Este hombre ha matado a un policía, le han cacheado de arriba abajo antes de partir a la prisión de Sing Sing, 1939. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de julio de 2017. (RanchoNEWS).-Se pasaba horas y horas sentado en una silla de un cuartel policial de Nueva York para ser el primero en conocer las noticias que llegaban a través de teletipos. Le bastaban nanosegundos para levantarse y llegar a la escena del crimen para retratar el cuerpo aún caliente tras el incidente, accidente o agresión. En ocasiones se presentaba en el lugar exacto incluso antes que la propia policía. Bajo el seudónimo de Weegee, nombre que hace referencia una interpretación de la palabra ouija, el fotógrafo se labró un nombre en la escena americana de los años 30 y 40 con una colección de imágenes oscuras y sórdidas en las que prevalece el humanismo. La muestra Weegee by Weegee que le dedica Foto Colectania en Barcelona reúne 120 instantáneas hasta el próximo 5 de noviembre. Saioa Camarzana escribe para El Cultural.
Arthur Fellig, su nombre real, llegó a Nueva York a los seis años y desde pequeño le interesó la fotografía. Según escribe en su biografía, «tenía un poni con el que salía a hacer fotos a los parques», cuenta Irene Mendoza, directora artística de Foto Colectania. Siempre estuvo ligado a este medio y trabajó en un estudio de fotografías para pasaporte pero pronto daría el salto a un periódico donde su labor estaba en el laboratorio de revelado. Poco después, cuando ocurría un crimen, un incendio o una escena dramática, distintos medios comenzaron a demandar su cobertura, su mirada, su pasión.
En un momento dado, tras horas de estar pegado a la comisaría más cercana a su casa, consiguió tener la radio de la policía conectada en su propio coche. «Los peces gordos de la poli me dieron permiso para llevar una radio de las suyas», escribe Weegee en su autobiografía. No da nombres ni más detalles. A partir de ese momento todo sería más inmediato y empieza a pasar las horas en su pequeño vehículo donde montó una redacción en el maletero. «Una cámara extra, los casquillos de las bombillas de flash, una máquina de escribir, botas de bombero, cajas de cigarros, salami, película de infrarrojos para disparar en la oscuridad, un recambio de ropa interior, uniformes, disfraces, zapatos extras y calcetines», dice Weegee que guardaba allí. Prácticamente dejó su casa para vivir en su coche. Una vez tenía las fotos del suceso «hacía un recorrido por los periódicos a los que se las ofrecía», comenta Mendoza. Fue lo que ahora llamamos un espíritu libre, un fotoperiodista freelance. Quizá el primer fotógrafo paparazzi.
Weegee sentado en un taburete, escribiendo a máquina en el maletero de su Chevrolet. A la derecha, Hombre detenido por travestismo, 1939
Se especializó en este tipo de imagen porque le interesaba capturar la humanidad de la gente en los momentos más dramáticos pero también en los alegres. Aunque, «obviamente, las que le daban de comer eran las publicadas en los periódicos, las más trágicas», señala Mendoza. Los claroscuros de sus imágenes siguen impactando hoy en día y sorprende, al mismo tiempo, el magistral uso que hacía de la cámara para exprimirle todo su jugo. «Fue un gran técnico que supo sacar estas imágenes en condiciones de escasa luz», destaca la comisaria. Y, quizá, tenía algo de sangre fría para hacerlas.
Claro que, como ocurre habitualmente, su estilo también sufrió una evolución. Aunque los crímenes, detenciones, incendios y demás tragedias fueron su seña de identidad, a medida que se iba haciendo conocido le empezaron a invitar a hacer fotos en eventos más sociales, en fiestas y saraos con gente conocida. Es más, en la última fase de su trayectoria Weegee investigó la mecánica de la cámara y con el uso de unas lentes que colocaba conseguía distorsionar las caras de los retratados. A estas nuevas imágenes las llamó fotocaricaturas, un nuevo estilo que tuvo una gran acogida hasta el punto de que figuras como Marilyn Monroe, Andy Warhol y algún que otro Presidente de Estados Unidos posó ante su objetivo.
Weegee periodista
Pero también tenía otra parte, la periodística. A Weegee le gustaba escribir y, de hecho, además de publicar su autobiografía, Weegee by Weegee, publicó distintos libros. El más popular fue Naked City, un tomo que también le valía como carta de presentación. De hecho, a partir de su publicación las propuestas de diferentes medios de comunicación y «de campañas publicitarias para las que buscaban ese estilo suyo se multiplicaron. Él no quería huir de la realidad sino reflejarla tal y como estaba sucediendo».
Estos importantes hombres con zapatos de charol se esconden del fotógrafo con ayuda de su sombrero, 1941
Dada su afición a la escritura la muestra se ha planteado desde la idea de que sea el fotógrafo quien cuente su historia a través de sus imágenes y palabras. Un recorrido por 120 imágenes, publicaciones de la época y sus libros más emblemáticos con los que Arthur Fellig se muestra al mundo gracias al préstamo de la familia Auer, coleccionista de fotografía desde hace 40 años que tiene más de 280 copias de época de Weegee.
Fuente de inspiración para el cine
Podemos imaginar fácilmente a Weegee caminando entre la gente con un gran flash de la época. Si esto ocurre es porque el estilo del momento también era ese a pesar de que él triunfara al conseguir siempre las mejores imágenes de los peores episodios de la ciudad. Pero, además de este merecido logro, la imagen de Weegee ha servido de inspiración para más de un cineasta. Películas y personajes basados en su figura han abundado en el cine. «En el 45, cuando publicó Naked City, consiguió que se hicieran tres ediciones del libro, le compraron los derechos y rodaron una película con su contenido», apunta Irene Mendoza.
No solo eso sino que El ojo público, Camino a la perdición, L.A Confidential, Nightcrawler y Vacaciones en Roma, entre otras, han tomado a este particular fotógrafo como base de sus películas. Pero si Weegee destaca por algo es porque el coche era su casa, la noche su cobijo, la cámara su vida y su lámpara de Aladino.
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