Ida Rodríguez Prampolini; más allá del nacionalismo. (Foto: Tomadas del libro Ida Rodríguez Prampolini. La crítica de arte en el siglo XX)
C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de julio de 2017. (RanchoNEWS).- Recuperan y compilan, por primera vez, los 150 textos que escribió la historiadora y crítica de arte Ida Rodríguez Prampolini, entre 1950 y 1997, donde yacen las claves para comprender la historia del arte contemporáneo, donde lo mismo habla de José Luis Cuevas, Mathias Goeritz, Paul Klee y Pedro Friedeberg, que de la Escuela de Altamira, los dadaístas y Los Hartos, en el libro Ida Rodríguez Prampolini. La crítica de arte en el siglo XX, publicado por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Juan Carlos Talavera escribe para Excélsior.
El volumen fue integrado por Cristóbal Andrés Jácome –alumno de Prampolini– con ensayos introductorios de Rita Eder, Jennifer Josten, James Oles y el propio Jácome, quien reconoció a Excélsior que, aunque Rodríguez Prampolini hoy es una lectura obligada para historiadores y críticos de arte, al principio fue acusada de pervertir a la juventud con sus ideas.
El volumen incluye 16 textos publicados en Excélsior, entre los que destacan: Consideraciones en torno a la IX Bienal de São Paulo, Crimen en la casa de Juan O’Gorman. Prueba del subdesarrollo cultural, Arquitectura para los pobres, Los guardianes de la ideología del sexenio, Ramón Alva de la Canal y Remedios Varo y Frida Kahlo.
¿Cómo definiría el trabajo de Prampolini y su influencia en la historia del arte del siglo XX?, se le pregunta vía electrónica a Cristóbal Jácome. «Mientras algunos de los críticos de principios de los 60 asumieron la crítica de arte como un pretexto literario para tejer paradojas y otros continuaban defendiendo el canon nacionalista, Rodríguez Prampolini atendió de manera directa el debate y la polémica que generaban las prácticas artísticas experimentales surgidas en la década».
Además, en el contexto mexicano, su crítica la llevó a afirmar que en México no había artistas, añadió. «Esta afirmación responde a un ambiente en el cual prevalecía una anquilosada disputa entre arte realista y abstracto que, para la mirada cosmopolita de la autora, había quedado muy atrás y lo realmente actual en el arte eran expresiones experimentales como la poesía concreta, el arte pop o los entonces llamados environments (ahora instalaciones), cuyas prácticas estaban insertas en centros artísticos como Nueva York, París, Los Ángeles, Berlín, mientras que México parecía arrastrar una disputa que pertenecía a los años subsecuentes a la posguerra».
La necesidad de entender el panorama de los años 60 llevó a la autora a escribir estos artículos que dibujaron un perfil intelectual independiente y un compromiso con el arte de su época, más allá de la ceguera de otros que seguían perpetuando el discurso nacionalista del arte mexicano.
¿Por qué Rodríguez Prampolini abordó tanto el siglo XIX como el XX desde la crítica?, se le cuestionó a Jácome. «Rodríguez Prampolini se formó en la carrera de Historia y, desde muy temprano, se le exigió una información erudita y analizar el pasado con metodologías como el Historicismo... últimamente ella recuerda esos años formativos y cuenta que O’Gorman no sólo fue uno de sus maestros más influyentes, sino el primero que reconoció el gran poder que ella poseía para documentar y pensar la historia».
Así que este volumen «es el resultado del interés por clarificar el panorama de la crítica de arte y las artes visuales en la segunda mitad del siglo XX. Y al comenzar a trabajar en ello, a partir de la obra de Rodríguez Prampolini, asumí un compromiso no sólo con el trabajo de la autora sino también con el conocimiento acerca de cómo se había tramado la historia de la cultura moderna y contemporánea en México».
Y añadió: «Recientemente se ha producido un creciente debate sobre el estado de la crítica actual. Las opiniones, aunque diversas, coinciden en un mismo punto: es necesario conocer la historia de la crítica de arte en México. Tengo la certeza de que el trabajo de Rodríguez Prampolini contribuirá a conocer una parte crucial de esta historia y a formular nuevos debates alrededor de la crítica. Así que al ofrecer un compendio del pensamiento plural y complejo de una de las voces más influyentes, es como este libro busca incentivar la reescritura sobre los procesos culturales y artísticos del siglo pasado».
Café frío
Para Cristóbal Andrés Jácome, una de las mayores muestras de lucidez de la crítica de arte reside en su poder de comunicación con públicos amplios. Así que cuando escribió los artículos sobre un arte nuevo y experimental, lo hizo de una manera accesible, ya que estaban dirigidos a lectores de los periódicos de mayor circulación a nivel nacional.
Uno de los cambios más fuertes que Rodríguez Prampolini experimentó tuvo su origen en 1968, y «como muchos de los intelectuales de su generación, ella asumió una postura de incidencia social activa después del fin del movimiento estudiantil».
¿Influyó José Revueltas en su ideología? «Recuerdo a Ida contando que conoció a Revueltas cuando grupos de intelectuales acudían, en 1953, al recién inaugurado Museo Experimental El Eco, de Mathias Goeritz. Sin embargo, estableció una fuerte amistad con Pepe en el verano de 1968, cuando el Movimiento Estudiantil tomó mayor fuerza. Como es sabido, Revueltas fue encarcelado e Ida fue una de las personas que más lo frecuentaron en Lecumberri y sirvió como intermediaria entre Revueltas y grupos aún activos en la lucha social».¿Considera que Rodríguez Prampolini tuvo la capacidad de ver los grandes grupos artísticos más allá de la Ruptura? «Claro. Su mirada estaba ubicada en una serie de prácticas ajenas a lo llamado Ruptura. Éste es un término localizado en el debate entre un viejo régimen visual de pintores realistas frente a pintores abstractos o críticos ante el muralismo. A Ida Rodríguez Prampolini esta dicotomía le parecía, como se decía en esa época, ‘café frío’.
«Hoy en día los textos de Ida Rodríguez nos resultan básicos a los historiadores del arte que hemos dejado de mencionar la noción de ‘Generación de Ruptura’, para comprender el arte de los cincuenta y sesenta, y nos ha interesado más entender cómo desde diversas disciplinas el estatuto artístico cambió en diferentes disciplinas para analizar una serie de intercambios entre artistas trabajando en México y sus múltiples conexiones con los de otras latitudes».
¿Por qué Prampolini consideraba que personajes como Marta Traba tenían una visión parcial que respondía al «más rancio colonialismo cultural»? «Esta opinión de Ida sobre Traba está publicada en la revista Artes Visuales y es una reseña del libro La zona del silencio... Pero más allá de la divergencia de opinión entre Ida y Traba sobre arte mexicano, creo que hay que pensar el papel que jugaba Traba en la conformación de un panorama político-cultural y por qué la historiadora mexicana la criticó de esa forma.
Y añadió: «En 1976, año de la publicación de este libro, Traba era bien conocida por su alianza con José Gómez Sicre, director de Artes Visuales de la Organización de Estados Americanos; esta alianza cultivada desde los años cincuenta despertó un sinnúmero de debates en los críticos latinoamericanos de la generación. Para muchos, Gómez Sicre representaba el anticomunismo y el poder del imperio estadunidense expandido al campo del arte latinoamericano. Traba había funcionado como su aliada y portavoz en muchas ocasiones...», concluyó
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