicado resida la clave de toda la obra de Nélida Piñón. "Yo he trabajado mucho en mis libros la idea de que no existe limpieza de sangre. Sería horrible. La suciedad de sangre es una maravilla. Yo soy griega, romana, árabe, africana, celta", asegura tajante.
Su discurso de entrada en la Academia Brasileña de las Letras de 1989, titulado Soy brasileña reciente, fue toda una declaración de principios. "Traigo en la imaginación vestigios de un viaje que no hice y el gusto de la sal inherente a la travesía atlántica. Traigo conmigo las hesitaciones típicas de quien penetra en un país por primera vez". Nélida es brasileña reciente pero siente Brasil "como su mayor fuente de inspiración". Brasil como musa. Como crisol. Como síntesis. Cómo metáfora de la mezcla. Como esperanza. Como piedra de toque de su gran teoría literaria del mestizaje. Su brasilidade (intraducible palabra portuguesa) y su galleguismo se cristalizaron en su obra maestra, en la auténtica Biblia Piñón, La república de los sueños (publicada por Alfaguara en castellano). "Pensé, ¿quién me podría prestar una visión de las Américas que yo pudiese utilizar de una forma espléndida y profunda? El inmigrante", asegura una Nélida entusiasta. En La república de los sueños se mezclan definitivamente vida y obra, imaginación y pasado. En la vida, su padre Lino construye su sueño brasileño fabricando neveras. En el libro, Madruga y Venancio modelan sus anhelos en un Brasil adolescente, en un mundo por construir.
De Río de Janeiro a Bagdag Quizá por su pasión por los siglos -nos insinúa la Nélida del retrato- la última Príncipe de Asturias de las Letras recrea en Bagdag, en el siglo X, su última novela, Voces del desierto. En esta dulce novela que acaba de ganar el premio Jabuti (muy prestigioso en Brasil) el lector saborea una osadía al alcance de pocas plumas: el lado oculto de Las mil y una noches. Nélida recrea la vida de aquella Sherezade que desafió a la crueldad del califa con la seducción de la fabulación. "Exploro el refinado patrimonio humano de la imaginación a través del arte de narrar. Doy importancia al carácter civilizador de cualquier narrativa nacida de la fabulación", asegura una Nélida Sherezade, que conversa con seducción milenaria. Como aquella ciudad imaginaria de Assunção que se quedaba fuera, en Voces del desierto las historias que cuenta la protagonista, las que ya conocemos, se quedan fuera. Apenas vemos, según la propia autora, los sentimientos de la protagonista, "como suenan los latidos de su corazón". La autora proyecta, de algún modo, su empuje femenino o casifeminista, al dibujar a una Sherezade con valentía "que defiende el feudo de los miserables, de los mendicantes". Y claro -ahora es la Nélida del cuadro, vemos cómo mueve los labios- "gracias a sus relatos, las voces del desierto buscan una nueva ruta pavimentada de sueños y de metáforas revolucionarias".
Nos despedimos de las dos Nélidas. Confundimos sus miradas cruzadas, la realidad y la fabulación, el anticipo de morriña de la despedida con la saudade de bossa nova que cuelga de la mirada de Nélida, esa tristeza alegre que explota definitivamente en una risa limpia y natural que continuaremos oyendo más allá del punto y final.
martes, diciembre 20, 2005
El secreto de Agatha Christie
L ondres, Inglaterra. 20/12/2005. (LA VANGUARDIA)Uno piensa en Agatha Christie (1890-1976) y la palabra suspense invade su pensamiento, pues su obra es el arquetipo del autor de novela de intriga. Pero, ¿cuál es el motivo del éxito de la llamada reina del suspense? Ahora ya se sabe: se basa en el uso de técnicas literarias similares a las utilizadas por hipnoterapeutas y psicólogos, según un estudio hecho público ayer en el Reino Unido. Entre los métodos utilizados por la autora, los científicos destacan que la estructura de las frases de sus libros se vuelve más sencilla a medida que se acerca el desenlace de la novela, lo que incrementa sutilmente el nivel de interés del lector.
La investigación, llevada a cabo por expertos lingüistas de las universidades de Warwick, Birmingham y Londres, también pone de manifiesto el uso de palabras y frases conectadas que, aunque en principio parecen no tener nada en común, envían un mensaje al inconsciente del lector. Otra razón del éxito de la autora de novelas de intriga más famosa de todos los tiempos es, a juicio de los científicos, el uso de un lenguaje sencillo y común, pensado para animar a los lectores a concentrarse sobre todo en el argumento y en las pistas que proporcionan sus obras.
"Estos descubrimientos iniciales indican que hay una fórmula matemática que debe ser tenida en cuenta para explicar el fenómeno de su éxito", señala el director del estudio, el doctor Roland Kapferer. Los resultados de este trabajo se expondrán en un documental de la cadena de televisión británica ITV 1 el 27 de diciembre. Agatha Christie escribió más de cien libros de los que se han vendido, en 49 idiomas, unos dos mil millones de ejemplares.
Algunos de los títulos de la creadora de detectives tan famosos como Hércules Poirot, Miss Jane Marple, Felicity Lemon, el capitán Hastings o el superintendente Battle son El secreto de Chimneys (1925), El asesinato de Roger Ackroyd (1926), El misterioso Mr. Quin (1930), Asesinato en Mesopotamia (1930), Asesinato en el Orient Express (1934), Muerte en el Nilo (1937), Cita con la muerte (1938), Los trabajos de Hércules (1947), Mrs. McGinty ha muerto (1952), Testigo de cargo (1953), La tercera chica (1966), Nemesis (1971), Los elefantes pueden recordar (1972) o Telón (1975).
lunes, diciembre 19, 2005
Entrevista con Philip Roth
Juana Libedinsky
B uenos Aires, Argentina. 17 diciembre de 2005. (LA NACION) En su novela más reciente, La conjura contra América (Mondadori, 2005), el escritor estadounidense Philip Roth se pregunta qué habría ocurrido si en vez de Roosevelt, el presidente de EU durante la II Guerra Mundial hubiera sido el célebre piloto pro-nazi Charles Lindbergh. En las siguientes líneas, el autor de novelas como Pastoral americana o La mancha humana habla de sus intenciones al poner sobre la mesa esta ficción y analiza lo que él llama “la ignorancia histórica” que priva entre ciertos críticos del imperio yankee.
Poco después de la entrega del Nobel de Literatura 2005 —para el cual el novelista norteamericano Philip Roth había sido, una vez más, considerado favorito, aunque luego perdió frente a Harold Pinter— unos 80 fans se reunieron en la puerta de la casa donde el escritor pasó su niñez. Visitaron también su escuela, el parque donde jugaba y cada uno de los rincones de Newark inmortalizados en la obra de Roth, mientras leían los párrafos donde éstos eran mencionados. Finalmente, encabezados por el alcalde de esta ciudad de Nueva Jersey, contaron hasta diez para que Roth corriese el velo que tapaba una flamante placa de bronce. Una placa que rebautizaba a la calle donde nació el escritor como “Philip Roth Plaza”.
“Fue emocionante. Me dieron una reproducción del bronce y les dije que la voy a llevar conmigo donde quiera que vaya. Porque, ese día, Newark fue mi Estocolmo, y la placa fue mi premio”, confesó, divertido. Roth tiene motivos para estar contento. Obtuvo el National Book Critics Circle Award, el PEN/Faulkner Award, el National Book Award y el Pulitzer de narrativa. Este año su obra fue publicada por la Library of America.
Autor de El teatro de Sabbath, Pastoral americana y La mancha humana, escribe a un ritmo desenfrenado. Acaba de salir en castellano su último trabajo, La conjura contra América (Mondadori), un escalofriante relato sobre qué habría pasado si el famoso aviador filonazi Charles Lindbergh hubiese sido presidente de los Estados Unidos y firmado un pacto de no agresión con Hitler. Sobre éste, y el papel del escritor en Estados Unidos dialogó desde su casa de campo en Connecticut.
Su libro fue interpretado por la izquierda como una crítica al gobierno de Bush, como un paralelismo velado a su gobierno. ¿Fue ésa su intención?
Le voy a contar un cuento: había un carpintero que hacía unas sillas muy lindas. Un día, al volver del trabajo, ve por la ventana que un vecino le está partiendo una de sus sillas a la mujer por la cabeza. Sigue caminando y ve que otro está cortando la silla en trozos pequeñitos y tirándola a la chimenea para calentarse. Obviamente, él construyó las sillas para que la gente se sentara, pero sabe que, una vez que fueron compradas, cada dueño las va a usar según su necesidad. Bueno, yo no escribí mi libro para pegarle a Bush en la cabeza, pero cada uno puede usarlo para lo que le plazca. No es un tema mío, y de cualquier manera el 90 por ciento de las interpretaciones siempre son erradas. Cuando a un libro se le saca de contexto y se le usa para una agenda política, ¿qué se le va a hacer? Es algo que viene de siempre, en Praga el régimen prohibió a Kafka, por ejemplo, ¿y qué tenía que ver Kafka con la invasión soviética de Checoslovaquia? Yo empecé mi libro antes de que Bush fuese a la Casa Blanca, antes del 11 de septiembre [de 2001]. Quería escribir sobre 1942, recrear ese momento y explorar las posibilidades que afortunadamente nunca se materializaron.
¿Cree que habría sido posible un Lindbergh presidente en Estados Unidos?
No, ¡porque no pasó! Pero fue una suerte que los republicanos no hayan tenido la viveza política de nombrar a un Lindbergh, porque definitivamente le habría ganado a Roosevelt en las elecciones. En cambio nombraron a un moderado, un intervencionista e internacionalista al igual que Roosevelt, y así no había verdadera competencia. No supieron capitalizar el hecho de que la mitad del país no quería ir a la guerra y con buenas razones, no por antisemitismo: el país ya había estado veinte años antes en una guerra terrible en Europa. Alguien con el carisma de Lindbergh los habría seducido y habría ganado porque, además, era el tercer mandato para Roosevelt y a muchos eso les molestaba. Washington había sentado el precedente cuando declinó correr una tercera elección, diciendo que lo que el país necesitaba era un presidente, no un rey. Después de Roosevelt los republicanos hicieron una enmienda en la Constitución para que un presidente sólo pueda estar durante dos términos. ¡Y eso fue muy bueno porque eliminó el riesgo de tener a Reagan o a Bush tres veces!
¿Siempre sintió que entendía cómo funcionaba la sociedad norteamericana, que tan contundentemente plasma en sus novelas?
Durante unos años, no. Yo viví en el exterior por un tiempo, hasta 1989, en París, Praga, Londres y Jerusalén. Cuando volví para ocuparme de mi padre, que estaba enfermo, me di cuenta de que me había vuelto un europeo. Hablaba con mis amigos y sentía que había perdido contacto directo no sólo con la política, sino con la inmigración, la tecnología, con quién era aceptado en Harvard. Iba a clase y veía caras de todos los colores, ¡y los mejores alumnos ya no eran judíos sino asiáticos!, todo ese cambio me lo había perdido. Así que decidí sumergirme en la nueva realidad americana y acepté el puesto de profesor de inglés en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), en el campus más urbano que conseguí, pegado a una estación del metro, y tomé el turno nocturno para estar con la gente que no era de un entorno privilegiado, que trabajaba durante el día y que no tenía tiempo de andar pensando demasiado. Tendría que haberles pagado yo a ellos por todo lo que me enseñaron, porque entonces me di cuenta de que tenía un nuevo tema para explorar: justamente la sociedad norteamericana, pero vista con renovados ojos.
¿Cómo explica el antiamericanismo imperante?
Entiendo perfectamente que haya antiamericanismo porque la gente no sabe nada de historia y no sabe separar lo que no le gusta de un gobierno del país en sí. Y esto lo dice una persona que detesta total y apasionadamente al gobierno actual. Por ejemplo, tomemos la guerra de Vietnam, sobre la cual escribí una novela: yo estaba en contra e hice todo lo posible para frenarla, pero los críticos olvidan que el contexto era la Guerra Fría y un conflicto con la Unión Soviética, que no era un país inocente, era un Estado asesino. No los habitantes de la Unión Soviética, pero sí su gobierno, que era casi tan malo como el de Hitler en Alemania. Cualquiera que sienta nostalgia por el comunismo, como fue puesto en práctica en la Unión Soviética, es un gran idiota. Entonces se puede entender que algunos —si bien no yo— hayan sentido que era una guerra justificada en el contexto global. Pero lo más importante es que los ciudadanos norteamericanos fueron los que la acabaron, gente común, complaciente, conservadora. Tomó siete años, pero es algo extraordinario. La gente común de Estados Unidos paró una guerra y eso es un gran triunfo de la democracia estadounidense. Todo el mundo se vuelve loco porque en Ucrania hace poco la ciudadanía salió a la calle y se impuso, ¡pero miren lo que pasó en Estados Unidos! Vietnam fue un fracaso del gobierno de Estados Unidos, pero un triunfo para la democracia estadounidense. No entenderlo es ser un antiamericano cabeza dura. Otro tema, el famoso senador McCarthy: que haya tenido poder fue un triunfo de la derecha, hizo mucho daño, pero sólo duró tres años. Cuando viajo al exterior y me toca el típico obtuso que empieza con el tema del senador McCarthy —porque yo escribí también un libro sobre su caza de brujas—, le digo que venga a Estados Unidos y vea cuántas estatuas o estampillas lo recuerdan: ninguna, porque el pueblo norteamericano acabó con él.
¿Y entonces?
