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Algunas de las fotografías realizadas por jóvenes participantes en el proyecto Kalam. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 2 de abril, 2008. (RanchoNEWS).- Un proyecto artístico-literario redime de la miseria a los niños de Calcuta, fundado hace cuatro años, agrega a su existencia una nueva ventana en Red, Diarios del barrio. Una nota de Jordi Soler para El País:
El reportero ciudadano es ese periodista espontáneo que captura una imagen o un vídeo con la cámara de su teléfono móvil, y la envía a un diario, a una cadena de televisión o la cuelga en su propio blog. Este oficio rabiosamente contemporáneo ha empezado a redefinir los parámetros del periodismo, digamos, clásico; hoy ya no es imprescindible un fotógrafo profesional o un equipo de televisión para exponer una noticia; basta con que un ciudadano común esté situado en el lugar y en el momento adecuados, con un teléfono móvil en la mano.
Siguiendo la estela del reportero ciudadano, pero con una orientación eminentemente cultural, un trío de entusiastas (Sahar Romani, Bishan Samaddar y Pooja Das Sarkar) fundó hace cuatro años un proyecto en la Red que fue bautizado con la palabra Kalam, que quiere decir «instrumento para escribir» en las lenguas hindi, urdu y bengalí. Kalam tiene su base en Bowbazaar, un barrio marginal de Calcuta, en la India; un barrio extremo lleno de bandidos, prostitutas y traficantes que es una zona roja dentro del mapa de la ciudad. Bowbazaar está naturalmente lleno de historias y la idea del proyecto Kalam es que los jóvenes que viven ahí, y que todavía no se decantan por alguno de los oficios que definen al barrio, describan o fotografíen un fragmento de esa realidad de la que son parte, y publiquen una versión sublimada en un poema, o en un cuento, o en una imagen.
El resultado de este proyecto admirable, que busca la rehabilitación de esa juventud de futuro negro por medio de la creación artística, es una antología (www.kalammarginswrite.org) de pequeñas obras hiperrealistas que conmueven a la vez que informan de la dura vida en Bowbazaar. Lo que hace Kalam está en la misma sintonía de aquel documental, ganador del Oscar en 2005, titulado Los niños del barrio rojo (Born into brothels), donde Zana Briski, una fotógrafa neoyorquina, monta un taller, también en un barrio marginal de Calcuta, para que los niños documenten su inconcebible realidad; las obras del taller de Briski pueden verse y comprarse en la página www.kids-with-cameras.org/kidsgallery.
Las historias que se cuentan en Kalam son un espejo del barrio: el vendedor de pescado, el electricista, el zapatero, la trabajadora sexual, el traficante; todas vienen ilustradas con fotografías, a veces oblicuas como en el caso de la prostituta cuya historia está ilustrada con la repisa donde pone afeites, veladoras y deidades.
Hace unos meses, Kalam agregó a su existencia virtual un flanco tangible y montó, en la escuela del barrio, un taller de literatura y de reporteros ciudadanos, que opera las tardes de lunes, cuando hay luz eléctrica, y que ha producido una nueva ventana en la Red titulada Diarios de barrio (Neighborhood diaries), que está en la dirección www.rising.globalvoicesonline.org y que conserva, desde hace tres meses, los archivos de este work in progress que contiene textos literarios e ilustrativas entrevistas.
«Tenemos que hablar de nosotros mismos con nuestras propias palabras, a nuestra manera. Vamos a compartir todos nuestros poemas y todas nuestras historias con todo el mundo»; éste es el verdadero punto de partida de los jóvenes escritores de los Diarios de barrio, donde pueden encontrarse piezas como Identidad, esta rara joya de un niño llamado Bijuy Das: «Un día en Calcuta un hombre me preguntó: '¿Y tú, niño, qué eres?'. Soy un poeta, le respondí. 'Pero limpias los vagones del tren', me dijo. Sí, y así es como me convertí en poeta, le respondí».
El insólito proyecto Kalam del barrio de Bowbazaar de Calcuta ha echado a andar los Diarios de barrio con una de las microsubvenciones que otorga la organización global Rising Voices a este tipo de iniciativas solidarias; con esta nueva ventana hacia la hiperrealidad de Bowbazaar, el mundo virtual de estos escritores y reporteros de sí mismos comienza a hacerse tangible; ahora asisten a un taller todos los lunes, leen sus obras en cafés y bibliotecas o a bordo de trenes; publican su trabajo en libros reales y, sobre todo, se preparan para romper, por la noble vía de la creación artística, el círculo perverso que acecha a quien nace y crece en un barrio como el suyo.
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