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domingo, abril 20, 2008

Arte Público / México: Cauduro transmuta el silencio de los muros de la SCJN en grito de denuncia

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Rafael Cauduro, en la imagen, junto a un tzompantli, en su taller de Cuernavaca. (Foto: María Meléndrez Parada)

C iudad Juárez, Chihuahua, 16 de abril, 2008. (RanchoNEWS).- El artista avanza en su proyecto Siete crímenes mayores un gran mural sobre los vicios del sistema judicial. El artista trabaja cerca de su casa de Cuernavaca, en La Tallera, espacio creado por David Alfaro Siqueiros precisamente para ser cuna de magnos proyectos de arte público. Una nota de Mónica Mateos-Vega para La Jornada:

Cuando toma sus pinceles, Rafael Cauduro (DF, 1950) se convierte en un alquimista que transforma el bronce en ladrillo, la madera en vidrio, la tela en piel y sus sueños en historias de largo aliento.

En estos momentos, el pintor transmuta el silencio de las paredes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en un grito de denuncia.

Cinco de los siete murales que conforman su proyecto Siete crímenes mayores, que cubrirá 290 metros cuadrados de los muros de la sede del máximo tribunal del país, ya fueron colocados en el recinto de Pino Suárez, en el Centro Histórico de la ciudad de México.

La tortura, La violación, El secuestro, Asesinato y La represión (obra instalada el pasado 20 de marzo), esas «lacras que el país ya no puede soportar», como dice el artista, tienen un rostro que sorprende a propios y extraños por la crudeza con que las ha plasmado.

En tres semanas el mural La prisión estará listo y el pintor calcula que le llevará cinco meses concluir Procesos viciados, la última pieza de esta gran obra que inició a finales de 2006.

El artista trabaja cerca de su casa de Cuernavaca, en La Tallera, espacio creado por David Alfaro Siqueiros precisamente para ser cuna de magnos proyectos de arte público.

La cárcel es un crimen

Fragmento del mural Represión, pintado por Rafael Cauduro en el edificio sede del máximo tribunal del país, en el Centro Histórico. (Foto:María Meléndrez Parada)

En entrevista con La Jornada, Cauduro reconoce que la SCJN «ha sido muy valiente al admitir este proyecto, pues va ser la primera vez que una institución de esta envergadura ponga en sus muros, por ejemplo, que la cárcel es un crimen».

La idea original de la Suprema Corte de invitar al pintor, fue que éste realizara la historia de la justicia en México, Cauduro presentó una contrapropuesta que fue aceptada por los ministros: exponer los vicios más que las virtudes del sistema judicial.

Al respecto, el pintor argumenta que la intención del muralismo contemporáneo es, precisamente, «hacer que los muros hablen, que digan cosas, no simplemente plasmar celebraciones. Todo mundo piensa que ya está superada la idea de que el arte es una cosa utilitaria, por lo cual no debe serlo. Pero yo pienso que sí, que el arte no sólo es para decorar o celebrar, que también se debe de hacer para que diga cosas. Se puede», dijo.

«En este proyecto se ha dado una casualidad brutal, porque en la Corte está uno de los murales más aguerridos que se han hecho en México y todavía más fuerte que el mío: es de José Clemente Orozco, una obra que critica a la institución, plasma a la justicia con un antifaz de bandido y ebria», expresó.

«Independientemente de la filiación política que tengan, los ministros son personas inteligentes. De alguna forma están tratando de que mejore la situación de la justicia en el país, de lo contrario no habrían admitido mi proyecto. No me quitaron una coma, no me censuraron nada y siguen muy entusiasmados», añadió.

«Crear una antítesis de lo que está sucediendo en el país es muy saludable si sabemos cuáles son los planteamientos de lo que debe ser, si conocemos cuáles son nuestras fallas», agregó.

«Los murales sorprenden a abogados de otros países; me han dicho que en sus naciones, sobre todo en Sudamérica, sería impensable ver una obra como ésta en un edificio de gobierno», comentó.

