La primera obra de la joven autora india Rupa Bajwa muestra los contrastes que existen entre las tradiciones de su país y las importadas
JULIO HURTADO / La Vanguardia
JULIO HURTADO / La Vanguardia
La escritora
Barcelona, España.-Una de las razones que, en el siglo XIX, contribuyeron a la consagración de la novela como el gran género contemporáneo fue la capacidad que demostró para reflejar las tensiones internas de la sociedad, en acelerada transformación a causa de la pujanza de la burguesía en el mar agitado de la revolución industrial. El realismo fue la estética que abrazaron los novelistas para recorrer el camino de la comedia humana y su fulgor perduró hasta que las vanguardias rompieron el espejo en mil pedazos, pero todavía hoy, cuando el invento occidental del capitalismo se extiende por todo el planeta en algo que ha dado en llamarse globalización, sigue demostrando una poderosa vitalidad.
La vigencia de la estética realista como instrumento de análisis de la sociedad del siglo XXI es lo primero que se desprende de la lectura de El vendedor de saris, la primera novela de Rupa Bajwa (Amritsar, 1976, joven autora india que ha elegido la lengua inglesa como herramienta literaria. Aunque persiste una gran distancia histórico-cultural, la sociedad india está inmersa en un proceso de cambios profundos que se parecen bastante a los que en su tiempo observaron Dickens, Galdós o Balzac. En ese contexto, y una vez asumidas las formas culturales triunfantes en el imperio anglosajón (el cine, pero también la novela, es la más relevante), resulta muy acertada la decisión de la escritora de adoptar los valores estéticos del realismo decimonónico.
La vida del joven Ramchand es tan monótona como la de cualquiera: trabaja de lunes a sábado en una tienda de saris del bazar de Amritsar, la capital religiosa de los sijs, y pasa los domingos viendo películas de Bollywood con los amigos. Su existencia parece ilustrar la imagen de sumisión e indolencia que se atribuye a los indios, aunque a veces siente una inquietud que no sabe explicarse. El trato ocasional con mujeres de clase alta le impulsa a estudiar inglés y, con lo poco que recuerda de sus años de colegio y la ayuda de un diccionario, consigue descifrar sentencias tan simples como "todas las monedas tienen dos caras", que le ayudan a encontrar algunas respuestas. Gracias a las enseñanzas de los viejos libros de texto, que confronta con su propia experiencia, descubre que la realidad es mucho más compleja de lo que pensaba. Poco a poco, la conmovedora ingenuidad inicial de Ramchand va dando paso a un amargo desconcierto.
Entre vendedores y clientas, en la tienda de saris confluyen otros muchos personajes que la autora maneja con destreza narrativa para recrear las vidas de algunos habitantes representativos de Amritsar. En esta ciudad del Punjab, como en todas las de India, las costumbres occidentales han penetrado entre los ricos, que utilizan el inglés como elemento de distinción, y se van extendiendo progresivamente. La aparición de una literatura angloindia es una de las consecuencias de esta situación. La gran diferencia con respecto al periodo colonial es que el punto de vista se ha interiorizado y las historias ya no las cuentan el aventurero inglés o la mujer del embajador que observaban perplejos el funcionamiento de una sociedad extraña y en buena medida incomprensible. Rupa Bajwa muestra con naturalidad los contrastes que existen entre las tradiciones de su país y las importadas. Que los recién casados se instalen a vivir en casa de los padres del novio o que el mayor deseo de la novia sea engendrar cuanto antes un hijo varón para consolidar su posición en la familia no merecen justificación narrativa alguna. En cambio, hay que dar ciertas explicaciones para que resulte verosímil que una memsahib (mujer que lleva un estilo de vida occidental) decida casarse por amor.
