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«No encuentro argumentos para no recomendar mis libros juveniles a los adultos». (Foto: Rafael Yohai)
C iudad Juárez, Chihuahua, 17 de abril, 2008. (RanchoNEWS).- Habituado a moverse en los universos adulto y juvenil, el escritor señala que no siempre son lugares aislados. Y que, ante todo, cree «en la literatura como un mensaje universal, sin condicionantes de épocas ni clases». Una nota de Silvina Friera para página/12:
Desde que tiene uso de razón inventa mundos. «Sólo me recuerdo pensando historias», dijo Marcelo Birmajer, durante un desayuno en La Boutique del Libro de Palermo. La excusa del encuentro fue la publicación de su novela juvenil La isla sin tesoro (Alfaguara), ilustrada por Pez. «La búsqueda puede ser más importante que el tesoro», señaló el escritor, siguiendo la idea del poeta griego Kavafis («Cuando emprendas tu viaje hacia Itaca, ruega que el camino sea largo»), que desarrolla en cuentos y novelas desde hace años. «Las metas estimulan el viaje, son puntos de partida. Siempre buscamos una meta, pero cuando llegamos nos damos cuenta de que más importante que llegar fue el viaje. Pero es necesario que en la vida esto no sea demasiado consciente, porque si uno tiene la certeza de que el viaje es más importante pierde el encanto», explicó.
En La isla sin tesoro, décadas después de finalizar séptimo grado, un grupo de compañeros del colegio Mascaritas se reúne en una isla para honrar un pacto. En primer grado, por iniciativa del profesor de gimnasia Franco Benteviglia, comenzaron una búsqueda del tesoro pero, como el profesor estaba medio loco y las pistas eran difíciles de entender, nunca lo encontraron. «Sin haber leído a Stevenson, no podría haber escrito esta novela», admitió Birmajer. El relato es narrado a través de Ramón Escopeta, un detective que se encarga de casos reñidos con la realidad, hombre solitario, sin pareja, familia ni amigos.
En cuanto a la intención de transmitir ideales, Birmajer planteó que no lo intenta ni lo evita. «En una época se creía que todo cuento estaba obligado a su moraleja, pero el peligro simétrico es que al cuento que funciona bien con moraleja se la saque por ser considerada pacata, solemne e impresentable. Las dos posibilidades no son excluyentes.» Y mencionó el relato introductorio de su nueva novela, donde dos personajes se pelean por el mismo asiento de avión. «Hubiera sido torpe esquivar la moraleja para quedar bien no sé con qué academia. Cuando uno escribe una novela hay una responsabilidad estética. Si no funciona en el texto, no va a funcionar en la vida», esgrimió. A propósito de la cantidad de adultos en sus historias juveniles, el escritor reconoció que sus personajes no hablan como los jóvenes. «Yo invento el modo en que hablan, pero no es el lenguaje de la realidad. Me interesa poco que hablen como hablan los chicos en la realidad», subrayó. «La ficción no tiene que intentar repetir como se habla en la realidad, sino regalar un lenguaje propio que sea comprensible para el lector. El lenguaje tiene que ser parte del punto de vista del autor, que es uno de los tesoros que tiene el escritor.»
Sobre las diferencias entre sus novelas juveniles y para adultos, Birmajer aseguró que la cuestión reside en los tópicos. «En las novelas para adultos hay una sordidez en las relaciones sentimentales, por momentos una mirada apocalíptica, que no me permito en las juveniles. Pero en los dos universos uno va a encontrar la defensa de la libertad, de la vida humana, que el valor sacro de la vida no es algo cultural ni evolutivo, porque está desde siempre y va a estar mientras esté el hombre sobre la tierra», aclaró. «Mis libros para adultos son para leer en una buhardilla, para no comentarle a nadie lo que leíste. Mis libros juveniles son para compartir», comparó. «Soy consciente de que la literatura juvenil va a un público en formación, con ideas que se están despertando, y me parece riesgoso dar opiniones políticas. En algún libro hablo contra la dictadura de Videla, pero porque me parece una idea suficientemente trabajada y masticada por la sociedad como para formar parte de un consenso. Otras ideas están en discusión, y si hay un canal que se llama literatura juvenil, no me parece lugar para expresarlas. En el caso de los adolescentes, no me meto con ciertos temas», reconoció.
