Serrat en el homenaje (Foto: RanchoNEWS)
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iudad Juárez, Chihuahua. 29 de abril de 2025. (RanchoNEWS).- Santiago Muñoz Machado, presidente de la Real Academia Española (RAE), no quería que nadie se llevara a engaño. «Antonio Machado no ingresó en la Academia porque no quiso», aseguró este martes en el homenaje al autor de Campos de Castilla, «pero tuvo algunas razones para la demora». La Docta Casa se volcó en la gala celebrada con motivo del 150 aniversario del nacimiento del poeta. José Sacristán recreó la lectura del discurso de ingreso que nunca tuvo lugar, Juan Mayorga pronunció la contestación, en nombre de la Academia, basada en unas palabras de José Martínez Ruiz «Azorín» que tampoco existieron –«Un discurso que solo parcialmente procede de su pluma», precisó el presidente– y Joan Manuel Serrat puso el broche con las adaptaciones de sus poemas, escribe Jaime Cedillo en El Cultural.
Machado fue elegido académico de la RAE en 1927. Escribió su discurso de ingreso en 1931, pero «sus circunstancias personales y la situación política de España no facilitaron el acto de lectura e ingreso, que nunca llegó a celebrarse». Sobre aquellas razones para la demora tiene Muñoz Machado «cuatro hipótesis»: la primera es el fracaso de la candidatura de Niceto Alcalá-Zamora como presidente antes de 1931, año en que por fin fue designado. «Tuvo que ver con la animadversión de Miguel Primo de Rivera», según relató el presidente actual, y Antonio no habría querido ingresar hasta que se materializara el nombramiento.
Otra causa sería el trabajo «devorador» del poeta en aquellos años. Machado vivió intensamente la vida política y social de Madrid en época republicana. Por otro lado, su frenética actividad política. Como se sabe, no solo se adhirió a la causa del bando luego perdedor, sino que se alistó en la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura. La última, explicó Muñoz Machado, es que «en 1936 el Frente Popular solicitó al gobierno de Azaña la supresión de todas las academias y la creación, al modo del Instituto de Francia, de un Instituto Nacional de Cultura en el que se integrarían las corporaciones disueltas». «Un decreto lo acordó» y «probablemente no era conveniente situarse al lado de la Academia».