Felizmente alejada de los tópicos con los que recurrentemente el mundo occidental observa el exotismo oriental, El vendedor de saris desprende sin proponérselo un seductor interés por la distancia cultural que aún existe en relación con India: aferrada a la realidad que describe, la autora utiliza una gran cantidad de términos en hindi sin traducción posible y para los que se hace necesario un glosario al final del libro. Son palabras que forman parte de la vida cotidiana de los personajes: prendas de vestir, cosas de comer, ceremonias y ritos... y no pueden globalizarse en versión inglesa. Sin el pudor o la megalomanía que muchos autores europeos manifiestan ante las novelas escritas a la antigua, la primera obra de Rupa Bajwa le hubiera encantado a un lector del siglo XIX, ¿por qué no a uno del siglo XXI?
La vigencia de la estética realista como instrumento de análisis de la sociedad del siglo XXI es lo primero que se desprende de la lectura de El vendedor de saris, la primera novela de Rupa Bajwa (Amritsar, 1976, joven autora india que ha elegido la lengua inglesa como herramienta literaria. Aunque persiste una gran distancia histórico-cultural, la sociedad india está inmersa en un proceso de cambios profundos que se parecen bastante a los que en su tiempo observaron Dickens, Galdós o Balzac. En ese contexto, y una vez asumidas las formas culturales triunfantes en el imperio anglosajón (el cine, pero también la novela, es la más relevante), resulta muy acertada la decisión de la escritora de adoptar los valores estéticos del realismo decimonónico.
La vida del joven Ramchand es tan monótona como la de cualquiera: trabaja de lunes a sábado en una tienda de saris del bazar de Amritsar, la capital religiosa de los sijs, y pasa los domingos viendo películas de Bollywood con los amigos. Su existencia parece ilustrar la imagen de sumisión e indolencia que se atribuye a los indios, aunque a veces siente una inquietud que no sabe explicarse. El trato ocasional con mujeres de clase alta le impulsa a estudiar inglés y, con lo poco que recuerda de sus años de colegio y la ayuda de un diccionario, consigue descifrar sentencias tan simples como "todas las monedas tienen dos caras", que le ayudan a encontrar algunas respuestas. Gracias a las enseñanzas de los viejos libros de texto, que confronta con su propia experiencia, descubre que la realidad es mucho más compleja de lo que pensaba. Poco a poco, la conmovedora ingenuidad inicial de Ramchand va dando paso a un amargo desconcierto.
Entre vendedores y clientas, en la tienda de saris confluyen otros muchos personajes que la autora maneja con destreza narrativa para recrear las vidas de algunos habitantes representativos de Amritsar. En esta ciudad del Punjab, como en todas las de India, las costumbres occidentales han penetrado entre los ricos, que utilizan el inglés como elemento de distinción, y se van extendiendo progresivamente. La aparición de una literatura angloindia es una de las consecuencias de esta situación. La gran diferencia con respecto al periodo colonial es que el punto de vista se ha interiorizado y las historias ya no las cuentan el aventurero inglés o la mujer del embajador que observaban perplejos el funcionamiento de una sociedad extraña y en buena medida incomprensible. Rupa Bajwa muestra con naturalidad los contrastes que existen entre las tradiciones de su país y las importadas. Que los recién casados se instalen a vivir en casa de los padres del novio o que el mayor deseo de la novia sea engendrar cuanto antes un hijo varón para consolidar su posición en la familia no merecen justificación narrativa alguna. En cambio, hay que dar ciertas explicaciones para que resulte verosímil que una memsahib (mujer que lleva un estilo de vida occidental) decida casarse por amor.
Felizmente alejada de los tópicos con los que recurrentemente el mundo occidental observa el exotismo oriental, El vendedor de saris desprende sin proponérselo un seductor interés por la distancia cultural que aún existe en relación con India: aferrada a la realidad que describe, la autora utiliza una gran cantidad de términos en hindi sin traducción posible y para los que se hace necesario un glosario al final del libro. Son palabras que forman parte de la vida cotidiana de los personajes: prendas de vestir, cosas de comer, ceremonias y ritos... y no pueden globalizarse en versión inglesa. Sin el pudor o la megalomanía que muchos autores europeos manifiestan ante las novelas escritas a la antigua, la primera obra de Rupa Bajwa le hubiera encantado a un lector del siglo XIX, ¿por qué no a uno del siglo XXI?