Y entonces empiezan, claro, con el tema de los negros. La esclavitud no sólo es el más odioso crimen contra la humanidad, sino que nada puede ser más destructivo para el alma y la comunidad humanas, al día de hoy los norteamericanos seguimos pagando su precio. Posiblemente lo hagamos por al menos medio siglo más. Pero no entender la esclavitud en un contexto histórico es ser simplemente un antinorteamericano rabioso. Los franceses siempre fueron particularmente altivos en este sentido. Pero hoy todos ven que no pueden manejar gente que llegó al país treinta años, no siglos, atrás y con herencia de esclavitud. Es maravilloso para mí ir a Francia en estos días porque los franceses siempre me torturaban con el tema de cómo no supimos integrar a los negros en Estados Unidos. Y ahora, sin embargo, los encuentro calladitos. Pero no en Estocolmo, ah no, allí que nunca conocieron una catástrofe o crisis, ahí sí quedan vestigios de una nefasta forma de pensar sobre Estados Unidos que casi destruye a tantos países.
La conjura contra América trata sobre un ficticio Philip Roth, que crece en Newark, con un presidente Lindbergh que pone en práctica un plan para desarticular las comunidades judías. ¿Cuán duro fue para los Roth de verdad? ¿Su familia es representativa de los judíos americanos que plasma en sus novelas?
Sí, en el sentido de que yo siempre digo que Estados Unidos fue un país hecho para los judíos y que los judíos fueron hechos para un país como Estados Unidos. Como mis abuelos, los judíos en general duraron media generación en la clase obrera y en seguida ya estaban en la universidad. La mayoría de los italianos que llegaron con ellos nunca dejaron el proletariado; los irlandeses, sí, pero a través de los rubros que monopolizaron, como la policía y los bomberos; los escandinavos fueron absorbidos rápidamente por la América profunda. ¿Por qué a los judíos les fue tan bien? Básicamente por la energía que pudieron liberar al no tener limitaciones institucionalizadas como en Europa. Las que les había impuesto la Iglesia, la Iglesia a través de los Estados, pero también sus propios rabinos. Porque hay toda esta visión sentimental-teológica de lo que era la vida en la comunidad judía de Europa oriental, ¡pero eso era una teocracia, con todo lo que eso implica! Los judíos llegaron masivamente a Estados Unidos, además, cuando el siglo XX estaba por empezar, con todas las nuevas industrias, como el cine, por desarrollarse. Los judíos alemanes, que habían llegado antes, contribuyeron prestándoles fondos a bajo interés. Si a esto se suma la brillante educación pública de entonces, se explica el éxito que en gran medida hoy se mantiene.
Newark no está exactamente en el mapa literario de la mayor parte de la gente. Aun para los extranjeros que hemos vivido en Nueva York, es sólo el nombre de un aeropuerto para vuelos cortos. ¿Realmente tuvo influencia en su ficción?
Yo soy uno de los escritores para quienes el lugar, y su impacto sobre las personas, significa mucho. El regionalismo aquí domina la literatura. A todos nos interesa de dónde somos, que siempre se trata de lugares muy distintos porque Estados Unidos es tan grande... Esto puede no ser evidente para un lector extranjero para quien todo es simplemente parte de Estados Unidos y de la cultura estadounidense, pero mi Newark, un enclave judío en Nueva Jersey, incendiado y destruido en las protestas sociales de la década de los 60 y actualmente muy venido a menos por la droga y la pobreza, no tiene nada que ver con la Pennsylvania de John Updike, por ejemplo. Yo escribí también sobre Londres, Jerusalén y Praga, pero Newark, con su trasfondo de tragedia, de ciudad que casi desaparece como la Atlántida y que luego se mantuvo tanto tiempo en estado de coma, siempre será fascinante para mí. Pero como mi niñez fue en una escuela maravillosa que hoy es de las peores del Estado, la alegría de la placa que recuerda aquellos días vino también con una gran tristeza por el presente.
Los últimos diez años fueron los más productivos de su trayectoria como escritor. ¿Es porque redescubrió Estados Unidos?
Sí, por un lado me incentivó este viejo tema que se había vuelto completamente nuevo para mí. Pero a todo eso se sumó que había cumplido 60 años, y empecé a leer las edades en los obituarios. Si no me ponía a ser productivo entonces, ¿cuándo iba a hacerlo? Además, para un escritor la edad trae la ventaja de la perspectiva, como uno ya no está tan ocupado viviendo las cosas puede reflexionar y poner los hechos en un contexto histórico que, además, conoció. Finalmente, reconozco que me ayudó la determinación. Me fui a vivir solo a Connecticut, y a veces la soledad se vuelve difícil, pero me da mucho tiempo para escribir.
Usted dijo que la literatura es una de las grandes causas perdidas de la humanidad. ¿Realmente lo siente así?
Sí. La única obligación que tiene el escritor es la de escribir lo mejor que puede. Punto. No necesita ninguna justificación política, no tiene que pretender cambiar el mundo, porque la literatura no sirve para nada, pero es a la vez tremendamente necesaria. Vivir sin ella es vivir aislado, pero muchos igual viven así. La literatura, digamos la ficción literaria, no tiene ninguna importancia, al menos en mi país, y cada vez son menos los que disfrutan de ella. Calculemos que cada año se mueren unos 72 buenos lectores y son reemplazados por dos, y no había más de 25 mil buenos lectores en total para empezar. Esto no es un chiste. Gente joven que lea seriamente ficción, y que luego piense, casi no existe. A muchos les encantaría, lo sé, pero no tienen tiempo. La mayor parte es seducida por la pantalla más que por la hoja impresa, o tienen otras cosas que hacer que les divierten más. En unos años, los buenos lectores van a ser tan pocos que van a ser como un culto: por ejemplo el de las 150 personas en Estados Unidos que leen Anna Karenina.
¿Por qué cree que pasa eso?
Por una cantidad de factores psicoculturales que podríamos sentarnos durante horas a identificar, pero el resultado es que la capacidad de concentración de la gente se destruyó. Pero, bueno, ¿y qué? Durante el Renacimiento se escribía poesía en latín y ya no más; en la antigua Grecia se escribía un tipo de tragedias que ya no existe. ¿Y? Los géneros literarios llegan, florecen y mueren, si bien debo aclarar que en este caso no es la novela la que está muriendo. Hablar de “la muerte de la novela” es un lugar común de cuarta y, además, es mentira. Los que están muriendo en los Estados Unidos son los lectores. Yo podría mencionarle una veintena de mis contemporáneos que son novelistas maravillosos e interesantes. Desde hace unos 60 años la novela realmente está viviendo un momento de esplendor en Estados Unidos, pero la gente no se da cuenta. En América Latina, en los últimos 30 o 40 años ha habido también escritores de primera, espero que los estén disfrutando, es otra cosa.
La lectura de algún latinoamericano, como Jorge Luis Borges, por ejemplo, ¿lo influyó de alguna manera?
Yo leí a Borges como lector, no como escritor. No creo que me haya influido en absoluto, pero uno puede admirar a la gente que hace cosas muy distintas de las propias. En general, diría que es la gente que más admiro. Estuve fascinado con Borges durante muchos años, más que por cualquier otro autor del renacimiento latinoamericano. Ahora estoy con la última novela de García Márquez, la empecé anoche y me quedé dormido, pero porque estaba muy cansado, aclaro. Y claro, está Cortázar también, no va a creer esto, pero en un momento yo hablaba castellano perfectamente, estudié en la secundaria y en la universidad, pero después, en vez de irme a vivir a un país hispanohablante para fijarlo, lo aproveché para mi italiano y me fui a Roma. Hoy trato de hablar con la señora salvadoreña que trabaja en mi casa, pero se ríe de mí cuando lo intento, y que mi castellano sea peor que su inglés ya es decir bastante... Después está mi amigo Carlos Fuentes, que me gusta tanto y, claro, Mario Vargas Llosa, ese escritor maravilloso. Que no le hayan dado el Nobel es estúpido. Prueba una vez más que uno tiene que tener a Karl Marx en el bolsillo y gritar a los cuatro vientos que odia a Estados Unidos para ganar, algo que Vargas Llosa definitivamente no hace. Ni siquiera Carlos Fuentes lo hace; es muy crítico del país, pero es demasiado inteligente como para caer en algo así.
Libedinsky. Corresponsal de El País, de Uruguay, y La Nación,
de Argentina, en Nueva York.
Tomado del diario argentino La Nación (5/12/2005).
sábado, diciembre 17, 2005
Entrevista con Alonso Cueto
Diego Salazar
1 5/12/2005 (Clubcultura.com) El historial reciente del Premio Herralde de Novela destaca por haber dado, o intentado dar, a conocer a un pequeño grupo de autores latinoamericanos que gozan de cierto éxito en sus países pero que hasta ese momento permanecían casi inadvertidos en la península. Así, el peruano Alonso Cueto, merecedor del galardón en su XXIII edición por La hora azul, viene a sumarse al argentino Alan Pauls y el mexicano Juan Villoro, ganadores en 2003 y 2004, respectivamente.
Cueto es autor de una docena de libros, que incluye novelas, colecciones de relatos y un par de libros de ensayos o artículos periodísticos. Anagrama editó este mismo 2005 su novela anterior, Grandes miradas, aparecida en el Perú dos años atrás y en la que podía verse ya ese acercamiento al conflictivo pasado reciente de la sociedad peruana, donde se incluyen el azote terrorismo de mano de Sendero Luminoso y la dictadura del ex presidente Fujimori, que Cueto realiza en La hora azul.
La hora azul narra la historia de Adrián Ormaechea, un exitoso abogado limeño que un buen día descubre el oscuro pasado de su padre, un militar retirado muerto recientemente. Adrián, tras tomar conciencia de los crímenes cometidos por su padre durante la guerra contra el terrorismo en el Ande peruano, decide investiga y seguir la pista de Miriam, una muchacha secuestrada por el general Ormaechea y de quien supuestamente éste se enamoró. Así, el protagonista de La hora azul se adentra en un estrecho y largo túnel del horror del que difícilmente podría salir sin heridas considerables. ClubCultura conversó con el autor.
¿Por qué utilizar una historia de amor para narrar el dramático episodio de la guerra contra el terrorismo en el Perú reciente?
Mira, yo creo que hay episodios en la vida de las personas que son los que muestran cómo son, esencialmente, los seres humanos, que desencadenan una serie de emociones latentes que sólo aparecen en esos casos. Básicamente tienen que ver con las crisis de revelación interior en los traumas o los hechos inesperados. Entonces, este personaje que va en busca de un pasado desconocido dentro de su familia, que descubre el mal oculto hasta entonces escamoteado en su vida, está realizando, a través de esa de pesquisa detectivesca tras esta mujer, también un viaje interior, hacia el fondo de sí mismo. Una de las ideas asociadas al libro es que muchas de las personas que en una sociedad se sienten separadas unas de las otras en el fondo están unidas a esos sectores, lo mismo ocurre al interior de las familias. Así que Adrián, quien se siente tan separado de su padre, al que considera tosco o grosero, y que también se sienten separado de las clases sociales distintas a la suya, a través de este viaje va descubriendo que se haya mucho más cerca de todo eso de lo que él pensaba. Y en esta historia de amor, la historia de la relación con Miriam, donde repite en cierto modo la historia de su padre, hay una forma de identificación.
Con La hora azul y antes con Grandes miradas (Anagrama, 2005) ha dado una especie de giro con respecto a su obra anterior, en la que se interesaba más por temas íntimos, una literatura carveriana para llamarla de alguna forma, mientras que en estas dos últimas novelas pasa a tratar historias donde el tema central son ciudadanos enfrentados a la cosa pública ¿Fue una decisión consciente, cómo llegó a ello?
Es verdad, tiene razón. Uno se da cuenta de las cosas a veces a posteriori. Mira, lo que pasa es que yo viví un tiempo fuera, luego regresé al Perú, ahora hace 20 años de eso, y durante mucho tiempo la realidad peruana me interesaba relativamente, me interesaba más vivir en el mundo de la lectura. Pero ya a partir de un libro mío que se llama Pálido cielo (Peisa, 1998), empieza a aparecer esta realidad opresiva, llena de conflictos, de diferencias, característica de la sociedad peruana. En cierto modo, el Perú es un paraíso para un escritor porque es un mundo que está en tensión permanente, un país donde conviven gentes de distintas culturas, etnias, clases sociales, en un estado de conflicto que a veces se manifiesta como en la época de Sendero Luminoso y que a veces no se manifiesta, pero sigue ahí, latente. Todas las realidades conflictivas son realidades que crean historias, que producen historias, las historias siempre surgen de los conflictos, de las diferencias, de los contrates, si viviéramos en un mundo totalmente armónico no habría historias o serían historias muy aburridas. Entonces esta presión de la realidad peruana que te carga con historias es un poco la razón de esa mayor presencia de lo público en los dos últimos libros. En Grandes miradas, por ejemplo, me interesaba la política como un teatro de identidades, qué papel jugaban personajes como Montesinos o Fujimori en la vida de los peruanos. Es una dirección que de alguna manera he tomado de forma un poco inconsciente, no creo que ningún escritor esté obligado a representar la realidad de su país por compromiso, ni mucho menos.
