Lo que no pude decir
Quiero agradecer por este conducto a todas las personas que asistieron a la lectura efectuada el pasado viernes en el Café Mediterráneo, en particular a Mauricio por la invitación.
Aprovecho la ocasión para compartir con ustedes algunos comentarios que no pude expresarles aquella noche.
De entrada quiero decirles que soy un escritor muy viejo para ser un escritor nuevo y muy nuevo para ser un escritor viejo. Apenas este año publiqué mi primer libro de relatos (Río Bravo Blues), lo cual para alguien nacido en 1956 (y que se ha dedicado a escribir desde la adolescencia) es algo tardío, aunque tengo otros tres libros inéditos.
Nunca he pertenecido a taller literario alguno ni puedo identificarme con una generación específica de escritores chihuahuenses. Todas estas características me ubican como un narrador de difícil clasificación, lo cual realmente me importa muy poco, pero creí oportuno que lo supieran.
El primer cuento que leí «El abuelo y la mujer blanca» nació como un cuento, pero por tratar de contestar quién es ese personaje (Willy Solís) y qué está haciendo ahí (San Miguel), las respuestas han venido creciendo de tal manera que se están con virtiendo en una novela corta.
El otro cuento (que leí muy mal porque creo que ya estaba demasiado ebrio) titulado «El Claustro de las Tibios Pétalos», forma parte de una trilogía denominada «La Cruz y la Espada», integrado por tres cuentos con el tema de una reflexión sobre la herencia española en nuestra cultura, textos que aún estoy revisando.
Me fue muy satisfactorio leer con gente joven y comprobar que la literatura fronteriza goza de buena salud; y que existe también una audiencia inteligente.
Gracias de todo cora
Rubén Moreno Valenzuela