Imagen: Obra de Carlos Mérida, 1979. Detalle de portada de Diáspora. (Foto: Editorial Vaso Roto)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 9 de julio de 2017. (RanchoNEWS).– Aunque con la llegada de Donald Trump al poder se ha acentuado el rechazo y la persecución de la lengua española en Estados Unidos, muchos escritores que viven en la Unión Americana mantienen y cultivan su literatura en español, cuya lengua es definida como «una creatura híbrida, en permanente proceso de cambio, de pasado ambiguo y futuro desconocido», dice a Excélsior el narrador y poeta Gerardo Cárdenas (Ciudad de México, 1962), autor de Diáspora, una antología que recoge 25 relatos escritos en español en Estados Unidos, reporta Juan Carlos Talavera desde la Ciudad de México.
«Es cierto que existe una persecución y un rechazo por el español en Estados Unidos, pero no hablaría de un intento de exterminio. Primero, porque no ha pasado tanto tiempo de su llegada (de Trump), y porque existen mecanismos políticos y de ley para enfrentar cualquier exterminio de una lengua o de un grupo de personas. Pero lo que sí existe es una presión muy fuerte», acepta el autor de la antología que ya circula en Estados Unidos y llegará a México en las próximas semanas.
Esa persecución empezó a notarse con la desaparición de sitios en español en las páginas web del gobierno, como en la propia Casa Blanca. Pero también en la calle, cuando las personas miran con desagrado a quienes hablan en español y eso ha creado un clima de desaprobación, relata.
«Está claro que este gobierno estadunidense quiere, a toda costa, imponer una visión nacionalista y anglocéntrica, con una sola identidad… que es ficticia. Lo curioso es que el gobierno de Trump aún no ha revivido la vieja idea de postular el inglés como lengua oficial, considerando la agenda tan extrema de la Casa Blanca. No quiero decir que eso desaparecerá, pero ahora no es una prioridad».
Diáspora es publicado por Vaso Roto Ediciones y contiene 25 relatos de escritores como Rebeca Bowman, Pablo Brescia, Lorea Canales, Liliana Colanzi, Ana Merino, Fernando Olszanski, Edmundo Paz Soldán, Rose Mary Salum, Cristina Rivera Garza y Stanislaw Jaroszek, entre otros, que provienen de los cuatro polos regionales de EU: la costa este, la costa oeste, el medio oeste y el sur.
«Incluye quince mujeres y diez hombres con acentos de Perú, República Dominicana, Bolivia, Puerto Rico, México, Colombia, España, Venezuela, Argentina, Cuba y El Salvador. Pero también de quien ha nacido en Estados Unidos o, extraordinariamente, en Polonia, con la presentación en estas páginas de Stanislaw Jaroszek, un inmigrante polaco que reside en Chicago».
Literatura y resistencia
Cárdenas explica que, hasta el momento, tres olas migratorias han marcado la historia de Estados Unidos. Deja de lado la ola colonizadora y la ola africana, que padeció una transterración forzada con cautivos esclavizados.
La primera ola se produjo entre 1840 y 1880, y trajo a cinco millones de nuevos residentes, entre ingleses, irlandeses, alemanes y escandinavos, apunta el autor; la segunda se desarrolló en los últimos veinte años del siglo XIX y concluyó con la Primera Guerra Mundial, que trajo a 17 millones de polacos, italianos, portugueses, griegos y una enorme diáspora judía procedente sobre todo de Rusia y Polonia.
Y la tercera –que ocupa a esta antología– «corresponde a la segunda mitad del siglo XX e inicia con la Segunda Guerra Mundial y el Programa Bracero, que ha tenido dos puntas sucesivas: la que ocurrió con la reforma migratoria de 1965 y la que siguió a la reforma migratoria de 1986».
Sin embargo, en el año 2000 Estados Unidos notó esta migración cuando un censo reveló un crecimiento masivo de ese ente indefinible que la sociedad estadunidense llama «comunidad latina», explica Cárdenas.
Esta comunidad incluye al inmigrante de reciente ingreso, al descendiente de colonizadores españoles, cuya familia vive en estas tierras desde el siglo XVI, al hispanohablante, a quienes tienen apellidos españoles y sólo hablan inglés, al mexicano emigrado por razones económicas y al guatemalteco que escapa de la represión y la persecución, o al chileno que huyó de la dictadura.
Esa tendencia demográfica nos dice que, para 2030, la población hispana constituirá 25 por ciento de la población total del país. Y «si se asume que los 50 millones hablan el español al mismo nivel –lo cual es engañoso, casi erróneo–, Estados Unidos contará con la segunda población hispanohablante del mundo, sólo debajo de México y encima de España, Argentina o Colombia».
¿Qué sucedería con el idioma español en el futuro?, se le inquiere. «No sabemos. La agenda de Trump es tan cambiante como impredecible. Un día habla del muro, otro de Rusia o Corea del Norte, y no se detiene en algo en particular. De pronto volverá al tema del idioma y obviamente esto generará mucha preocupación».
¿Cómo ha reaccionado la comunidad hispanohablante? «Frente a esa presión hay una resistencia de las personas por mantener el idioma, una forma de resistir ese oleaje o empuje… y una de las maneras más claras en que se manifiesta es a través de la literatura.
¿La antología demostraría que el español se ha incrementado? «Nos queda claro, a quienes vivimos en Estados Unidos, que el español no está confinado a polos específicos como Los Ángeles, Chicago, Houston, Miami o Nueva York. Ahora está en lugares donde no imaginas, como Wisconsin, Iowa, Atlanta, en las Carolinas, Idaho y Virginia. El español está en todos lados».
¿Qué demuestra esta antología? «Que, a diferencia de la primera antología de literatura en español de EU, que data 1999, hoy hablamos de una diversidad de autores que ha crecido. Hace 20 años el español estaba más concentrado en polos específicos, pero hoy esta literatura se encuentra por todas partes».
¿El español es una forma de sobrevivencia idiomática? «Evidentemente, por el contexto político que vivimos, se ha vuelto una cuestión de resistencia y supervivencia de tu cultura. Al final, la gente migra a Estados Unidos por razones económicas, políticas, sociales, culturales, profesionales… y obviamente la supervivencia de tu cultura depende de tu capacidad de mantener esa identidad propia en un país en el que no naciste ni creciste», concluye.
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