«El público en general tendrá acceso a la obra, como ocurre con los murales que se encuentran en el Palacio Nacional, inclusive se prepararán audioguías. Los ministros quieren que las personas se acerquen a la institución para que se les quite el miedo a ella».

La solemnidad invade los museos

El artista, quien expresa que «el arte público debe estar en el lugar adecuado». (Foto: María Meléndrez Parada)

¿Usted eligió el lugar donde será emplazado todo el mural?

Sí, es muy bonito. Es el cubo de una escalera, por lo cual hay una parte conceptual interesante, del arriba y abajo, el recorrido. Hay manera de jerarquizar los temas.

Por ejemplo, los procesos viciados y la tortura para obtener declaraciones están hasta abajo, en lo oscurito. Un tzompantli recibirá al visitante, es evidente que también será la representación de otro crimen: la matanza del enemigo para colocar los cráneos como advertencia.

El mural sobre la cárcel está a punto de concluirse. El último es Procesos viciados, acerca de un crimen muy común en Latinoamérica, que consiste en que alguien, sin ser culpable del delito del que se le acusa, permanece encarcelado en espera de juicio.

Los procesos viciados pueden durar años, me parece que, sin estar tipificado, es uno de los crímenes más terribles que hay en México, además de que es muy alta su incidencia.

Ése lo estamos empezando, pintaré un desorden de archiveros viejos, destartalados, llenos de expedientes revueltos, dentro del óxido de los archivos se aparecen las imágenes de los presos.

¿Qué opina del muralismo que se hace en la actualidad?


El muralismo –prosigue Rafael Cauduro– ha estado vigente no de una forma oficial, sino tomando las calles, mediante el grafiti; eso también es importante y legítimo, aunque muy criticado. La sociedad se enoja mucho con los grafiteros.

Pero mientras ésta no pone atención en el por qué se producen ellos, toleran los anuncios publicitarios, que son horrendos, un atentado visual, que tiene detrás intereses mezquinos.

El muralismo de los grafiteros expresa cosas más interesantes que vender calcetines. No creo que los grafitis sean bonitos ni feos, quizá ensucian, pero ahí están los espectaculares publicitarios, un grafismo oficial, permitido, pero horrendo. En cambio, el grafiti es el llanto de las ciudades, al cual más vale ponerle atención.


¿Cree que hacen falta más proyectos de arte público?

Por supuesto, sería tan fácil. Habemos muchos artistas que queremos hacerlo y dejar de estar haciendo arte para elites que tienen dinero. La cosa sería solamente convocarnos.

¿Murales?

Sí, porque el mural es brutal, no está metido en las galerías que tienen una solemnidad que se está tragando al arte, que está dirigido a nuestra parte lúdica, aunque estemos hablando de cosas terribles. La peor palabra que le va al arte es «serio».

No existe el arte serio, el arte viene del placer. Siempre es hermoso ver un cuadro, que nos cause emoción, que nos conmueva, que nos duela o nos excite.

La solemnidad está invadiendo a los museos. En cambio, al arte público cualquiera lo puede ver, no se tiene que guardar silencio ni respetarlo. Por eso es importante que el arte público esté en el lugar adecuado.

¿Al terminar este proyecto volverá a la obra de caballete?

No, voy a hacer un mural que se llamará De la memoria a la tolerancia, para el museo que se está construyendo frente al Hemiciclo a Juárez, luego haré otro para un edificio en la colonia Condesa, que si bien es un proyecto privado estará expuesto a la calle.

Me doy unas matadas terribles haciendo murales, porque son muy complicados, pero lo disfruto muchísimo. Es un reto, me encanta que las paredes potencialicen el mensaje.

Las puertas de La Tallera están abiertas al público para apreciar el trabajo que realiza Rafael Cauduro y su equipo de colaboradores. Se ubica en la calle Venus número 52, colonia Jardines de Cuernavaca, en la capital morelense.

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