Rancho Las Voces: Textos / «La crítica de los escritores» por Kim Nguyen Baraldi
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miércoles, mayo 12, 2021

Textos / «La crítica de los escritores» por Kim Nguyen Baraldi

Ricardo Piglia. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de mayo de 2021. (RanchoNEWS).- Mi paso por la Sorbona fue un fiasco. Cursé la carrera de letras modernas y literatura comparada y me sentí decepcionado. Aunque aquellos años de universidad fueron hasta cierto punto provechosos, me quedó un regusto amargo: todo era ahí demasiado académico, árido y frío. Demasiadas estatuas de mármol, demasiados escritorios de madera y ningún bar donde poder conversar con los compañeros. Las clases no eran estimulantes, los profesores no lograban conectar con los estudiantes, y uno sentía que, cuantas más horas pasaba enfrascado en libros de crítica especializada, más lejos se hallaba de la literatura. Estudiar así no tenía para mí ningún atractivo. A día de hoy, me sigo preguntando, algo entristecido, en qué momento la universidad, desorientada por las cuatro esquinas, decidió anestesiar el placer de leer.

Por esa época, apunté en uno de mis cuadernos esta breve anotación: «Propósito: leer como un escritor». Yo no me creía escritor, por supuesto, no había escrito casi nada en mi vida, pero entendí que aquella postura –aunque no supiera, por aquel entonces, en qué consistía exactamente– era la que yo quería adoptar frente a la literatura. Y que también me ayudaría a mantener una cierta frescura en la vida. Así que, sin darme cuenta, empecé a recopilar compulsivamente fragmentos de escritores que comentan sus libros favoritos, sus escritores de cabecera. Solía encontrarlos en lugares marginales: correspondencias, diarios, discursos, conferencias o prólogos. Los críticos viven de la crítica; los escritores, por el contrario, tienen la gran ventaja de no estar sujetos a hablar sobre la literatura, si no lo desean. Suelen tomar la palabra en ocasiones contadas, cuando tienen algo valioso que decir, cuando sienten la necesidad. Y, como es sabido, la necesidad es lo único imprescindible para escribir algo verdadero. Empecé, por tanto, a acumular centenares de fragmentos de escritores: Milan Kundera descubre el poder de lo fútil en las novelas de Flaubert; Thomas Wolfe recrimina a Scott Fitzgerald su intolerancia hacia los libros que «hierven y se derraman»; Paul Auster se conmueve por la ternura escondida en los libros de Georges Perec; Foster Wallace reivindica el humor de Kafka y Dostoievski; Natalia Ginzburg observa el cambio de luz en la obra de Calvino; Thomas Bernhard, el huérfano, se tira en los brazos de su padre adoptivo Montaigne; Françoise Sagan comprende con Albertina desaparecida en qué consiste la locura de escribir; Walter Benjamin y W.G. Sebald se asombran ante la transparencia del «yo» kafkiano; García Márquez encuentra su camino literario tras la lectura de La metamorfosis; Virginia Woolf se emociona leyendo Un corazón simple de Flaubert; C.S. Lewis se lamenta que los animales no puedan escribir libros; Marcel Schwob y Juan Marsé releen, ensimismados, La isla del tesoro; el Quijote político de Magris, el Quijote sonámbulo de Bergson, el Quijote campeón de la libertad de Pitol, el Quijote humanista de Le Clézio, etc. Todos estos fragmentos eran para mí momentos raros en los que, de pronto, un relámpago ilumina el cielo. Ahí encontré la verdadera universidad, en la crítica de los propios escritores.

El texto de Kim Nguyen Baraldi lo publica Letras Libres