Rancho Las Voces: Medios / España: «Internet nos roba tiempo», declara el filósofo Enric Puig Punyet
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sábado, julio 29, 2017

Medios / España: «Internet nos roba tiempo», declara el filósofo Enric Puig Punyet

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El nuevo libro de Enric Puig Punyet. (Foto: www.infobae.com)

Ciudad Juárez, Chihuahua. 21 de abril de 2017. (RanchoNEWS).– ¿Es posible hoy vivir fuera del mundo virtual, sin quedar aislado? Esa fue la pregunta que se hizo el filósofo español Enric Puig Punyet, y disparó un millón de ideas que se condensaron en el best seller «La Gran Adicción. Cómo sobrevivir sin Internet y no aislarse del mundo», de Editorial Arp, reporta Muriel Balbi para infobae.com.

Luego de meses de estudio y del registro de varias historias de vida, Puig Punyet, doctor en Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, concluyó que no hay una receta única, ni una respuesta idéntica para todos. Pero sí halló una afirmación contundente: «Internet nos roba el tiempo personal, el útil y también el que parece inútil, pero que es fundamental para pensar, crear y ordenar las cosas».

Existen ciertos denominadores comunes sobre los que todos deberíamos reflexionar para tener control sobre las nuevas tecnologías y no que estas acaben dominándonos.

Un aspecto a tener muy en cuenta es la forma en que usamos las redes sociales. ¿Qué nos aportan? ¿Qué nos quitan? ¿Podemos volvernos esclavos de ellas y reducir toda nuestra complejidad como seres humanos a una ficción editada, planifica y producida de lo que somos, hacemos, pensamos y tenemos?

Hablamos de lo que nos roban Internet y las redes sociales en torno al tiempo compartido con otros. Pero ¿Qué más nos quitan? ¿Qué pasa con la relación con uno mismo o con la preservación de nuestra intimidad?

En ese sentido, Internet nos despoja de muchísimas cosas. Nos roba el tiempo personal, incluso esos tiempos muertos aparentemente inútiles que, en cambio, son muy útiles porque son momentos en los que podemos parar a pensar sobre nuestra vida; evaluar cosas y ordenar cosas. A ese tiempo, Internet nos lo está robando. También, a nivel más social, en lo que es la relación con los demás, está cambiando un poco las reglas del juego. Una cuestión importante es que nunca debería pensarse lo que ocurre en las redes como un sustituto de la realidad social.

¿Cómo se refleja esta necesidad de recuperar la realidad social en las historias de vida de «desconectados» que contás en tu libro?

Hay una cuestión que yo exploro allí, que me parece bastante interesante: las redes sociales de alguna forma funcionan como si fueran una especie de prótesis. De hecho, no es ninguna casualidad que el creador de la red social más exitosa del mundo, que es Facebook, sea una persona que rayaba el autismo. Actúan como una suerte de filtro de la realidad y, a la vez, como una prótesis de nuestras capacidades sociales. Lo que acaba ocurriendo es que cuando una persona, que tiene sus capacidades sociales bien formadas, utiliza mucho una prótesis para un órgano que tiene un correcto funcionamiento, ese órgano se atrofia. Es lo que yo veo que está ocurriendo en muchos casos con las relaciones sociales y con las redes sociales.

Atrofian nuestra relación con los otros, pero ¿Pueden también alterar la imagen que uno tiene de sí mismo?

Sí, absolutamente. Porque cuando utilizamos las redes sociales como un sustituto, además entramos en una «lógica de edición de uno mismo», de falta de inmediatez, de proyección. Es la idea de yo estoy en un entorno público o privado determinado, pero no estoy pensando en disfrutar el momento, sino que estoy pensando en la proyección que va a tener la foto que voy a tomar, en cómo la voy a editar e in causó anticipando los comentarios que voy a recibir. Esto está en otra dimensión, en otro juego muy distinto a lo que son las relaciones sociales que nos exige el mundo real. Por lo tanto, en muchos casos, el hecho de estar muy dentro de las redes sociales lo que acaba provocando es que estemos más fuera de la realidad social.

