Rancho Las Voces: Quién es Quién / Juan Robles Flores (30 de julio 1938 – 19 de octubre 2001)
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sábado, agosto 28, 2021

Quién es Quién / Juan Robles Flores (30 de julio 1938 – 19 de octubre 2001)

Juan Robles Flores. (Arte: Miguel Ángel Moreno)

C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de agosto de 2021. (RanchoNEWS).- A Juanito lo conocí en el medio periodístico, él era el fotógrafo del municipio y yo era parte del primer staff de fotógrafos del Diario de Juárez, de esa época conservo gratos recuerdos impactados por su personalidad y don de gente. La ciudad en aquellos años todavía no sufría esa explosión de crecimiento desordenado y era muy fácil coincidir. Después me tocó atenderlo en una supertienda de fotografía que tuvo la ciudad Cámaras y Películas. Encontrarnos sin proponerlos era común en nuestras vidas y tratar con él era un placer. 

Rancho las Voces lo incluye en ésta sección, para rendirle un homenaje y presentarlo a quienes no tuvieron la oportunidad de conocerlo, ahora que  conmemoramos los 20 años de su partida.

Jaime Moreno Valenzuela 


Siempre he creído que nunca se le ha dimensionado como ese gran personaje de la ciudad que fue y por eso le pedí a mi gran amigo Gabriel Cardona quién además de ser un caballero es un excelente fotógrafo quien tuvo la oportunidad de convivir con él y compartir dos pasiones con Juanito (quizá más), sus recuerdos de Juanito.

Aquí sus palabras:

«Por supuesto que conocí a Juan Robles y lo conocí en dos ámbitos de los cuales yo también soy partícipe e integrante.

«Uno de esos ámbitos es de que también soy Scout y lo recuerdo como dirigente del grupo VII los cuales eran competencia de mi grupo el IV durante las actividades de la Provincia Chihuahua Norte.

«Eran los años Ochentas. Yo estaba chamaco cuando lo conocí sin saber que era fotógrafo de prensa. Lo recuerdo que fomentaba mucho el esfuerzo y el entusiasmo para con los integrantes de su grupo y de alguna manera rival de mi jefe Scout ya que también nosotros teníamos un buen líder quien nos apoyaba a fortalecer el carácter pero al mismo tiempo el de ser justos y compasivos. Ellos rivales en las actividades de competencia pero al fin Hermanos dentro del movimiento Scout internacional en lo que es el desarrollo del Escultismo y que después de las competencias terminábamos cantando y cocinando alrededor de una fogata al aire libre. Todo esto sin saber que en un futuro ya conocería más de cerca y de manera personal al Juan Robles en el ámbito de la fotografía de prensa. Yo laborando para medios impresos y el como el fotógrafo en el municipio de Ciudad Juárez ; El compartía su experiencia con todos era amigable y trabajador. Era un señor de familia ya que siempre expresó su amor a su esposa e hijos. A él escultusmo y a su profesión. Eso me lo hizo saber en varias ocasiones durante las jornadas de trabajo en las que nos encontrábamos. Y no era solo de palabra sino también de acciones.

«En varias ocasiones tuvimos conversaciones de muchos temas cuando me invitaba a revelar el trabajo del día en el cuarto oscuro de la presidencia el cual estaba en el tercer piso donde ahora es la sala principal de Cabildo.

«En una ocasión me obsequio un lente telefoto 135mm para mi cámara Nikon. Fue una gran sorpresa para mi y ese gesto siempre se lo voy a agradecer.

«Pero todavía más le agradezco el haber trabajado junto con él en la calle y en los eventos cada quien para su medio pero donde él siempre transmitía su entusiasmo por el trabajo, el respeto a los demás y el amor a la familia.

«Entre nosotros había diferencia de edad pero él siempre transmitía la energía de la juventud. Era metódico y organizado con sus quehaceres y con su material de trabajo. Era serio y riguroso en su trabajo por que era observador y siempre encontraba y hacía la foto del día. Ya después de eso se le veía satisfecho por haber logrado lo que buscaba en ese día. Y lo digo así porque en el foto periodismo cada día es distinto y cada día hay que renovarse. Así era él.

Siempre sonriente con todos y siempre protector con las nuevas generaciones.

Gabriel Cardona, octubre 29 de 2020.



«Juan Robles: Una vida ejemplar dedicada a servir» 
por Héctor Varela Unive (†)


Habían transcurrido dos horas desde el momento de su muerte, cuando la noticia llegó a las oficinas de Semanario, su casa editorial en los últimos años de ejercicio informativo en la que Juan Robles Flores dejó amigos, imprimió el sello de su profesionalismo y el buen gusto por la fotografía de arte.

