Rancho Las Voces: Fotografía / España: «Leo Fuchs: Special photographer from the golden age of Hollywood»
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

martes, diciembre 28, 2010

Fotografía / España: «Leo Fuchs: Special photographer from the golden age of Hollywood»

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Paul Newman relajándose en Israel durante el rodaje de Exodo, 1959. Imagen de Leo Fuchs. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua, 27 de diciembre 2010. (RanchoNEWS).- Un día, a mediados de los años sesenta, el fotógrafo Leo Fuchs cogió unas cajas de cartón, las llenó de negativos y fotografías, y las mandó a un almacén. Todo esto sucedía en Los Ángeles, la capital del cine, industria para la que Fuchs llevaba trabajando casi dos décadas. Poco después, con su mujer Sylviane y su hijo Alexandre, cogieron un avión y se instalaron en París, donde ejerció como productor cinematográfico. De este modo, Fuchs volvía al continente donde había nacido en 1929 y del que se había marchado con su familia a los diez años. Una nota de Eva Millet para La Vanguardia:

El motivo de esa primera migración fue el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Los Fuchs eran de origen judío y cambiaron las calles de Viena por las de Nueva York. Leo empezaría a interesarse por la fotografía desde muy joven, un interés que pronto se transformó en profesión. Trabajó primero en los clubs nocturnos de Broadway para, poco después, comenzar a publicar en revistas.


A principios de los años 50 se enroló como fotógrafo en la unidad militar de comunicación del ejército y viajó a Alemania. Allí le ofrecieron trabajo en Magic fire, con Yvonne de Carlo de protagonista. Fue el debut en uno de los muchos rodajes a los que Fuchs asistiría, primero como foto fija y, más adelante, como special photographer, una figura que Fuchs describió como «un fotógrafo independiente, con acceso a las estrellas, que apareció a finales de los 50, época prolífica de la historia de Hollywood, y se esfumó con la llegada de los paparazzi».

Porque hasta ese entonces, desde Hollywood sólo llegaban a los medios de comunicación las imágenes que los estudios proporcionaban, normalmente, fotogramas. Resultaban fotos distantes, preparadas, que hablaban más de las películas que de sus protagonistas. Pero eran precisamente esos protagonistas, los actores, lo que la audiencia veneraba y de quienes quería saber más. Esta curiosidad del público hizo que las revistas empezaran a demandar más imágenes personales y enviaran sus reporteros a Hollywood, que tenían que ganarse la confianza de las personas que retratar.

Llegar a las estrellas no era fácil; eran los productores del estudio o los propios actores quienes escogían a sus fotógrafos especiales. Y Fuchs se convirtió en uno de los favoritos. Tuvo acceso a prácticamente todos los grandes de los 50 y 60, como Rock Hudson, Audrey Hepburn, Paul Newman, Gregory Peck, Sean Connery, Shirley MacLaine, Frank Sinatra, Marlon Brando y Cary Grant. Con algunos, lo que se inició como una relación profesional se convirtió en amistad: Grant fue uno de sus mejores amigos; Gregory Peck, el padrino de su hijo Alexandre, y con Paul Newman y su mujer, Joane Woodward, los Fuchs fueron de vacaciones. «Mis padres eran una pareja encantadora, mi madre era el prototipo de mujer francesa con mucho charme, y mi padre tenía un gran sentido del humor. Vaya: ¡los querías para invitarlos a cenar!, explica Alexandre a La Vanguardia. Para él, esta proximidad de su padre con sus modelos, «hace que muchas de sus fotos resulten muy íntimas, porque se hicieron entre gente conocida».