Según el autor, la literatura juvenil no excluye a los adultos. «No encuentro argumentos para no recomendar mis libros juveniles a los adultos. Pero Historias de hombres casados no se lo recomendaría a un chico de 15 o 16 años», ponderó el escritor, y comentó que algunos títulos que incorporaría como centrales para la literatura juvenil son libros que leyó en colecciones para adultos, como El cazador oculto, de Salinger, o El barón rampante, de Italo Calvino. «Estoy a favor de la libertad de expresión; la literatura tiene que ser un free-shop moral, especialmente en una colección juvenil. Uno puede escribir cualquier cosa, pero yo no me permito publicar cualquier cosa. Eso para nada limita mi imaginación, al contrario, por momentos la eleva», planteó.
«Cada vez puedo viajar menos por trabajo, pero nunca dejo de viajar al interior. Cuando me invitan de una escuela rural, voy. Una cosa muy linda es que llegás a la escuela y todos leyeron el libro, a diferencia de algunos congresos para adultos donde no sólo no leyeron mis libros, sino que no saben ni quién soy», ironizó Birmajer. «No tiene nada que ver a qué clase social pertenece un lector con lo que le interesa leer», respondió sobre la vigencia de cuentos como Cenicienta, que Birmajer versionó, imaginando lo que sucedería si la Cenicienta, a los 60 años, le confesara al marido que ella no era la dueña del zapatito, en El otro zapato de la Cenicienta, incluido en Los caballeros de la rama. «La literatura es maravillosa; no importa dónde haya nacido el autor ni el contexto. Las historias tienen alma, un fulgor que atraviesa las épocas y clases sociales. Creo en la literatura como un mensaje universal sin condicionantes de épocas ni clases», opinó Birmajer, que está escribiendo el guión del film sobre Ringo Bonavena que dirigirá Carlos Sorín y protagonizará Rodrigo de la Serna.
«Lo que más trabajo me da es sorprender al lector, encontrar en una historia bien narrada algo que sea distinto de lo que ya escribí o leí», reconoció el escritor. «El humor es para mí respirar, para vivir necesito ver las cosas desde un punto de vista humorístico», aclaró. «A veces dicen que la tragedia se repite como comedia: en mi caso, la tragedia es también comedia. Las tragedias domésticas y amorosas también me resultan cómicas, y eso se filtra en mi literatura», explicó Birmajer. «Nunca hay que encarar tanto la profundidad que no te puedas reír ni reírte tanto que no puedas pensar, pero si me faltan alguna de las dos no podría escribir. A nada de lo que he escrito le faltó humor, porque siempre hay algo ridículo en todo lo que hacemos.» Pez confesó que al principio la novela le pareció delirante. «Esto tiene algo escondido, y al terminar el libro entendí el deus ex machina», recordó Pez, que ilustró dos libros de Birmajer: Mitos y recuerdos y Fábulas salvajes. «A esta altura uno tiene autoconfianza de que va a traducir el texto y no interferir. Me parece terrorífico que texto e imagen compitan entre sí», precisó el ilustrador. Birmajer dijo que no piensa en nuevas estrategias de escritura para competir con la TV y la Playstation. «La singularidad de la literatura está en su apartamiento de los tiempos que corren. Un libro bien contado tiene sus lectores. La coexistencia es posible», observó el escritor. «Para llegar a todos, la literatura necesita de la libertad de expresión y de chicos escolarizados y bien alimentados.»
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