Rancho Las Voces: Una de vaqueros
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

miércoles, septiembre 14, 2005

Una de vaqueros

Daniela Tarazona Velutini / El Universal
Viernes 02 de septiembre de 2005




Indios contra caras pálidas. Como en las películas. Cada semana, cientos de miles de personas crean sus propias fantasías en el Viejo Oeste, aún en las grandes zonas urbanas. Dibujantes, argumentistas y lectores, narran porqué El Libro Vaquero se ha mantenido vigente por casi tres décadas, en un país donde no hay muchos lectores de alta cultura.

Dulce trabaja como vendedora de chocolates en un quiosco. Busca en la lectura los sucesos que le apasionan: “No de comedia, sino de amor que tienden al drama”, dice. “Me gustan los hombres de El libro vaquero porque son valientes”. Quisiera ser tan bonita como una de las protagonistas, que suelen caracterizarse por sus atributos físicos, agrega.

Otro asiduo lector, José, quien trabaja como frutero en una esquina, cuenta: “Las busco porque me gusta lo que pasa, el ambiente del oeste: es la posibilidad de vivir otra cosa”. José está motivado por su trabajo y confiesa que es la razón que lo anima a diario. Parece, igualmente, un hombre solo, como algunos de los protagonistas de la historieta.

La lectura del Libro Vaquero es una actividad común en nuestro país. Ajeno al estilo de los libros doctos, esta es una publicación con altos índices de venta: 600 mil ejemplares por semana.

En 1986 llegaron a venderse 41 millones de copias al año, es decir, cerca de 900 mil ejemplares por semana, recuerda Fernando Varela, a cargo de la empresa Nueva Impresora, que edita la publicación.

“Los señores O’ Farril son dueños de esta editorial desde hace 25 años”, explica. “Fernando Canales, al frente de la antigua Novedades Editores, ahora Nueva Impresora, dio de alta el Libro vaquero en 1978”.



Solo vs. el mundo

El punto de partida de las historias del Vaquero es la pluma de los argumentistas. Los fieles lectores resultan atrapados por el gancho que suponen sus historias. Rubén Pizarro Diez, quien lleva 12 años realizando argumentos con los seudónimos de Robin Parker y Peter Donovan, describe la diferencia entre esta literatura y la “culta” en el contexto actual:

“Creo que los libros suelen tener descripciones demasiado largas, es una de las razones de que no se lea literatura, la gente se ha vuelto perezosa. No voy a culpar a las historietas, por lo menos no nada más. El Libro vaquero tiene imágenes y los medios nos han acostumbrado mucho a lo visual, ya no a lo textual. Vemos una tendencia a glorificar a los literatos de altos vuelos, pero la literatura de estos literatos no es para la gente común”, explica.

Su seudónimo se debe a una delicada distinción: “Si pongo mi nombre dirán: ‘este mexicano qué va a saber de vaqueros’¨, aunque tengo bastante documentación y soy fanático del género western”. El gusto por el oeste le viene de tiempo atrás cuando leyó las famosas novelas de Louis L’Amour y El último de los mohicanos, de James Cooper; además de haber visto series de televisión en las que se trata la problemática de los nativos norteamericanos.

La fascinación de José, el vendedor de frutas, por El vaquero se fundamenta en la posibilidad de vivir en otros ambientes: las carretas, el campo y el oeste le llaman la atención.

Parker explica: “El argumento es un hombre solo contra el mundo, un solitario que acaba enfrentándose con los malhechores quienes tienden a ser gregarios. Es como en las telenovelas, de las que dicen que siempre vemos cenicientas, pues acá es parecido: un hombre contra el mundo. Armado, ciertamente, pero también contra gente armada y su parafernalia: caballos, saloons y chicas”.

“El conflicto interno de los personajes –agrega– parte de su condición de hombre solo en una naturaleza hostil, frente a los indios que no son hostiles ‘porque sí’, todos dentro de un territorio sin leyes: el oeste”.

El conflicto de los argumentos del Vaquero, parte de la presencia de “buenos y malos”. Parker matiza la imagen de los indios, ya que no los considera seres malos: “Fueron atacados, obligados a desplazarse de territorios que consideraban sagrados”.





El final feliz

Dulce, la vendedora de dulces, está agradecida porque encontró el amor después de haber vivido de todo con sus parejas anteriores: “Me han tocado de chile y de mole. Ahora tengo una pareja que se llama Leonardo, de quien estoy muy enamorada”.

El “final feliz” de la realización amorosa de Dulce es como el final que se apunta en el cómic semanal. Parker dice: “Tratamos de que gane el bien, aunque sea anticuado para algunos; que triunfe la justicia. Vemos que en otras cosas suele ganar el mal. Pero aquí siempre ganan los buenos: eso es importante”.

Las mujeres representadas en estas historias suelen caracterizarse por sus atributos físicos. Parker define sus perfiles: “Son chicas de cantina y juegan un papel importante. Su experiencia es la pobreza, su antecedente es la miseria. Muchos pueblos sólo tenían ese tipo de mujeres, las otras eran las esposas de granjeros que estaban aisladas, por lo tanto, las chicas de taberna eran las más solicitadas, ya que las mujeres que llegaban con los colonos no eran liberadas”.

Son lo convencional en la mujer de la época del siglo XIX. Algunas de ellas cuentan con una tragedia previa, la pérdida de un hijo o la viudez. A veces han sido asaltadas, ha muerto su marido, pueden encontrarse entonces con un indio compasivo o con un vaquero que las ayude quien se queda con ella.

“Hemos hecho énfasis en darle un lugar a la mujer: que sea decisiva en las historias, a diferencia de cómo son en los westerns y cerrar con un final feliz, en pareja”, explica.