De niño, Alexandre vivió esta cercanía con Hollywood de una forma muy natural. «Mi padre era productor y, aunque vivíamos en Francia, viajábamos a Los Ángeles con frecuencia». Allí, siempre visitaban a su padrino, Gregory Peck, a quien recuerda como el ideal de figura paterna. «Con esa voz profunda, siempre erguido, bien vestido, preguntándome cosas interesantes, dándome consejos… Me impresionaba. Y lo que es fascinante –añade– es que cuando miro las fotos que mi padre le hizo a Peck lo veo exactamente como era».

Sin embargo, durante muchos años, Alexandre supo muy poco de la faceta de fotógrafo de su progenitor. De hecho, no se dio cuenta del alcance de su obra hasta hace unos cinco años, cuando se le ocurrió rescatar esas cajas que llevaban décadas guardadas en Los Ángeles. Su madre había muerto hacía años y Leo estaba delicado de salud, así que buscaba cosas para entretenerlo. «Pensé que sería una buena idea ver las fotos, y trabajar con ellas, escanearlas, entrevistarlo… Lo hice por razones puramente personales, pero cuando llegó el material y vi todo lo que allí había, me impresioné. No estaba preparado para ello». Alexandre supo que merecían ser publicadas y, tras una serie de intentos y animado por el fotógrafo Bruce Weber, lo consiguió.

El resultado es Leo Fuchs: Special photographer from the golden age of Hollywood (Editorial powerHouse); un cuidado volumen que resume su fulgurante carrera. El libro también contiene textos de Alexandre, Bruce Weber y del propio Fuchs, quien pone en contexto muchas de las imágenes. Así, sabemos que en 1955, en uno de sus primeros trabajos (en Portugal durante el rodaje de Lisboa con Maureen O'Hara), acabó compartiendo cena flamenca con la entonces exiliada familia real española. Todo empezó cuando, en el plató, Fuchs fue abordado por un joven «muy educado y con un buen inglés quien, pese a su aparente timidez, resultaba muy persistente a la hora de preguntarme cosas sobre fotografía. No parecía haber un área en este campo por la que no sentía curiosidad…». Así, ambos se pasaron el resto de la tarde hablando de cámaras y de técnicas y no fue hasta el día siguiente cuando Fuchs se enteró que aquel joven curioso era el príncipe Juan Carlos. Fue él quien lo invitó expresamente a la cena que sus padres ofrecieron a las estrellas y al director de la película, Ray Milland.

Fuchs también vivió momentos dramáticos, como la muerte de Tyrone Power en pleno rodaje de Salomón y la reina de Saba, en 1958. Recuerda como el día después de su fallecimiento se organizó un velatorio en los estudios, con Power de cuerpo presente y su desconsolada viuda, Debbie Reynolds, abrazada al ataúd. «Todo el equipo de la película pasamos a dar nuestras condolencias», escribe Fuchs. «Antes de entrar se me acercó un representante de Paris Match y me ofreció 10.000 dólares por una foto de Debbie junto al cuerpo de su marido… Diez mil dólares era muchísimo dinero entonces, pero me negué en redondo».

Esta integridad fue una de las claves que hizo que actores y actrices confiaran en él y, a menudo, requirieran su presencia. De este modo, se sucedieron una serie de encargos variados, como el rodaje de Cenizas bajo el sol, con Frank Sinatra (con quien compartió noches de casino en Montecarlo y comprobó cómo se llevaba a las mujeres de calle sin tener que dirigirles de antemano la palabra), y el de Historia de una monja, en el Congo, protagonizada por Audrey Hepburn, fan como él de las sinfonías de Beethoven.

Estas y muchas otras anécdotas se narran en el libro, publicado recientemente y que Fuchs no pudo ver acabado, porque murió en el 2009. De todos modos, para Alexandre el proceso de edición ha sido clave para conocer de forma más completa a sus padres. «A partir de las miles de fotos que encontré he reconstruido su vida en California, que desconocía por completo… Mi padre sigue siendo el mismo, claro, pero ahora lo entiendo mejor, y admiro especialmente que tuviera el valor de dejar una existencia que ya tenía montada y se reinventara».

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