Lo curioso es que no es su caso exclusivamente, ni siquiera se puede circunscribir únicamente al panorama de la literatura peruana. En general, la literatura de principios de los noventa, en Latinoamérica y quizá en el resto del mundo, era mucho más optimista, coincide con una época de aparente bonanza económica en los países latinoamericanos, con cierta esperanza por de una vez por todas dejar atrás el subdesarrollo y ello derivó en una narrativa que miraba sobre todo a los conflictos íntimos, a las relaciones interpersonales. Sin embargo, hacia finales de esa década y principios del nuevo siglo, coincidiendo con el crack argentino, con el desenmascaramiento de la dictadura fujimorista en el Perú, etc, vuelve a aparecer lo público, la cuestión política en la literatura…
Yo te diría, además, que las sociedades, ya no sólo los escritores, se han vuelto a interesar en lo política, en el tema del compromiso. Hay un tema que ha resurgido que es la preocupación moral, el factor moral vuelve a calar muy hondo. El tema de la corrupción en América Latina es un tema muy sensible y me parece que las sociedades latinoamericanas no se resignan ya a dictadores, a actores políticos capaces de cualquier cosa. Creo que hoy en día sería imposible que haya una dictadura como la de Somoza, la de Trujillo o la de Rojas Pinilla en América Latina. No sólo por el desarrollo de los medios de comunicación, el periodismo de investigación y otra serie de factores sino por un repudio social.
Pero sí fue posible una dictadura como la de Fujimori…
Así es, pero era una dictadura distinta, que manejaba otros medios. Y aún así tuvo una duración efímera justamente porque creó los instrumentos para su propia desaparición. Esa dictadura controlaba a jueces, periodistas, a través del soborno y los vídeos de esos sobornos, y justamente ese instrumento de control –esos vídeos— supuso el instrumento de su perdición. La tecnología hoy en día se haya en manos de cualquiera, ya no es un elemento cuyo uso detenta exclusivamente el poder.
¿Consideraría a Grandes miradas y La hora azul novelas políticas?
No, creo que son novelas sobre la gente que ha sufrido los efectos de la política, los protagonistas no son políticos sino sus víctimas, en todo caso. Lo que tienen en común, creo, es ver cómo el juego de los grandes políticos afecta a la gente sencilla. Ese es el tema que me interesa más. Porque lo que me interesa de la política, lo que nos interesa a todos, es ver cómo nos afecta directamente. Hubo sí una generación de novelas latinoamericanas dedicadas a que los protagonistas fueran los dictadores, Señor Presidente, Yo, el supremo, etc.
Le hice la misma pregunta a Salman Rushdie semanas atrás respecto a Shalimar, el payaso y respondió que lo que a él le interesaba era mostrar que vivimos en un mundo en que la política es inseparable de la vida privada, donde la vida privada se ve constantemente bombardeada por lo público…
Claro, lo que ocurre es que la gente sencilla se haya en la peor de las situaciones porque su vida depende en muchos casos de los designios de gente que no conoce y que se haya a kilómetros de distancia.
Bueno, pero en eso se fundamenta la democracia representativa, no es que sea un designio fatalista, lo que ocurre es que no existen instituciones sólidas en países como el Perú…
Lo que pasa es que en nuestros países la democracia se reduce a votar una vez cada cierto tiempo, la gente que se haya alejada de la ciudad no tiene ningún contacto con sus autoridades, ninguna relación con los congresistas que elige, no puede ni siquiera ir a la estación de policía con un mínimo confianza, al menos en lo que respecta a las clases populares. La relación de un grueso de la población con las autoridades, más allá del voto, es nula. Yo entiendo que entonces hay un resentimiento profundo y una sensación de olvido. Y por otro lado, muchas veces la gente en América Latina espera que venga el gobierno como una especie de figura paternal a solucionar todos los problemas. Esa es una cosa que viene desde la Colonia, porque en ese entonces todo dependía de la Corona, y esa sensación paternalista ha sobrevivido. Conozco mucha gente en América Latina que dice que el gobierno no los ayuda, no hace, cuando debieran quizá ser ellos los que hagan algo.
Bueno, pero esa idea de papá Estado no es algo exclusivo de nuestros países ni su único antecedente es la Colonia. España, durante el franquismo, vivió una situación similar y en Alemania del Este todavía podemos verlo, sería más bien un resabio de las utopías totalizadoras o las dictaduras…
Sí, es verdad. Lo importante, creo, es crear sociedades fuertes, instituciones fuertes que resistan el paso de los gobiernos, que incluso estén en condiciones de resistir que los gobiernos puedan ser mediocres.
¿Cómo fue el proceso de investigación para La hora azul?
Hace unos cuatros años, almorzando con Ricardo Uceda, mientras se encontraba investigando para su libro Muerte en el Pentagonito (finalista de la edición 2005 del Ulysses Award, premio al mejor libro-reportaje de investigación), él me contó varias historias de la guerra sucia contra el terrorismo, algunas muy interesantes, pero una de ellas fue la historia de un general que había tenido a una prisionera como conviviente y que posiblemente se había enamorado de ella. Esto ocurrió en el cuartel de Los Cabitos, en Ayacucho, yo para el libro lo trasladé a Huanta. Pero bueno, una noche el general salió y dos oficiales, como la chica era muy guapa, la sacaron y empezaron a beber con ella, en un momento les golpeó la cabeza y se escapó. La chica vino a Lima, trabajó como empleada doméstica, etc. Ricardo había logrado contactar con ella. Esa historia me quedó muy fresca en la memoria durante los días siguientes y en un momento decidí que podía inventar la historia de alguien que años después descubriese estos hechos y que podía ser un abogado hijo de este militar. A través de una serie de averiguaciones con amigos y conocidos, fui a San Juan de Lurigancho, que es una comunidad en Lima donde vive muchos inmigrantes de la sierra, incluso hay un barrio que se llama Huanta Dos, hablé con mucha gente y luego fui a Ayacucho. Hice un poco lo que hace el personaje del libro. Tomé muchas fotos, hablé con gente en Huanta y Ayacucho. Inicialmente, esas fotos iban a aparecer en el libro. Me sirvieron mucho mientras escribía, fotos del cuartel militar, la plaza de armas de ambos lugares, el camino por donde huye Miriam. Me interesaba mucho reproducir visualmente los escenarios, me interesa mucho la literatura de escritores muy visuales como Henry James o Hemingway. Leí mucho sobre esa época y también fue muy importante ir a diario durante un tiempo a la exposición de imágenes y documentos de la Comisión de la Verdad. Llegué a conocer muchos casos, de víctimas y torturadores. Por ejemplo, como sabes hay un método de tortura que consiste en sumergir al prisionero en una tina, pues había un oficial del ejército que era experto en calcular cuánto podía durar cada persona bajo el agua, tan sólo viéndola. O el caso de Georgina Gamboa, una mujer que declaró ante la Comisión de la Verdad que había sido violada por siete sinchis (comando especial del ejército peruano) y que había resultado embarazada, en ese momento, su hija que estaba al lado se enteró que era hija de esas violaciones. U otro chico al que los senderistas le echaron gasolina para que se incinerara a la luz del sol. Historias muy violentas que me impresionaron muchísimo, un poco lo que quise con el libro fue intentar transmitir esa impresión.
En la entrevista que le comentaba con Rushdie, me dijo que creía que una de las grandes preguntas que debe responder un escritor es: ¿Cómo escribir el horror de forma que sea soportable para uno mientras escribe y para el lector mientras lee, pero que en esa traslación no se le reste verdad? ¿Cómo se enfrentó usted a eso?
Tiene razón, está bien lo que dice Rushdie. Yo creo que el horror es una puerta de entrada, una vía de conocimiento hacia el otro lado de los seres humanos. El horror es una vía de acceso hacia lo esencial que hay en un ser humano. Creo que una persona nunca sabe la capacidad que tiene para la crueldad, para la violencia, para el sadismo, para soportarlos o ejercerlos, hasta que se encuentra en la situación donde esto ocurre. Creo que el horror, como el amor, es una fuente de revelación de lo fundamental, lo esencial de los seres humanos. Uno de los temas que más me interesan en la literatura es perseguir estas vías de acceso en las conductas para ver cuáles son los límites del horror. Cuando estos oficiales del ejército van a Ayacucho no parecen especialmente violentos, no son tipos especialmente crueles, pero estando en un contexto de violencia tal sacan a la luz unas identidades hasta entonces escondidas, muestras del horror en estado de pureza. Ahora, de una u otra manera, la literatura, que tiene unas pretensiones formales o estéticas, siempre nos distancia del horror, porque el horror en estado puro no tiene nada de estético. El escritor siempre quiere ofrecer un producto estético, una verdad sí, pero una verdad revestida de forma. Y esa forma, de una u otra manera, siempre nos distancia del horror. Sin embargo, una de las formas de entrar en esa matriz del horror, el espanto, es el arte, la literatura.
Decía minutos atrás que esa quiebra social que fue una de las causas de esa guerra que vivió el Perú durante tantos años, todavía se encontraba ahí y que sigue siendo una constante generadora de tensiones ¿Cómo lo ve hoy en día que el Perú se haya pronto a unas elecciones presidenciales y en que algunos candidatos hacen bandera de esa quiebra y esos resentimientos?
Lo que pasa es que el Perú ha vivido siempre en un estado de fractura social. No es una fractura que surge con la Conquista, es una fractura anterior que podía verse ya en las diferencias y conflictos entre culturas, etnias, anteriores al Imperio Inca. Creo yo que esa tensión, por un lado, ha creado un gran arte. No sé cuáles sean todas las condiciones para la creación artística, pero posiblemente una de ellas sea vivir en ese estado de confrontación con la muerte, con la violencia. Pero lo que es un hecho es que es una sociedad que ha vivido una serie de escisiones y contrastes hasta el día de hoy, aún cuando hoy es un país mucho más integrado de lo que era hace cincuenta años. Por ejemplo, mi madre me contaba que cuando era niña, en el malecón de Barranco había tres filas de personas: los de clase alta caminaban al lado del mar, los de clase media un poco más alejado y los de clases más bajas aún más alejados. O sea que existían unas divisiones culturales, sociales, en los espacios públicos. Situación que aún existen, aunque de diferentes maneras. Pero bueno, esto que es un infierno, que es una situación deplorable, en cierto sentido es un paraíso para un escritor por la cantidad de historias que produce. Por otro lado, en unas elecciones juegan un papel muy importante estas escisiones, estas diferencias, estos resentimientos. El racismo sigue jugando un papel fundamental en nuestra vida política, a pesar de que ha habido cierta mejoría. No sé cuál pueda ser el futuro de todo esto, pero creo que de una u otra manera, con más o menos traumas, ha habido más cambios en relación con este tema en los últimos años que en todos los siglos pasados.
¿Quién cree que gane las elecciones presidenciales del próximo año?
Bueno, las elecciones son como todo en la vida ¿no? No esperemos que gane el mejor sino el menos malo. Los políticos ya no pueden prometerlo todo porque la idea de una utopía ha desaparecido, la población ha perdido la inocencia y nadie le cree al político que está en plan de ofrecerlo todo. Yo creo que va a ganar Lourdes Flores (la candidata del Partido Popular Cristiano, grupo político afín al Partido Popular español), pero eso depende de ella.
¿Cree que o está realizando wishful thinking?
La verdad es que no tengo ninguna certeza. Hay una idea pública, creo yo, de que las mujeres son seres mucho más morales que los hombres. Y es verdad, creo que esa percepción común de que las mujeres roban menos, mienten menos, tienen mucho más corazón, más que los hombre y no en todos los casos, claro, no está demasiado descaminada. Y creo que lo que más le importa a la gente ahora, en el Perú y buena parte del mundo, es el tema de la honestidad, de la decencia. Por ahí, tiene ella buenas posibilidades. El problema es que una candidaturas como la suya puede tener dificultades en entrar en los sectores populares, andinos, necesitaría más colaboradores que puedan conectar con esa parte del país. El otro tema es la cuestión indígena y lo que puede suponer de apoyo a la candidatura de Ollanta Humala, una eventual victoria de Evo Morales en Bolivia. La política es como el amor ¿no?, la gente quiere alguien nuevo, no quiere repetir, no quiere seguir con la misma persona. El político tiene una relación casi erótica con la gente, el grado de intensidad, el contacto con el pueblo, con los votantes. La gente vota por alguien que se encuentra por encima de ella, no por alguien igual sino por alguien a quien vea por encima de uno mismo pero con quien cree que puede mantener una conversación. Quien logre dar esa imagen, probablemente ganará.
Volviendo al choque frontal entre las fuerzas públicas y las vidas privadas, las diferencias e injusticias sociales, que ha querido retratar en sus últimos dos libros ¿Cree que ese mostrar la injusticia es una de las misiones de la literatura?
Creo que la primera misión de un escritor es contar una historia. Eso es lo que me interesa a mí. Creo que contar historias es la manera más directa que tenemos de explorar a los seres humanos. No de ofrecer respuestas ni lecciones sino de hacernos nuevas preguntas sobre quiénes somos, cómo somos o qué hacemos cuando nos enfrentamos a tal experiencia o situación. Lo que me interesa no es hablar de tal o cual tema en general. A veces la gente me dice: "Tu novela trata de Sendero Luminoso" o "Tu novela trata de la sociedad peruana". Yo creo que las novelas nunca tratan sobre temas, tratan sobre ciertos individuos que tienen unas vidas específicas, particulares, y que toman diversos rumbos o direcciones, el hecho de que esos rumbos estén inscritos en un contexto reconocible claro que es importante, pero inicialmente las novelas son sobre individuos, sobre hombres y mujeres, no sobre temas generales.
¿Se encuentra trabajando ya en otra novela?
