Castillo de Drácula en Rumania
En La historiadora, uno de los grandes lanzamientos editoriales de la temporada, Elizabeth Kostova sigue un largo periplo a la búsqueda de la tumba del inquietante conde rumano
Destaca la familiaridad con la que la autora afronta el tema de lo siniestro, entendido como espeluznante
JOSÉ ENRIQUE RUIZ-DOMÈNEC - / La Vanguardia
Barcelona, España.- A comienzos del siglo XXI regresa la gran novela gótica del siglo XIX, como tantos otros revivals de nuestro pasado. La primera impresión que suscita en los lectores La historiadora es la familiaridad con la que afronta el tema de lo siniestro, en el sentido de lo espantable o espeluznante. Será porque está en el ambiente, y nos damos cuenta de ello sin que sepamos encontrar sus huellas de forma consciente. Si en 1818 Mary Shelley publicó Frankenstein o el moderno Prometeo para adentrarse en el territorio de lo siniestro, ahora Elisabeth Kostova lo hace con Drácula. Abro con osadía y algo de temor esta novela (cosa que no hice con la de Bram Stoker ni con su secuela cinematográfica de Francis Ford Coppola) con la esperanza de que nos aclare la luz de las tinieblas en la línea metafísica que en 1922 planteó Murnau en Nosferatu, pero la historia nos atrapa desde el primer momento al proponernos encontrar la realidad de la leyenda del conde Drácula, un voivoda rumano del siglo XV, con un castillo en Transilvania, en la frontera con el imperio otomano, enemigo de los turcos a los que empalaba sin misericordia en medio de truculentos banquetes.
Este emotivo encuentro con Vlad III Tepes, de Valaquia, un señor feudal de los Cárpatos, caballero de la Orden del Dragón, está sin embargo plagado de enigmas eternos como la vida. Para resolverlos se propone aquí un juego construido como un tríptico: un paseo de amor y muerte en tres tiempos diferentes, que corresponden a tres generaciones: los años de la Primera Guerra Mundial con su rancio sabor británico mirando la Europa del este con los ojos de la antropología; en segundo lugar, el mundo de mediados de los cincuenta, los años de la guerra fría, donde el Este se convierte en la alteridad provocada por un sistema político, el comunismo, que en el Oeste suscita ilusiones regeneracionistas; y, finalmente, el tiempo actual que contempla con su profunda alteración en la geografía política tras la caída del muro de Berlín. Por fin un libro que afronta los tres tiempos de la reciente historia de Europa como un diálogo de tres generaciones diferentes que sin embargo tienen un elemento común entre ellas, la necesidad de encontrar la tumba de Drácula; es decir, ese lugar de la memoria ancestral de una Europa en abierto conflicto entre la civilización cristiana y la islámica. Es difícil escapar de las preocupaciones del momento.
La trama de la novela es tan compleja como sus objetivos. Una joven historiadora sale en busca de su padre, un diplomático americano, que a su vez trataba de buscar a su antiguo maestro en la universidad (y más tarde su suegro), un distinguido erudito en ciencias ocultas. La lectura de un libro de notas le lleva a recobrar el tiempo pasado en que su padre en compañía de la hija del maestro, convertida en su esposa, viajó por media Europa del Este con la intención de localizar la tumba de Drácula, lo que le permite entre otras cosas ironizar sobre los regímenes comunistas. Dada esta convención y asentada la arquitectura general, Kostova se mueve en la redacción del libro con absoluta libertad. No han pasado diez páginas desde el comienzo y el lector entra de lleno en torno a misterios que creía superados. Pero lo sorprendente es que el clima creado atrapa tanto o más que la resolución de la serie de enigmas que van apareciendo a cada momento. Desde Estambul a Budapest, y desde allí al mar Negro y a un monasterio en los Pirineos catalanes, las pesquisas se convierten en un peligroso juego al formar parte de él algunos vampiros, los muertos-vivos que forman la corte del célebre conde.
No se preocupe el lector, este crítico no desvelará ni los enigmas, ni el final de esa búsqueda, ni siquiera entrará a descifrar las metáforas escondidas entre las líneas: ésa será la tarea de los miles de lectores que se esperan de esta novela que bucea en un tema ancestral de la vieja Europa. Y sin embargo no hay libro más angloamericano que éste. ¿Dónde podía haberse escrito sino en una cultura que ha creado Harry Potter? Esa joven historiadora, políglota, que desde niña viaja con su padre por el sofisticado mundo académico, ¿no tiene acaso el mismo rostro que los personajes creados por la Rowling para mayor gloria de la nueva paideia de los mp3 y la play station con la que se quiere superar la angustia infantil a la oscuridad? Niños en parte huérfanos, unos en un internado de lujo, otros, como esta historiadora, con tutores que sustituyen el casi inexistente núcleo familiar. ¿Dónde están las madres? La pregunta, que desencadenó la novela de Mary Shelley, regresa ahora de la mano de la Kostova. El resultado es una obra no sólo en las antípodas del barniz realista que preside la producción en la vieja Europa (incluida España con su propensión a narrar la Guerra Civil hasta sus últimos detalles), sino también el más rigurosamente negativo sobre el realismo socialista. De hoy en adelante, al situar la problemática lacaniana del M (other) no habrá más remedio que recurrir a la lectura psicoanalítica que se nos propone aquí en medio de un relato de terror más cercano a Poe que a Stoker, transfigurado en un best seller: esa nueva manera de mostrar la poesía oculta del mundo que no queremos reconocer que existe, pero que está ahí esperando su revelación. Miren a su alrededor, en medio de la noche, un grito, un susurro, una fotografía, nos muestra la presencia del mal entre nosotros. Cuídense de él.
Elizabeth Kostova
nació en Connecticut (EE. UU.) en 1964.
Licenciada en Yale,
debuta como novelista con ´La historiadora´,
fruto de diez años de investigación
Un monasterio catalán
La escena final de la novela se desarrolla en una amplia estancia del monasterio de Saint-Matthieu-des-Pyrènnes-Orientales, cerca de la población de Les Bains (¿a qué monasterio se refiere en realidad?). Allí, la historiadora, su padre y un personaje cuya identidad no quiero ahora desvelar encuentran por fin no sólo la tumba de Drácula, sino al propio vampiro dispuesto a conducirles a todos a la región de donde nunca se puede volver, a la región de los muertos-vivos. ¿Qué pasión suscita el aire de los Pirineos catalanes entre los escritores americanos (como Kostova y Dan Brown) para situar en ellos el espacio sagrado donde se resuelven los enigmas de sus búsquedas? La fluidez huidiza de esos lugares construidos por los monjes en el año mil sirve para mitigar el horror, para recubrirlo por un cierto tiempo con la veladura de su noble y sangriento pasado
Elizabeth Kostova La historiadora / L´historiador Traducción al castellano de Eduardo G. Murillo y al catalán de Mar Albacar UMBRIEL / EDICIONS 62 704 / 637 PÁGINAS 19 / 19,50 EUROS