C iudad Juárez, Chihuahua. 3 de marzo de 2022. (RanchoNEWS).- Si hay una figura definitoria de la segunda mitad del siglo XX, es sin duda la de Pier Paolo Pasolini. Todas las constantes de ese periodo y sus profundas contradicciones, todo cuanto supuso la crisis cultural sobrevenida en la Italia de la década de los 60, y en el conjunto de Europa, se resumen en la personalidad de este «marxista y católico echado a perder», como le gustaba definirse. Poeta, novelista, dramaturgo, ensayista, polémico por excelencia en sus actitudes cívicas, incluso dibujante y pintor, sin embargo su nombre sería conocido básicamente por el cine. Un medio, «un lenguaje» diría él, al que aportó una docena de largometrajes de ficción, además de episodios para filmes diversos, cortometrajes, guiones e incluso trabajos como actor.
«Durante el rodaje de su primera película, Accattone, Pasolini se descubrió inventando el cine, con la furia y la naturalidad de quien, teniendo entre sus manos un nuevo instrumento expresivo, no puede dejar de adueñarse de él totalmente, anular su historia, darle nuevos orígenes, beber de su esencia como en un sacrificio. Yo era su testigo». Y lo era Bernardo Bertolucci porque fue su discípulo y el ayudante de dirección de aquella «opera prima» pasoliniana de 1961, cuando le veía como un Griffith de su tiempo. Quizá no era para tanto, pero el ahora cineasta sí quería resucitar aquel neorrealismo que tanto le impactó en las sesiones de cine-club de su Bolonia natal, cuando se quedó fascinado por Roma, città aperta o Ladrón de bicicletas.
El texto de Fernando Lara lo publica El Cultural