Sí, es una novela corta que no está relacionada mucho con el tema social. Cuenta la historia de dos mujeres de cuarenta y pocos años que se reencuentran veinticinco años después de haber salido del colegio. Una de ella era el punto de la clase, la chica de la que todos se burlaban, y la otra es una mujer joven muy exitosa, sexy, guapa. Entonces, la chica que sufría las burlas durante su época escolar le recrimina a la otra todo lo que pasó, y surge una relación muy fuerte, muy intensa entre ambas. No sé cuándo terminaré. Lo que ha pasado con el premio, que es una cosa que me ha honrado mucho y que agradezco, es que uno se mete en una serie de actividades y vive hacia fuera, en reuniones y contacto con la gente. Pero un escritor debe vivir hacia adentro, de lo contrario no puede escribir nada. Una de los secretos que tengo para escribir en Lima es que casi no tengo vida social, tengo una esposa que no gusta de ir a reuniones o cócteles, así que lejos de obligarme a asistir a diversos eventos, nos acostamos temprano y escribo muy temprano por la mañana, todo los días.
¿Francisco Lombardi está adaptando Grandes miradas al cine, cierto?
Sí, ya acabó el rodaje. Yo vi el guión escrito por Giovanna Pollarolo, que está muy bien, y estuve dos, tres veces en el rodaje de la película. La protagonista es una actriz, Melania Urbina, que está estupenda. El próximo año se estrenará en el Perú y espero aquí también. Se le ha cambiado el nombre, se llama Mariposa negra ahora.
1 5/12/2005 (Clubcultura.com) El historial reciente del Premio Herralde de Novela destaca por haber dado, o intentado dar, a conocer a un pequeño grupo de autores latinoamericanos que gozan de cierto éxito en sus países pero que hasta ese momento permanecían casi inadvertidos en la península. Así, el peruano Alonso Cueto, merecedor del galardón en su XXIII edición por La hora azul, viene a sumarse al argentino Alan Pauls y el mexicano Juan Villoro, ganadores en 2003 y 2004, respectivamente.
Cueto es autor de una docena de libros, que incluye novelas, colecciones de relatos y un par de libros de ensayos o artículos periodísticos. Anagrama editó este mismo 2005 su novela anterior, Grandes miradas, aparecida en el Perú dos años atrás y en la que podía verse ya ese acercamiento al conflictivo pasado reciente de la sociedad peruana, donde se incluyen el azote terrorismo de mano de Sendero Luminoso y la dictadura del ex presidente Fujimori, que Cueto realiza en La hora azul.
La hora azul narra la historia de Adrián Ormaechea, un exitoso abogado limeño que un buen día descubre el oscuro pasado de su padre, un militar retirado muerto recientemente. Adrián, tras tomar conciencia de los crímenes cometidos por su padre durante la guerra contra el terrorismo en el Ande peruano, decide investiga y seguir la pista de Miriam, una muchacha secuestrada por el general Ormaechea y de quien supuestamente éste se enamoró. Así, el protagonista de La hora azul se adentra en un estrecho y largo túnel del horror del que difícilmente podría salir sin heridas considerables. ClubCultura conversó con el autor.
¿Por qué utilizar una historia de amor para narrar el dramático episodio de la guerra contra el terrorismo en el Perú reciente?
Mira, yo creo que hay episodios en la vida de las personas que son los que muestran cómo son, esencialmente, los seres humanos, que desencadenan una serie de emociones latentes que sólo aparecen en esos casos. Básicamente tienen que ver con las crisis de revelación interior en los traumas o los hechos inesperados. Entonces, este personaje que va en busca de un pasado desconocido dentro de su familia, que descubre el mal oculto hasta entonces escamoteado en su vida, está realizando, a través de esa de pesquisa detectivesca tras esta mujer, también un viaje interior, hacia el fondo de sí mismo. Una de las ideas asociadas al libro es que muchas de las personas que en una sociedad se sienten separadas unas de las otras en el fondo están unidas a esos sectores, lo mismo ocurre al interior de las familias. Así que Adrián, quien se siente tan separado de su padre, al que considera tosco o grosero, y que también se sienten separado de las clases sociales distintas a la suya, a través de este viaje va descubriendo que se haya mucho más cerca de todo eso de lo que él pensaba. Y en esta historia de amor, la historia de la relación con Miriam, donde repite en cierto modo la historia de su padre, hay una forma de identificación.
Con La hora azul y antes con Grandes miradas (Anagrama, 2005) ha dado una especie de giro con respecto a su obra anterior, en la que se interesaba más por temas íntimos, una literatura carveriana para llamarla de alguna forma, mientras que en estas dos últimas novelas pasa a tratar historias donde el tema central son ciudadanos enfrentados a la cosa pública ¿Fue una decisión consciente, cómo llegó a ello?
Es verdad, tiene razón. Uno se da cuenta de las cosas a veces a posteriori. Mira, lo que pasa es que yo viví un tiempo fuera, luego regresé al Perú, ahora hace 20 años de eso, y durante mucho tiempo la realidad peruana me interesaba relativamente, me interesaba más vivir en el mundo de la lectura. Pero ya a partir de un libro mío que se llama Pálido cielo (Peisa, 1998), empieza a aparecer esta realidad opresiva, llena de conflictos, de diferencias, característica de la sociedad peruana. En cierto modo, el Perú es un paraíso para un escritor porque es un mundo que está en tensión permanente, un país donde conviven gentes de distintas culturas, etnias, clases sociales, en un estado de conflicto que a veces se manifiesta como en la época de Sendero Luminoso y que a veces no se manifiesta, pero sigue ahí, latente. Todas las realidades conflictivas son realidades que crean historias, que producen historias, las historias siempre surgen de los conflictos, de las diferencias, de los contrates, si viviéramos en un mundo totalmente armónico no habría historias o serían historias muy aburridas. Entonces esta presión de la realidad peruana que te carga con historias es un poco la razón de esa mayor presencia de lo público en los dos últimos libros. En Grandes miradas, por ejemplo, me interesaba la política como un teatro de identidades, qué papel jugaban personajes como Montesinos o Fujimori en la vida de los peruanos. Es una dirección que de alguna manera he tomado de forma un poco inconsciente, no creo que ningún escritor esté obligado a representar la realidad de su país por compromiso, ni mucho menos.
Lo curioso es que no es su caso exclusivamente, ni siquiera se puede circunscribir únicamente al panorama de la literatura peruana. En general, la literatura de principios de los noventa, en Latinoamérica y quizá en el resto del mundo, era mucho más optimista, coincide con una época de aparente bonanza económica en los países latinoamericanos, con cierta esperanza por de una vez por todas dejar atrás el subdesarrollo y ello derivó en una narrativa que miraba sobre todo a los conflictos íntimos, a las relaciones interpersonales. Sin embargo, hacia finales de esa década y principios del nuevo siglo, coincidiendo con el crack argentino, con el desenmascaramiento de la dictadura fujimorista en el Perú, etc, vuelve a aparecer lo público, la cuestión política en la literatura…
Yo te diría, además, que las sociedades, ya no sólo los escritores, se han vuelto a interesar en lo política, en el tema del compromiso. Hay un tema que ha resurgido que es la preocupación moral, el factor moral vuelve a calar muy hondo. El tema de la corrupción en América Latina es un tema muy sensible y me parece que las sociedades latinoamericanas no se resignan ya a dictadores, a actores políticos capaces de cualquier cosa. Creo que hoy en día sería imposible que haya una dictadura como la de Somoza, la de Trujillo o la de Rojas Pinilla en América Latina. No sólo por el desarrollo de los medios de comunicación, el periodismo de investigación y otra serie de factores sino por un repudio social.
Pero sí fue posible una dictadura como la de Fujimori…
Así es, pero era una dictadura distinta, que manejaba otros medios. Y aún así tuvo una duración efímera justamente porque creó los instrumentos para su propia desaparición. Esa dictadura controlaba a jueces, periodistas, a través del soborno y los vídeos de esos sobornos, y justamente ese instrumento de control –esos vídeos— supuso el instrumento de su perdición. La tecnología hoy en día se haya en manos de cualquiera, ya no es un elemento cuyo uso detenta exclusivamente el poder.
¿Consideraría a Grandes miradas y La hora azul novelas políticas?
No, creo que son novelas sobre la gente que ha sufrido los efectos de la política, los protagonistas no son políticos sino sus víctimas, en todo caso. Lo que tienen en común, creo, es ver cómo el juego de los grandes políticos afecta a la gente sencilla. Ese es el tema que me interesa más. Porque lo que me interesa de la política, lo que nos interesa a todos, es ver cómo nos afecta directamente. Hubo sí una generación de novelas latinoamericanas dedicadas a que los protagonistas fueran los dictadores, Señor Presidente, Yo, el supremo, etc.
Le hice la misma pregunta a Salman Rushdie semanas atrás respecto a Shalimar, el payaso y respondió que lo que a él le interesaba era mostrar que vivimos en un mundo en que la política es inseparable de la vida privada, donde la vida privada se ve constantemente bombardeada por lo público…
Claro, lo que ocurre es que la gente sencilla se haya en la peor de las situaciones porque su vida depende en muchos casos de los designios de gente que no conoce y que se haya a kilómetros de distancia.
Bueno, pero en eso se fundamenta la democracia representativa, no es que sea un designio fatalista, lo que ocurre es que no existen instituciones sólidas en países como el Perú…
Lo que pasa es que en nuestros países la democracia se reduce a votar una vez cada cierto tiempo, la gente que se haya alejada de la ciudad no tiene ningún contacto con sus autoridades, ninguna relación con los congresistas que elige, no puede ni siquiera ir a la estación de policía con un mínimo confianza, al menos en lo que respecta a las clases populares. La relación de un grueso de la población con las autoridades, más allá del voto, es nula. Yo entiendo que entonces hay un resentimiento profundo y una sensación de olvido. Y por otro lado, muchas veces la gente en América Latina espera que venga el gobierno como una especie de figura paternal a solucionar todos los problemas. Esa es una cosa que viene desde la Colonia, porque en ese entonces todo dependía de la Corona, y esa sensación paternalista ha sobrevivido. Conozco mucha gente en América Latina que dice que el gobierno no los ayuda, no hace, cuando debieran quizá ser ellos los que hagan algo.
Bueno, pero esa idea de papá Estado no es algo exclusivo de nuestros países ni su único antecedente es la Colonia. España, durante el franquismo, vivió una situación similar y en Alemania del Este todavía podemos verlo, sería más bien un resabio de las utopías totalizadoras o las dictaduras…
Sí, es verdad. Lo importante, creo, es crear sociedades fuertes, instituciones fuertes que resistan el paso de los gobiernos, que incluso estén en condiciones de resistir que los gobiernos puedan ser mediocres.
¿Cómo fue el proceso de investigación para La hora azul?
Hace unos cuatros años, almorzando con Ricardo Uceda, mientras se encontraba investigando para su libro Muerte en el Pentagonito (finalista de la edición 2005 del Ulysses Award, premio al mejor libro-reportaje de investigación), él me contó varias historias de la guerra sucia contra el terrorismo, algunas muy interesantes, pero una de ellas fue la historia de un general que había tenido a una prisionera como conviviente y que posiblemente se había enamorado de ella. Esto ocurrió en el cuartel de Los Cabitos, en Ayacucho, yo para el libro lo trasladé a Huanta. Pero bueno, una noche el general salió y dos oficiales, como la chica era muy guapa, la sacaron y empezaron a beber con ella, en un momento les golpeó la cabeza y se escapó. La chica vino a Lima, trabajó como empleada doméstica, etc. Ricardo había logrado contactar con ella. Esa historia me quedó muy fresca en la memoria durante los días siguientes y en un momento decidí que podía inventar la historia de alguien que años después descubriese estos hechos y que podía ser un abogado hijo de este militar. A través de una serie de averiguaciones con amigos y conocidos, fui a San Juan de Lurigancho, que es una comunidad en Lima donde vive muchos inmigrantes de la sierra, incluso hay un barrio que se llama Huanta Dos, hablé con mucha gente y luego fui a Ayacucho. Hice un poco lo que hace el personaje del libro. Tomé muchas fotos, hablé con gente en Huanta y Ayacucho. Inicialmente, esas fotos iban a aparecer en el libro. Me sirvieron mucho mientras escribía, fotos del cuartel militar, la plaza de armas de ambos lugares, el camino por donde huye Miriam. Me interesaba mucho reproducir visualmente los escenarios, me interesa mucho la literatura de escritores muy visuales como Henry James o Hemingway. Leí mucho sobre esa época y también fue muy importante ir a diario durante un tiempo a la exposición de imágenes y documentos de la Comisión de la Verdad. Llegué a conocer muchos casos, de víctimas y torturadores. Por ejemplo, como sabes hay un método de tortura que consiste en sumergir al prisionero en una tina, pues había un oficial del ejército que era experto en calcular cuánto podía durar cada persona bajo el agua, tan sólo viéndola. O el caso de Georgina Gamboa, una mujer que declaró ante la Comisión de la Verdad que había sido violada por siete sinchis (comando especial del ejército peruano) y que había resultado embarazada, en ese momento, su hija que estaba al lado se enteró que era hija de esas violaciones. U otro chico al que los senderistas le echaron gasolina para que se incinerara a la luz del sol. Historias muy violentas que me impresionaron muchísimo, un poco lo que quise con el libro fue intentar transmitir esa impresión.
En la entrevista que le comentaba con Rushdie, me dijo que creía que una de las grandes preguntas que debe responder un escritor es: ¿Cómo escribir el horror de forma que sea soportable para uno mientras escribe y para el lector mientras lee, pero que en esa traslación no se le reste verdad? ¿Cómo se enfrentó usted a eso?