Lágrimas y estupor entre quienes lo amamos fue la inmediata respuesta, por mucho que fuera el asunto esperado. No era sólo el amigo insustituible el que estaba iniciando el camino final, era también el liberal juarista, el ciudadano enamorado de su patria chica y preocupado por su Patria. el boy scout que aportaba su granito de arena al trabajo de formar hombres buenos, el fotógrafo que en más de un cuarto de siglo llevó a diarios y prensa escrita la vida fronteriza como nadie lo ha hecho.

Pasará mucho tiempo para que el periodismo fronterizo vuelva a tener entre sus filas a un hombre como Juan; pasarán muchos años-si es que vuelve a ocurrir- para que los juarenses tengan entre sus hombres a un ser tan respetado y al mismo tiempo amado, pasará mucho tiempo.

Algo como un influjo fijo y dominante al que difícilmente se daría explicación, hacía de Juan un hombre fuera de lo común, que sabía dar ejemplo con modestia, sin considerar, y -de la misma manera rigurosa-, sin disimular ni solapar. Murió pobre aunque sin privaciones mientras sus compañeros se hacían ricos aprovechando el oficio periodístico y a pesar de los guiños que por décadas le hizo la corrupción privada y oficial. Nunca aceptó un regalo que fuera compromiso o que contraviniera sus principios y su ideal.

Cierto aire de Juan Robles le dotaba de una indiscutible autoridad que él asumía honorablemente, con la misma justicia igualitaria que jamás le permitió el trato diferente en una sociedad de diferencias y de desigualdad. Como buen periodista estuvo cercas de quienes ejercieron el poder, pero nunca se le vio un gesto genuflexo, ni un desplante ominoso contra gente pobre, entre quienes vivió.


Luces de la ciudad

En los años cuarentas, la agitada frontera pareciera estar ajena al mundo en convulsión. La ciudad que habitaban cuarenta mil paisanos refrendó su nombre de Moderna Sodoma durante la Segunda Guerra, y así continuaría las siguientes guerras Corea y Vietnam, aunque perdió pronto su inicial esplendor de lugar ex profeso para el divertimento de todos los gustos y a la altura de europa en sofisticación.

Con un soberbio hipódromo que por años atrajo a jugadores de todos los estados de la unión: con casinos y cabarets donde se presentaban las mejores orquestas y los mejores cantantes del mundo, entrados los cincuentas Juárez vio declinar su futuro como «meca internacional del espectáculo y el juego» y devino en «el más grande congal», según se decía en México cuando la urbe vivía de la prostitución y la venta de alcohol.

Mediados los cuarentas, a ese Ciudad Juárez llegó Juanito Robles con su madre y su hermano. Venía de Zacatecas tras la muerte de su padre. Cumplidor puntilloso que odio las medianías, no olvido el requisito de la gran mayoría para ser fronterizo, y fue también inmigrante

La vida era difícil. Seguro así la vieron los hermanos Robles que prestos consiguieron techo familiar y un trabajo decente, para lo necesario mientras cambiaba el viento. Ese trabajo arreglo lo inmediato a la familia Robles, y sería decisivo en el futuro y en el quehacer del muchacho: entraba al periodismo voceando El Fronterizo y ahí se iba a quedar. Por lo pronto eso daba para llevar el pan y los zapatos de él y sus hermanos.

Trabajó en otros medios como colaborador y al llegar los setentas inició sus labores de fotógrafo de prensa en el ayuntamiento fronterizo. Por cerca de veinte años repartió sus horarios y su amado periódico dando el mejor esfuerzo Fue tiempo suficiente para que Juan mostrará su amor por el trabajo y su íntima actitud de no aceptar dádivas y el embute.No se lo decía a nadie ni cuestionaba a nadie; era algo personal entre él y su espejo.

Un corrosivo y silencioso mal le penetró esos años de constante trabajo, y fue el factor mortal al paso de los años. Jubilado burócrata y retirado del trabajo en diarios, llegó hasta Semanario y después de un infarto buscó nuevos diagnósticos, hasta que definió que habían sido los químicos que respiro en el cuarto oscuro los causantes de todo.

El último trabajo que hizo en Semanario -una entrevista con el librero Villaverde- hizo a todos pensar en el retiro como recomendable.Tocando los sesenta y sólo vulnerado por el añejo padecimiento, Robles Flores no tuvo alternativa y se fue a descansar con el tanque de oxigeno a la mano.

Ver al amigo leal, al viejo compañero, al hermano mayor con la salud minada fue un punzante dolor; valiente, deportista y sin tener un vicio, daba coraje verlo inactivo y dependiente de su tanque de oxigeno. Pero eso lo hizo menos bueno.

