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Juan José Bárcena durante la entrevista con La Jornada. (Foto: Luis Humberto González)
C iudad Juárez, Chihuahua, 11 de diciembre 2010. (RanchoNEWS).- Ningún país congrega en la actualidad tantos y tan talentosos compositores como México. Sin embargo, existe un inexplicable lastre que impide desarrollar sus capacidades: «la flojera». Una nota de Ángel Vargas para La Jornada:
Así lo sostiene Juan José Bárcena, quien en octubre pasado se convirtió en el primer músico nacional en obtener el Premio Iberoamericano Rodolfo Halffter de Composición, convocado por la asociación civil Instrumenta.
«He tenido oportunidad de viajar por Europa y en ningún país he visto tanto talento congregado en la composición musical como en México. Ni en Alemania ni Italia hay algo similar; sin embargo, existe un gran problema con el mexicano: la flojera», explica.
«He visto muchos chavos con enorme talento y desbordada capacidad de imaginación, pero adolecen de una inexplicable pereza para desarrollar y ejercer sus capacidades».
De 28 años de edad, el músico queretano se encuentra en la ciudad de México para presenciar este fin de semana el estreno mundial de su poema sinfónico Águila-serpiente, por el cual se hizo merecedor al mencionado galardón.
Esa pieza será interpretada por la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), este sábado y el domingo, a las 18 y 12 horas, respectivamente, en la Sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli (Periférico Sur 5141, colonia Isidro Fabela).
La música, rama de la literatura
En entrevista, Juan José Barcena sostiene que, como nunca en la historia, hoy existe gran cantidad de músicos mexicanos haciendo doctorados, posdoctorados y ganan premios en varias partes del mundo.
Ello se debe, explica, a esa generación de músicos como Mario Lavista y Manuel Enríquez quienes crearon una escuela impresionante, y sus alumnos son ahora los maestros de esta nueva generación que está destacando en diferentes países.
«No es casualidad ni caso aislado que un mexicano haya ganado esta versión del premio Halffter; estoy convencido de que hubieran podido hacerlo cuando menos otros cinco o 10, aunque afortunadamente me tocó a mí», indica.
«Son varios los compositores mexicanos que ganan premios de música de cámara, orquesta, electroacústica en el mundo. Es una generación muy interesante de compositores, cuyas edades fluctúan entre 25 y 40 años».
Sin embargo, dice, en el medio prevalecen también varios autores que «de plano no ayudan a borrar esa imagen del mexicano» como un tipo sombrerudo con sarape dormido a la sombra de un cactus.
«La creación es un área a la que se necesita dedicar toda la vida, por lo menos ocho horas al día. Falta rigor, pero sobre todo disciplina. Es una problemática que veo de forma directa, pues soy docente».
Entre los factores en favor de los que dispone la actual generación de jóvenes compositores en México, José Juan Bárcena subraya el creciente número de solistas y grupos preparados para interpretar música de reciente creación.
De igual forma, resalta los apoyos y los espacios promovidos por el gobierno federal, como becas y el Foro Internacional de Música Nueva Manuel Enríquez, así como el de instancias privadas, en particular de la asociación civil Instrumenta, que organiza premios, concursos y encuentros que difícilmente se ven en otros países de Iberoamérica.
No obstante lo anterior, considera que aún es insuficiente. En particular se refiere a la problemática de la música y las demás expresiones artísticas en provincia: «Lamentablemente, a escala estatal existen personas sin capacidad para dirigir puestos en cultura; no tienen la menor idea de porqué ni para qué están en el cargo».
Respecto de Águila-Serpiente, cuya duración es cercana a 14 minutos, el compositor cuenta que tiene como punto de partida un par de poemas de Octavio Paz: Mariposa de obsidiana y Piedra de Sol.
Se trata de una inquietud latente en su trabajo desde hace un lustro: relacionar a la literatura con el arte sonoro, a partir de la convicción de que «la música es una rama de la literatura, con un código diferente de representación».
Aclara que sus partituras no son narraciones ni traducciones musicales de los textos literarios que retoma, sino el resultado de las ideas y las emociones que se derivan de introyectar y procesar esas lecturas.
Admite que el título de su poema sinfónico es de alto significado nacionalista, pero aclara que se trata más de un homenaje a Octavio Paz que un intento de describir esa pieza en términos de su contenido.
«Nadie como él expresa más y de mejor manera el sentido de lo mexicano», apunta. «En mi obra no hay citas, alusiones a la música tradicional mexicana, ni alguna referencia a lo que se entiende en el sentido más popular de lo mexicano; no suena a son, ni a marichi».
Las influencias que reconoce en su estilo y el empleo de instrumentación son las de los compositores Toru Takemitsu, de Japón, y Krzysztof Penderecki, de Polonia.
Y aunque para la construcción de sus partituras se vale del desarrollo de algoritmos y de gráficas, así como de las matemáticas, Juan José Bárcena aclara que su música en nada es intelectual.
«Para mí lo importante son el sonido, las ideas y los sentimientos; después utilizo procesos para organizarlos, no para crear. Es un gran error de muchos músicos contemporáneos buscar sólo el desarrollo intelectual, olvidándose de las emociones».
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