Tiene razón, está bien lo que dice Rushdie. Yo creo que el horror es una puerta de entrada, una vía de conocimiento hacia el otro lado de los seres humanos. El horror es una vía de acceso hacia lo esencial que hay en un ser humano. Creo que una persona nunca sabe la capacidad que tiene para la crueldad, para la violencia, para el sadismo, para soportarlos o ejercerlos, hasta que se encuentra en la situación donde esto ocurre. Creo que el horror, como el amor, es una fuente de revelación de lo fundamental, lo esencial de los seres humanos. Uno de los temas que más me interesan en la literatura es perseguir estas vías de acceso en las conductas para ver cuáles son los límites del horror. Cuando estos oficiales del ejército van a Ayacucho no parecen especialmente violentos, no son tipos especialmente crueles, pero estando en un contexto de violencia tal sacan a la luz unas identidades hasta entonces escondidas, muestras del horror en estado de pureza. Ahora, de una u otra manera, la literatura, que tiene unas pretensiones formales o estéticas, siempre nos distancia del horror, porque el horror en estado puro no tiene nada de estético. El escritor siempre quiere ofrecer un producto estético, una verdad sí, pero una verdad revestida de forma. Y esa forma, de una u otra manera, siempre nos distancia del horror. Sin embargo, una de las formas de entrar en esa matriz del horror, el espanto, es el arte, la literatura.
Decía minutos atrás que esa quiebra social que fue una de las causas de esa guerra que vivió el Perú durante tantos años, todavía se encontraba ahí y que sigue siendo una constante generadora de tensiones ¿Cómo lo ve hoy en día que el Perú se haya pronto a unas elecciones presidenciales y en que algunos candidatos hacen bandera de esa quiebra y esos resentimientos?
Lo que pasa es que el Perú ha vivido siempre en un estado de fractura social. No es una fractura que surge con la Conquista, es una fractura anterior que podía verse ya en las diferencias y conflictos entre culturas, etnias, anteriores al Imperio Inca. Creo yo que esa tensión, por un lado, ha creado un gran arte. No sé cuáles sean todas las condiciones para la creación artística, pero posiblemente una de ellas sea vivir en ese estado de confrontación con la muerte, con la violencia. Pero lo que es un hecho es que es una sociedad que ha vivido una serie de escisiones y contrastes hasta el día de hoy, aún cuando hoy es un país mucho más integrado de lo que era hace cincuenta años. Por ejemplo, mi madre me contaba que cuando era niña, en el malecón de Barranco había tres filas de personas: los de clase alta caminaban al lado del mar, los de clase media un poco más alejado y los de clases más bajas aún más alejados. O sea que existían unas divisiones culturales, sociales, en los espacios públicos. Situación que aún existen, aunque de diferentes maneras. Pero bueno, esto que es un infierno, que es una situación deplorable, en cierto sentido es un paraíso para un escritor por la cantidad de historias que produce. Por otro lado, en unas elecciones juegan un papel muy importante estas escisiones, estas diferencias, estos resentimientos. El racismo sigue jugando un papel fundamental en nuestra vida política, a pesar de que ha habido cierta mejoría. No sé cuál pueda ser el futuro de todo esto, pero creo que de una u otra manera, con más o menos traumas, ha habido más cambios en relación con este tema en los últimos años que en todos los siglos pasados.
¿Quién cree que gane las elecciones presidenciales del próximo año?
Bueno, las elecciones son como todo en la vida ¿no? No esperemos que gane el mejor sino el menos malo. Los políticos ya no pueden prometerlo todo porque la idea de una utopía ha desaparecido, la población ha perdido la inocencia y nadie le cree al político que está en plan de ofrecerlo todo. Yo creo que va a ganar Lourdes Flores (la candidata del Partido Popular Cristiano, grupo político afín al Partido Popular español), pero eso depende de ella.
¿Cree que o está realizando wishful thinking?
La verdad es que no tengo ninguna certeza. Hay una idea pública, creo yo, de que las mujeres son seres mucho más morales que los hombres. Y es verdad, creo que esa percepción común de que las mujeres roban menos, mienten menos, tienen mucho más corazón, más que los hombre y no en todos los casos, claro, no está demasiado descaminada. Y creo que lo que más le importa a la gente ahora, en el Perú y buena parte del mundo, es el tema de la honestidad, de la decencia. Por ahí, tiene ella buenas posibilidades. El problema es que una candidaturas como la suya puede tener dificultades en entrar en los sectores populares, andinos, necesitaría más colaboradores que puedan conectar con esa parte del país. El otro tema es la cuestión indígena y lo que puede suponer de apoyo a la candidatura de Ollanta Humala, una eventual victoria de Evo Morales en Bolivia. La política es como el amor ¿no?, la gente quiere alguien nuevo, no quiere repetir, no quiere seguir con la misma persona. El político tiene una relación casi erótica con la gente, el grado de intensidad, el contacto con el pueblo, con los votantes. La gente vota por alguien que se encuentra por encima de ella, no por alguien igual sino por alguien a quien vea por encima de uno mismo pero con quien cree que puede mantener una conversación. Quien logre dar esa imagen, probablemente ganará.
Volviendo al choque frontal entre las fuerzas públicas y las vidas privadas, las diferencias e injusticias sociales, que ha querido retratar en sus últimos dos libros ¿Cree que ese mostrar la injusticia es una de las misiones de la literatura?
Creo que la primera misión de un escritor es contar una historia. Eso es lo que me interesa a mí. Creo que contar historias es la manera más directa que tenemos de explorar a los seres humanos. No de ofrecer respuestas ni lecciones sino de hacernos nuevas preguntas sobre quiénes somos, cómo somos o qué hacemos cuando nos enfrentamos a tal experiencia o situación. Lo que me interesa no es hablar de tal o cual tema en general. A veces la gente me dice: "Tu novela trata de Sendero Luminoso" o "Tu novela trata de la sociedad peruana". Yo creo que las novelas nunca tratan sobre temas, tratan sobre ciertos individuos que tienen unas vidas específicas, particulares, y que toman diversos rumbos o direcciones, el hecho de que esos rumbos estén inscritos en un contexto reconocible claro que es importante, pero inicialmente las novelas son sobre individuos, sobre hombres y mujeres, no sobre temas generales.
¿Se encuentra trabajando ya en otra novela?
Sí, es una novela corta que no está relacionada mucho con el tema social. Cuenta la historia de dos mujeres de cuarenta y pocos años que se reencuentran veinticinco años después de haber salido del colegio. Una de ella era el punto de la clase, la chica de la que todos se burlaban, y la otra es una mujer joven muy exitosa, sexy, guapa. Entonces, la chica que sufría las burlas durante su época escolar le recrimina a la otra todo lo que pasó, y surge una relación muy fuerte, muy intensa entre ambas. No sé cuándo terminaré. Lo que ha pasado con el premio, que es una cosa que me ha honrado mucho y que agradezco, es que uno se mete en una serie de actividades y vive hacia fuera, en reuniones y contacto con la gente. Pero un escritor debe vivir hacia adentro, de lo contrario no puede escribir nada. Una de los secretos que tengo para escribir en Lima es que casi no tengo vida social, tengo una esposa que no gusta de ir a reuniones o cócteles, así que lejos de obligarme a asistir a diversos eventos, nos acostamos temprano y escribo muy temprano por la mañana, todo los días.
¿Francisco Lombardi está adaptando Grandes miradas al cine, cierto?
Sí, ya acabó el rodaje. Yo vi el guión escrito por Giovanna Pollarolo, que está muy bien, y estuve dos, tres veces en el rodaje de la película. La protagonista es una actriz, Melania Urbina, que está estupenda. El próximo año se estrenará en el Perú y espero aquí también. Se le ha cambiado el nombre, se llama Mariposa negra ahora.
viernes, diciembre 16, 2005
Jens Galschiot: el arte para la discusión
Galschiot
L ondres, Inglaterra. (BBCMundo.com) Una vaca muerta, una mujer obesa y veinte muchachos hambrientos son, entre otros, los elementos incluidos en la obra del controvertido artista danés Jens Galschiot que se va a exponer en el marco de la próxima reunión de la Organización Mundial del Comercio, el 13 de diciembre en Hong Kong.
El escultor dice estar comprometido con concienciar sobre las desigualdades del mundo de hoy y utilizar el arte como vehículo de discusión.
Glashiot es capaz de reír de si mismo acepta sin reproches lo singular de su arte, no teme a ser catalogado de loco, machista, izquierdista o capitalista.
Ha estado en otras reuniones del Banco Mundial, expuso en Brasil en Chiapas y en el zócalo de Ciudad de México, donde fue detenido por las autoridades.
En 1997, en Hong Kong, expuso la Columna de la Infamia, una escultura de ocho metros, de más de cincuenta humanos muertos uno encima de otro, en conmemoración de la masacre de Tiananmen en Beijing 1989.
Su mensaje: el rechazo a la injusticia y la creación de una conciencia sobre las desigualdades en el mundo.
Jen Galschiot le contó a BBC Mundo sobre sus esculturas y sus próximas instalaciones de la OMC en Hong Kong. A continuación su testimonio.
Nunca planee convertirme en una artista, simplemente sucedió. Trabaje como platero por muchos años, un día mis joyas de plata se empezaron a hacer más y más grandes y de pronto un día estaba haciendo esculturas.
Mi trabajo se enfoca en hacer conciencia de lo desequilibrado que es el mundo hoy. Estas desigualdades están destruyendo mi cultura, la civilización y quiero que la gente entienda sobre las consecuencias.
Yo no soy político, me aburren los partidos tradicionales. En Dinamarca, yo soy una suerte de capitalista, tengo un taller de 7 mil metros cuadrados, los millonarios compran mi arte, poseo y rento casas.
Es extraño porque mucha gente pensaría que el trabajo que hago es el de un activista de izquierda. Pero más que izquierdista, capitalista o político yo creo que soy cristiano. No me gusta la gente pobre, no me gusta que haya pobreza. Es una catástrofe que la gente esté muriendo de hambre.
Yo me puedo estar matando de gula y a tan solo dos horas de vuelo de aquí la gente muere de hambre. Me enferma vivir en este tipo de mundo y esta frustración es lo que describo en mis esculturas. En ese sentido, ¿qué importa si mis esculturas son izquierdistas o políticas? La verdad no importa.
Quizás el arte no cambia el mundo pero quizás cambia a alguna gente que va a cambiar el mundo mas tarde.
El arte es una forma de comunicarse. Yo quiero crear imágenes en la mente de la gente y quiero que cuando vean esta cumbre de Hong Kong y vean mi vaca, mis instalaciones, se den cuenta de como es el mundo.
Yo creo que mi arte es universal. Yo se que la gente en Latinoamérica ve mi arte como yo, solo que lo ven desde su punto de vista.
La OMC es una organización importante. El comercio tiene muchos problemas, nosotros los ricos tratamos de proteger nuestro mercado, subsidiamos demasiado y así el tercer mundo no puede exportar.
Yo voy a tratar de adoptar y defender el punto de vista del tercer mundo en este encuentro.
Una vaca, una mujer gorda, y veinte jóvenes hambrientos. Yo creo que el arte es un poquito loco, pero eso es algo bueno.
Yo quiero impactar, quiero que la gente se de cuenta del mundo en que vivimos. Cada vaca en el primer mundo obtiene US$850 por parte del gobierno y creo que es una locura, es una mala broma que una vaca reciba ese dinero.
Ahora, si yo pongo a un lado de la balanza una vaca y del otro cinco negros, la gente va a darse cuenta cual es la prioridad del primer mundo. Aquí, preferimos a la vaca, nosotros subsidiamos a la vaca pero no a la gente pobre. Eso es un mundo loco.
Yo quiero que la gente se detenga y piense. Si la gente ignora mi arte, yo me he equivocado, no he hecho mi trabajo bien, si alguien viene a ver mi trabajo tiene que pensar y discutir lo que sucede en el mundo.
En Hong Kong quiero hablar de cómo usar el arte como medio de discusión. La idea es dialogar a un diferente nivel. Quiero mostrar como usar a la cultura para dialogar. Esto no es política. A veces me enfoco en un problema especifico.
En México por ejemplo, en Acteal, donde mataron a 45 indígenas, expuse la Columna de la Infamia. Quería destacar la muerte de los indígenas. Hicimos mucho ruido, la cobertura de los medios fue amplia. Pusimos la columna en la plaza principal, la mitad del país supo lo que sucedía, entonces sí hablamos de un medio de discusión efectivo.
La escultura está aún erigida en Acteal en Chiapas y todos los 22 de diciembre los indígenas conmemoran otros aniversario de la masacre alrededor de la escultura.
En la próxima reunión de la OMC, espero de verdad que el mundo rico disminuya algo de los subsidios en la agricultura. Una de las únicas formas de lograr un balance en el mercado es reduciendo esos subsidios.
L ondres, Inglaterra. (BBCMundo.com) Una vaca muerta, una mujer obesa y veinte muchachos hambrientos son, entre otros, los elementos incluidos en la obra del controvertido artista danés Jens Galschiot que se va a exponer en el marco de la próxima reunión de la Organización Mundial del Comercio, el 13 de diciembre en Hong Kong.
El escultor dice estar comprometido con concienciar sobre las desigualdades del mundo de hoy y utilizar el arte como vehículo de discusión.
Glashiot es capaz de reír de si mismo acepta sin reproches lo singular de su arte, no teme a ser catalogado de loco, machista, izquierdista o capitalista.
Ha estado en otras reuniones del Banco Mundial, expuso en Brasil en Chiapas y en el zócalo de Ciudad de México, donde fue detenido por las autoridades.