La vida en claroscuro

A estas alturas de la vida no quiero recordar quien dijo aquella frase que se vuelve vigente cuando un colega muere: «los periodistas solo somos noticia cuando llega la muerte». Es cuando sopesamos los años del oficio a los sátrapas, a los farsantes que se dicen políticos y solo se recuerdan con el tiempo por el saqueo y el robo, a los podridos que van pudriendo el mundo.

Definirlo no es fácil. Fue masón y juarista «de los que ya no se usan» y puedo asegurar que los masones no tienen una idea de lo que han perdido con su muerte; priísta por principios y razón ideológica , amó sin condición a su partido y nada pidió a cambio; también lo hace distinto su desdén por la plata y su amor por los jóvenes que lo hacían enérgico ese cuarto de siglo que fue líder scout. Lo abrumaba el estilo palaciego y autocrático del panismo y del PAN.

Conoció muy de cerca las fibras del poder y sirvió a una decena de alcaldes fronterizos, atestigua sus excesos y sus vicios y al final se quedó con su querido «Norza», como llamó al alcalde Norberto Norzagaray. Fue tan pudoroso que se negó a hablar de ellos incluyendo los panistas- para un trabajo estrictamente panista periodístico. «Ya muchos están muertos y no pueden hablar» dijo entre otras razones.

Pero no era por miedo, sino por su concepto de lealtad, tan abierto como escrupuloso que lo hacía ser considerado hasta con los rivales. La traición y el engaño fueron su abominación.

Fue un fotógrafo que ejercía diariamente sus valores vitales siendo humano, gentil y solidario para sus compañeros; trabajador dócil si estaba ante sus jefes, discreto y amable con el desconocido. Si los últimos años fue un poco enojón, no dejó de ser bueno; esa rara energía que le daba a Juan Robles un sutil don de mando -y que quizá provenía de su humildad pacífica y su bondad serena- hacía imposible que no acabará amándolo quién de él cerca estaba.

Los premios obtenidos por el trabajo gráfico, no pueden contener ni una mínima parte de su labor periodística y es fácil entender cuando se toma en cuenta que Juan Robles atrapó por casi cuatro décadas la vida fronteriza que se gestaba y crecía casi tímida hasta que se pobló de forasteros.

Y si como fotógrafo de prensa era Juan un campeón, lo que hizo en blanco y negro de fotografía artística revelan una sensible búsqueda que es menaje de vida, verdad de alto contraste.

La foto de portada de este semanario, la que valió un premio que lleva en primer plano los pies de Vazarelli con los zapatos rotos, su cajón de bolero, y el remate glorioso de su sonrisa niña, nos dicen muchas cosas.

La calle desolada por donde nadie pasa, iluminada apenas por la luz mercurial que descubre la banca a donde dormita acurrucado un niño, nos descubre los mundos congelados donde habita solitaria la desesperanza, las catacumbas donde no hay mañana y tal vez al Juan Robles que fue niño de la calle.

 

Tomado de la Revista Semanario una publicación de meridiano 107 editores, año XII, N° 551. 22 de octubre 2001


Recordando a «Johnny Bandido» 
 por Antonio Pinedo


Ciudad Juárez 21 de octubre 2001.- Muerte siempre es dolorosa, pero hay muertes que duelen más, de esas muertes es la de Juan Robles. Es un dolor que hace pensar en la existencia del alma. El dolor se siente en un lugar indefinido, se busca de donde proviene, y no puede venir de otro lugar que no sea del alma. Lo que duele es el alma.

Nunca se sabe cuando alguien va a ser determinante en tu vida o importante, ésta importancia no se da en un acto, sino en una larga serie de pequeños eventos que en un momento determinado como en este caso la muerte de Juan, se te presentan todos de golpe y se cobra conciencia de lo que significaron en tu vida.

Breve semblanza

La primera vez que vi a Juan, fue cuando siendo estudiante de secundaria, editamos el quincenal Tribuna Estudiantil, un mensual que vio la luz en diciembre de 1971.

Horacio Castillo mejor conocido como «Peraloca», le pidió a don Aurelio Paéz, que fuéramos recibidos por el alcalde Mario Jáquez. En el grupo íbamos José Antonio Rodríguez, a quien todos llamábamos por su segundo apellido: Morones. Iban también Ricardo Baca a quien recordamos mejor llamandolo «Spooty», Cesar Meza y Secundino quien ahora es prominente figura del perredismo nacional y se le conoce mejor como el diputado Trinidad Morales y yo. Juan tomó algunas fotos, que luego nos obsequio y publicamos en el segundo número de Tribuna.

