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Una foto de la pareja sobre las carpetas, con la novela. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua,19 de diciembre 2010. (RanchoNEWS).- En julio, Patti Smith estrenaba en España su tema Black Leaves. «Hojas negras, hojas negras, hojas negras están cayendo…» ante una audiencia hipnotizada. Le acompañaba a la guitarra un joven con melena a lo Bob Dylan, Lautaro, hijo de Roberto Bolaño. Días antes, Patti Smith había querido conocer a la familia del escritor. La cantante, que acaba de ganar el National Book Award por su libro JustKids, tuvo que emplearse a fondo para vencer la resistencia de Carolina López, reacia a tener cualquier protagonismo. Le acabó de convencer la pasión de la cantante por la obra de su marido y meses después, en Madrid, Patti Smith le dedicó la canción Wing. «Yo era una mariposa en el cielo azul/ elevándose sobre el océano,/ elevándose sobre España/ y me sentía libre, sin necesidad de nadie,/ y era hermoso/ era hermoso». Una entrevista de Josep Massot para La Vanguardia:
Han pasado siete años desde la muerte del autor de Los detectives salvajes y Carolina sigue viviendo en Blanes, intentando salvaguardar su vida anónima y velando por sus hijos y la obra de Bolaño. Durante estos años, la familia, alejada de las intrigas de la industria editorial, ha sufrido en silencio injurias e infamias, proclamadas sin conocimiento de causa. Sólo ha hablado con la prensa en tres ocasiones, y siempre a través de comunicados: para desmentir la adicción de Bolaño a la heroína, cuando el bulo llegó a la prensa norteamericana; para expresar su desacuerdo con el rostro de Hitler en la portada elegida por Seix Barral para La literatura Nazi en América y para aclarar que no había ningún contrato cinematográfico vigente del libro Los detectives salvajes. Ahora, con motivo de la publicación de Los sinsabores del verdadero policía, ha querido conceder a La Vanguardia una entrevista.
¿Cómo se conocieron?
Nos conocimos en Girona en 1981, Roberto tenía 28 años y yo, 20. El invierno de 1984 comenzamos a vivir juntos. En 1985 nos casamos y ese verano fuimos a Blanes para que Roberto trabajara en la tienda de bisutería de su madre Victoria. Ese mismo verano yo empecé a trabajar en el Ayuntamiento y eso hizo que nos estableciéramos de forma permanente en Blanes.
¿Cómo era Bolaño?
Roberto era una persona muy inteligente, con una memoria prodigiosa y una curiosidad inagotable. Dulce y cariñoso con una capacidad lúdica que abarcaba toda clase de juegos. Gran conversador. Al mismo tiempo era una persona muy exigente en sus concepciones éticas que difícilmente perdonaba actitudes desleales. Leía mucho. Era un gran lector, clásicos, poesía, ciencia-ficción, de todo. Le fascinaban también las guerras mundiales, las estrategias, tal vez, porque su abuelo era militar. A veces me enfadaba con él porque se ponía a jugar con Lautaro hasta entrada la noche juegos de estrategia. Se enfrascaba en ellos y perdía la noción del tiempo. Como en el juego, en la literatura, en el amor, en la amistad o enemistad, en realidad ante la vida, tenía una actitud vital completamente desmesurada y esto hacía muy divertida e interesante la vida en común, también muy complicada.
El fracaso es una de las ideas recurrentes en su novela.
Porque él experimentó el fracaso como un caso propio. No empezó a publicar en una editorial importante hasta los 43 años y eso es terrible para alguien que desde los 17 o 18 años vivía la literatura o que creó el infrarrealismo en México. No es verdad que viviera de los premios literarios. La mayoría tenían dotaciones miserables, apenas le daban dinero; en todo caso, dosis de moral cuando los ganaba.
Me refería al fracaso de la izquierda revolucionaria.
Él fue un hombre adscrito a la izquierda y entregado al sueño de la revolución. Él mismo relata su viaje al Chile de Allende para vivir la transformación de su país. Su desengaño también está narrado por el mismo. Creo que ese desengaño ha marcado toda una generación y en su caso es una constante de su literatura.
