C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de febrero de 2022. (RanchoNEWS).- La primera película de Guillermo del Toro en la que no hay seres sobrenaturales trata acerca de un hombre que engaña a la gente pretendiendo que habla con espíritus, basado en trucos y en la observación cuidadosa de sus crédulas víctimas. El callejón de las almas perdidas, segunda adaptación al cine de la novela de William Lindsay Gresham (1946), es un ejercicio artaudiano de teatro de la crueldad, que muestra el desconsuelo social y la descomposición moral entre la Gran Depresión del 29 y la posguerra, un tiempo que tiene muchos paralelos con la actualidad. Asimismo, es una película en la que Del Toro reflexiona sobre el poder del ilusionismo y la fabulación cinematográfica al echar mano de una producción multiestelar, glamorosa y espectacular para crear un universo de abuso y perdición.
Del Toro coescribió con su esposa, la historiadora del cine, Kim Morgan, el guion de un filme híbrido y sórdido, aunque quizá demasiado largo, en el que un hombre de origen humilde, Stanton Carlisle (Bradley Cooper), huye de su pasado al abandonar e incendiar el hogar familiar con todo y el cadáver del padre que odia. Sin tener a donde ir se une a un carnaval itinerante donde el empresario Clem Hoatley (Willem Dafoe) lo contrata para armar y desarmar las carpas. Por su carisma, astucia y atractivo físico asciende en el escalafón carnavalesco, llegando a presentar, mantener y mejorar los espectáculos estridentes, entre los que destaca el del geek, un hombre reducido a una condición bestial de adicción y desesperanza por el alcohol mezclado con opio; un ser que evoca a la Mujer Pato, la monstruosidad en que es convertida la guapa y ambiciosa trapecista Cleopatra de la obra de culto clásica Freaks, de Tod Browning (1932). Stanton se obsesiona con este supuesto eslabón perdido que decapita gallinas a mordidas y entretiene la morbosidad del público con gruñidos y un comportamiento salvaje. El espectáculo atroz del geek representa las aberraciones y la degradación que estimulan nuestras emociones y pasiones, desde los fenómenos de feria hasta los linchamientos y las cancelaciones en internet.
Una reseña de Naief Yehya de su revista Filo luminoso que publica en el suplemento El Cultural de La Razón