Otro argumentista, Arturo Fabila Mondragón, con el seudónimo de Arthur Fabill, describe los puntos comunes de los relatos: “Los conflictos más recurrentes tienen que ver con la tierra, con los pistoleros elegantes, rápidos, buenos y malos.

Tenemos como norma que las mujeres que aparezcan sean bonitas. Aunque sean malas, que tengan buen cuerpo y una linda cara. Suelen ser rubias, pelirrojas o castañas, de tez blanca. Nos gusta escapar de lo grotesco, intentamos que sean agradables a la vista”.

“Los personajes tienen sicología diferente; se repiten ciertas características en el caso de los héroes. Procuramos que tengan una sicología definida; no puede comenzar siendo bueno y volviéndose malo”.

Fabill detalla con acierto lo que define a un vaquero ejemplar: “Para ser pistolero lo primero que tienes que hacer es despojarte del miedo a morir. Hay una historia en la que el héroe no puede lograr eso. Se da cuenta en su primera riña que no está listo para ser pistolero”.





Pasión western

Una parte fundamental del éxito y la seducción visual que caracteriza al Vaquero es el trabajo del portadista Jorge Aviña (que cuenta con 13 años haciendo esta labor). Sin seudónimo, Aviña describe su pasión por el western: “Me encanta el oeste y sus historias. Empecé a dibujar desde niño y no he parado. Lo que más disfruto es entregar mi trabajo y que guste.

Tengo que proyectar en la expresión corporal de las mujeres del Libro, la alegría, el susto; es importante saber de qué trata la historia para darla a entender. Siempre tiene que haber una mujer bonita en la portada, es importante para las ventas, es un acuerdo que tenemos”.

Confiesa qué personaje le gustaría encarnar: “Ser un indio porque me encantan los penachos. Además de su fuerza, los movía la defensa de su territorio: es lo que me gustaría hacer aquí en México”.

El portadista describe el Vaquero: “Es una revista diferente. Es vaquera porque llega hasta la época del ferrocarril” (al que llaman, dentro de las historias: el ‘Caballo de hierro’), y describe encantado el espacio: “hay muchos ranchos, poblados chicos que son atractivos para dibujar, hechos con madera y enlodados. Tengo fotos del oeste en un libro, me fijo en él para hacer muchas cosas”.

Juan Roncagliolo Berger (sin seudónimo), lleva 12 años dibujando para el Vaquero. Habla sobre su trabajo anterior: “Fui dibujante de Tazán, Fantomas y de Lágrimas y risas por un año. Dibujé desde niño; cada vez que mi padre se compraba una camisa me daban el cartón que venía con ella y allí me ponía a dibujar”, y describe al personaje que más admira:

“Me gustaría ser el Sheriff, normalmente es quien trata de facilitar un ambiente hostil, intenta ordenarlo para que las cosas funcionen.” Roncagliolo encuentra cierta invención en torno al ambiente real del viejo oeste:

“Los que conquistaron el oeste fueron gente muy arriesgada, se vivía muy austeramente; uno ve las historias de ese tiempo, lo que se comía y la mayoría estaban descalcificados, mal nutridos.

Buscaban oro y era una búsqueda vana; la familia que emprendía ese viaje solía perder a varios de sus miembros por el camino. En las casas había pobreza. No es como se ha plasmado en las películas de Hollywood, aunque sea lo que se ve en el libro; si lo hiciéramos como fue en realidad, no habría tema que tratar. El indio sería el malo, aunque en realidad el blanco era el malvado”. Sobre la relación de estas historias con la realidad contemporánea, dice:

“La educación era exclusiva de quienes tenían dinero. Ese contexto se parece al actual. El cómic es un medio muy importante para acceder a la gente. El proceso que está sucediendo en el mundo es nuevo, nos enfrentamos a cosas diferentes. Debe haber un cambio; se ha perdido el mercado. El sector al que se dedicaba el libro ya no puede comprarlo, tiene que comprar tortillas o leche”.

Alfredo Macal lleva ocho años haciendo ilustraciones: “Es un orgullo trabajar aquí porque es una historieta muy vendida. Mi maestro ha sido Roncagliolo, era mi vecino, creo que fue el destino”. Él considera que el gusto por esta lectura no se debe a un paralelismo entre la vida de los lectores y las anécdotas que se cuentan.

“No creo que la gente encuentre algo que tenga que ver con su realidad, sino que busca leer algo que lo haga pasar el tiempo”, lo anterior aunado a las cualidades eróticas de los dibujos de las páginas centrales: “Tratamos de que haya cierto erotismo, sin caer en lo vulgar o pornográfico, aunque sí se muestren atributos”, explica el ilustrador.

Mientras tanto, Dulce y José llevan a cabo las tareas del día. “Lo que importa es la vida”, dicen ambos, y valoran el momento en que pueden ser testigos de las historias de hombres solos, valientes y afortunados. Quién no desearía ser vaquero.

Éxito de ventas

El estudio más reciente sobre la venta de publicaciones periódicas, fue realizado por la investigadora de la Universidad Panamericana de Guadalajara, María Elena Gutiérrez, en 2000. En el mismo se revela que en México existen cerca de 800 revistas consideradas de circulación nacional: las de más alta demanda corresponden a las historias sensacionalistas, cómicas y de relaciones amorosas.

El estudio establece que las revistas de mayor venta son: El Libro Semanal y El Libro Vaquero con 41.6 millones de ejemplares vendidos por año cada una, seguidas por El Libro Policiaco con 28.6 millones, TV y Novelas con 28 y TV Notas con 21.8 millones.