¿Llegó a tiempo de paladear el éxito?
Tuvo tiempo de disfrutar el reconocimiento. Tuvo la tranquilidad de saber, por fin, que todo lo que escribiera se iba a publicar. Es algo que hay que agradecer a Jorge Herralde. Pudo también saberse muy valorado por la crítica literaria y por algunos de los escritores que había leído con atención desde hacía años, como Pere Gimferrer, Enrique Vila-Matas o Susan Sontag. Pudo recibir premios importantes...
¿Le cambió?
No le cambió. El reconocimiento le puso en contacto con otros escritores contemporáneos y con el ambiente literario de Barcelona: le permitió conocer a mucha gente, pero sus prioridades y su cotidianidad siguieron igual.
¿Ha tenido problemas contractuales con el editor?
Sí, los hubo, y eso explicaría algunos de mis movimientos iniciales. Ahora están resueltos y no es adecuado hacerlos públicos.
¿Qué instrucciones le dio Roberto Bolaño antes de morir?
Estaba muy preocupado por el futuro de nuestros hijos. Lautaro tenía trece años y Alexandra sólo dos. Me dejó los cinco diskettes que contenían los cinco libros de 2666 y dejó el encargo de publicarlos por separado a razón de uno cada año para capitalizarnos y salir adelante. Pero sabiendo que Roberto la consideraba una única novela y que quería publicarla íntegra en un solo volumen no se planteó otra posibilidad. En los meses de espera del trasplante, para Roberto era importante hablar y darme instrucciones de lo que tenía que hacer si las cosas salían mal: repetía hasta el hartazgo que no olvidara que todo lo suyo era de los niños y mío y que nunca tuviera duda sobre ello, cómo tenía que ser el entierro… Lo planteaba todo con una naturalidad absoluta, con un sentido del humor muy propio en él, pero fuera de lo común, se reía de todo. Lo recuerdo riéndose con Lautaro: «Si me muero, cuando nos volvamos a ver tú serás más viejo que yo». Para mí eran conversaciones dolorosas. Ahora se las agradezco, me han ayudado mucho y creo que a Lautaro también.
¿Nombró Bolaño albacea literario?
No, no. El albacea literario es una figura jurídica y Roberto ni lo puso por escrito ni mencionó jamás esa posibilidad. Roberto sabía que yo no estaba metida en el mundo editorial y por eso me dijo que, si necesitaba ayuda, recurriera a su amigo Ignacio Echevarría, crítico literario que entonces publicaba sus reseñas en El País. Esto consta por escrito en la 'Nota de los Herederos' de 2666 que se publicó en la primera edición de esta novela. Le pedí ayuda para que hiciera un inventario. Antes de esto, por iniciativa propia, él preparó el libro Entre Paréntesis y, tras el inventario, El secreto del mal. Su trabajo de apoyo a la edición de 2666 corrió a cargo de Jorge Herralde. En realidad él ha sido siempre una persona próxima a la editorial. Que se afirme que Roberto nombró albacea a Ignacio Echevarría es un malentendido, que creo él ha intentado desmentir más de una vez. Roberto tenía muy claro que en caso de que las cosa fueran muy mal, iba a ser yo y después sus hijos los responsables de su obra. En la última entrevista que concedió a Mónica Maristain, quince días antes de ingresar en el hospital, cuando le preguntan «¿Cuál es la opinión en torno a su obra que más valora?», él responde «mis libros los lee Carolina y después Herralde y después procuro olvidarlos para siempre».
¿Cómo vivió tantos años de ninguneo?
Roberto no necesitó publicar para tener la convicción de que era escritor y que su obra era importante, prueba de ello es que nunca dejó de escribir y de guardar todo aquello que escribía. La falta de reconocimiento implicó falta de dinero y vivir al margen de lo socialmente admitido. Cuando se vive pobremente, el dinero no tiene tanta importancia. Roberto fue un hombre muy valiente, sólo quiso vivir la literatura creando su propia obra. No podía renunciar al sueño de sentir la literatura como su destino, esto es lo que lo hace maravilloso como hombre y como escritor, esa pasión se transmite en su literatura.
