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viernes, julio 28, 2017

Textos / «Ramón Xirau (1924-2017); Pilar del exilio» por Virginia Bautista

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 Claudia Aréchiga
Ayer murió Ramón Xirau. El escritor catalán que se enamoró de México desde que llegó en 1939, a los 15 años —aunque se hizo oficialmente mexicano hasta 1955—, siguió escribiendo hasta sus últimos días. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de julio de 2017. (RanchoNEWS).- Triste y a la vez cálido, solemne y a la vez amoroso. El sepelio del poeta y filósofo Ramón Xirau Subías (1924-2017) transcurrió ayer en la intimidad y la tranquilidad de su casa de San Ángel Inn, junto a la sala que albergaba sus pinturas y fotografías preferidas y al jardín que le gustaba contemplar en invierno lleno de camelias blancas. El texto es de Virginia Bautista y lo publica Excélsior.

El hogar del también ensayista y editor, quien murió a los 93 años hacia la medianoche del miércoles pasado, rodeado de su familia, abrió sus puertas, como siempre, a sus familiares, amigos y alumnos, quienes transitaron con libertad para dar el último adiós a «uno de los grandes del exilio español que enriqueció la cultura mexicana».

Amigo de Alfonso Reyes, Octavio Paz y Juan Rulfo, el catalán que se enamoró de México desde que llegó en 1939, a los 15 años de edad —aunque se hizo oficialmente mexicano hasta 1955—, siguió escribiendo hasta sus últimos días. «Fue el hombre más bueno del mundo, el más brillante e inteligente. Escribió 45 libros, uno de ellos en colaboración con Erich Fromm (The nature of man, en 1968). Le gustaba mucho educar a la juventud. Fui feliz con él en los 68 años que estuvimos casados», dijo su viuda Ana María Icaza, quien, a pesar de su dolor, recibía a todos con cariño.

El deceso del doctor en Filosofía por la UNAM, casa de estudios de la que fue investigador emérito, ocurrió hacia las 23:50 horas del miércoles, detalló Matilde Quijano, una amiga de la familia.

«Ya llevaba tres años delicado. Los últimos días había desmejorado mucho. Tenía demencia senil y el azúcar un poco alta, pero nada fuera de lo que padecen las personas de su edad. No sufrió, fue una muerte muy tranquila. La muerte de los justos», afirmó.

Quien en vida fue condecorado y premiado por los gobiernos francés, español y mexicano recibirá hoy, alrededor del mediodía, un homenaje de cuerpo presente en El Colegio Nacional (Donceles 104), al que ingresó en 1974.

Xirau, quien fue también miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, desde 1993, y del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República, desde 1994, será enterrado posteriomente en el Panteón Español.

En una entrevista que concedió a Excélsior cuando cumplió 90 años de edad, el estudioso de la poesía confesó que, en medio de esta vida plena, había dos pérdidas de las que nunca se recuperó: la de su padre, Joaquín Xirau Palau, y la de su único hijo, Joaquín Xirau Icaza (1950-1976), quienes murieron jóvenes, en distintas fechas y circunstancias trágicas.

«La muerte es dolorosa. Por eso la espero con una mezcla de miedo y esperanza. Esperanza ante esa posibilidad de que haya otra vida» (Excélsior, 19/01/2014), añadió en esa ocasión el autor de libros como Poesía y conocimiento (1979) y El tiempo vivido (1985).

Dijo que le agradaba que el Nobel de Literatura Octavio Paz le hubiera llamado «el hombre-puente», pues «eso he sido, así me he sentido, puente entre culturas, entre generaciones y ahora entre siglos».

Alma generosa 

Desde temprana hora llegaron a despedirse de Xirau intelectuales y creadores como el historiador Enrique Krauze, el narrador Juan Villoro, el músico Carlos Prieto, el escritor e investigador Vicente Quirarte y los poetas Elsa Cross, Homero Aridjis y Víctor Manuel Mendiola, entre otros.

También le externaron sus condolencias a la viuda Ana María Icaza diversos funcionarios culturales, como la secretaria de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, y Eduardo Vázquez, secretario de Cultura capitalino.

Sin guardias de honor y con discretas coronas de flores, el féretro de madera café fue colocado en una pequeña habitación con salida al jardín, donde permaneció rodeado de cuatro cirios y un crucifijo y cubierto de flores blancas.

El presidente Enrique Peña expresó su pésame a través de su cuenta de Twitter. «En su cátedra, en las páginas de sus libros, en sus versos y reflexiones filosóficas, tendió un puente que une a nuestro país con el mundo. Xirau contribuyó a formar al México moderno, con una invaluable aportación a la cultura que hoy nos define», apuntó.

La mayoría de los entrevistados destacó que el poeta fue un hombre intelectualmente generoso. «Le debemos primero una línea de reflexión filosófica, por un lado de lo sagrado y por el otro sobre la poética. Fue un poeta de lo íntimo, fino, económico de medios y sugerente. Escribía en catalán, pero tenemos la traducción de su obra. También fue vital su papel como figura de la cultura, en el Centro Mexicano de Escritores, en la revista Diálogos, como maestro de la UNAM. Fue uno de los grandes del exilio español», señaló el editor Joaquín Diez Canedo.

Por su parte, el escritor e investigador Vicente Quirarte indicó que «indudablemente perdemos a un hombre justo y eso es muy doloroso. Fue un hombre que amó la belleza, un poeta que trató de entender a través de la filosofía cómo la palabra era capaz de encontrar esas verdades permanentes, eternas y siempre nuevas. El hombre bueno es el hombre más valiente y él nos ha dejado esa lección de valor y de amor a la belleza».

Y Carlos Prieto, con quien compartió el amor por la música, dijo que siempre admiró «sus conocimientos, su bondad extraordinaria y su capacidad de enseñar».

Entre poetas

El poeta Víctor Manuel Mendiola aclaró que Xirau no sólo fue uno de los grandes del exilio español, sino de la poesía y la filosofía mexicana. «Fue parte de ese grupo increíble de grandes escritores que estuvo alrededor de Paz. Un estudioso de la poesía, con ensayos decisivos sobre lo que significa la poesía».

Explicó que seguro dejó muchas cosas en borradores o terminadas, pero que se tendrá que hacer una revisión cuidadosa. «Casi toda su obra está publicada. Tiene buena presencia. Tal vez hacen falta algunas ediciones más populares. Habría que reunir toda su obra en un proyecto editorial muy bien pensado. Con un tomo de su poesía, otro de sus reflexiones sobre la literatura y uno más sobre su filosofía», sugirió.

Homero Aridjis narró que lo conoció desde 1959, cuando Xirau estaba en el Centro Mexicano de Escritores y él era un joven becario. «Era la época de Rulfo, de Arreola. Luego fui jefe de redacción de la revista Diálogos, que fue muy reconocida a nivel internacional, y fue una gran experiencia trabajar con él».

Para Elsa Cross fue un maestro muy querido. «Me ha pegado profundamente su partida. Le tenía un inmenso cariño. Fue de mis mejores maestros en la carrera de Filosofía, me dirigió las tesis de licenciatura y maestría. Espiritualmente compartía mucho con él. Siempre llevó consigo el amor por su lugar de origen, por eso escribía en catalán».

Así, uno a uno, los amigos de Xirau evocaron los momentos y los trabajos compartidos. El escenario, la casa donde se pueden ver los retratos en los que posa con distintos presidentes de México y con artistas, y las medallas que conserva en una caja de cristal. Destaca una fotografía en blanco y negro, tomada por Juan Rulfo, en la que aparecen él y su esposa Ana María mirándose, jóvenes y radiantes.


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