C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de marzo de 2022. (RanchoNEWS).-Todo vuelve, hasta la piedra pómez. C. Tangana graba un videoclip en la Casa Carvajal de Somosaguas (1966) y Gwyneth Paltrow se abandona a los placeres de la Unité de Le Corbusier (1953) en Goop, su página de estilo. La palabra en boga es Brutalismo: rotundas moles de hormigón un tanto mugrientas y que, tras décadas de escenas de delincuencia urbana –de La Naranja Mecánica a Gomorra– han acabado en los suplementos de moda como artículo de lujo. Y no es que tal redención sea injusta, sino que simplifica el asunto un poco demasiado. El Brutalismo no es tanto un estilo retro o una exhibición de atrocidades —según a quién se le pregunte— como un intento sincero de arquitectura pertinente y humana. Eso creyó, al menos, quien puede considerarse su padrino: el historiador y crítico británico Peter Reyner Banham.
Tan capaz de glosar la historia del aire acondicionado como de apasionarse por Star Wars, Banham –quien habría cumplido 100 años el pasado 2 de marzo– fue un omnívoro cultural y un polemista certero. Acabó en Estados Unidos parapetado tras una barba formidable, aunque a principios de los cincuenta todavía era un erudito atildado que merodeaba por las ruinas londinenses del Blitz. La reconstrucción no iba por buen camino. Como demostraban los pabellones del Festival of Britain (1951), el establishment arquitectónico de las Islas había devaluado el Movimiento Moderno entre pastiches de la era espacial, cubiertas inclinadas de aires nórdicos o impersonales cajitas acristaladas. Banham, por supuesto, entendió que había que rebelarse.
Una nota de Inmaculada Maluenda y Enrique Encabo publicada por El Cultural