.
El investigador Miguel León-Portilla, ayer, en el Centro de Estudios de Historia de México Carso. (Foto:Luis Humberto González)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de octubre, 2008. (RanchoNEWS).- El historiador dictó una conferencia magistral en el foro Los mexicanos que nos dio el mundo. Los medios de comunicación masiva presentan el enriquecimiento material como «ideal de la humanidad». Subraya las «reacciones de reafirmación» de los pueblos autóctonos por su identidad. Una nota de Arturo Jiménez para La Jornada:
La actual crisis económica mundial es una «trágica consecuencia» de un sistema en el que predomina una nueva forma de «materialismo globalizante», el cual va acompañado de una escala de valores en la que el éxito económico es lo más importante, mientras que las formas tradicionales de cultura son consideradas, erróneamente, como «obsoletas e inoperantes».
Este acelerado proceso de globalización tiende a «homogeneizar las formas de vida de los habitantes del planeta, consecuencia de una tecnología cada vez más sofisticada», agregó el historiador Miguel León-Portilla, quien dictó la conferencia magistral Coexistencia de culturas y lenguas diferentes, durante la apertura del segundo simposio Los mexicanos que nos dio el mundo, que concluye este jueves 30.
Realizado en el Centro de Estudios de Historia de México Carso y organizado por el Programa Universitario México, Nación Multicultural, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el simposio fue inaugurado este martes por Estela Morales Campos, coordinadora de Humanidades de la máxima casa de estudios; Manuel Ramos Medina, director del mencionado centro, y José del Val, titular de dicho programa.
Identidad y sentido de orientación
Sin demeritar beneficios de la globalización, como los avances tecnológicos en comunicaciones y transportes, León-Portilla, quien fue presentado por Del Val, dijo que en la actualidad se busca un «enriquecimiento material», que los medios de comunicación masiva presentan como «ideal de la humanidad». Y «los estados desarrollados y las empresas trasnacionales aparecen como portadores de modelos altamente operantes en una economía a la vez consumista y de concentración de riqueza».
Pese a ello, León-Portilla destacó que, de manera paralela, en todo el planeta «perduran con sus propias identidades múltiples grupos de lenguas y culturas originarias», como «si se intuyera que la participación selectiva y en beneficio propio en las modernas transformaciones tecnológicas y económicas, la logran los que mantienen su identidad y sentido de orientación».
Esas «reacciones de reafirmación cultural», puso como ejemplo, se producen en México a escala nacional, pero también a la manera de conciencia de un «ser latinoamericano», así como entre las minorías de los pueblos de culturas originarias.
Recordó que en cada país de América Latina, después de siglos de invasiones y conquistas de españoles y portugueses, «existen sociedades mayoritarias, descendientes de europeos y de la mezcla de europeos y amerindios, y también de africanos y de otros orígenes», de las que provienen en casi todos los casos los grupos que ejercen el poder político y económico, y la autoridad religiosa.
Se trata, agregó, de más de 300 millones de hablantes de español y unos 170 millones de hablantes de portugués, los cuales suman 470 millones de personas con «grandes afinidades culturales y lingüísticas», de la que parte la llamada «identidad latinoamericana». Sin embargo, completó, también se encuentran cerca de 50 millones de descendientes de los pueblos de lenguas y culturas originarias, conformada por centenares de etnias.
Reconocimiento constitucional
A partir de ahí, León-Portilla habló de la importancia de que las sociedades mayoritarias de cada país no se nieguen a reconocer sus respectivas diversidades culturales y lingüísticas, y mencionó casos destacados como el de la Confederación Helvética nombre oficial de Suiza, la cual ha logrado la convivencia de diferentes tradiciones.
«Adoptar este reconocimiento en la legislación, incluso a nivel constitucional, y hacer posible la instrumentación de cuanto se requiere para el libre fortalecimiento de las lenguas y culturas originarias –incluida la creación de estatutos como el de la autonomía–, lejos de constituir un peligro de disolución o fragmentación de un Estado nacional, puede contribuir a su fortalecimiento. En cambio, los casos de relación asimétrica, con imposición cultural y lingüística de la sociedad dominante, llevan con frecuencia a tensiones y violentos conflictos».
El historiador no sólo habló de México y de América Latina. De hecho, comenzó su extensa conferencia con un interesante recuento de los diversos casos de coexistencia cultural y lingüística en Europa, sobre todo del «proceso de romanización», a distintos niveles, de los territorios ahora conocidos como Francia, Gran Bretaña, España, Alemania, Italia o Suiza.
Y al retomar el caso de México, León-Portilla aclaró que aparte de la diversidad de los pueblos originarios, el país ha recibido en su historia la llegada de otras etnias provenientes de las naciones arriba mencionadas, así como de chilenos, argentinos o guatemaltecos, e inclusive de libaneses, sirios, japoneses, chinos y coreanos, lo cual ha enriquecido aún más el panorama de las culturas mexicanas.
REGRESAR A LA REVISTA