Me interesó mucho esta idea tuya sobre la «edición de uno mismo» ¿Hasta qué punto uno puede llegar a creerse ese personaje que monta en en las redes sociales, que está editado, filtrado, producido?

Nos estamos acostumbrando a esta idea del ordenador como «sala de montaje de uno mismo». Al final, el problema es que es que pensamos en nuestra identidad como lo haría una empresa, en realidad. Todos acabamos teniendo nuestro departamento de imagen, nuestro departamento de marketing, nuestro departamento de branding. Todos esas cuestión que son estrictamente empresariales se están usando cada vez más para fomentar esa idea de la «marca personal». Evidentemente, eso es algo que siempre ha ocurrido, en alguna medida, en las relaciones sociales. La forma en la que uno viste, como habla, cómo saluda a los demás, también es parte de esto, pero el asunto es que antes ese juego se daba de un modo mucho más orgánico. Yo creo que lo que está ocurriendo actualmente es que esta idea del «yo solo en mi casa, proyectándome al mundo y pensando una estrategia del modo en que lo haría una empresa: con sus departamentos de marketing, de creación de marca», acaba siendo una forma muy reduccionista de la persona. El resultado es que acaba reduciendo el concepto que los otros tienen de nosotros mismos.

¿Con qué reflexiones te quedaste luego de estudiar el impacto de la hiperconexión en nuestras vidas y de conocer tantas historias?

La actitud que cada uno toma frente a esto debe ser una cuestión muy personal, de búsqueda de equilibrio. Lo que sí creo es que todos, sin excepción, estamos utilizando demasiado internet. Sin dudas, es una herramienta muy útil para algunas cosas, pero siempre que nosotros la controlemos. Las redes sociales, en mi opinión personal, son mucho más malas que buenas – contrariamente a otros servicio de internet– . Además, pienso que el uso del smartphone nos está llevando a esa adicción, dependencia, ansiedad que sentimos si no lo tenemos. En el momento en el que estamos, todos, sin excepción, deberíamos someternos a cierto proceso de limpieza, en cual nadie nos diga lo que tenemos que hacer, sino que nosotros nos paremos a pensar qué es lo que nos están ofreciendo estas tecnologías y qué es lo que nos están restante. Creo que este es un ejercicio que todos debemos hacer porque estamos invirtiendo la relación de poder que hay entre nosotros y estas tecnologías.

¿Cómo se expresa esa «inversión de poder» en donde las tecnologías nos manejan a nosotros y no al revés?

Hay situaciones muy gráficas: a todos nos ha pasado que entramos a navegar para buscar algo puntual, pero lo que acaba ocurriendo es que de una página saltamos a la otra, y a la otra, y al cabo de 10 páginas de navegación ya no sabemos qué era lo que estábamos preguntando al principio. Esto es un ejemplo muy claro de lo que está ocurriendo con estas nuevas tecnologías digitales. Nos dejamos absorber y las preguntas que nosotros generamos quedan absorbidas por las preguntas que esa tecnología nos termina haciendo a nosotros. Debemos evitar eso, a toda costa y utilizar la tecnología al servicio de nuestras intenciones, siempre haciendo una reflexión previa de qué es lo que queremos. Para lograrlo no hay una receta. Cada uno, en función de sus necesidades personales y profesionales debe evaluar cuáles son los servicios que le ofrecen ventajas y cuáles no, en cuáles debe ponerse un freno y, si necesita algunos momentos de desconexión o establecer límites más claros entre el mundo personal y el mundo público, entre otras. Son todas cosas que muchos tenemos en la cabeza, de las que somos cada vez más conscientes y que debemos comenzar a analizar con más profundidad.


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