Juan me llamó mucha la atención por su uniforme de boy scout. A petición de don Aure, me tomó como aprendiz de fotógrafo. Su laboratorio se encontraba en lo que es hoy el patio de la vieja presidencia. municipal, a la que por otra parte recuerdo de mayores dimensiones. Fue cordial y generoso con sus conocimientos, no escatimo consejos, y lo mejor me dejaba usar el laboratorio.

Estas fueron mis primeras experiencias personales, con quien pasando los años trabaje en el diario Correo. en El Fronterizo y nuevamente me acompañó en los proyectos periodísticos personales: El quincenal Alternativa, de efímera existencia la revista -casi semanal- Opción y en Semanario, donde pasó sus últimos años de labor periodística y donde reclamaba un lugar en el directorio. Lugar que conserva hasta la fecha. Recuerdo ahora, que hace alrededor de ocho meses, su nombre desapareció del directorio, por obra y gracia de algún editor de mesa con iniciativa, fueron un par de números, porque pronto llegó Juan a reclamar.

-¿Qué ya me corriste?

Afortunadamente para mi nuestras vidas se encontraron constantemente a lo largo de los últimos treinta años. Yo, que siempre he presumido que mi verdadera vocación y talento está en la fotografía -repito; he presumido- constantemente amenazaba a Juan con comprar un equipo y dedicarme a la fotografía.

-Para acabar con el mito de Juan Robles.

Periódicamente a lo largo de estos años,los últimos 25 al vez. Juan me preguntaba.

-Qué, ya tienes cámara para acabar con el mito de Juan Robles.

-En eso estoy Juan, con dedicarme los próximos dos meses tengo.

Siempre lo tomó a bien.

A lo largo de estos años de repente me dí cuenta de que Juan me adoptó, era algo muy íntimo. Nunca, o mejor dicho pocas veces se atrevía a dar consejos pero a veces no resistía y me decía:

-Tú sabes lo que haces, yo no soy nadie para decirte que hacer, pero debe de tener cuidado con X o con Z,

Lo que nunca variaba era su despedida. Con la autoridad que nuestro mutuo cariño le daba, decía con tono de papá.

-Portate bien -suavizando ligeramente el tono y el gesto-, y cuídate mucho.

En los setentas cuando laboramos juntos en Correo, había un anuncio de un fritos en los que salía un personaje del Viejo Oeste, llamado Frito Bandido, por algo que no recuerdo me gusto para bromear a Juan, a quien desde ese tiempo llame «Johnny Bandido» nunca me preguntó por qué, ni le molestó el saludo, simplemente lo aceptó, como parte de nuestra relación personal.

Me apeno mucho su enfermedad, fue un mal adquirido en los laboratorios improvisados que en la presidencia municipal se construyeron, los gases que soltaban le acabaron los pulmones.

Fue fotógrafo oficial por 27 años, durante nueve administraciones, siete del PRI y las dos de Francisco Barrio y Francisco Villarreal.

Durante años luché porque me diera una entrevista en la que me contara sus impresiones de estos alcaldes. Juan nunca accedió, por convicción, por señorío natural, nunca hablaba mal de nadie. De los alcaldes sólo hablaba si era para bien. Ni acorralandolo se atrevía, mejor se levantaba y se retiraba.

Don Carlos Loret, me aconsejó alguna vez:

- Hay que evitar los calificativos, pero si los va a utilizar hágalo como Azorín y Martín Luis sino mejor no lo intente-.

Sin importar como se vean todos juntos, es necesario decir que Juan Robles fue un hombre generoso, discreto, honesto, trabajador, solidario, valiente, justo, amoroso, de un señorío proverbial, que le viene de sus abuelos, como lo fue el general villista José Isabel Robles, quien salvo a Álvaro Obregón de morir a manos de Pancho Villa.

Ayer enterramos a Juan. Yo que siempre rehuyó acercarme al féretro y ver los idos por última vez, fui acercado a Juan y lo agradezco.

Lo vi por última vez en su uniforme de scout, y pasó a formar parte de mi panteón familiar, de mi panteón particular, en donde sólo han tenido cabida mi padre, mi abuela, mi sobrino Luis, el maestro Irigoyen, el maestro Mava y ahora Juan, a quien nunca llame maestro, aunque lo fue.

Me conforta saber que el mismo tanque de oxígeno que alargó la vida de mi padre, fue el que ayudó a Juan en sus años de enfermedad.

Fue muy largo el cortejo, a Juan no le hubiera agradado, ya que molestaba a los automovilistas, y a Juan no le gustaba molestar.

Tomado de la Revista Semanario una publicación de meridiano 107 editores, año XII, N° 551. 22 de octubre 2001 


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