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El artista estadounidense. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 8 de enero 2010. (RanchoNEWS).- Su obra eran círculos, una y otra vez círculos. La mayoría de las veces amarillos y rojos, a veces azules o verdes; en grandes lienzos blancos o sobre fondos oscuros; con bordes definidos o borrosos, como un gran blanco. Con sus circles, Kenneth Noland se convirtió en uno de los pintores estadunidenses más significativos del siglo XX. Este martes murió a causa de cáncer, a los 85 años, en su casa ubicada en Maine. Una entrega de DPA:
Quizá, sin la Segunda Guerra Mundial, nunca habría existido un pintor como Noland. Sin embargo, gracias a la GI Bill –que abría las puertas de la universidad a quien hubiera participado en la guerra sin distinción de origen ni formación– estudió arte a su regreso. En el Black Mountain College, justo al lado de su lugar de nacimiento, Asheville, Carolina del Norte, asistió a clases con docentes como Walter Gropius, De Kooning, John Cage y, a veces, Albert Einstein.
Sin embargo, quien más impresión causó en Noland, al igual que en su compañero un año menor, el pionero del pop art Robert Rauschenberg, fue Josef Albers. El artista, quien tras el cierre de la Bauhaus por los nazis huyó a Estados Unidos, formó a los jóvenes en el Colourfield painting, que apostó por la interacción entre los colores. Grandes lienzos o incluso simples paredes eran pintados con pocos o incluso con un sólo color.
El colorfield fue la respuesta estadunidense a la influencia de lo moderno traído por quienes regresaban de la guerra, sobre todo por los emigrantes que cruzaron el Atlántico. Noland se convirtió en uno de sus representantes más importantes y pionero de una pintura que llevó a la nueva potencia mundial, Estados Unidos, al escenario mundial artístico.
Realizó sus primeras exposiciones en París. El éxito le llegó en Estados Unidos, Nueva York y Washington, donde, después de dos décadas impregnadas por la crisis económica y la guerra, una nueva generación estaba ansiosa por un arte innovador. Noland les dio sus «círculos» y sus «líneas»: formas claras con pocos colores claros, que provocaron una y otra vez la pregunta «¿Se supone que esto es arte?» Sí, era arte, y con él, Noland y Barnett Newman, Mark Rothko y Clyfford Still entusiasmaron al observador como una generación antes hicieron Paul Klee y Joan Miró.
El sello de Noland fue el soak stain, pintar en lienzos no preparados especialmente. La tela absorbe el acrílico como papel secante y no se convierte en portadora del color, sino en el color mismo. En los años 80 del siglo XX se volvió cada vez más purista con los colores: fuertes y brillantes, pero ya sólo un color principal, acompañado por algunos bordes de otro. La forma se convirtió en un portador cada vez más importante del mensaje. Con los shaped canvas, es decir, «los lienzos con forma», la superficie dejó de ser un rectángulo para adoptar forma bizarra.
La galería de arte Leslie Feely Fine, de Nueva York, muestra desde octubre y hasta finales de la semana próxima obras de este periodo, siendo la última exposición en vida de Noland.
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