¿Le ha defraudado mucha gente?
Más que hablar de la gente que me ha defraudado quiero hablar de los amigos que durante estos años nos han apoyado, algunos con su presencia constante y otros desde la distancia: Enrique Vila-Matas, Paula, A. G. Porta y Anna, Rodrigo Fresán y Ana… y otros que no doy sus nombres porque no son públicos.
Su silencio ha dado pábulo a muchas leyendas.
Mi silencio responde al respeto hacia Roberto, a mis hijos, y por supuesto hacia mí. Ha sido muy complicado para nosotros situarnos ante Roberto, como un personaje público. Su ausencia lo marca todo, puesto que muchas de las cosas que se dicen, no se atreverían a decirlas si él estuviera. Cualquier persona puede decir y reinterpretar su vida, algunos correos electrónicos se convierten en la base de una gran amistad, una relación profesional en una amistad íntima. Los ejemplos podrían ser muchos, pareciera que quien quiere, puede publicar cualquier teoría sobre su vida privada. Yo siempre he confiado en la inteligencia y el sentido común de las personas y no he perdido esa confianza, creo que la gente sabe discernir entre la verdad y la mentira. Esto no evita que para nosotros pueda resultar doloroso. Mantengo una actitud muy rigurosa para preservar la intimidad de mis hijos y la mía. Está claro que lo público de Roberto es su literatura, y de su vida personal, todo aquello que él quiso compartir; si leemos sus entrevistas, veremos que Roberto habló mucho de su vida privada.
¿Cuál es este legado? Desde su muerte han salido varios libros.
Al morir Roberto, encontramos cajas con una cantidad ingente de manuscritos, notas, proyectos, sobre todo de poesía, documentos mecanoscritos… Mucho de este material está escrito a máquina mecánica, lo que nos ha facilitado datarlo, porque en 1993 se compró una máquina eléctrica y en 1995 compramos el ordenador. Además están los archivos informáticos y muchas páginas impresas con la letra del ordenador, pero que Roberto ni guardó en diskette ni en el disco duro. Hemos iniciado el proceso de clasificación de todo el material y hemos hecho una primera lectura. Estamos en fase de estudio.
¿Los Sinsabores del verdadero policía es la última novela?
Es la que trabajó más tardíamente.
¿Qué criterio sigue para dar o no a la imprenta un texto que no publicó su marido en vida?
Cuando un escritor es muy reconocido universalmente, como en el caso de Bolaño, los lectores agradecen que se publiquen hasta sus diarios o su correspondencia, así como ciertos documentos o textos (siempre que tengan valor literario) que hubieran podido quedar inéditos. Todo es publicable, pero siempre aplicando criterios. El principal: respetar escrupulosamente el texto dejado por el autor, así como contextualizarlo para que el lector tenga la información necesaria, e incorporarlo al conjunto de su obra sin que la desmerezca. En el caso de Roberto, dejando al margen 2666, puesto que él lo dio como publicable, he coordinado directamente la edición de La Universidad Desconocida, El Tercer Reich y Los sinsabores del verdadero policía. Además de los criterios señalados, se ha trabajado con textos que en algún momento Roberto consideró finalizados; se ha realizado un riguroso estudio en el archivo del autor de toda la documentación vinculada al texto, garantizando un máximo de información y veracidad. En los tres libros he tenido la suerte de disponer del asesoramiento de excelentes profesionales del ámbito de la edición.
¿Qué le llevó a cambiar de la agencia Balcells a la de Wylie?
Creo que no es el momento de hablar de ello. Si de manifestar públicamente mi satisfacción por el trabajo de la Agencia Wylie.
¿Queda algo más publicable?
Hay que esperar a terminar un estudio completo y profundo para responder con seriedad.
¿Qué hará con los archivos?
Es una decisión que me gustaría tomar con mis hijos y para que esto suceda quedan algunos años.
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