Drama fílmico de honda tensión psicológica. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de julio de 2017. (RanchoNEWS).- Uno de los personajes más conocidos y reconocidos de la Inglaterra del siglo XX, Sir Winston Churchill (Blenheim, 1874-Londres, 1965), provenía de una familia noble, y como oficial del Ejército inglés conoció India y Sudáfrica donde inició su no menos prolífica carrera periodística como corresponsal del Morning Post. Quien por la fuerza y la singularidad de su escritura mereció el Premio Nobel de Literatura en 1953, de su trabajo reporteril saldría el material para sus primeros relatos todavía decimonónicos, ya en una línea de composición muy acorde con el gran orador y estadista de décadas posteriores. El texto es de Mario Saavedra publicado en Siempre!.
Apenas iniciada la centuria posterior, Churchill entró en la política como diputado conservador por Oldham, y desde entonces, tras ser diputado por varios distritos, su carrera fue en continuo ascenso: desde ministro de Comercio en 1908 hasta primer ministro en los periodos críticos de 1940-45 y 1951-55. Su actuación en la política internacional durante la Segunda Guerra Mundial y con posterioridad a ella resultaría crucial en la configuración del mundo actual, para bien y para mal, pues por su procedencia y su formación conservadoras no alcanzó a percibir rumbos inéditos en el panorama ulterior. Uno de los grandes oradores de la historia moderna, sus discursos políticos resultan ejemplares y aleccionadores por su unidad de contenido y su entereza anímica, por la emoción concentrada en la voz de su propio creador, y en el contexto en que fueron pronunciados contribuyeron a mantener el espíritu del pueblo inglés en los más duros momentos de los bombardeos a una nación que siempre fue a la vanguardia en la batalla y opuso resistencia sin denuedo.
Si algunos críticos han exaltado en estos textos concebidos al fragor de la adversidad sus siempre relativos valores «literarios», lo cierto es que sin esa grandilocuencia y ese efectismo, señalados por ellos precisamente como defectos, no se hubiera conseguido el propósito buscado por su autor. Y en esta misma línea personalísima se encuentran de igual modo sus trabajos históricos no menos emblemáticos, entre ellos, sus biografías sobre Lord Randolph Churchill y Marlborough, o sus lúcidos y más que ilustrativos análisis sobre el mundo contemporáneo presentes en El mundo en crisis de la década de los años veinte y sus panorámicos seis volúmenes sobre la Segunda Guerra Mundial como numen de su aportación, que reflejan su visión sensatamente dramática del acontecer de su tiempo —que en sentido estricto es también el nuestro— a través de un fragoroso ímpetu narrativo.
Retratado otras muchas veces en el centro o la periferia de un sinnúmero de reconstrucciones unas más o menos recreativas o fabuladas que otras, con mayor o menor fortuna, la más reciente cinta biográfica Churchill (Reino Unido, 2017), del escritor y realizador australiano Jonathan Teplitzky, tiene la virtud de atender sobre todo al ser humano, más allá del personaje histórico en otras ocasiones apenas esquematizado. Como el Adriano de Yourcenar o el Bolívar de García Márquez rescatados en su naturaleza sensible y frágil, Teplitzky y su ahora guionista Alex von Tunzelmann tratan igualmente de penetrar no en la carcaza incólume que atiende la historia sino en el ser atribulado por cuanto pasa a su alrededor y que no siempre puede controlar o dominar, porque simple y sencillamente escapa a su arbitrio. Enrededor de los acontecimiento que previamente incidieron en el decisivo 6 de junio de 1944, cuando el desembarco en Normandía y la Operación Overlord dieron inicio al llamado «Día D», estos serían determinantes para replegar a las fuerzas nazis y así por fin liberar la capital francesa que hasta entonces había sido bastión alemán, abriendo de esta manera el ocaso de una guerra de devastadoras repercusiones tanto humanas como económicas.
Este interesante y bien montado biopic de Teplitzky, caracterizado extraordinariamente por el primer actor Brian Cox (en otra línea, pero a la altura de lo hecho por ejemplo por John Lithgow en la serie The Crown), se centra en mostrar las reservas de Churchill y explicar por qué sus fantasmas y traumas pasados le dictaban convertirse en una fuerza antagónica para resguardar su conciencia moral, poniendo así a prueba el temperamento y la arrogancia de un personaje anclado en la etapa más dura de su vida. Con su oposición se sientan las bases del debate central del filme que contrapone la modernidad de las nuevas estrategias militares con las lecciones impartidas por la historia, y que el propio Chuchill había vivido en carne propia en la Primera Guerra Mundial. Crítico pesimista de los planes norteamericanos capitaneados por Eisenhower, Churchill se inclinaba por la sostenida tesis hegeliana de que los seres humanos no tienen por qué estar destinados a repetir los mismos errores del pasado, si bien la realidad le prueba al fin de cuenta que solo en el riesgo puede anidar siempre la posibilidad del éxito.
A diferencia de muchas otras películas sobre la guerra que insisten solo en la conflagración y sus horrores expuestos únicamente en dolor, sangre y muerte (o si no pregúntenle por ejemplo al estridentista Mel Gibson), Teplitzky apuesta aquí más bien por la densidad psicológica del drama, por el conflicto que supone el enfrentamiento de dos personalidades tensadas por experiencias y visiones de vida diferentes, sin temer a un ritmo macilento más vinculado al lenguaje teatral o si acaso a un quehacer fílmico europeo. Mucho contribuyen aquí a la veracidad del relato tanto los rubros artísticos y técnicos (la impecable fotografía de David Higgs, por ejemplo) como los otros conocidos nombres en un sólido reparto que adicionalmente encabezan Miranda Richardson, John Slattery (sí, uno de los protagónicos de la afamada serie Mad Men), James Purefoy y Julian Wadham. Otro ingrediente muy a tono es la música escrita ex profeso por Lorne Balfe.
En conclusión, este correcto y bien hecho Churchill de Jonathan Teplitzky se deja ver con gusto, y mucho nos enseña sobre un difícil momento de la historia contemporánea y la verdadera naturaleza de un neurálgico personaje atribulado por sus miedos y debilidades, que sabemos finalmente enfrentó con entereza y con gallardía.
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