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martes, enero 20, 2004

Entrevista

Xavier Velasco: mi único don es la méndiga terquedad

Elizabeth Flores Rodríguez/ EL UNIVERSAL online


No cree en el azar ni en las casualidades, pero sí en las coincidencias. Es supersticioso y durante la gira de promoción de su novela, Xavier Velasco tuvo que rodearse de diversos rituales para sobrevivir al torbellino de un año y hasta a un amor «breve, pero fulminante», en el que estuvo envuelto desde que una mañana despertó con la noticia de que había ganado el premio Alfaguara por su novela «Diablo guardián».

El galardón fue dotado casi con la misma cantidad que la protagonista de la novela, Violetta, roba a sus padres para hacer sus fechorías, 175 mil dólares. Xavier compara haberse llevado el premio como cuando México le ganó a Brasil en la copa Confederaciones o como cuando cayó el PRI en México: «Está de locos, pero sí puede pasar».

Entre los planes para el 2004 de este chilango de 44 años, a quien Carlos Fuentes ha calificado de «buen novelista», está otra fechoría: su próxima novela. Y nos la enseña. Está en su pluma fuente de color azul turquesa, con visos color plata y más bien sicodélica a la que, dice, nadie accede y si sale de su escritorio sólo es bajo resguardo. Lo cumple. Toma la pluma con dos dedos y la muestra desde lejos: «Si ves bien, aquí está la siguiente», la mira unos segundos, la vemos y se la lleva rápidamente. «Es pluma por novela», vuelve a decir.

Para esta entrevista viste una playera color naranja, el mismo tono de la portada de «Diablo guardián». Es lunes y nos ha citado muy temprano. «Es que si me levanto tarde este día siento que ya se aflojó toda la semana. Otra superstición».

Revela también que durante la gira de promoción usó la misma ropa, el mismo color, y que antes de las presentaciones en la gira por 17 países de Sudamérica y en España del que hoy es el quinto libro más vendido en México tenía como rituales «bañarme antes, estar completamente solo algunas horas, pensar en ciertas cosas, darle vuelta a ciertos recuerdos».

Unos días después de cumplirse un año de que el escritor, otrora creador de campañas publicitarias y cronista de rock, enviara su ejemplar para aspirar al premio, hace un recuento de lo que estos doce vertiginosos meses le han significado en su carrera y del doloroso enfrentamiento con la hoja en blanco para el año que inicia. «Tengo un hervidero de grillos en la cabeza, pero por experiencia sé que más vale en este momento no sentarme a escribir porque todavía no estoy con la historia encima. Me estoy distrayendo en muchas cosas».

–¿Cómo cuáles?
–Como esta entrevista a las nueve de la mañana, como ayer irme de vago todo el día, como de seguro hoy irme de vago. Ya no estamos en épocas en las que no se puede concentrar en algo. El fin de año es un cierre, o no sé, a lo mejor tengo miedo de enfrentarme al siguiente león, entonces por eso me ando dando de cachetadas con los gatitos.
El desertor de la carrera de Literatura y Ciencias Políticas en la universidad Iberoamericana dice que también está corrigiendo un libro de relatos, bajo el título «El materialismo histérico». Aunque en realidad quiere comprarse tiempo para hacer su próxima obra: «Tengo algunos otros proyectitos que puedo publicar mientras termino esa novela. No tengo ninguna prisa para escribirla».
Del salto del anonimato a los reflectores, Velasco señala que no ha tenido tiempo para ver lo que le está pasando, «pero ha sido enormemente divertido y esperé mucho un momento como éste en el que tendría oportunidad de llevarme el libro más allá de mi país. Entonces cuando llegó, lo tomé como si fuera el último tren y estaba dispuesto a acelerarlo hasta el final. Ha sido muy intenso».

–Ya no te puedes escapar...
–Ni quiero. No tengo la menor intención (risas).

–¿A qué tuviste que renunciar para elegir este camino?
–A ser carne de cañón, es decir, a hacer trabajos que odiaba. Renuncié como un asunto religioso a la publicidad. Tal vez haga una campaña depositada en mis libros, eso sí me atrevo a hacerlo. Finalmente es mío, yo soy el cliente, pero volver a hacer una campaña nunca más. Lo hacía por dinero, era prostitución. Finalmente renuncié a dos cosas: la que ya me había aburrido y estaba podrido de eso, que era escribir de rock, y a la que odiaba que era hacer publicidad. Básicamente renuncié a todas las actividades que me impulsaban a no ser yo, a no respetar mi proyecto o a evadirlo.

–¿Y te está llenando?
–Este camino que elijo es el que hace mucho tiempo me eligió a mí, sin darme ninguna otra opción.

–Faulkner decía que si era preciso había que robarle a tu madre y ser despiadado para crear tu arte. No dudo que tú también hayas sido despiadado...

–Pues a mi madre tuve que pedirle prestado más que robarle (risas), pero sí, efectivamente, me asombra que a los escritores siempre les llamen para que sean una suerte como de árbitros morales o políticos y cosas así. Para que den su opinión impoluta sobre todos los aconteceres de la historia y yo digo, bueno, ¿quién les ha dicho que los escritores son personas necesariamente bondadosas? De entrada, sí necesita uno ser muy despiadado para trabajar un personaje. Tienes que ser un poquito el motor de los acontecimientos y con frecuencia ese motor es la desgracia. A veces uno como escritor puede convertirse en el viento de la desgracia ¿Qué piedad cabe allí? Ninguna.