En 1997, en Hong Kong, expuso la Columna de la Infamia, una escultura de ocho metros, de más de cincuenta humanos muertos uno encima de otro, en conmemoración de la masacre de Tiananmen en Beijing 1989.
Su mensaje: el rechazo a la injusticia y la creación de una conciencia sobre las desigualdades en el mundo.
Jen Galschiot le contó a BBC Mundo sobre sus esculturas y sus próximas instalaciones de la OMC en Hong Kong. A continuación su testimonio.
Nunca planee convertirme en una artista, simplemente sucedió. Trabaje como platero por muchos años, un día mis joyas de plata se empezaron a hacer más y más grandes y de pronto un día estaba haciendo esculturas.
Mi trabajo se enfoca en hacer conciencia de lo desequilibrado que es el mundo hoy. Estas desigualdades están destruyendo mi cultura, la civilización y quiero que la gente entienda sobre las consecuencias.
Yo no soy político, me aburren los partidos tradicionales. En Dinamarca, yo soy una suerte de capitalista, tengo un taller de 7 mil metros cuadrados, los millonarios compran mi arte, poseo y rento casas.
Es extraño porque mucha gente pensaría que el trabajo que hago es el de un activista de izquierda. Pero más que izquierdista, capitalista o político yo creo que soy cristiano. No me gusta la gente pobre, no me gusta que haya pobreza. Es una catástrofe que la gente esté muriendo de hambre.
Yo me puedo estar matando de gula y a tan solo dos horas de vuelo de aquí la gente muere de hambre. Me enferma vivir en este tipo de mundo y esta frustración es lo que describo en mis esculturas. En ese sentido, ¿qué importa si mis esculturas son izquierdistas o políticas? La verdad no importa.
Quizás el arte no cambia el mundo pero quizás cambia a alguna gente que va a cambiar el mundo mas tarde.
El arte es una forma de comunicarse. Yo quiero crear imágenes en la mente de la gente y quiero que cuando vean esta cumbre de Hong Kong y vean mi vaca, mis instalaciones, se den cuenta de como es el mundo.
Yo creo que mi arte es universal. Yo se que la gente en Latinoamérica ve mi arte como yo, solo que lo ven desde su punto de vista.
La OMC es una organización importante. El comercio tiene muchos problemas, nosotros los ricos tratamos de proteger nuestro mercado, subsidiamos demasiado y así el tercer mundo no puede exportar.
Yo voy a tratar de adoptar y defender el punto de vista del tercer mundo en este encuentro.
Una vaca, una mujer gorda, y veinte jóvenes hambrientos. Yo creo que el arte es un poquito loco, pero eso es algo bueno.
Yo quiero impactar, quiero que la gente se de cuenta del mundo en que vivimos. Cada vaca en el primer mundo obtiene US$850 por parte del gobierno y creo que es una locura, es una mala broma que una vaca reciba ese dinero.
Ahora, si yo pongo a un lado de la balanza una vaca y del otro cinco negros, la gente va a darse cuenta cual es la prioridad del primer mundo. Aquí, preferimos a la vaca, nosotros subsidiamos a la vaca pero no a la gente pobre. Eso es un mundo loco.
Yo quiero que la gente se detenga y piense. Si la gente ignora mi arte, yo me he equivocado, no he hecho mi trabajo bien, si alguien viene a ver mi trabajo tiene que pensar y discutir lo que sucede en el mundo.
En Hong Kong quiero hablar de cómo usar el arte como medio de discusión. La idea es dialogar a un diferente nivel. Quiero mostrar como usar a la cultura para dialogar. Esto no es política. A veces me enfoco en un problema especifico.
En México por ejemplo, en Acteal, donde mataron a 45 indígenas, expuse la Columna de la Infamia. Quería destacar la muerte de los indígenas. Hicimos mucho ruido, la cobertura de los medios fue amplia. Pusimos la columna en la plaza principal, la mitad del país supo lo que sucedía, entonces sí hablamos de un medio de discusión efectivo.
La escultura está aún erigida en Acteal en Chiapas y todos los 22 de diciembre los indígenas conmemoran otros aniversario de la masacre alrededor de la escultura.
En la próxima reunión de la OMC, espero de verdad que el mundo rico disminuya algo de los subsidios en la agricultura. Una de las únicas formas de lograr un balance en el mercado es reduciendo esos subsidios.
Ediciones Sin Nombre cumple diez años
José María Espinasa. (Foto: Braulio Tenorio)
Óscar Enrique Ornelas
C iudad de México. México. Viernes, 16 de diciembre de 2005 (EL FINANCIERO). Ediciones Sin Nombre cumple diez años en el mercado editorial. Ha publicado 200 títulos, y forma parte de la Alianza de Editores Independientes que pugna por el precio fijo y por convencer a los libreros para que exhiban sus colecciones. José María Espinasa nos cuenta la azarosa vida de una editorial pequeña.
Ediciones Sin Nombre tiene en su catálogo a Tomás Segovia y publica al desaparecido escritor chihuahuense Javier Gardea, un hombre que nunca se preocupó por promoverse en el pequeño círculo infernal de la literatura, como lo calificaba Augusto Monterroso. Ediciones Sin Nombre, explica José María Espinasa, ha logrado reunir "una muestra interesante" de la literatura mexicana contemporánea, pero aún tiene que luchar para que los libreros, especie en proceso de extinción, exhiban sus títulos.
«Ediciones Sin Nombre surgió hace diez años con el propósito de publicar libros de ensayo -señala Espinasa-. Nunca creí que fuéramos a durar tanto. Publicamos 20 libros por año y, sólo en 2005, hemos reeditado los de Tomás Segovia con motivo del Premio Juan Rulfo que le dieron en la FIL de Guadalajara. La reedición es lo que le permite crecer a una editorial. Mientras tú no reedites es muy difícil funcionar. Dependemos de las coediciones, de los apoyos y de las becas. En tres ocasiones obtuvimos la beca de coinversiones del Conaculta. De no ser por eso, ya habríamos desaparecido».
¿Cuáles son los objetivos de la Alianza de Editores Independientes de la que su editorial forma parte?
El gran problema para editoriales como Ediciones Sin Nombre, pero también para el mundo editorial en general, es que hay muy pocas librerías. Y las que existen generalmente no aceptan tus libros. Esto da como resultado que no tengamos contacto con el lector, algo básico en nuestro caso. Las librerías siguen una política suicida. Están muy metidas en el descuento, que ya es una tontería.
Pero el descuento fue el gran hallazgo del desaparecido Mauricio Achar y sus librerías Gandhi.
Yo creo que fue una receta que funcionó hace 30 años. Con el tiempo quizás veremos que fue una política más perjudicial que beneficiosa. Someter la lectura a los descuentos hizo que, en general, se compraran menos libros. El lector se acostumbró a ir a donde venden más barato, y libro que no compras en el momento que se te antoja leerlo, ya nunca lo adquieres. Las librerías mexicanas, y en general las librerías del mundo, tienen que cambiar sus políticas. Deberían empezar por exhibir nuestros libros. La Alianza de Editores Independientes, que agrupa a 14 editoriales, 11 de México y tres de Guadalajara, tiene en su conjunto un catálogo de mil 500 títulos. Dicen que no se venden, pero no se venden porque no los exhiben. La Alianza se fundó, precisamente, para poder entablar un diálogo con los libreros y los distribuidores. Es muy curioso que los libreros no confíen en los lectores. Confían en la publicidad, en los grandes nombres y, desde luego, en la autoayuda y el esoterismo.
También en los contenedores adquiridos en las ferias de negocios.
Exactamente. En el libro por kilo, no por contenido. Esto crea una situación bastante crítica para los editores independientes. Paradójicamente, México es el país con más ferias del libro del mundo. Hay de todo tipo: de parques, de camellones, de municipios, de entradas al metro. Nosotros nos hemos centrado en acudir a la de Minería, la de Guadalajara y la que organizamos los editores independientes. A principios de este año, la pusimos en las instalaciones de la Unidad del Bosque de Chapultepec. Nos fue bastante bien, pero ahora queremos hacerla en un lugar de mejor acceso. El trabajo principal de la Alianza consiste en convencer a los libreros de que nuestros libros no venden 100 ejemplares en un día, pero a lo mejor venden más en un año que los títulos comerciales. Además, el lector de Edicio- nes Sin Nombre, El Ermitaño, o cualquiera de las editoriales independientes, se lleva más cosas. Para los libreros también es negocio. Hemos tratado de demostrarles que en diez años ha sido posible reunir un catálogo atractivo, que cuenta con autores de cierto nombre como Segovia, Gardea, Moreno Durán o Esther Seligson. Las siete novelas de Gardea que circulan actualmente las tiene Ediciones Sin Nombre. Es un ejemplo del espacio que vamos ganando.
¿Ya lograron algo con los libreros?
En algunos casos sí, en otros no. Hemos tenido buena recepción en el Fondo de Cultura Económica. También estamos en pláticas con la cadena Educal, con Gandhi y con El Péndulo. Es complicado. No es algo que se pueda lograr de la noche a la mañana. Nosotros teníamos la esperanza de que el Congreso aprobara la Ley del Libro. En México urge que se legisle el precio fijo. Eso permitiría que las editoriales mexicanas pequeñas tuvieran un crecimiento adecuado. La idea es que el costo de un libro sea el mismo aquí, en Mérida o en Tijuana. A mediano plazo, esto puede traer consigo que el libro baje de precio. Para cubrir el descuento al librero, los editores tienen que subir el precio. Si cuesta 100, y le vas a dar al librero un descuento del 30 por ciento, lo tienes que vender a 150. El descuento es una ficción costosa.
¿Cómo hacer para que los autores confíen en Ediciones Sin Nombre?
En el caso de Segovia, yo había sido su editor desde los años ochenta, en la Universidad Autónoma Metropolitana. Desde el principio, Segovia tuvo claro que trabajar con nosotros no le iba a dar mucha proyección. Pero confió en el proyecto editorial. Lo mismo ocurrió con Gardea. Cuando murió de manera tan inesperada, hablé con su hijo Iván y continuamos publicándolo.
Óscar Enrique Ornelas
C iudad de México. México. Viernes, 16 de diciembre de 2005 (EL FINANCIERO). Ediciones Sin Nombre cumple diez años en el mercado editorial. Ha publicado 200 títulos, y forma parte de la Alianza de Editores Independientes que pugna por el precio fijo y por convencer a los libreros para que exhiban sus colecciones. José María Espinasa nos cuenta la azarosa vida de una editorial pequeña.
Ediciones Sin Nombre tiene en su catálogo a Tomás Segovia y publica al desaparecido escritor chihuahuense Javier Gardea, un hombre que nunca se preocupó por promoverse en el pequeño círculo infernal de la literatura, como lo calificaba Augusto Monterroso. Ediciones Sin Nombre, explica José María Espinasa, ha logrado reunir "una muestra interesante" de la literatura mexicana contemporánea, pero aún tiene que luchar para que los libreros, especie en proceso de extinción, exhiban sus títulos.
«Ediciones Sin Nombre surgió hace diez años con el propósito de publicar libros de ensayo -señala Espinasa-. Nunca creí que fuéramos a durar tanto. Publicamos 20 libros por año y, sólo en 2005, hemos reeditado los de Tomás Segovia con motivo del Premio Juan Rulfo que le dieron en la FIL de Guadalajara. La reedición es lo que le permite crecer a una editorial. Mientras tú no reedites es muy difícil funcionar. Dependemos de las coediciones, de los apoyos y de las becas. En tres ocasiones obtuvimos la beca de coinversiones del Conaculta. De no ser por eso, ya habríamos desaparecido».
¿Cuáles son los objetivos de la Alianza de Editores Independientes de la que su editorial forma parte?
El gran problema para editoriales como Ediciones Sin Nombre, pero también para el mundo editorial en general, es que hay muy pocas librerías. Y las que existen generalmente no aceptan tus libros. Esto da como resultado que no tengamos contacto con el lector, algo básico en nuestro caso. Las librerías siguen una política suicida. Están muy metidas en el descuento, que ya es una tontería.
Pero el descuento fue el gran hallazgo del desaparecido Mauricio Achar y sus librerías Gandhi.
Yo creo que fue una receta que funcionó hace 30 años. Con el tiempo quizás veremos que fue una política más perjudicial que beneficiosa. Someter la lectura a los descuentos hizo que, en general, se compraran menos libros. El lector se acostumbró a ir a donde venden más barato, y libro que no compras en el momento que se te antoja leerlo, ya nunca lo adquieres. Las librerías mexicanas, y en general las librerías del mundo, tienen que cambiar sus políticas. Deberían empezar por exhibir nuestros libros. La Alianza de Editores Independientes, que agrupa a 14 editoriales, 11 de México y tres de Guadalajara, tiene en su conjunto un catálogo de mil 500 títulos. Dicen que no se venden, pero no se venden porque no los exhiben. La Alianza se fundó, precisamente, para poder entablar un diálogo con los libreros y los distribuidores. Es muy curioso que los libreros no confíen en los lectores. Confían en la publicidad, en los grandes nombres y, desde luego, en la autoayuda y el esoterismo.
También en los contenedores adquiridos en las ferias de negocios.
