Hoy se inaugura en el Museo Nacional de Antropología la muestra que reúne el trabajo facsimilar que realizó el etnólogo y arqueólogo alemán. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de julio de 2017. (RanchoNEWS).- Cuando sólo tenía 25 años, Leo Frobenius (1873-1938) ya era un reconocido africanista. Después de dedicarse durante seis años a publicar diferentes estudios, el etnólogo y arqueólogo alemán decidió iniciar un periplo maravilloso: de 1904 a 1935 –sólo tres años antes de su muerte– dirigió 12 grandes expediciones, principalmente al norte de África y el sur de Europa, que cambiarían la manera de ver el mundo. Luis Carlos Sánchez escribe para Excélsior.
Frobenius, quien inicialmente parecía destinado a convertirse en comerciante como su padre, armó un nutrido equipo de trabajo que incluía varios artistas. Maravillado con las historias del descubrimiento de la cueva de Altamira, que había sucedido en 1868, se lanzó en busca de cavernas y muros revestidos de pinturas rupestres que le ayudarían a fortalecer sus ideas acerca de que las culturas evolucionan por un impulso creativo que se comparte de manera geográfica.
Durante más de tres décadas, el alemán logró recabar más de tres mil 500 registros de esos primigenios trazos, que no sólo eran simples copias sino versiones facsimilares de lo asentado en piedra. Por primera vez, más de un centenar de los originales de esos dibujos realizados durante las exploraciones del africanista, se exhiben a partir de hoy en el Museo Nacional de Antropología (MNA) como parte de la exposición Frobenius, el mundo del arte rupestre.
«Frobenius llevaba a sus expediciones un grupo de artistas que hacían copias fieles, exactas, de los grabados en las cuevas; al morir en 1938 tenían alrededor de tres mil 500 facsímiles en su archivo, con esos facsímiles en el año de 1937 se organizó una exposición que llegó al Museo de Arte Moderno de Nueva York, hace 80 años, él viajo a Estados Unidos en compañía de uno de sus ayudantes, dio conferencias y el hombre murió al año siguiente, esta exposición es la recuperación de esa exposición con una nueva curaduría», cuenta Antonio Saborit, director del MNA.
La exposición proviene del mismo Instituto Frobenius, que fundó el etnólogo en 1925 y que ahora se encarga de velar por su legado. Además de facsímiles que alcanzan los cuatro metros de largo por dos de altura, la muestra incluye fotografías y documentos que dan cuenta de la vida y obra del explorador. «Frobenius obsequió un facsimilar de la cueva de Altamira al Museo de Historia Natural de Nueva York en 1937, pero el énfasis de la exposición ahora ésta puesto sobre todos aquellos lugares que Leo Frobenius fue develando para sus contemporáneos, nadie tenía noticia de ellos, él se encargó de descubrirlos», agrega.
Los constantes viajes de su padre negaron al joven Frobenius la posibilidad de concluir sus estudios superiores por lo que acabó formándose casi de manera autodidacta, devorando toda la literatura existente sobre la entonces desconocida África. Después trabajo como ayudante en los museos etnológicos de Bremen, Basel y Leipzig. Poco a poco y de la mano de su maestro Heinrich Schurtz y de la influencia de Friedrich Ratzel, aprendió los entresijos de la ciencia antropológica.
Su primer viaje sucedió de 1904 a 1906 al Congo y Kasai, donde estudió las pinturas rupestres y otras formas de arte de las tribus locales; para su siguiente viaje, de 1907-1909, se dirigió al África occidental, desde Senegal hasta los orígenes del río Níger, visitando Tombuctu, Liberia y Togo y en 1910 se trasladó al Noroeste de África, específicamente a Argelia, Marruecos y Túnez.
De 1912 a 1915 viajó a Jartum, Marruecos y Etiopia-Abisinia. En 1920 fundó en Múnich el Instituto para la Morfología Cultural, que después se trasladó a Fránkfort y en 1926 se internó en el desierto de Nubia; para 1928 y 1930 cruzó África occidental, el sur y el sudeste, estudiando las ruinas del Gran Zimbawe y su última expedición sucedió en 1933, cuando ya tenía 60 años.
«Él trabajaba un año en gabinete y un año lo dedicaba a la expedición, durante un año o más se iba con todo su equipo, y analizaba todo en un instituto independiente, que él mismo creó. La muestra quiere dejar que la mirada nos conduzca, que conduzca nuestro asombro frente a estas maravillosas series y por otra parte permitirnos conocer de manera más puntual su procedencia, su sentido, el sentido que se les dio, todo aquello que la ciencia añade a la experiencia estética», agrega Saborit.
Como toda figura pública, Frobenius no estuvo exento de polémicas: las historias oscuras alrededor de él incluyen la miserable versión de haber cambiado una botella de wiski por un valioso bronce nigeriano o de poseer un deseo irresistible por las nativas de los lugares que exploraba. Lo que si es cierto, es que en aras de la notoriedad, fue capaz de anunciar al mundo el descubrimiento de la Atlántida y que fue un ingenuo agente secreto que tenía como misión levantar en África, tribus y naciones contra los enemigos de Alemania durante la I Guerra Mundial.
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