Rancho Las Voces: Agustina Bessa-Luís: La huella de los anillos
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

miércoles, febrero 08, 2006

Agustina Bessa-Luís: La huella de los anillos



ROBERT SALADRIGAS

B arcelona, España. 08/02/2006 (LA VANGUARDIA) Hacía mucho tiempo, demasiado, que Agustina Bessa-Luís, la gran dama de la narrativa portuguesa contemporánea, estaba inexplicablemente fuera de los circuitos editoriales españoles. Es cierto que en 2004 apareció un volumen de ensayos, Contemplación cariñosa de la angustia (Cuatro Ediciones), pero lo que en verdad cuenta, el corpus literario, era inencontrable. Ahora reaparece su obra maestra, La sibila –se editó aquí en 1981 y se ha aprovechado su discutible traducción–, en aquel momento uno de los textos más innovadores de la ficción lusitana que situaba a Bessa-Luís a la altura de Pessoa o del brasileño Guimarães Rosa. Me parece un acierto la recuperación del libro en este momento, porque medio siglo después sigue siendo depositario del enorme talento de la autora. Pero me gustaría creer que esa reedición no obedece a un azar sino a una estrategia premeditada de ir resituando a Bessa-Luís en el espacio que merece ocupar, cuando parece que desde nuestra perspectiva la literatura portuguesa moderna se reduce actualmente a dos figuras importantes y prolíficas, José Saramago y António Lobo Antunes. Quedan en los márgenes del olvido otros nombres valiosos como Sá-Carneiro, Torga, Fernando Namora, Jorge de Sena, Almeida Faria, Lidia Jorge y algunos más sin los que no es posible explicarse la pujanza literaria del pequeño país ibérico.

Agustina Bessa-Luís, nacida en Vila Meã (Amarante) en 1922, en esa franja de belleza agreste del norte portugués delimitada por dos corrientes fluviales que se conoce como Entre-Douro-e-Minho, un lugar de antiguas familias de labradores fieles a su propios códigos culturales vinculados con el patriarcado, las estaciones, las cosechas, los rituales ancestrales, la creencia en los poderes sólo entrevistos y en las supersticiones, hasta que lentamente, inexorablemente, entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, las nuevas generaciones fueron sucumbiendo al deslumbramiento de los valores capitalistas y abrazando los privilegios de la intelectualidad burguesa. De las fases de esa mutación en su territorio de origen trata la poderosa novela de Bessa-Luís, trazada en forma circular en torno a la figura aglutinante de Joaquina Augusta, Quima, que en el arranque de la historia acaba de morir a los setenta y seis años en la casa de la finca familiar, la Vessada, y es recordada por sus herederos colaterales, dos sobrinos que pertenecen a la nueva época, Germana, solterona ociosa, improductiva, apegada por conveniencia al terruño, y Bernardo, un petrimetre esnob, mediocre y desclasado, víctima de "la seguridad y el bienestar". Ambos simbolizan el declive de la estirpe que se remonta a dos siglos, y la incierta supervivencia de cuanto significó la plenitud de la tierra ahora sentenciada a verse reflejada en la ruinosa casona deshabitada.

Los numerosos personajes rurales bien delineados y nada simples que habitan la novela se encogen ante la complejísima personalidad en bruto de Quima, la Sibila, nexo entre la memoria del pasado y el oscuro porvenir, esa mujer amasada con el fango telúrico de la vieja tierra que le transmite el espíritu rocoso de los fundadores y su aliento sagrado le permite defender la hacienda, lo único que ama, mientras bascula entre lo visible y lo sobrenatural hasta que logra sobreponerse a la mediocridad de la vida y convertirla en intemporal. Novela ambiciosa que vierte en palabras la manera de ser de la vieja aristocracia rural portuguesa y su proceso de descomposición, la imagen sobrecogedora de lo que queda después de la muerte de Quima y con ella del mundo que mantuvo en pie con sus humillaciones y padecimientos desde niña es la huella que han dejado los anillos en la piel de sus dedos, ya sin riego sanguíneo.

Un libro clásico
El lenguaje que es aquí la más alta expresión del genio literario de Bessa-Luís, autora de una firmeza de acero que siempre ha rehuido las concesiones, que reside en Oporto, alejada de los núcleos literarios de Lisboa o del epicentro universitario de Coimbra -aunque en 2004 fue distinguida con el premio Camões, el más prestigioso en portugués-, es al mismo tiempo el obstáculo que el lector ha de vencer para llegar a la intimidad recóndita de la historia, dejarse seducir por su diversidad de matices y disfrutar a placer de sus evidencias e intuiciones. Puede que a veces se tenga la impresión, al leerla hoy, de que La sibila es una novela antigua y la prosa excesivamente tumultuosa, impregnada de un sentido trágico de la vida y del destino de las personas en conflicto con los dictados de la época, pero en eso precisamente radica su poder de atracción. Estamos ante una obra clásica, singular, ajena a las modas, los condicionamientos e imposturas del mercado. En suma, gran literatura y como tal, sin duda, perdurable.

ANTONIO LACERDA / EFE El ministro de Cultura de Brasil, Gilberto Gil, besa a Agustina Bessa-Luís tras hacerle entrega del premio Camões (2004)