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El dramaturgo mexicano. (Foto: María Meléndrez Parada)
C iudad Juárez, Chihuahua, 30 de diciembre 2010. (RanchoNEWS).- Más que un intérprete, «el actor es un creador», sostenía Héctor Mendoza, uno de los referentes del teatro contemporáneo en México, quien ayer falleció en el Distrito Federal a los 78 años de edad, confirmó anoche la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Consuelo Sáizar. Una nota de Ángel Vargas y Mónica Mateos para La Jornada:
Sus restos serían trasladados cerca de la medianoche o durante madrugada de este jueves a la sucursal Coyoacán de la funeraria García Torres (Miguel Ángel de Quevedo 483), donde serán velados en la capilla tres, según un empleado de esa empresa.
Nacido en Apaseo, Guanajuato, el 10 de julio de 1932, a Héctor Mendoza se le considera precursor del teatro de vanguardia en México. Fue autor dramático, director de escena, profesor y teórico. Estudió literatura española en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
En su caso no resulta una hipérbole afirmar que dedicó su vida al teatro y en particular al arte del actor. Fue alumno de dos de las más grandes figuras del teatro mexicano del siglo XX: Salvador Novo y Rodolfo Usigli, de quienes siempre se refería con respeto y profundo cariño.
Desde los 27 años impartió clases de actuación, además de ser autor de un método actoral, el cual fue perfeccionando en la práctica, sobre el escenario.
En una entrevista con la agencia Notimex, Héctor Mendoza evocó que desde los cuatro años de edad quedó marcado su destino, merced a una puesta en escena que lo dejó maravillado.
«Desde muy pequeño fui un enamorado del teatro y en aquel entonces decidí cuál sería mi futuro», dijo en aquella conversación. «En mi caso, el amor que siento por el teatro no fue tardío, más bien fue un amor temprano, o sea que el teatro ha sido mi vida, mi amor, antes que ningún otro».
Entre otros aspectos, Héctor Mendoza fue coordinador del teatro infantil en la UNAM; en 1953, recibió el premio Juan Ruiz de Alarcón por su obra Las cosas simples, dirigida por Celestino Gorostiza, la cual le mereció por vez primera la beca del Centro Mexicano de Escritores.
Entre 1957 y 1958, gracias a una beca de la Fundación Rockefeller, estudió en el Actor’s Studio de Nueva York, donde fue alumno del mimo Etienne Decroux.
Antes, en 1956, fue director de escena en el proyecto Poesía en voz alta, en el que participaron también los escritores Octavio Paz y Juan José Arreola, en la creación literaria, y los artistas plásticos Juan Soriano y Leonora Carrington en el desarrollo escenográfico.
De acuerdo con información de la UNAM, mediante su proyecto digital Escritores del Cine Mexicano Sonoro, Héctor Mendoza creó un taller de actuación en la Casa del Lago a principios de la década de los 60 del siglo pasado, y en 1987 fundó el Núcleo de Estudios Teatrales, al lado de Julio Castillo.
En su faceta de dramaturgo, escribió las piezas teatrales: Salpícamente de amor (1964), Los asesinos ciegos (1969), Las gallinas matemáticas (1981), Noches islámicas (1982) y La desconfianza (1990).
Como director de escena, montó obras de grandes clásicos, entre ellos Tirso de Molina, Lope de Vega y Fray Luis de León; así como de autores mexicanos como Salvador Novo, Óscar Liera y Sabina Berman, además de algunas de su autoría.
También incursionó en el cine, con la dirección de la película Amor, amor, amor/ La sunamita (1965), de la que fue además guionista al lado de Inés Arredondo y Juan García Ponce.
Si en un aspecto era firme el maestro Héctor Mendoza, fue en su confianza sobre la pervivencia del buen teatro, lo cual reiteraba cada vez que se le pedía una opinión acerca del futuro de esta expresión artística: «Siempre se dice que el teatro está a punto de fenecer, pero lo cierto es que cada vez está más vivo y cada año surgen nuevas generaciones de actores y dramaturgos».
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