«Yo no quiero escribir la venganza del hijo de Violetta»
Si no hubiera llegado a su vida en el 2003 el que él mismo llama «rescate Alfaguara», Xavier Velasco seguiría apostando. «Hubiera pedido prestado para irme a España para ver quién publicaba mi novela. Me hubiera endeudado más y en estos momentos estaría esclavizado en cincuenta proyectos ajenos para pagar todo lo que debía».
Y afirma que la apuesta no ha terminado con ella, pues «si bien no tenía más fichas que apostar estaba dispuesto, como Violetta, a salirme del casino e ir a venderme a como diera lugar para sacar más fichas».

Confiesa no saber por qué su novela fue elegida de entre casi 500 obras: «Lo que me ha hecho sentir todo esto es que tuve razón en apostar, nada más. Porque quemé todas las naves. Dije: va mi resto, pero de eso a explicarme por qué la bola cayó en el número, no tengo idea. Qué bueno que cayó, pero no me interesa saberlo porque no quiero atarme en una próxima novela. Yo no quiero escribir la venganza del hijo de Violetta. Tengo que escribir otra cosa, apostar con otro número».

Hija putativa de «Amores Perros»
Algunos diarios sudamericanos calificaron la novela como heredera del lenguaje de cintas mexicanas como «Y tu mamá también» y «Amores perros». El escritor asiente y revela que son dos películas a las que debe mucho. «Cuando vi “Amores perros”, salí profundamente desafiado. Estaba empezando a hacer la novela, además yo la vi el 3 de julio, el día siguiente de que cayó el PRI, entonces yo estaba de un comprensible buen humor. Y saliendo dije, claro que se puede hacer una película así de intensa y de bien hecha en este país. Sentí como cuando estaba en el estadio el día que México le ganó a Brasil la final de la copa Confederaciones. Pues dices sí es posible, es de locos, pero puede pasar».

Durante su gira por el sur del continente, Xavier dijo que le sorprendió le hablaran de la cinta «Y tu mamá también», pues «me di cuenta de que había servido de pequeño breviario de castellano chilango que de algún modo despejó el camino para mi español, es decir, cuando la gente ya había visto la película tenía algunas claves para entender cómo se hablaba aquí, entonces eso fue muy insospechado. Sí siento que me despejaron un poquito el camino».

–¿Y sientes que tú despejaste el camino a otros?
–Me encantaría saber eso. Yo creo que lo que hice fue despejar el camino un poquito de monstruos negativos a algunas personas que querían escribir. Es decir, hacerles un poco lo que me hizo a mí la película. Decir, ¿por qué no?, quién sabe qué engendro me salga, pero lo voy a intentar. Tengo esta idea en la cabeza, ¿por qué diablos no? Uno nunca sabe, a lo mejor pega. El gran problema con los latinoamericanos es que nos encanta quejarnos de lo mal que nos ha ido, pero nos da mucha pereza ponernos a pensar qué hay que hacer. Es el momento en el que dices ¡maldita sea, me está arañando muy feo!, pero la siguiente es que te coma, ¿y vas a dejar que te coma?”.

Escrita enmedio de música tan ecléctica que iba de Siouxsie and the banshees, Iggy Pop y punk de los 70 a Philip Glass y Bach, «Diablo guardián» tardó tres años en escribirse de manera ininterrumpida. Velasco compara este tiempo con el amor de una mujer esquiva. «A veces venían mis demonios corpulentos para decirme que sí podía hacer la novela y apenas me siento a escribir, me dicen no vas a poder, ja-ja-ja. Como una mujer, cuando uno deja de buscarla y empieza a tirar todos sus hechizos, y una vez que logra que uno vaya detrás de ella, voltea y te pregunta ¿y tú qué haces aquí?».

Durante el torbellino, vivió un amor breve, pero fulminante que ya terminó y hoy existe alguien que, dice, le importa. Sin embargo, años atrás tuvo que quedarse solo, sin dinero ni amigos y escribir en total orfandad amorosa.

Al final del día, Xavier Velasco, acepta haber salido muy «madreado» de la escritura de esa novela y reconoce que el mérito más grande se encuentra fuera de ésta misma. «Es la determinación de quien la escribe para preguntarse y ver a esos malditos demonios en el piso escupiendo sangre. Yo lo que hice fue colgarme de un personaje que no se iba a rendir nunca, entonces si no se quebraba ella tampoco me iba a quebrar yo. Por mí mismo son muy pocos los buenos propósitos que cumplo, pero si tengo un pacto con una mujer puedo cumplir cualquiera».

Que lo estereotipen los críticos o periodistas tampoco es algo que le importe. «Finalmente su trabajo es encasillarme y el mío, salirme de guacal». La fama, los nuevos amigos, las críticas y hasta las groupies, «son cosas que pasan posteriores a la novela y lo que pasa no es más que la realidad y en la realidad yo no fío. Así que todo esto que me ha venido pasando es absolutamente inverosímil como es la realidad comúnmente. No le hago mucho caso».

Y dice que su don es la terquedad. «Yo estoy haciendo mi trabajo y no me puedo creer ninguna de esas cosas. Si un crítico me dice que no sirvo y me lo creo soy un idiota, pero si otro dice que yo soy la revolución de las letras y me lo creo, también soy un idiota. Uno no se puede creer eso porque dejas de escribir, empiezas a creer que hueles mejor que el resto o que a lo mejor tienes un don especial. Y no es cierto. El único don que tienes es la méndiga terquedad y a la terquedad ni la vanidad ni el autodesprecio le van bien. No me creo nada».