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miércoles, abril 14, 2004

Cine
La importancia de llamarse Peter (Pan)

“Peter Pan”, de P.J. Hogan, recupera la figura del eterno adolescente encarnada, como en el original, por un niño. Esta nueva adaptación del clásico de J.M. Barrie cuenta, además, con un digno y torturado Hook

Peter Pan y Hamlet no son tan distintos: dos atribulados príncipes fuera del mundo, que sufren el pesar adulto

RODRIGO FRESÁN - 14/04/2004 / LA VANGAURDIA

Las Navidades pasadas decidí que finalmente era el momento de ir a Londres a conocer un lugar en el que nunca había estado pero en el que había vivido por dos años durante la escritura de una novela: Kensington Gardens. Hacía frío, el cielo era gris, y poco me sorprendió descubrir que la estatua de Peter Pan era mucho más pequeña de lo que yo la había imaginado. La ficción -por más que esté apoyada sobre hechos y lugares y personas reales- parece gozar, siempre, de esa altura y perspectiva de la mirada de un niño: todo se piensa o se recuerda o se imagina en grande, más grande de lo que en verdad es o fue. Tal vez por eso James Matthew Barrie -padre de la criatura que aquí nos ocupa, escritor escocés que apenas superaba el metro y medio de altura- jamás perdió esa capacidad infantil para ver y vivir las cosas.

Londres era el escenario de una batalla silenciosa y feroz entre dos mitos británicos: el duelo a muerte en las taquillas entre las recién estrenadas adaptaciones cinematografícas de “El retorno del rey” y “Peter Pan”. Una exposición sobre el libro de J R. R. Tolkien era un arrollador éxito de público en el Science Museum, mientras que el niño eterno creado por J. M. Barrie flotaba en los escaparates de Harrod's. No hace falta que lo diga: Frodo le ganó a Peter por K.O. en el primer asalto. Las razones de tan aplastante victoria son sencillas: Peter Pan, seguro, volverá a filmarse una y otra vez en busca de una perfección inalcanzable; mientras que nadie en su sano juicio se atreverá a intentar mejorar lo que consiguió el neozelandés Peter Jackson con su versión de la Trilogía de los Anillos. Tal vez por eso decidí postergar la otra película hasta que, de regreso en Barcelona, días atrás, una tormenta me obligó a buscar refugio en el primer cine que encontré. Daban “Peter Pan”.

Peter Pan --dirigida por el australiano Paul John Hogan, hijo de Paul “Cocodrilo Dundee” Hogan, y director de esas dos eficaces comedias matrimoniales que son “La boda de Muriel” y “La boda de mi mejor amigo”- no es una mala película; pero jamás podría ser una gran película. Del mismo modo que resulta imposible filmar versiones que le hagan justicia a “Drácula” o a “El gran Gatsby” -al igual que la creación de Barrie, otros dos héroes posesivos que requieren de la mirada de narradores por escrito que los justifiquen y los rediman- no hay placer alguno en ver a Peter Pan porque, sencillamente, accedemos a él a través de la mirada de Wendy; que es la misma mirada de Jonathan Harker a la hora de visitar al maldito vampiro y la de Nick Carraway a la hora de visitar al magnate maldito. Aún así -partiendo de este imposible- la película de Hogan tiene sus méritos atendibles y sus innovaciones discutibles.

Entre los pros, por fin, hay un niño haciendo de Peter Pan (aunque la sonrisa entre boba y perversa de Jeremy Sumpter acabe agotando un poco) y un digno y torturado Hook (Jason Isaacs, quien también fuera villano en uno de los filmes de la serie “Harry Potter”, conectando así el pasado y el presente de la literatura infantil) que, como se especifica en la obra original anterior a Freud, tiene el mismo rostro del padre. Las revisiones del mito –suele ocurrir– son más discutibles: el beso orgásmico de una Wendy muy Lolita (Peter Pan nunca soportó que lo toquen); los colores demasiados brillantes y la compulsión voladora (que llega a contagiar a Hook, quien aquí no vacila en mostrar su muñón y cambiar de garfios como si se trataran de gadgets de 007); la insufrible Campanita de Ludivigne Seigner; la un tanto obvia e inventada para la ocasión Tía Millicent (quien, quizá sin que los guionistas lo sepan, lee “La guerra de los mundos” del célebre sátiro H. G. Wells, escritor a quien la sufrida Mary Ansell, mujer de Barrie, le confesó epistolarmente la impotencia sexual de su marido); el hincapié en la relación disfuncional entre padres e hijos (que parece invocar a Mary Poppins haciendo de este Peter Pan un involuntario consejero familiar) y dos momentos formidables: la aparición de las sirenas (que hace pensar en lo que podría haber llegado a hacer Tim Burton con todo esto) y la resurrección de Campanita (en el teatro, Peter Pan pedía y pide a los espectadores que aplaudan y así manifiesten su fe en las hadas para traerla de vuelta a la vida). Se extraña la coda que agregó Barrie luego de estrenada la obra y que añadió a la versión novelizada: un final con una Wendy ya madre que entrega a su hija a un Peter Pan que vuelve a reclamarla para vivir nuevas aventuras en una Neverland más aburrida, porque Hook ya duerme el sueño eterno en las tripas de un cocodrilo.

La sensación final es la misma de contemplar una –otra– de esas adaptaciones de Shakespeare con toques modernos e innovadores que nos hacen añorar de inmediato la perfección primaria. Tal vez de eso se trate la manipulación de los clásicos: de fortalecerlos faltándoles el respeto. “Todos los niños, menos uno, crecen” y “Morir sería una aventura terriblemente formidable” son, sí, mantras y “slogans” que gozan y hacen gozar con una inmortal potencia shakespeareana. Después de todo, Peter Pan y Hamlet no son tan distintos: dos atribulados jovenes príncipes fuera del mundo y del tiempo sufriendo los infantiles pesares del mundo de los adultos.

Rodrigo Fresán
Escritor argentino (Buenos Aires, 1963) afincado en Barcelona. Su última novela “Jardines de Kensington”, es una recreación de la figura de J.M. Barrie, el creador de “Peter Pan”, así como una evocación del Londres de los años sesenta

Peter Pan
(Estados Unidos, 2003). Nueva adaptación dirigida por Paul John Hogan y protagonizada, entre otros, por Jeremy Sumpter (Peter Pan), Rachel Hurd–Wood (Wendy) y Jason Isaacs (Hook)