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«Las bibliotecas y los museos albergan lo más valioso de nuestro patrimonio», afirma Coetzee. (Foto: Bernardino Avila)
C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de abril de 2016. (RanchoNEWS).- El escritor sudafricano, ganador del Nobel de Literatura, está nuevamente en Buenos Aires, donde dictará una conferencia y será entrevistado por la escritora Anna Kazumi Stahl. «El interés de los lectores latinoamericanos ha sido una revelación para mí», le dijo en entrevista electrónica a Silvina Friera para Página/12.
Una tarde de domingo del verano de 1955, el adolescente John Maxwell Coetzee estaba deambulando por el jardín en los suburbios de Ciudad del Cabo mientras se preguntaba qué hacer en esos días en que el principal problema de su existencia era el aburrimiento, cuando escuchó música en la casa de al lado. «La música me estaba hablando como nunca me había hablado antes», revela el escritor sobre lo que experimentó al oír a Bach. «Por primer vez estaba sufriendo el impacto de lo clásico», recuerda Coetzee en el primer texto de Las manos de los maestros (El Hilo de Ariadna). El libro, traducido por Cristina Piña, compila trece ensayos que proponen aventurarse por las agudas interpretaciones de un lector infatigable a la hora de interrogar los materiales que examina: la literatura de Nadine Gordimer y de Iván Turgueniev; la autobiografía de Doris Lessing; las «cartas de condolencias» y los poemas de Walt Whitman; un análisis del film Los inadaptados, cuyo guión escribió Arthur Miller; y la poesía de Les Murray, entre otras cuestiones. El Premio Nobel de Literatura, cada vez más comprometido con la trama cultural argentina desde que dirige la cátedra «Literaturas del Sur» en la Universidad Nacional San Martín (Unsam), dictará una conferencia hoy a las 19 en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), con entrada libre y gratuita, y luego será entrevistado por la escritora Anna Kazumi Stahl.
«El interés de los lectores latinoamericanos ha sido una revelación para mí», dice Coetzee a Página/12 a través de un correo electrónico. El autor de novelas como Esperando a los bárbaros, Vida y época de Michael K, Elizabeth Costello y La infancia de Jesús visitó por primera vez la Argentina en 2011 para participar de la tercera edición del Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba). Volvió en 2013 para inaugurar la 39 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con una conferencia magistral sobre la censura. También estuvo en 2014 en la Feria, donde leyó una selección de las cartas que intercambió con su amigo Paul Auster. La relación del escritor sudafricano con el país se estrechó más a partir de la Biblioteca Personal J. M. Coetzee en la editorial El Hilo de Ariadna, doce títulos prologados por el propio Coetzee, entre los que se han publicado Madame Bovary, de Flaubert; La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne; El ayudante, de Robert Walser; Roxana. La amante afortunada, de Daniel Defoe; Tres mujeres/ Uniones, de Robert Musil; y La Marquesa de O. / Michael Kohlhaas, de Heinrich von Liset. El año pasado presentó Cartas de navegación, también publicado por El Hilo de Ariadna, un librazo de 733 páginas que despliega una selección de artículos de crítica literaria sobre Samuel Beckett, los universos de Franz Kafka y la mitología estadounidense del Capitán América, entre otros temas, enlazados con una serie de entrevistas realizadas por el crítico sudafricano David Attwell.
En «¿Qué es un clásico?», incluido en Las manos de los maestros, usted plantea que T. S. Eliot se hubiera sentido desilusionado por la forma hacia la cual Europa occidental evolucionó: hacia una comunidad económica, pero todavía más hacia una homogeneidad cultural. ¿Comparte esa desilusión de Eliot no sólo sobre Europa, sino sobre el presente del mundo?
La decepción viene en muchas formas, tamaños y colores. La de Eliot le pertenece, no la comparto. Sin embargo, me entristece que gran parte de la diversidad de la vida –tanto la biológica como la cultural– esté en proceso de desaparición. Dios creó un mundo inmensamente diverso; nosotros lo estamos reduciendo a uno mucho más simple y menos interesante.
En «La autobiografía de Doris Lessing» cita una frase de la autora de El cuaderno dorado: «No hay duda de que la ficción hace un mejor trabajo con la verdad». ¿En qué sentido trabaja mejor la ficción?
He dejado de ver películas que sostienen basarse en «hechos verídicos» porque sé de antemano que van a carecer de forma y no me van a satisfacer desde el punto de vista estético, en particular por cómo terminan. Como dijo Aristóteles, la poesía nos ofrece más verdad que la historia, que está plagada de contingencias.
Uno de los biógrafos de William Faulkner trata de comprender cómo un hombre tan profundamente suspicaz ante la modernización y lo que le estaban haciendo al Sur, al mismo tiempo pudo ser un modernista radical. ¿Por qué las vanguardias, los artistas y escritores experimentales o modernistas radicales suelen ser conservadores o reaccionarios políticos?
Esto en realidad sencillamente no es cierto. Los poetas y artistas románticos, que eran la vanguardia en su época, eran radicales en lo que a sus ideas políticas concierne. Entre los grandes innovadores modernistas de principios del siglo XX, Joyce no fue un reaccionario, como tampoco lo fueron Musil, Brecht o Eisenstein. Y la lista no termina allí.
El ensayo «Las últimas instrucciones de Patrick White» podría ser una brevísima historia de la literatura a través de la desobediencia de dos albaceas que decidieron no cumplir con la «última voluntad» de White y de Franz Kafka. ¿Qué hará con sus papeles, correspondencia, textos inéditos o inacabados? ¿Los donará a una institución pública, como alguna Biblioteca Nacional, o los destruirá usted mismo?
Poco después de que el suburbio de Adelaida, mi lugar de residencia en Australia, se viera amenazado por un incendio forestal, decidí disponer de mis papeles, ya que no tenía forma de protegerlos. Los envié a la Universidad de Texas, donde completé mis estudios de doctorado.
¿Por qué decidió firmar una solicitada por la Biblioteca Nacional de la Argentina, junto con otros intelectuales, en la que se solidariza con los trabajadores despedidos y cuestiona la política de restricción de las tareas del Estado del actual gobierno?
La razón es sencilla: las bibliotecas y museos albergan lo más valioso de nuestro patrimonio, por lo que en la distribución de fondos públicos, deberían estar entre los principales destinos de ese financiamiento.
Como el poeta australiano Les Murray, que afirma que es más leído en el exterior que en su país, ¿usted siente que es más leído en Australia y en la Argentina que en el país en que nació?
Estoy seguro de que cuando Murray dijo que era más leído en el exterior que en su país no pensaba solamente en términos de cifras, ya que la población de Australia es bastante reducida (23 millones). Creo que a lo que se refería es a que se lo leía con más pasión e interés en el exterior que en su propio país. No creo que en Sudáfrica o en Australia lean mi obra con gran interés o pasión; el interés de los lectores latinoamericanos ha sido una revelación para mí.
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