Exactamente. En el libro por kilo, no por contenido. Esto crea una situación bastante crítica para los editores independientes. Paradójicamente, México es el país con más ferias del libro del mundo. Hay de todo tipo: de parques, de camellones, de municipios, de entradas al metro. Nosotros nos hemos centrado en acudir a la de Minería, la de Guadalajara y la que organizamos los editores independientes. A principios de este año, la pusimos en las instalaciones de la Unidad del Bosque de Chapultepec. Nos fue bastante bien, pero ahora queremos hacerla en un lugar de mejor acceso. El trabajo principal de la Alianza consiste en convencer a los libreros de que nuestros libros no venden 100 ejemplares en un día, pero a lo mejor venden más en un año que los títulos comerciales. Además, el lector de Edicio- nes Sin Nombre, El Ermitaño, o cualquiera de las editoriales independientes, se lleva más cosas. Para los libreros también es negocio. Hemos tratado de demostrarles que en diez años ha sido posible reunir un catálogo atractivo, que cuenta con autores de cierto nombre como Segovia, Gardea, Moreno Durán o Esther Seligson. Las siete novelas de Gardea que circulan actualmente las tiene Ediciones Sin Nombre. Es un ejemplo del espacio que vamos ganando.
¿Ya lograron algo con los libreros?
En algunos casos sí, en otros no. Hemos tenido buena recepción en el Fondo de Cultura Económica. También estamos en pláticas con la cadena Educal, con Gandhi y con El Péndulo. Es complicado. No es algo que se pueda lograr de la noche a la mañana. Nosotros teníamos la esperanza de que el Congreso aprobara la Ley del Libro. En México urge que se legisle el precio fijo. Eso permitiría que las editoriales mexicanas pequeñas tuvieran un crecimiento adecuado. La idea es que el costo de un libro sea el mismo aquí, en Mérida o en Tijuana. A mediano plazo, esto puede traer consigo que el libro baje de precio. Para cubrir el descuento al librero, los editores tienen que subir el precio. Si cuesta 100, y le vas a dar al librero un descuento del 30 por ciento, lo tienes que vender a 150. El descuento es una ficción costosa.
¿Cómo hacer para que los autores confíen en Ediciones Sin Nombre?
En el caso de Segovia, yo había sido su editor desde los años ochenta, en la Universidad Autónoma Metropolitana. Desde el principio, Segovia tuvo claro que trabajar con nosotros no le iba a dar mucha proyección. Pero confió en el proyecto editorial. Lo mismo ocurrió con Gardea. Cuando murió de manera tan inesperada, hablé con su hijo Iván y continuamos publicándolo.
España fue tacaña con mi padre: Javier Marías
Padre e hijo
M ADRID, España. Viernes 16 de diciembre de 2005. (Notimex).- El escritor español Javier Marías afirmó que España "ha sido bastante cicatera y tacaña" con su padre, el fallecido filósofo Julián Marías, de quien dijo fue una persona importante en la vida intelectual del siglo pasado aquí.
En la funeraria donde ayer se velaron los restos del discípulo de José Ortega y Gasset, Marías consideró que en España "viene siendo algo tradicional e histórico el que a personas de gran valía no se les valore institucionalmente o se les haya hecho poco caso".
"Yo no soy quién para valorar la figura intelectual de mi padre porque no soy imparcial, pero sí que ha sido una persona importante en la vida intelectual de España del siglo pasado y de éste" , aseveró.
El novelista lamentó que su padre nunca obtuviera un premio nacional. "Ni siquiera el de ensayo que se da todos los años, y qué decir de otros como el Nacional de Literatura o el Cervantes. Nunca ha tenido ese reconocimiento oficial", recalcó.
Javier Marías recordó que en la etapa de la transición española, tras la dictadura de Franco y cuando se elaboraba la Constitución, Julián Marías escribió un artículo "muy importante" al respecto, e incluso el entonces presidente Adolfo Suárez le consultaba cosas.
"Mi padre sufrió durante muchos años represalias por parte del franquismo, y luego por los diferentes gobiernos democráticos de uno u otro signo de los que tampoco ha obtenido reconocimiento oficial", añadió.
Ya en 1994, en ocasión del 80 aniversario de Julián Marías, Javier escribió que como hijo "había tenido que escuchar muchas sandeces en boca de imbélices y de malvados", al recordar que al salir de su encarcelamiento durante la Guerra Civil española, su padre se encontró con la hostilidad y el veto del régimen victorioso.
"Por razones políticas le fue suspendida la tesis en 1942, no pudo ser doctor hasta 1951, año en que por fin se le permitió publicar artículos en la prensa diaria. Cuando la cátedra de su maestro Ortega hubo de cubrirse en 1953, un influyente miembro del Opus escribió que si mi padre llegaba a ocuparla la consecuencia sería clara y funesta: nada menos que la República".
En el mismo artículo, Javier consignó que cuando su padre fue propuesto para la Real Academia, Franco se lamentó con estas palabras: "Es un enemigo del régimen, pero no puedo hacer nada. Sobre la academia no tenemos control directo". Cuando amainó la ira y se pudo pensar que el padre se incorporara por fin a la universidad, él no estaba dispuesto a solicitar el certificado de adhesión al régimen que por fuerza obtuvieron cuanto sí se incorporaron a ella; todos, también los legendarios héroes que fueron expulsados más tarde.
Pero estar vetado e ignorado y no tener reconocimientos oficiales, no le importó demasiado a Julián Marías. Asegura su hijo que lo que le importaban eran sus lectores "y ha tenido muchos, dentro y fuera de España".
En el mismo sentido, el filósofo Fernando Savater declaró que Julián Marías fue una de esas personas que acercó la filosofía al gran público.
"Fue un adelantado en acercar la filosofía de forma clara y accesible a la gente", por lo que lamentó que "una persona de su importancia y peso intelectual" haya sido de las que "menos reconocimiento han podido conseguir".
A ese respecto, tras coincidir en el trato injusto que el filósofo tuvo, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, consideró que se debe dar una restitución de su memoria y anunció que la Comunidad de Madrid creará un Premio de Humanidades que llevará su nombre con una importante dotación económica que tenga como objetivo impulsar estas materias a las que él dedicó su vida.
jueves, diciembre 15, 2005
La Fundación Sánchez Rupérez premia a Emili Teixidor
El escritor catalán
MIGUEL ÁNGEL TRENAS
M adrid, España. 15/12/2005 (LA VANBGUARDIA) "El ejemplo es el mejor incentivo de la lectura", afirmó ayer el escritor Emili Teixidor al recibir el VI Premio Periodístico sobre Lectura, concedido por la Fundación Germán Sánchez Rupérez, por un artículo publicado en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia el pasado mes de enero.
"Los niños se aficionan al fútbol porque sus padres son aficionados, y lo mismo ocurre con la lectura". El galardonado -el premio está dotado con 12.000 euros y una escultura de Alberto Corazón- explicó que "existen trucos para animar a los niños y jóvenes a leer y todos los profesores los tienen. Hay uno que nunca me ha fallado. Consiste en ir a clase con tres libros y decir que vamos a hablar de dos. Cuando te preguntan por el tercero, contestas que no es para ellos, que es un texto más complejo, que necesita más preparación. Inmediatamente todos quieren leerlo, es la seducción de lo prohibido".
Teixidor señaló que Europa no necesita formar obreros, "ya vienen hechos", y dijo que el objetivo implica desarrollar la inteligencia y la creatividad "que se logra con la lectura". Finalmente, aseguró que los entendidos no siempre entienden: "Muchos grandes libros fueron rechazados por las editoriales".
En la entrega del premio, Enric Juliana, subdirector de LaVanguardia, delegado en Madrid, agradeció el galardón y subrayó la vocación del diario en favor del libro.
Quién es Teixidor
Emili Teixidor i Viladecàs (* Roda de Ter, Barcelona, 1933), es maestro y licenciado en Derecho, Letras y Periodismo. Aunque sin hacer ruido ni buscar protagonismos personalistas, se trata de uno de los escritores más reconocidos en lengua catalana y uno de los clásicos modernos de la literatura infantil y juvenil. Ha obtenido numerosos galardones por ello, como el de la Generalitat de Cataluña, el de la Crítica de Serra d'Or o el Premio Nacional de literatura infantil y juvenil, en 1997, por L'amiga més amiga de la formiga Piga. L'ocell de foc ha sido seleccionada por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez como una de las cien mejores obras del siglo XX español.
De su narrativa para adultos destacan Sic transit Gloria Swanson (1979), premio Serra d'Or, El llibre de les mosques, premio Sant Jordi de 1998, y Pa negre (Pan negro, 2003), premio Lletra d'Or 2004.
MIGUEL ÁNGEL TRENAS
M adrid, España. 15/12/2005 (LA VANBGUARDIA) "El ejemplo es el mejor incentivo de la lectura", afirmó ayer el escritor Emili Teixidor al recibir el VI Premio Periodístico sobre Lectura, concedido por la Fundación Germán Sánchez Rupérez, por un artículo publicado en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia el pasado mes de enero.
"Los niños se aficionan al fútbol porque sus padres son aficionados, y lo mismo ocurre con la lectura". El galardonado -el premio está dotado con 12.000 euros y una escultura de Alberto Corazón- explicó que "existen trucos para animar a los niños y jóvenes a leer y todos los profesores los tienen. Hay uno que nunca me ha fallado. Consiste en ir a clase con tres libros y decir que vamos a hablar de dos. Cuando te preguntan por el tercero, contestas que no es para ellos, que es un texto más complejo, que necesita más preparación. Inmediatamente todos quieren leerlo, es la seducción de lo prohibido".
Teixidor señaló que Europa no necesita formar obreros, "ya vienen hechos", y dijo que el objetivo implica desarrollar la inteligencia y la creatividad "que se logra con la lectura". Finalmente, aseguró que los entendidos no siempre entienden: "Muchos grandes libros fueron rechazados por las editoriales".
En la entrega del premio, Enric Juliana, subdirector de LaVanguardia, delegado en Madrid, agradeció el galardón y subrayó la vocación del diario en favor del libro.
Quién es Teixidor
Emili Teixidor i Viladecàs (* Roda de Ter, Barcelona, 1933), es maestro y licenciado en Derecho, Letras y Periodismo. Aunque sin hacer ruido ni buscar protagonismos personalistas, se trata de uno de los escritores más reconocidos en lengua catalana y uno de los clásicos modernos de la literatura infantil y juvenil. Ha obtenido numerosos galardones por ello, como el de la Generalitat de Cataluña, el de la Crítica de Serra d'Or o el Premio Nacional de literatura infantil y juvenil, en 1997, por L'amiga més amiga de la formiga Piga. L'ocell de foc ha sido seleccionada por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez como una de las cien mejores obras del siglo XX español.
De su narrativa para adultos destacan Sic transit Gloria Swanson (1979), premio Serra d'Or, El llibre de les mosques, premio Sant Jordi de 1998, y Pa negre (Pan negro, 2003), premio Lletra d'Or 2004.
Fallece a los 91 años el filósofo Julián Marías
El filósofo en 1947
M adrid, España. Jueves 15 de diciembre de 2005. (Reuters) El filósofo, académico y escritor Julián Marías murió el jueves en Madrid a los 91 años de edad, informó la Fundación Príncipe de Asturias.
Marías, autor de más de 50 libros de pensamiento y sillón S de la Real Academia Española de la Lengua desde 1964, fue también senador por designación real en la primera legislatura de la democracia, entre 1977 y 1979.
Considerado uno de los principales continuadores de la obra de José Ortega y Gasset, en 1996 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Humanidades junto con el periodista italiano Indro Montanelli “por sus aportaciones al pensamiento actual”, según el jurado.
En ese momento, se le reconoció la claridad y el rigor de sus libros y ensayos, así como su amplia labor periodística de análisis y divulgación.
Entre sus obras se destacan Cervantes, clave española (1990) , La educación sentimental (1992) , Tratado de lo mejor. La moral y las formas de la vida (1995) y La Historia de la Filosofía (1997) .
En ocasión de su cumpleaños 90, Marías seguía mostrándose atento al futuro.
“Lo que más nos ayuda es el futuro, el proyectarse hacia el futuro, mientras uno vive sigue imaginando, sigue proyectando, apoyándose claro está en los recuerdos, que en mi caso son ya muchos, para mirar al porvenir”, dijo a la RNE.
Marías, nacido en Valladolid el 17 de junio de 1914, era el padre del también escritor y periodista Javier Marías.
“una figura no sólo en la cultura española sino en la cultura occidental, ha sido un gran filósofo y pensador”, dijo a Radio Nacional de España Elio Carpintero, catedrático de Psicología de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, conocedor y discípulo de la obra del filósofo.
“Tuvo una extraordinaria lucidez a la hora de contemplar los problemas filosóficos y de la sociedad”, agregó tras calificar a Marías de “figura honesta y sin compromiso”.
mayor información
www.filosofia.org/ ave/001/a064.htm
M adrid, España. Jueves 15 de diciembre de 2005. (Reuters) El filósofo, académico y escritor Julián Marías murió el jueves en Madrid a los 91 años de edad, informó la Fundación Príncipe de Asturias.
Marías, autor de más de 50 libros de pensamiento y sillón S de la Real Academia Española de la Lengua desde 1964, fue también senador por designación real en la primera legislatura de la democracia, entre 1977 y 1979.
Considerado uno de los principales continuadores de la obra de José Ortega y Gasset, en 1996 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Humanidades junto con el periodista italiano Indro Montanelli “por sus aportaciones al pensamiento actual”, según el jurado.
En ese momento, se le reconoció la claridad y el rigor de sus libros y ensayos, así como su amplia labor periodística de análisis y divulgación.
Entre sus obras se destacan Cervantes, clave española (1990) , La educación sentimental (1992) , Tratado de lo mejor. La moral y las formas de la vida (1995) y La Historia de la Filosofía (1997) .
En ocasión de su cumpleaños 90, Marías seguía mostrándose atento al futuro.
“Lo que más nos ayuda es el futuro, el proyectarse hacia el futuro, mientras uno vive sigue imaginando, sigue proyectando, apoyándose claro está en los recuerdos, que en mi caso son ya muchos, para mirar al porvenir”, dijo a la RNE.
Marías, nacido en Valladolid el 17 de junio de 1914, era el padre del también escritor y periodista Javier Marías.
“una figura no sólo en la cultura española sino en la cultura occidental, ha sido un gran filósofo y pensador”, dijo a Radio Nacional de España Elio Carpintero, catedrático de Psicología de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, conocedor y discípulo de la obra del filósofo.
“Tuvo una extraordinaria lucidez a la hora de contemplar los problemas filosóficos y de la sociedad”, agregó tras calificar a Marías de “figura honesta y sin compromiso”.
mayor información
www.filosofia.org/ ave/001/a064.htm
miércoles, diciembre 14, 2005
Convocan a festival de cortometrajes
C iudad Juárez, Chihuahua. Hola. Como algunos ya saben, se va a llevar a cabo una muestra de cortometrajes a nivel estatal en Abril, así que si quieren ser parte de la muestra de videos por favor háganmelo saber para enviarles la información completa y los formatos de incripción, éstos no tienen costo alguno.
El festival se llama PUNTOCERO y la muestra dura 3 días en el cinito, vienen 2 países invitados que son SERBIA y CANADA para que vean los cortos.
Así que ya saben, si le hacen al video hay me avisan cualquier duda, para cualquier info escribanme a este correo festpuntocero@yahoo.com que es el correo oficial del Festival.
La fecha limite de recepción de trabajos es el 24 de Febrero, pero necesitan llenar una forma que yo les puedo enviar.
Si te interesa ser parte de la muestra del festival PUNTOCERO entonces escríbeme!
Adiós
Valeria Prieto y Javier Ventura
Directores del Festival
Consideraciones antes de regalar un libro
ERNESTO HERNÁNDEZ BUSTO
B arcelona, España. 14/12/2005. (LA VANGUARDIA). Antes de regalar un libro siempre dudo. Doy vueltas, hojeo demasiadas páginas, me retraigo para evitar el fastidio que termina por causarme cualquier elección. Redoblo ese desgano mientras observo unos estancos donde se anuncian demasiadas obras maestras para ser tomadas en serio. Buscar un libro para regalo no se reduce a la elección de un título o de un autor, gestos que cualquier lector serio limita a una veintena de nombres previamente sopesados. Se trata de algo más complejo, que tiene que ver - intuyo- con un frágil equilibrio a la hora de superponer ideas imprecisas, como un calco amenazado por el escaso contraste del original.
En primer lugar, la noción que tenemos del destinatario del regalo, una idea que nos conduce por necesidad a su reverso: la que ese destinatario se hace de nosotros mismos. Como si al regalar un libro entregásemos también alguna imagen nuestra, una contraseña definitiva, el trazo de un carácter que se convierte en dádiva. Influye, por supuesto, nuestra idea de la literatura. Pero no de manera decisiva: ¿quién no ha regalado, por ejemplo, un libro que no había leído, o del que tenía una idea más bien vaga? De alguna manera, ese regalo nos colocaba en el lugar de otra persona, nos dejaba vivir una vida prestada. Regalamos, también, para ser otros.
Un observador imparcial podría considerar estas suplantaciones como un simple devaneo narcisista. Pero regalar un libro es sobre todo un antiguo ejercicio sentimental, un rito que debemos preservar de cualquier tentación reduccionista.
El libro ideal para regalar es el que nos gustaría haber escrito. No quiere decir que sólo regalemos libros escritos por nosotros mismos, aunque esto es más bien el resultado de algunas limitaciones objetivas y no de la modestia: hay libros que nos gustaría regalar pero no están escritos, y hay otros que no se escribirán ni siquiera con una lista de hipotéticos suscriptores. Desde este punto de vista, regalar un libro significa sustituir la perspectiva de quien escribe por la curiosidad y el placer de alguien que lee, un intercambio de ´fides´. Es un asunto tan importante que hay que limitarse a no profundizar en él. O a mezclar demasiadas cosas, temas para los que haría falta inventar un escritor que sólo puede leer o un lector que sólo puede escribir, o pensar y entender como si escribiera... en ese punto en el que, paradójicamente, bien pudiera también no hacerlo. Por culpa de todas esas ambigüedades deambulamos en la librería, demasiado ocupados en ensayar el gesto que cortará nuestro monólogo indeciso.
Regalar un libro es también un acto de serena violencia pues aúna el imperativo con la dádiva: un admonitorio "aún no lo has leído" con su reverso amable: "disfrútalo", "te hará feliz". Y hay en todo esto algo de erótica adolescente, de androginia sentimental, de fuerzas que pugnan por salir de la indefinición. El adolescente utiliza los libros para salvarse del exceso de fantasía que amenaza su naturaleza, estancada en un estado tan puro como informe. Podrá dedicar su vida a fantasear o conseguir con el tiempo una especie de desasosiego, el clima de una búsqueda en la que él mismo se metamorfosea. Porque regalar un libro es conceder algo esencial a un tercero que en realidad no requiere de nosotros para expresarse.
Pocas veces sacamos partido de esa ventriloquia y casi siempre el regalo acaba malinterpretándose. A menudo quien regala se considera el médium privilegiado de un escritor por quien profesa un culto semejante a la envidia; la literatura se vuelve entonces una sesión de espiritismo y cada frase es una invitación para tomar el té en una mesita de tres patas. Pero otras veces, sin explicación aparente, logramos desprendernos de esa carga de sobrentendidos con un mínimo esfuerzo: son esos regalos que entran mansamente en el redil de lo propicio, como una mano acariciada por la forma del guante
lunes, diciembre 12, 2005
Especulación comercial, el cargo contra el editor Fernando Valdés
MONICA MATEOS-VEGA
C iudad de México. 12 de diciembre de 2005. (La Jornada) El editor Fernando Valdés lleva cuatro meses preso en el Reclusorio Norte, acusado de "especulación comercial", no de piratería como él alega, señala a La Jornada Mireya Rincón, abogada y hermana de la autora del libro Gader de caligrafía, Graciela Rincón, quien promovió la querella.
Desde la cárcel, el director de la editorial Plaza y Valdés explica a este diario que los libros que vendió sin la presunta autorización de la autora "son míos y tengo cómo comprobarlo".
Además, lamenta que las facturas de venta que sirven de pruebas en su contra apenas suman 540 pesos: "no he cometido ningún delito. Cuando me encarcelaron, aquí había vendedores de droga que ya salieron libres; yo sigo detenido. Soy una caricatura de pirata, el único en este reclusorio acusado de eso".
También Valdés denuncia que el proceso en su contra ha sido "lento" y plagado de negligencias de las autoridades y de quienes lo defienden, por lo cual ha tenido, inclusive, que cambiar de abogados.
Contratos sin respetar
Por su parte, Mireya Rincón informó que prepara otra demanda civil contra Valdés por incumplimiento de contrato, esta vez en perjuicio de su hermano Miguel, autor de los libros Gader de aritmética y geometría para kínder y preprimaria.
Detalla que son tres los contratos que su familia firmó con Plaza y Valdés y que no fueron respetados por esa cada editora. El primero lo firmó su padre Valentín (fallecido este año) para que le publicaran seis libros (Gader de aritmética y geometría, de primero a sexto de primaria).
Una resolución judicial emitida el 2 de agosto obliga a Fernando Valdés a rescindir el contrato, pagar las regalías correspondientes (aproximadamente un millón de pesos, según la abogada) y entregar los originales de las obras.
Desde la cárcel, el director de la editorial Plaza y Valdés explica a este diario que los libros que vendió sin la presunta autorización de la autora "son míos y tengo cómo comprobarlo".
Además, lamenta que las facturas de venta que sirven de pruebas en su contra apenas suman 540 pesos: "no he cometido ningún delito. Cuando me encarcelaron, aquí había vendedores de droga que ya salieron libres; yo sigo detenido. Soy una caricatura de pirata, el único en este reclusorio acusado de eso".
También Valdés denuncia que el proceso en su contra ha sido "lento" y plagado de negligencias de las autoridades y de quienes lo defienden, por lo cual ha tenido, inclusive, que cambiar de abogados.
Contratos sin respetar
Por su parte, Mireya Rincón informó que prepara otra demanda civil contra Valdés por incumplimiento de contrato, esta vez en perjuicio de su hermano Miguel, autor de los libros Gader de aritmética y geometría para kínder y preprimaria.
Detalla que son tres los contratos que su familia firmó con Plaza y Valdés y que no fueron respetados por esa cada editora. El primero lo firmó su padre Valentín (fallecido este año) para que le publicaran seis libros (Gader de aritmética y geometría, de primero a sexto de primaria).
Una resolución judicial emitida el 2 de agosto obliga a Fernando Valdés a rescindir el contrato, pagar las regalías correspondientes (aproximadamente un millón de pesos, según la abogada) y entregar los originales de las obras.
No obstante, esto no ha podido cumplirse, pues a los pocos días de emitirse la mencionada resolución Valdés fue detenido durante un cateo y decomiso de tres mil libros efectuado por elementos de la Agencia Federal de Investigación (AFI) en las instalaciones de la editorial.
"Fue una casualidad que se diera el cateo pocos días después de que ganamos la primera demanda, no fue algo premeditado", aseguró la abogada Rincón, quien afirmó que los agentes de la AFI no se llevaron al editor "con lujo de violencia" como él afirma; "estuve presente y puedo asegurar que fueron más violentos los empleados de Plaza y Valdés".
Explica que Fernando Valdés tenía autorización para vender los libros de su hermana hasta junio de 2004; "en el cateo se hallaron facturas con fechas posteriores, no sólo emitidas a particulares, sino a librerías. El Código Penal Federal señala que la venta de libros sin autorización del autor, con fines de especulación comercial, se trata de un delito grave".
Afirma que es "bastante común" que los editores no entreguen bien las cuentas a sus autores y cometan especulación comercial. La familia Rincón ya había tenido un problema similar con Enrique Sáenz Editores, dice.
Antes de que se procediera penalmente, se llevó el caso ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor), el cual citó en tres ocasiones a las dos partes para que dialogaran, pero nunca llegaron a un acuerdo, señala Rincón.
Lo que desea la parte acusadora es saber cuántos libros Gader de caligrafía editó Valdés, cuántos vendió, y exige la entrega de las regalías correspondientes así como los originales de la obra, aún en manos de la editorial. "Si tiene su contabilidad en regla, se sabrá la verdad", puntualiza la abogada.
Valdés denuncia extorsión
Vía telefónica desde el Reclusorío Norte, Fernando Valdés asegura que la familia Rincón lo quiere "tener a la fuerza en la cárcel. Me extorsionan con una demanda penal con la complicidad del Ministerio Público".
El editor asegura que la parte acusadora le pide tres millones y medio de pesos por el perdón; explicó que hasta la fecha se ha negado a declarar ante el juez "en vista de la arbitrariedad de mi proceso, porque me quiero apegar a las leyes y no que se burlen de ellas."
Reconoce que existe una demanda civil en su contra por incumplimiento de contrato, con la cual "estoy de acuerdo", pero aclara que el problema se originó porque los Rincón se negaron a darle comprobantes fiscales que avalaran los pagos que debía hacerles la editorial "por más de 300 mil pesos, y si no me dan los comprobantes seguiré en mi posición de no entregarles nada. Estoy desesperado, pero este juicio va para largo".
Valdés lamenta que las autoridades se ensañen con él cuando los verdaderos piratas y delincuentes siguen libres haciendo sus negocios: "aquí dentro ofrecen relojes piratas Cartier y Rolex. Yo ya compré hasta un Código Da Vinci (novela de Dan Brown), varios discos de los Beatles, piratas, ¿y dónde están los que fabrican y distribuyen estas mercancías? Por supuesto, no presos aquí".
"FIL, la más importante del mundo hispanohablante"
Aspecto de la feria alemana. Foto: Peter Hirth
B ERLÍN. Sábado 10 de diciembre de 2005 (Notimex).-La Feria Internacional del Libro de Francfort, en un balance al término de su par de Guadalajara, calificó el evento mexicano como la feria literaria más importante del mundo hispanohablante y como un "imán para el público".
La institución alemana, que organiza el mayor encuentro del sector en el mundo, señaló que el tema central de la presencia alemana en la FIL, que se celebró entre el 26 de noviembre y el 4 de diciembre, fueron las negociaciones sobre la publicación de obras alemanas en lengua española en Latinoamérica. En especial se consideró la colección de futbol Partido fuera de casa y la literatura infantil y juvenil, se dijo. La Feria de Francfort señaló que las editoriales y agentes latinoamericanos mostraron gran interés en 600 publicaciones novedosas en alemán.
Algunas de éstas fueron nominadas en los últimos cuatro años a los premios alemanes de literatura juvenil y una colección de clásicos. El traspaso de derechos de los libros infantiles en lengua alemana al mundo latinoamericano fue también tema de un debate entre Mladen Jandrlic, de la editorial suiza NordSued, Miriam Martínez, del Fondo de Cultura Económica de México y el español-alemán Scout Michi Strausfeld.
Alemania y concretamente la Feria de Francfort reaccionó con sus propuestas de literatura infantil y juvenil al desarrollo dinámico de ese sector en México y en el mundo de habla hispana, señaló la institución. La institución alemana hizo hincapié en la presencia estelar del país invitado, Perú, en cuyo programa se presentaron obras de grandes autores como Alfredo Bryce Echenique o Mario Vargas Llosa.